sábado, enero 16, 2021

 

La Cruz como Evangelio 

La soledad, los miedos y la inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose como “protectoras” de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales. Hay una pedagogía típicamente mafiosa que, con una falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y de subordinación de los que es muy difícil liberarse (P. Francisco FT. 28).

 La experiencia de un pueblo

La experiencia de una larga esclavitud del pueblo de Israel en Egipto lo llevó a liderar un proceso de cambio basado en la promesa de la tierra que el Dios de Moisés le había prometido, la “tierra que mana leche y miel” (Ex 3,17) Una vez libre de la esclavitud el Pueblo busca diferentes forma de gobierno hasta querer tener un rey como los demás pueblos, pese a la advertencia de Dios, de lo que le sucedería con un gobierno monárquico (Cfr.1Sm 8) el pueblo decidió tener un rey.  El sistema de la monarquía no surtió los efectos queridos por el pueblo y fracasó. El fracaso de la monarquía llevó al pueblo a idear un sistema de gobierno, que ejerció al volver a su tierra prometida después de un largo exilio en Babilonia. Toda acción gubernamental se centraría en el Templo: El poder político, religioso y cultual, se impartía desde allí, el Templo era el centro desde donde se dirigían los destinos del pueblo.

 La codicia como concentración del poder

La concentración del poder político del templo se fue desarrollando a lo largo de la historia de Israel acentuándose en el privilegio de unos pocos, generando pobreza en la mayoría de los pobladores. Esto creó inconformismo entre los más vulnerables que no encontraban un lugar en la sociedad, la pobreza fue generada por la codicia que hizo mucho daño. La codicia es una actitud viciosa contrario al acontecer de Dios en la historia. Muchas personas están poseídas por los bienes materiales en lugar de poseerlos: “La codicia-orgullo odia una relación de igualdad bajo Dios, y, como si el ser humano fuera Dios, al orgulloso le encanta imponer su dominio sobre los otros seres humanos” (San Agustín. Civ. Dei. XIX,12).

La riqueza se junta siempre con el poder y la codicia: “Más tienes, más grande eres, esta es tu divisa, y esto significa que más dinero y más propiedades posees, más pudiente eres” (San Agustín. En. In ps 51,14) La codicia lleva a la utilización de los bienes materiales en provecho propio de la minoría: “Son los bienes que poseemos como individuos los que dan un lugar a enemistades, desacuerdos, pleitos, guerras civiles, disturbios, conflictos sociales, escándalos, pecados, crímenes y perversidad general... ¿A caso tenemos un pleito sobre cosas que poseemos en común? (S. Agustín. In sp 131,5-6.)

El hombre en la Cruz

Por esta razón desde el Evangelio miramos al hombre que con corazón abierto en la Cruz, nos permite acercarnos al clamor sufriente del pueblo que le dio sentido a su opción. Su muerte es la consecuencia radical de su predicación a ella le dedicó todo su empeño e incluso se enfrentó a las autoridades judías por defender la causa de los pobres, por esta razón él ha tomado hasta la última gota del dolor, se hizo hombre de dolores para aliviar los dolores de la humanidad. El siente que su misión está cumplida, ha ido como el siervo doliente que hoy se ve reflejado en el pueblo desplazado por la violencia, en el pueblo sin trabajo, en el pueblo sin vivienda, en el pueblo sin esperanza.

El pueblo sigue siendo sacrificado en la Cruz al igual que Jesús: La muerte, el hambre lacera sin piedad. Seguimos presenciando actos de masacres selectivas, se ha vuelto a la violencia de grupos ilegales y legales, dineros de sangre se entregan para justificar crímenes, todo asociados con nuestro silencio cómplice. El principio fundamental del derecho a la vida y al respeto ha sido violado porque el verdadero problema no ha sido combatido, la verdadera violencia sigue reinando en las cruces que soporta nuestro pueblo: La corrupción política y los dineros del pueblo son destinados a intereses personales de gobernantes y de los que financian sus campañas políticas.

Paz

Creímos en un proceso de paz, pudimos haberlo logrado, el deseo se ahogó por el miedo que le inculcaron al pueblo los que propician la ideología del odio, ellos se inventan los enemigos fantasmas creando pánico con mentiras repetitivas. Para ellos la violencia es generada solamente por movimientos de izquierda o comunistas, al aprovecharse de la ignorancia del pueblo se sigue difundiendo el odio y la muerte a través de un sistema propagandístico prepago. Se hace de suma importancia romper estos miedos y avanzar hacia un proceso de paz sin rencores y tolerante en el que todos podamos asumir la presencialidad de la justicia en una paz realizable realizándose.

Esto sería posible desde la pedagogía de Jesús que presenta a Dios como Padre (Jn 5,20) y amor (Jn 14,23) confianza en la justicia. La predicación de Jesús es la más clara motivación a vivir desde la solidaridad, amando al Padre con todo el “corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt 6,5) amando al “prójimo como a nosotros mismos” (Lv 19,18) Jesús asume en su pedagogía esta realidad de Dios y la da a conocer al pueblo que lucha por una convivencia justa y fraterna, la paz es la raíz última de la alegría festiva y del encuentro esperanzador de la libertad humana.

La realidad de la paz denuncia a sus enemigos: ¡Ay de ustedes que siguen creando una cultura de muerte! ¡Ay de ustedes que distribuyen el dinero de los pobres a los grandes terratenientes! ¡Ay de ustedes que niegan con decretos de emergencias el derecho a la salud del pueblo! ¡Ay de ustedes que han condenado al pueblo a la pobreza insostenible! ¡Ay de los que por el terrorismo democrático han creado una hecatombica miseria mental!  

Esperanza

Ahora, bien desde el Evangelio vemos que, en esta época de angustia, la justicia, la paz y el amor es un don de Dios que se dará cuando los cristianos unan sus fuerzas y esfuerzos, para lograr dejar atrás toda ideología de guerra, ideología de odio, ideología de codicia que se convierten en ideología de poder sembrado con el miedo, con la violencia, con la traición, con mentiras. Estas ideologías basan sus principios en la ignorancia del pueblo al que le han inculcado rencor jugando con sus emociones, recreándose con la ignorancia y el miedo, para mantenerse en el poder.

Por lo anterior planteado creemos que debemos hacer caminos de paz-esperanza, asumir la utopía de la esperanza esperanzadora que abre caminos hacia la plenitud de los tiempos en el Kayrós de Dios, allí participaremos de su presencia salvadora, allí se dará a plenitud, la realización de las promesas de la felicidad: “¡Qué intensa será aquella felicidad, donde no habrá mal alguno, donde no faltará ningún bien, donde toda ocupación será alabar a Dios, que será el todo para todos! No se qué otra cosa se puede hacer allí, donde ni por pereza cesará la actividad ni se trabajará por necesidad (…) Habrá verdadera gloria allí donde nadie será alabado por error o adulación de quien alaba. No se dará el honor a ningún indigno donde no se admitirá sino al digno. Habrá paz verdadera allí donde nadie sufrirá contrariedad alguna ni por su parte ni por parte de otro. Será premio de la virtud el mismo que dio la virtud…” (San Agustín Cv. Dei XXII, 30,1).

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