viernes, abril 09, 2021

 


VOLVER A LAS CATACUMBAS

                                         "Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán liberados” (Lc 21,28)


Aunque suene extraño este término de catacumba, es necesario recordar que el acontecimiento del amanecer pascual de los cristianos se desarrolló entre las tumbas de los primeros mártires que confesaron la fe en un “Tal Jesús” que murió en la Cruz. Allí entre el miedo y la valentía imprimieron su testimonio y fortaleza a través del culto divino, celebrado y testimoniado, los primeros cristianos dieron vida en medio de la muerte, basando su fe en la pedagogía de la Cruz, pedagogía de la Resurrección.  

La fe en Jesucristo, el crucificado les abrió las esperanzas para vivir tiempos de desesperanzas, de la incertidumbre y su única respuesta fue “Creemos en Jesús muerto y Resucitado”. En las catacumbas se educaron en la fe y fortalecieron en el culto memoria del acontecimiento pascual de Jesús el Cristo. Por esto, volver a las catacumbas es retomar nuestro origen cristiano cultual, guardando las proporciones históricas asumiendo nuevos paradigmas cultuales. Siempre ha de ser novedoso el retorno, porque al hacer memoria se vive y se actualizan los acontecimientos, se armoniza el pasado con el presente para vivirlo, ya no son acontecimientos pasados, ni fueron las comunidades cristianas que lo vivieron, ahora somos nosotros quienes lo celebramos como si estuviéramos viviendo el acontecimiento novedoso de la pedagogía de la Cruz.

Volver a las catacumbas en tiempos difíciles, en tiempos de incertidumbres y sobre todo en las circunstancias actuales en que vive el mundo y nuestro país, muchos argumentos podemos sacar, pero respuestas concretas no tenemos en la actual coyuntura, nuevamente surgen las preguntas por la acción de Dios: ¿Por qué permite el mal? ¿Dónde estaba Dios? ¿Para qué creer? No es necesario su presencia ya que no puede impedir que se propague la desgracia.

El mundo puede eternizar el sufrimiento-dolor o aprender a sortear el caos causado por la humanidad desde una actitud de esperanza, aprendiendo a reflexionar tomando posturas teológicas sobre las calamidades, superando los temores, teniendo en cuenta que la imaginación-miedo es parte de la enfermedad, que una cautelosa tranquilidad ayuda a la cura y que la paciencia es parte de la cura. El pueblo de Israel pudo después de muchos avatares superar el miedo y el pueblo cristiano desde la tranquilidad de las catacumbas encontró sosiego a sus temores, los dos pueblos unidos por la historia de salvación lograron superar la adversidad, nunca perdieron la esperanza, no cuestionaron la acción de Dios. Dios permaneció fiel en la historia según Job (Cfr. Job 38-42) Dios nunca ha abandonado a su pueblo a pesar del abandono del pueblo a Dios (Cfr. Mq 6,3-8).

 "Ve pueblo mío, entra en tu casa y cierra las puertas detrás de ti” (Is 26,20)

Hemos perdido el norte del amor de Dios, del amor entre nosotros, del amor a la tierra no es fácil la conciliación entre la solidaridad y el deseo insatisfecho de nuestros apegos a la acumulación de cosas en una sociedad materialista de consumo masivo. Hoy tenemos la oportunidad del retorno a Dios, es necesario retomar el caminar en la pedagogía de la fe para dejar el olvido que se ha tenido, no es sano que todos los acontecimientos que se avecinan y ya estamos viviendo se planteen como producto de un plan divino, porque todo lo diluimos en estribillos populares “todo pasa por algo”. Nosotros también somos responsables y en muchos casos causantes del mal, por lo tanto, lo que importa es asumir con seriedad y responsabilidad reflexiones teológicas, volver la mirada a la tierra, a la familia, a la Iglesia de Jesucristo, volver a las catacumbas y renacer como pueblo de Dios, escuchar el llamado de Dios que ha bajado a su pueblo para escucharlo, es la hora de escuchar a Dios (Cfr. Mc 9, 7). El pueblo no puede sentir miedo, el miedo no puede vencerlo, aunque el pueblo esté sordo: “Y si mi pueblo, el pueblo que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la prosperidad a su país. De ahora en adelante escucharé con atención las oraciones que se hagan en este lugar…” (2Cro. 7, 14-15) Hoy es el tiempo preciso de la oración cultual, es el Kairós de Dios, tiempo de salvación, tiempo de volver la mirada a la Cruz. La pedagogía de la Cruz es la oración amorosa de Dios, fuente inagotable de este amor hecho oración, fortaleza en momentos de dolor, da vuelta y mira la Cruz como esperanza, como camino de solidaridad del Dios encarnado en nuestra historia.

El sufrimiento y el caos no es tema de literatura apocalíptica mal enfocadas por una piedad apresurada de grupos religiosos sin educación en la fe surgidos en los últimos años, ni corresponde a un plan establecido por el Dios de Jesucristo, el Dios comunidad-Trinidad, sino del deseo desmedido de hombres y mujeres negadores de la acción de Dios en la historia al querer suplantar su acción creadora en la tierra (Cfr. Gn 3) Muchos se han cansado de la esperanza, de la fidelidad a Dios y Dios permanece fiel.  Este hecho debería marcar hoy profundamente nuestra acción, debemos retornar a la casa Paterna donde el Padre nos espera con los brazos de la misericordia sin mirar nuestro pasado y nuestro pecado (Cfr. Lc 15,11-32) Retornar a la naturaleza, la aldea común-la familia- la casa común que se ha visto afectada por los continuos cambios, no hemos querido escuchar el clamor de la tierra, sino que se ha ido destruyendo con afán desmedido el entorno, nuestro hogar común (Cfr. LS 17-19). Por esta razón, el retorno es urgente al cuidado de nuestro hogar, lo mismo que volver a las celebraciones en las catacumbas modernas desde las redes - una pedagogía cultual renovada y renovadora desde los tiempos nuevos con lecturas teológicas desde los signos de los tiempos (Cfr. Lc 21) y descubrir la novedad de Dios en la historia y su permanencia fiel en la pedagogía de la salvación, volver a la familia, descubrirla, afrontar la adversidad con la pedagogía utópica de la esperanza-esperanzadora, en el llamado a sortear el caos para darle nueva mirada desde la pedagogía de Cruz.  

Desde esta perspectiva, podemos ver que el mal no es causa infinita de Dios, el mal es el resultado del pecado estructural humano y no abandono de Dios, Dios permanece fiel abriendo esperanza de salvación porque su acción liberadora se realizará y no está lejos, él nos dará la salvación (Cfr. Is 25, 1-7; 41; 46, 10,10-13) De esta manera la respuesta de Dios frente al mal es la esperanza y la Cruz es el vencimiento definitivo del mal, allí se evidencia la novedad audaz de Dios: La muerte-pecado ruptura de la vida ha sido vencida por lo que creen y guardan la esperanza de la vida, la segunda muerte ya ha  sido vencida por la vida dada en la Cruz (Cfr. Ap 2,11; 20,6; 20,14; 21, 11) allí la muerte-el mal  ha sido derrotado por el que ha vivido para dar la vida (1Cor. 15, 55-57).  Nuestro pueblo se nutre de la esperanza, la esperanza es la fuente de la vida para no caer en la adversidad y dejarse vencer por ella, ver la acción de Dios en el sufrimiento, cerrar las puertas al caos y retornar a nosotros mismo, para tener a Dios de nuestra parte, es colocarnos de parte de Dios (Cfr. San Agustin. In ps. 39,27) para ir superando la adversidad, el caos, sin aferrarnos al pasado, que renazcan las cosas nuevas, que se abran los caminos en el desierto, que surjan ríos en tierras estériles para que el pueblo beba y vuelva a la alabanza (Cfr. Is 43, 18-21).

 “Les digo estas cosas para que no pierdan su fe en mí…Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo ustedes habrán de sufrir, pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16,1. 33)

Se ha planteado que el mundo puede eternizarse en el dolor, pero es propio de un pueblo que sufre salir airoso, las primitivas comunidades cristianas en medio de la persecución, vieron la acción de Dios en el culto litúrgico desde las catacumbas siendo comunidades resiliente al dolor que es contrario al amor de Dios, porque Él no quiere el dolor como sacrificio, sino como donación y a la vez resistencia frente al que lo causa, esto fue la causa de vencer lo adverso al igual que el agua cuando tiene un obstáculo no lo ataca, sino lo rodea y sigue... Así como el agua el libro del Apocalipsis ilumina al pueblo cristiano a encontrar la máxima expresión de la esperanza en la resiliencia rodeando el desbastador flagelo del sufrimiento, el libro nos presenta el triunfo del bien sobre el mal, todo lo pasado quedará en el olvido, todo será nuevo, se abre la esperanza en un “Cielo nuevo y en una Tierra nueva” (Ap 21,2-22,5).

Por la trascendencia que hoy nos plantea la situación religiosa, política, cultural y social de Colombia, es pertinente que las comunidades cristianas dentro de la Iglesia católica asuman su responsabilidad con seriedad a la luz de la tradición apostólica como lo hicieron en el primer siglo de nuestra era, que leyeron su realidad desde el corazón de Dios, lejos de todo pesimismo y miedo. Esta esperanza que surge de la Cruz es memorial de la Muerte y Resurrección del Hijo de Dios, esperanza es estar abiertos al fracaso, es morir para levantarse de la tumba, esperanza es dejar el anquilosamiento en el que vivimos, para vivir en la espontaneidad del reino, es reflexionar en medio del sufrimiento, del dolor.

Esperanza es vivir en resiliencia, la resiliencia es mantener la calma para superar el dolor-sufrimiento, es tener la certeza de ser fortalecidos a pesar de sentir que todo se ha perdido (Cfr. Lc 23,42-43) Esperanza es: Secar toda lágrima (Cfr. Ap 7,17); Saber que no habrá muerte: “Y aniquilará la muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos nosotros” (Is 25,8a; Cfr. 1Cor 15,25-26. 54-55); Que no habrá ni llanto, ni lamento, ni dolor: “Me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no oirán en ella gemidos ni llantos (Is 65,19; Cfr. Is 35,10).

La esperanza se realizará realizándose, porque es el tiempo de Dios, es su Kayrós, todo se cumplirá en plenitud, ya la desgracia ha pasado. En el tiempo de Dios, el futuro está abierto, es el futuro salvífico; la muerte ha sido derrotada, el llanto y el dolor y el lamento son cosas del pasado, ya no se darán, Dios ha renovado todo: “Porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Ap 21,4; Cfr. Ap 21,1; Is 65,17) Todos es nuevo, la novedad de Dios ha comenzado a reinar en Cristo Resucitado, Él ha propiciado la nueva creación, la nueva alianza, nada ha quedado al azar, todo ha sido renovado desde la pedagogía de la Cruz. Para el cristiano la salvación es la novedad de la pedagogía de la cruz, en la que se hace juicio a la antigua creación y liberados de los prejuicios de está, entraremos en la nueva creación de los resucitados, con la Resurrección, también es condenada la muerte, es condenada porque Jesús ha sido levantado para atraer a muchos hacia sí: “Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).

 “¡Yo hago nuevas todas las cosas!” (Ap 21,5)

 La Resurrección es el acontecimiento Pascual y cumplimiento de las promesas: “Todo lo he hecho nuevo”. No es el final de la historia, sino que con Cristo comienza los tiempos últimos, porque Dios se ha revelado en Él de modo definitivo y todo se renueva En Él (Cfr. Ap. 21,4.5) La renovación se da después del caos causado por el pecado, se empieza a restaurar el orden, en consecuencia, todo es nuevo: hay nueva creación, hay un nuevo árbol de la vida, que ha empezado a dar frutos cada mes en la ciudad de Dios y sus hojas sirven para sanar, porque sus frutos y sus hojas sanan las heridas causadas por el pecado (Cfr. Ez 47,12).  El árbol de la vida es el símbolo que recrea la nueva creación en la ciudad de Dios, porque en ella no hay espacio para la muerte, solo la vida tendrá lugar, porque la enfermedad, el deseo de poder, la mentira, la ideología del odio, la ideología de la violencia, los apegos egoístas, los cultos vacíos, todo esto, en la ciudad de Dios, ha sido remplazado por la novedad de la vida que ha brotado en la pedagogía de la Cruz, nada será puesto bajo maldición (Cfr. Ap 22,3a).

Luz en las catacumbas cultuales

La nueva creación brillará con la luz de Dios, siempre  gozará de la luz del Señor, las noches oscuras serán cosas del pasado, ahora en la nueva creación la ciudad brilla como el oro pulido para que con su resplandor no se necesite lámparas, porque el Cordero es la lámpara de Dios (Cfr. Ap 21,23b) La luz del sol no será necesaria, está la luz que nace de lo alto e iluminará la nueva creación, porque el Cordero es la estrella de la mañana (Cfr. Nm 24,17) y siempre habrá un amanecer (Cfr. Lc 1,78-79) Porque Dios proporciona la luz eterna (Cfr. Ap 22,5b; Ap 21,23; Is 60,19-20; Zc 14,7) los seguidores del Cordero ya empiezan a gozar de esta luz, porque se han mantenido fieles y son participes de la esperanza litúrgico cultual en la celebración pascual de la muerte y resurrección del Señor.

Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,6-21)

En el culto Pascual, las nuevas catacumbas son acontecimientos litúrgicos de encuentro comunitario con Jesús el Cristo, Él es origen de lo creado y es el fin de la nueva creación, en Él confluye todo lo creado, lo antiguo y lo nuevo, el tiempo pasado, presente y futuro. Él es el principio y el fin de la nueva creación, son Bienaventurados los que han creído (Cfr. Ap 22,14) y declarados Bienaventurados porque lavaron sus ropas con la Sangre del Cordero (Cfr. Ap 7,14; 1Jn 1,7) Aquí llega a su plenitud el culto a Dios, la liturgia santa en el culto santo a Dios y al Cordero. Los Bienaventurados podrán disfrutar desde ahora del árbol de la vida en la nueva creación (Cfr. Ap 2,7) El Cordero, Él es la estrella de la mañana (Cfr. Nm 24,17) Él ha vencido el mal, Él ha vencido la muerte (Cfr. Ap 3, 21; Jn 16,33) Él es el único digno, Él revela el sentido de la historia, llevando a plenitud la salvación humana.

Si, volveré pronto. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap. 22,20)

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