XX. APOCALIPSIS
LA NUEVA
CREACIÓN (Ap 21-22) I
Miren, Yo voy a crear un cielo nuevo y una
tierra nueva; de lo pasada no quedará recuerdo ni se le traerá a la memoria (Is
65,17).
Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo
hago nuevas todas las cosas. Y escribe que estas palabras mías son verdaderas y
digna de fe” (Ap 21,5).
Καὶ εἶπεν ὁ
καθήμενος ἐπὶ τῷ θρόνῳ, Ἰδού, πάντα καινὰ ποιῶ. Καὶ λέγει μοι, Γράψον· ὅτι οὗτοι οἱ λόγοι ἀληθινοὶ καὶ πιστοί εἰσιν (Rev 21,5).
Después de la
presentación del libros y una introducción en la que detalla quien escribe y
quien manda a escribir - Jesús el Testigo fiel- El vidente se llama así mismo
Juan y se presenta como hermanos en la tribulación, junto con los que sufren
como él que ha sido desterrado por el anuncio del mensaje de salvación (Ap
1,1-20) En primer lugar este mensaje va dirigido a la asamblea litúrgica de las
siete Iglesias: Efeso, Esmirna, Pergamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea
(Ap 2,1-3,22) llamadas a perseverar en la fe y alejarse de la idolatría.
Estas cartas
dirigidas a las comunidades mencionadas van dirigida a sus ángeles y la
comunidad como en general, para que se mantengan files al mensaje de Cristo que
es dibujado como Señor y Juez de las iglesias; las cartas son un llamado a la
conversión de sus miembros para que no se dejen seducir de los profetas de la
idolatría, ni de las insinuaciones de los adversarios a Dios. Estas comunidades
deben prepararse para resistir al mal y salir triunfantes frente al mal, porque
tienen como escudo la fuerza del Gran viviente y de los santos que han
blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero y se dirigen al Trono donde
está sentado el que era, el que es y el que ha de venir, allí reinaran al salir
vencedores del mal dando culto a Dios porque ellos son los que han permanecidos
fieles en el anuncio del reino de Dios – La nueva
Alianza-.
El Cordero tiene
la responsabilidad de abrir los sellos como advertencia a los fieles de no caer
en la idolatría y para que asuman su responsabilidad frente a la comunidad alejándose
de los que están al acecho para hacer caer a los fieles, este es el sentido de
la apertura de los sellos, desgracia para los perseguidores de los seguidores
del Cordero y advertencia a los fieles creyentes (Ap 4,1-8,1) Y unidas estas
advertencias al sonar de las trompetas (Ap 8,2-11,18) recreando las plagas de
Egipto advirtiendo al pueblo que perseguía a los cristianos que si no
dejan de atacar al pueblo de Dios
tendrán la misma suerte del pueblo que se resistió de dejar salir a su pueblo
santo.
El autor en su
narración sigue presentando imágenes puestas una sobre otras imágenes,
recordando que muchas imágenes son cuadros tomados de los textos del Antiguo
Testamento e insertados en el apocalipsis como imágenes pinceladas por el
apocalipsis; así aparece una de las imágenes más llamativa del libro, la Bestia
que representa a los antagonistas del pueblo de Dios, son los enemigos de Dios
y de su pueblo. La imagen del Dragón- la antigua serpiente- y dos monstruos que
recrean a los reyes de la gran ciudad que persiguen al niño nacido de la mujer
del cielo.
La mujer revestida
de sol aparece como un gran signo porque es portadora en su seno de la criatura
perseguida (Cfr. Mt 2,13-15; Os 11,1; Ex 4,2) pero será protegido y llevado al
cielo, mientras que la mujer es cuidada y alimentada en el desierto; con este
signo empieza el camino preparatorio para empezar la gran batalla en la que la
Bestia, al Dragón- la antigua serpiente- será derrotado y los reyes de la gran
ciudad que se había prostituido con la idolatría serán destruidos (Ap
11,19-15,1) al igual que muchos seguidores del Cordero que siguieron sus
maldades arropándose con su inmundicia bebiendo el vino de la prostitución-
idolatría –.
Seguidamente se
empieza a narrar con imágenes los preanuncios de la gran batalla (Cfr. Ap
15,2-16,21): Imágenes de las siete copas y las imágenes de los siete ángeles
que traen calamidades, recreando las diez plagas de Egipto al derramar cada una
de las copas como prefiguración del juicio a las naciones que persiguieron a
los Santos del Señor. Con estas imágenes se empieza a preparar el juicio
definitivo de Dios por medio de una serie de visiones (Ap 17, 1,21-1).
Esta etapa final
es el triunfo del bien sobre el mal, allí todo lo pasado quedará en el olvido,
todo será nuevo se abre la esperanza en un “Cielo
nuevo y en una Tierra nueva” (Ap 21,2-22,5) y en el surgimiento de la gran
ciudad de Jerusalén que contrasta con la ciudad prostituta que ha sido destruida
por sus múltiples pecados, en cambio, la nueva Jerusalén será la nueva creación
donde residerará el nuevo pueblo de Dios, el pueblo de la Nueva Alianza. Allí
no hay lugar, no hay tiempo todo será nuevo porque se dará a plenitud la
esperanza, prometida por Dios y realizada por el Cordero, esta es la Jerusalén
celeste, la Iglesia plenificada del Cordero porque todo se hará nuevo (Cfr. Ap
21,5; Is 65,17; 66,22¸2P 3,13; Gn 1,1).
Por la
trascendencia que hoy nos plantea la situación religiosa, política, cultural y
social de Colombia, es pertinente que las comunidades cristianas dentro de la
Iglesia católica, asuman su responsabilidad con seriedad a la luz de la
tradición apostólica como ellos lo hicieron en el primer siglo de nuestra era,
que leyeron su realidad desde el corazón de Dios, lejos de todo pietismo y
fetichismo enfermizo de fin del mundo y brindaron un panorama esperanzador a
las nuevas generaciones a pesar del sufrimiento.
La tarea nuestra
es ofrecer un mundo cristiano mejor, acogedor con relaciones nuevas, desde el
corazón y la mirada de Dios; no se puede seguir traduciendo y predicando la
imagen de Dios como un Dios inquisidor preparado para condenar a los pecadores
y llevarlo al lugar de fuego. Tampoco podemos seguir presentando una iglesia que
se ampara en este Dios para ser juez de la humanidad con potestad de
administrar los destinos humanos en los novísimos.
La responsabilidad
de hacer un anuncio coherente y performativo es urgente, debemos crecer
mostrando paradigmas de esperanzas que recreen la tradición apostólica, siempre
y cuando guardemos las proporciones históricas, reflexionando como fue la
transición oral y escrita entre la desesperanza por la muerte y resurrección de
Jesús y la posterior persecución de los cristianos hasta alcanzar a desarrollar
un mensaje de esperanza entre los Acontecimientos- Contexto-; los Textos y el
Pretexto que consolidaron una arrasadora utopía del reino en la muerte y
Resurrección de Jesús-el Cristo y la esperanza en un futuro más realizable
donde se vivirá a plenitud la esperanza en el reino prometido para los que
resuciten con Jesús después de la primera muerte. Esta esperanza escatológica
que surge de la Cruz es memorial de la Muerte y Resurrección del Hijo de Dios.
Las comunidades
cristianas lo vivieron- contexto-;
lo percibieron como memoria y lo redactaron – Texto- y lo testimoniaron- anuncio Kerygmático –Pretexto-, esta es la vivencia del
memorial que ellos Palparon – Realidad-contexto- lo que escribieron- redacción
- Texto- y lo hicieron testimoniaron-
Pretexto- Así es presentado el
memorial de la comunidad cristiana:
Les
escribimos a ustedes acerca de aquello que ya existía desde el principio, de lo
que hemos oído y de lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Porque lo
hemos visto y lo hemos tocado con nuestras manos. Se trata de la palabra de
vida. Esta vida se manifestó: nosotros lo vimos y damos testimonio de ella, y
les anunciamos a ustedes esta vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos
ha manifestado. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que
ustedes estén unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el
Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos estas cosas para que nuestra alegría
sea completa (1Jn 1,1-4).
Esta es la
tradición recibida que debemos transmitir para que nuestra alegría sea
completa, ésta es la fuente de donde hemos bebido para dar testimonio e
iluminar la realidad que alcanzaremos, dando luces de esperanzas al pueblo en
el Padre misericordioso, El Padre de Jesús, el Dios en el que creyeron y el que
anunciaron en la tradición apostólica como el Dios misericordioso (Cfr. Lc 15)
que anima a sus hijos a que construyan la utopía del reino a pesar de los
sufrimientos manteniéndose fieles a la tradición para poder crear nuevos
caminos de esperanzas y no caminos de oscuridad por el anuncio
descontextualizado de lo que hemos recibido como herencia en el memorial de
Jesús muerto y Resucitado.
De esta manera,
desde la luz de la tradición apostólica es que debemos abordar el contexto del
libro del apocalipsis o libro de la esperanza, esperanza, no es creer en lo que
no vemos cercano o realizable inmediatamente, esperanza es creer en lo que se
realizará mediatamente- se va haciendo- se va realizando realizándose-,
esperanza es construir un camino en lo que creemos, aunque haya que levantar
muchas piedras, y hacerlo viable; esperanza es la sutil creatividad del
alfarero, que toma el barro, lo moldea con sus manos una y otra vez hasta ver
la imagen pensada en su creatividad, pero sabiendo que muchas veces tendrá que
desbaratar lo empezado sin desfallecer hasta ver culminada su obra y la mira y
piensa ´todavía falta para ser perfecta´; esperanza es lograr los muchos
intentos que hacemos, los niños aprendiendo a caminar se caen
muchas veces, pero por eso no deja de intentarlo: "Dios
no toma en consideración tus talentos sino tu disponibilidad. Sabe que has
hecho lo que has podido, aunque hayas fracasado en el intento, y contabiliza en
tu favor lo que tratas de hacer y no has podido, como si lo hubieras hecho de
verdad" (San Agustín. Serm.18,5).
Esperanza
no es forzar el futuro, esperanza propiciar los intentos para lograr su realización,
aunque fracasemos muchas veces, esperanza es fracasar en el intento hasta
lograr lo realizable; el fracaso no es una derrota, el fracaso es el triunfo
del que hace de la vida una posibilidad; esperanza es construir aunque se
derrumbe la pared; esperanza es morir en el fracaso, para levantarse de la
tumba, Jesús murió fracasado, la cruz es el fracaso del siervo de Dios:
Es justamente en el fracaso del
pecado- el pecado es un fracaso-, en el fracaso de la ambición humana, que
podemos ver el triunfo de la Cruz, ahí está la gratuidad del amor. En el
fracaso de la Cruz se ve el amor, este amor que es gratuito, que nos da Jesús.
Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a
la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: Un amor que permanece
firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento
de una vida donada en la total entrega de si en favor de la humanidad, En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús
clavado en la cruz y le lanzan el desafío: ‘¡Sálvate a ti mismo bajando de la
cruz!’ (Mc 15,30). ‘¡Sálvate a ti mismo!’.
Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en
forma de ironía le lanzan sus adversarios: ‘¡No puede salvarse a sí mismo!’.
“si Jesús hubiese bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del
príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo justamente
para poder salvar a los demás porque ha dado su vida por nosotros, por cada uno
de nosotros. Esto, ¿quién lo entendió? Lo entendió bien uno de los dos ladrones
crucificados con Él, llamado el ‘buen ladrón’, que le suplica: ‘Jesús,
acuérdate de mí cuando entres en tu reino’ (Lc 23,42). Pero este era un
malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las
maldades que había hecho en su vida, pero ha visto en la actitud de Jesús, en
la humildad de Jesús el amor.
Y esta es la fuerza del reino de Cristo: el amor. Cuando
Jesús se presenta ante Pilatos como rey de un reino que no es de este mundo,
esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro
modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos
lógicas: la lógica mundana que se apoya en la ambición, en la competencia, en
el combate con las armas del miedo, del chantaje y la manipulación de las
conciencias. La lógica del Evangelio, es decir la lógica de Jesús, en cambio se
expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosa pero eficazmente
con la fuerza de la verdad (Papa Francisco VATICANO, 22 Nov. 2015).
Esperanza
es estar abiertos al fracaso, es morir para levantarse de la tumba, esperanza
es una luz aunque todo quede oscuro, esperanza es romper con la lógica de este
mundo pecador, es romper con todo tipo de esquema que nos lleven al hundimiento
total; esperanza es dejar el anquilosamiento en el que vivimos para vivir en la
espontaneidad del reino, es reflexionar en medio de lo extenuante del
sufrimiento, del dolor, esperanza es vivir en resiliencia, la resiliencia es
mantener la calma para superar el dolor-sufrimiento, es tener la certeza de ser
fortalecidos a pesar de sentir que todo se ha perdido: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó:
_Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,42-43).
Esto es Apocalipsis, este es el
apocalipsis de Juan, una esperanza en medio de la desesperanza, una arrasadora
utopía de la esperanza en el reino de Dios; una luz entre la oscuridad del
pecado; es la construcción de un nuevo mundo aunque se haya fracasado y caído
en el primer intento; es construir y construir, caminar y caminar aunque se
vuelva a caer; es levantarse y emprender nuevos caminos; es llegar a la meta
sabiendo que aún nos falta mucho trecho por recorrer: “En esto consiste la perfección, será así como atravesarás algunas
etapas, lanzándote hacia atrás. Haz atravesado algunas, pero te queda algo que
debes atravesar, después de haberlas pasado todas. Esta es la fe segura. Y todo
el que cree haber ya llegado, se coloca en lo alto y cae” (San Agustín. In ps
38,14).
Construir los caminos de la
esperanza es haber superado muchas etapas para lograr este fin. Como cristianos
nuestra base de construcción son las Sagradas Escrituras, sin ellas solo
tendremos un cristianismo de piedad, vacío y sin bases como lo vivimos hoy. El
cristianismo es esperanza y misericordia, desde esa perspectiva, tenemos que
leer el apocalipsis y así reflexionarlo con la gente: En su contexto, en el
texto y en el pretexto; es necesario construir la esperanza y devolver la
misericordia al pueblo, hay que darle a beber de las fuentes para emprender un
camino de fe.
Nuestra tarea es hacer una lectura
desde la tradición apostólica: mirar el ayer, en el hoy para el mañana, esa es
la utopía de la esperanza del reino de Dios que comienza “Ya” en el hoy de la
comunidad cristiana de los creyentes. Este es cuadro que nos presentan los
capítulos 21 y 22 del apocalipsis de Juan, son el cumplimiento de las promesas
que se realizarán realizándose.
Dios ha actuado en favor de su
pueblo, Dios actúa en favor de su pueblo, Dios actuará en favor de su pueblo,
el pueblo ha sido favorecido con la victoria de Cristo sobre la muerte, con la
Sangre del Cordero derramada en la Cruz para la salvación. Del fracaso de la
muerte Dios levanta al caído y lo hace vencedor.
Este es el cuadro que se ha
pintado a lo largo del libro del Apocalipsis con la Sangre del Cordero, este
cuadro se ha ido revelando ante nosotros en el paisaje de la Cruz, Trono en el
que está sentado el Cordero junto a Dios. El Cordero recibe a los elegidos que
van a rendirle culto; este es el culto de los santos del Señor que nace de la
mesa del sacrificio –Altar- en la tierra y se eleva al Trono- Altar- de Dios y
del Cordero que ha sido sacrificado y reina ahora y para siempre, porque ha
sido glorificado glorificando a su pueblo santo de Dios.
La promesa Apocalíptica se hace
realidad el clamor de los Santos ha sido escuchado (Cfr Ap 6,10), el Cordero
empieza a reinar, ha sido vencido el pecado, la muerte ya no tiene dominio
sobre ellos. Dios es vencedor, ha creado todo nuevo: “El que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas
todas las cosas” (Ap 21,5), ya no hay dominio
del maligno porque la tierra es nueva y el cielo es nuevo, se levanta la ciudad
santa, el reino de Dios es el cumplimiento de las promesas hechas en la
antigüedad y que ahora, en el Kayrós de Dios se hace realidad, la esperanza
empieza a realizarse, los esperanzados van peregrinos al reino porque este ha
sido preparado para los que han perseverado hasta el final: “El que persevere hasta el final se salvará”
(Mt 24,13):
Considero que los sufrimientos
del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de
haber de ver después. La creación espera con gran impaciencia el momento en que
se manifieste claramente que somos hijos de Dios. Porque la creación perdió su
verdadera finalidad, no por su propia voluntad, sino porque Dios así lo había
dispuesto; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la
esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Sabemos que hasta ahora la creación entera se queja y sufre como una
mujer con dolores de parto. Y no solo ella sufre, sino también nosotros, que ya
tenemos el Espíritu como anticipo de lo que vamos a recibir… Con esa esperanza
hemos sido salvados (Rm 8,18-21).
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