VOLVER A LAS CATACUMBAS
“Cuando comiencen
a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán
liberados” (Lc 21,28)
Aunque suene extraño este término de catacumba,
es necesario recordar que el acontecimiento pascual de los cristianos se
desarrolló entre las tumbas de los primeros mártires que confesaron la fe en un
“Tal Jesús” que murió en la Cruz. Allí entre el miedo y la valentía imprimieron
su testimonio y fortaleza a través del culto divino, celebrado y testimoniado,
los primeros cristianos dieron vida en medio de la muerte, basando su fe en la
pedagogía de la Cruz, pedagogía de la Resurrección.
La fe en Jesucristo, el crucificado les abrió
las esperanzas para vivir tiempos de desesperanzas, de la incertidumbre y su única
respuesta fue “Creemos en Jesús muerto y Resucitado”. En las catacumbas se educaron
en la fe y fortalecieron en el culto memoria del acontecimiento pascual de
Jesús el Cristo. Por esto, volver a las catacumbas es retomar nuestro origen
cristiano cultual, guardando las proporciones históricas asumiendo nuevos paradigmas
cultuales. Siempre ha de ser novedoso el retorno, porque al hacer memoria se
vive y se actualizan los acontecimientos, se armoniza el pasado con el presente
para vivirlo, ya no son acontecimientos pasados, ni fueron las comunidades
cristianas que lo vivieron, ahora somos nosotros quienes lo celebramos como si estuviéramos
viviendo el acontecimiento novedoso de la pedagogía de la Cruz.
Volver a las catacumbas en tiempos difíciles,
en tiempos de incertidumbres y sobre todo en las circunstancias actuales en que
vive el mundo y nuestro país, muchos argumentos podemos sacar, pero respuestas
concretas no tenemos en la actual coyuntura, nuevamente surgen las preguntas
por la acción de Dios: ¿Por qué permite el mal? ¿Dónde estaba Dios? ¿Para qué
creer? No es necesario su presencia ya que no puede impedir que se propague la
desgracia.
El mundo puede eternizar el sufrimiento-dolor o
aprender a sortear el caos causado por la humanidad desde una actitud de
esperanza, aprendiendo a reflexionar tomando posturas teológicas sobre las
calamidades, superando los temores, teniendo en cuenta que la imaginación-miedo
es parte de la enfermedad, que una cautelosa tranquilidad ayuda a la cura y que
la paciencia es parte de la cura. El pueblo de Israel pudo después de muchos
avatares superar el miedo y el pueblo cristiano desde la tranquilidad de las
catacumbas encontró sosiego a sus temores, los dos pueblos unidos por la historia
de salvación lograron superar la adversidad, nunca perdieron la esperanza, no
cuestionaron la acción de Dios. Dios permaneció fiel en la historia según Job
(Cfr. Job 38-42) Dios nunca ha abandonado a su pueblo a pesar del abandono del
pueblo a Dios (Cfr. Mq 6,3-8).
“Ve pueblo mío, entra en tu casa y cierra las
puertas detrás de ti” (Is 26,20)
Hemos perdido el norte del amor de Dios, del
amor entre nosotros, del amor a la tierra no es fácil la conciliación entre la
solidaridad y el deseo insatisfecho de nuestros apegos a la acumulación de
cosas en una sociedad materialista de consumo masivo. Hoy tenemos la
oportunidad del retorno a Dios, es necesario retomar el caminar en la pedagogía
de la fe para dejar el olvido que se ha tenido, no es sano que todos los
acontecimientos que se avecinan y ya estamos viviendo se planteen como producto
de un plan divino, porque todo lo diluimos en estribillos populares “todo pasa
por algo”.
Nosotros también somos responsables y en muchos
casos causantes del mal, por lo tanto, lo que importa es asumir con seriedad y
responsabilidad reflexiones teológicas, volver la mirada a la tierra, a la
familia, a la Iglesia de Jesucristo, volver a las catacumbas y renacer como
pueblo de Dios, escuchar el llamado de Dios que ha bajado a su pueblo para
escucharlo, es la hora de escuchar a Dios (Cfr. Mc 9, 7).
El pueblo no puede sentir miedo, el miedo no
puede vencerlo, aunque el pueblo esté sordo: “Y si mi pueblo, el pueblo que
lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta, yo lo
escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la prosperidad a su
país. De ahora en adelante escucharé con atención las oraciones que se hagan en
este lugar…” (2Cro. 7, 14-15) Hoy es el tiempo preciso de la oración cultual,
es el Kairós de Dios, tiempo de salvación, tiempo de volver la mirada a la Cruz.
La pedagogía de la Cruz es la oración amorosa de Dios, fuente inagotable de
este amor hecho oración, fortaleza en momentos de dolor, da vuelta y mira la
Cruz como esperanza, como camino de solidaridad del Dios encarnado en nuestra
historia.
El sufrimiento y el caos no es tema de
literatura apocalíptica mal enfocadas por una piedad apresurada de grupos religiosos
sin educación en la fe surgidos en los últimos años, ni corresponde a un plan
establecido por el Dios de Jesucristo, el Dios comunidad-Trinidad, sino del
deseo desmedido de hombres y mujeres negadores de la acción de Dios en la
historia al querer suplantar su acción creadora en la tierra (Cfr. Gn 3) Muchos
se han cansado de la esperanza, de la fidelidad a Dios y Dios permanece fiel. Este hecho debería marcar hoy profundamente
nuestra acción, debemos retornar a la casa Paterna donde el Padre nos espera
con los brazos de la misericordia sin mirar nuestro pasado y nuestro pecado (Cfr.
Lc 15,11-32) Retornar a la naturaleza, la aldea común-la familia- la casa común
que se ha visto afectada por los continuos cambios, no hemos querido escuchar
el clamor de la tierra, sino que se ha ido destruyendo con afán desmedido el
entorno, nuestro hogar común (Cfr. LS 17-19).
Por esta razón, el retorno es urgente al
cuidado de nuestro hogar, lo mismo que volver a las celebraciones en las catacumbas
modernas desde las redes - una pedagogía cultual renovada y renovadora desde
los tiempos nuevos con lecturas teológicas desde los signos de los tiempos (Cfr.
Lc 21) y descubrir la novedad de Dios en la historia y su permanencia fiel en
la pedagogía de la salvación, volver a la familia, descubrirla, afrontar la
adversidad con la pedagogía utópica de la esperanza-esperanzadora, en el
llamado a sortear el caos para darle nueva mirada desde la pedagogía de Cruz.
Desde esta perspectiva, podemos ver que el mal
no es causa infinita de Dios, el mal es el resultado del pecado estructural
humano y no abandono de Dios, Dios permanece fiel abriendo esperanza de
salvación porque su acción liberadora se realizará y no está lejos, él nos dará
la salvación (Cfr. Is 25, 1-7; 41; 46, 10,10-13) De esta manera la respuesta de
Dios frente al mal es la esperanza y la Cruz es el vencimiento definitivo del
mal, allí se evidencia la novedad audaz de Dios: La muerte-pecado ruptura de la
vida ha sido vencida por lo que creen y guardan la esperanza de la vida, la
segunda muerte ya ha sido vencida por la
vida dada en la Cruz (Cfr. Ap 2,11; 20,6; 20,14; 21, 11) allí la muerte-el
mal ha sido derrotado por el que ha
vivido para dar la vida (1Cor. 15, 55-57).
Nuestro pueblo se nutre de la esperanza, la
esperanza es la fuente de la vida para no caer en la adversidad y dejarse
vencer por ella, ver la acción de Dios en el sufrimiento, cerrar las puertas al
caos y retornar a nosotros mismo, para tener a Dios de nuestra parte, es
colocarnos de parte de Dios (Cfr. San Agustin. In ps. 39,27) para ir superando
la adversidad, el caos, sin aferrarnos al pasado, que renazcan las cosas nuevas,
que se abran los caminos en el desierto, que surjan ríos en tierras estériles
para que el pueblo beba y vuelva a la alabanza (Cfr. Is 43, 18-21).
“Les digo estas cosas para que no pierdan su fe
en mí…Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el
mundo ustedes habrán de sufrir, pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn
16,1. 33)
Se ha planteado que el mundo puede eternizarse
en el dolor, pero es propio de un pueblo que sufre salir airoso, las primitivas
comunidades cristianas en medio de la persecución, vieron la acción de Dios en
el culto litúrgico desde las catacumbas siendo comunidades resiliente al dolor
que es contrario al amor de Dios, porque Él no quiere el dolor como sacrificio,
sino como donación y a la vez resistencia frente al que lo causa, esto fue la
causa de vencer lo adverso al igual que el agua cuando tiene un obstáculo no lo
ataca, sino lo rodea y sigue... Así como el agua el libro del Apocalipsis ilumina
al pueblo cristiano a encontrar la máxima expresión de la esperanza en la
resiliencia rodeando el desbastador flagelo del sufrimiento, el libro nos
presenta el triunfo del bien sobre el mal, todo lo pasado quedará en el olvido, todo será
nuevo, se abre la esperanza en un “Cielo
nuevo y en una Tierra nueva” (Ap 21,2-22,5).
Por la trascendencia que hoy nos
plantea la situación religiosa, política, cultural y social de Colombia, es
pertinente que las comunidades cristianas dentro de la Iglesia católica asuman
su responsabilidad con seriedad a la luz de la tradición apostólica como lo
hicieron en el primer siglo de nuestra era, que leyeron su realidad desde el
corazón de Dios, lejos de todo pesimismo y miedo. Esta esperanza que surge de
la Cruz es memorial de la Muerte y Resurrección del Hijo de Dios, esperanza es estar abiertos al fracaso, es morir para levantarse de
la tumba, esperanza es dejar el anquilosamiento en el que vivimos, para vivir
en la espontaneidad del reino, es reflexionar en medio del sufrimiento, del
dolor.
Esperanza es vivir en resiliencia, la resiliencia es mantener la
calma para superar el dolor-sufrimiento, es tener la certeza de ser
fortalecidos a pesar de sentir que todo se ha perdido (Cfr. Lc 23,42-43)
Esperanza es: Secar toda lágrima (Cfr. Ap 7,17); Saber
que no habrá muerte: “Y aniquilará la muerte para siempre. El Señor
enjugará las lágrimas de todos nosotros” (Is 25,8a; Cfr. 1Cor 15,25-26. 54-55);
Que no habrá ni llanto, ni lamento, ni dolor: “Me alegraré de
Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no oirán en ella gemidos ni llantos
(Is 65,19; Cfr. Is 35,10).
La esperanza se realizará realizándose, porque es el tiempo de Dios,
es su Kayrós, todo se cumplirá en plenitud, ya la desgracia ha pasado. En el
tiempo de Dios, el futuro está abierto, es el futuro salvífico; la muerte ha
sido derrotada, el llanto y el dolor y el lamento son cosas del pasado, ya no
se darán, Dios ha renovado todo: “Porque
todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Ap 21,4; Cfr. Ap 21,1; Is
65,17) Todos es nuevo, la novedad de Dios ha comenzado a reinar en Cristo
Resucitado, Él ha propiciado la nueva creación, la nueva alianza, nada ha
quedado al azar, todo ha sido renovado desde la pedagogía de la Cruz.
Para el cristiano la salvación es la novedad de la pedagogía de la
cruz, en la que se hace juicio a la antigua creación y liberados de los
prejuicios de está, entraremos en la nueva creación de los resucitados, con la
Resurrección, también es
condenada la muerte, es condenada porque Jesús ha sido levantado para atraer a
muchos hacia sí: “Cuando yo sea elevado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).
“¡Yo hago nuevas todas las
cosas!” (Ap 21,5)
La Resurrección es el acontecimiento Pascual y cumplimiento de las
promesas: “Todo lo he hecho nuevo”. No es el final de la historia, sino que con
Cristo comienza los tiempos últimos, porque Dios se ha revelado en Él de modo
definitivo y todo se renueva En Él (Cfr. Ap. 21,4.5) La renovación se da
después del caos causado por el
pecado, se empieza a restaurar el orden, en consecuencia, todo es nuevo: hay nueva
creación, hay un nuevo árbol de la vida, que ha empezado a dar frutos cada mes
en la ciudad de Dios y sus hojas sirven para sanar, porque sus frutos y sus
hojas sanan las heridas causadas por el pecado (Cfr. Ez 47,12).
El árbol de la vida es el símbolo que recrea
la nueva creación en la ciudad de Dios, porque en ella no hay espacio para la
muerte, solo la vida tendrá lugar, porque la enfermedad, el deseo de poder, la
mentira, la ideología del odio, la ideología de la violencia, los apegos
egoístas, los cultos vacíos, todo esto, en la ciudad de Dios, ha sido
remplazado por la novedad de la vida que ha brotado en la pedagogía de la Cruz,
nada será puesto bajo maldición (Cfr. Ap 22,3a).
Luz en las catacumbas cultuales
La nueva creación brillará con la luz de Dios,
siempre gozará de la luz del Señor, las
noches oscuras serán cosas del pasado, ahora en la nueva creación la ciudad
brilla como el oro pulido para que con su resplandor no se necesite lámparas,
porque el Cordero es la lámpara de Dios (Cfr. Ap 21,23b) La luz del sol no será
necesaria, está la luz que nace de lo alto e iluminará la nueva creación,
porque el Cordero es la estrella de la mañana (Cfr. Nm 24,17) y siempre habrá
un amanecer (Cfr. Lc 1,78-79) Porque Dios proporciona la luz eterna (Cfr. Ap 22,5b; Ap 21,23; Is 60,19-20;
Zc 14,7) los seguidores del Cordero ya
empiezan a gozar de esta luz, porque se han mantenido fieles y son participes
de la esperanza litúrgico cultual en la celebración pascual de la muerte y
resurrección del Señor.
Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,6-21)
En el culto Pascual, las nuevas catacumbas
son acontecimientos litúrgicos de encuentro comunitario con Jesús el Cristo, Él
es origen de lo creado y es el fin de la nueva creación, en Él confluye todo lo
creado, lo antiguo y lo nuevo, el tiempo pasado, presente y futuro. Él es el
principio y el fin de la nueva creación, son Bienaventurados los que han creído
(Cfr. Ap 22,14) y declarados Bienaventurados porque lavaron sus ropas con la
Sangre del Cordero (Cfr. Ap 7,14; 1Jn 1,7) Aquí llega a su plenitud el culto a
Dios, la liturgia santa en el culto santo a Dios y al Cordero. Los
Bienaventurados podrán disfrutar desde ahora del árbol de la vida en la nueva
creación (Cfr. Ap 2,7) El Cordero, Él es la estrella de
la mañana (Cfr. Nm 24,17) Él ha vencido el mal, Él ha vencido la muerte (Cfr.
Ap 3, 21; Jn 16,33) Él es el único digno, Él revela el sentido de la historia,
llevando a plenitud la salvación humana.
Si, volveré pronto. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap. 22,20)
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