martes, diciembre 23, 2014

ACONTECIMIENTO ESCATOLOGICO-APOCALIPTICO DE CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA- Ap 21,1: B.2. LA COMUNIDAD PASCUAL DEL REINO


Hermanos, Juan era uno de estos montes y dijo: En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios. Había recibido la paz este monte, contemplaba la divinidad de la Palabra. ¿Cómo era este monte? ¿Qué altura tenía? Sobrepasaba todas las cimas de la tierra, sobresalía por encima de todas las regiones del aire, por encima de las alturas siderales, sobresalía por encima de los coros y las legiones de ángeles. Si no hubiera sobrepasado todo lo creado, no habría podido llegar a aquel mediante el cual se hizo todo. No podéis conocer lo que ha sobrepasado, sin saber adónde ha llegado. ¿Preguntas por el cielo y la tierra? Han sido hechos. ¿Preguntas por lo que hay en cielo y tierra? Con mucha más razón ha sido hecho también. ¿Preguntas por las criaturas de orden espiritual, los ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, virtudes, principados? También ellas han sido hechas (San Agustín. Comentario al Evangelio de Juan Tratado 1,5).

La comunidad cristiana pascualizada ha surgido del costado abierto de Jesús: "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento de la Iglesia" (LG 3). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5) (...)  la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz” (CIC 766). Como sacramento de la vida nueva que brota de la sangre y del agua, símbolos de la eucaristía y del bautismo por el cual somos incorporados a Cristo y regenerados por Él en el  baño bautismal (Cfr. Rm 6).                                                     

El acontecimiento del bautismo de Jesús, en el que todos somos bautizados es el testimonio pascual de Dios en la experiencia religiosa de la comunidad, que en su compromiso vive la propuesta del Dios de la vida que ha venido a colocar su vivienda entre nosotros (Jn 1,14) realizando su proyecto en los pueblos que han visto al Mesías revelado: “Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel (Lc 2,29-32).
En este acontecimiento pascual el bautismo es opción cristiana de la comunidad del reino, que sigue en la caminada el proyecto del Padre. El Hijo es bautizado en la complacencia del Padre: “Tú eres mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Lc 3,22) El bautismo es el anuncio Kerygmático de Dios que bautizará a la comunidad en el bautismo del Hijo, allí dejaremos el pecado y caminaremos hacia el rio salvífico: Encarnados como Profeta: En la Palabra, para el servicio de la Palabra dentro de la comunidad eclesial. Encarnados como Reyes: Servidores del Señor, a la manera de Jesús que no vino a ser servido sino a servir. Encarnados como Pueblo Sacerdotal: Colocando los corazones orientados hacia Dios en función de santificar y de santificarse. 

Ahora bien, al unir el acontecimiento de la Cruz: Sangre-Eucaristía y Agua-Bautismo, con la celebración de los santos que han sido bautizados con la sangre del Cordero (Cfr. Ap 7,9-17; 14,1-5) El bautismo es sacramento que incorpora en la muerte y resurrección de Jesús, en el bautismo la comunidad nace a la resurrección y será testimonio de la fe:
“El Bautismo es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia. Por él, nos sumergimos en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús. Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos. Aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos. Si seguimos a Jesús y permanecemos en la Iglesia, con nuestros límites y fragilidades, es gracias a los sacramentos por los que nos convertimos en nuevas creaturas y somos revestidos de Cristo” (Papa. Francisco. Plaza san Pedro. Audiencia Enero 8 de 2014). 

El  bautismo es el testimonio pascual de Dios en la experiencia religiosa de la comunidad, que en su ser vive desde el Dios de la vida que ha colocado su morada entre nosotros (Jn 1,14) realizando su proyecto del reino en los que aguardan la estrella del Mesías (Cfr. Mt 2,1-12).  Este acontecimiento pascual del bautismo es opción cristiana de comunidad creyente, que sigue en la caminada el proyecto del Padre. El Hijo es bautizado en la complacencia del Padre: “Tú eres mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Lc 3,22).

Los bautizados en la Pascua del Señor, en la celebración eterna del júbilo y de la glorificación de los elegido son los ciudadanos del reino, sin mancha, con conciencia tranquila y limpia (Cfr. 1P 3,21-22) Estos son los que están dispuestos a ser terreno fértil  en el que Dios coloca la semilla de la palabra que germina dando frutos (Cfr. Mt 13,1-23) en la comunidad del reino (Cfr. Mc 4,1-33; Mt 13,1-52; Lc 8,4-18; 13, 6-9.18-21) se desechan todas las cizañas dejando solo las plantas que produzcan frutos, así se dará el juicio de la vida presente a semejanza de la vida futura (Cfr. 1Jn 3,2b; Mt 7,15-20; 12,33.35: Eclo 27,6).
En este contexto irrumpe el Reinado de Dios, como realidad que se realiza con la presencia de Jesús y que se realizará en la comunidad celeste. Mientras este reino se realiza realizándose en el Ya de la comunidad y se estará realizando en el futuro. El reino aparece como el gran campo en el que germina la semilla buena, que crece junto a la hierba mala y que al crecer da muchos frutos.  El campo es signo del mundo, la buena semilla son los que creen en Jesús Resucitado, son los habitantes del reino; los que no son del reino crecen como la hierba mala, se inclinan al mal, no reconocen a Jesús Resucitado[1]

La cosecha representa el juicio del mundo (Cfr. Is 17,5; Jl 3,12-13;- 4,12-13-; Mt, 3,12; 25; Ap 14,14-20) Por esta razón, los que no creen, ya están condenados (Cfr. Jn 3,18; 5,24; 12,44-50) Son juzgados por la misma Palabra (Jn 12,44-50) Son los que se niegan a habitar en el Reino. No se han convertido, viven alejados de Dios. En cambio, los que son del reino crecen como el trigo al lado de la mala hierba; reciben la Palabra, se convierten y nacen de nuevo en el Espíritu (Cfr. Jn 3,5-7, 4,23-24) son asociados al reino, dando testimonio de él en la comunidad eclesial pos-pascual. Comunidad de bautizados e hijos de Dios que elevan su oración a las alturas porque todavía no se ha manifestado lo que seremos (1Jn 3,2a). 

Allí el reino de Dios irrumpe en el silencioso crecimiento de la semilla: El campo - la Iglesia-comunidad pos-pascual crece como el árbol que supera a las otras plantas del huerto, las demás plantas  del huerto, son los que pertenecen a la Iglesia, pero no se comprometen con Jesús Resucitado. Las ramas de este árbol son las comunidades pos-pascual, que darán los frutos requeridos (Cfr. Ez 17,23; Dn 4,12 {9}.20-21 {17-18}) Y allí, anidarán los hijos de Dios que han sido bautizados con la sangre del Cordero.

En esta comunidad pos-pascual que trasciende su crecimiento, Jesús-levadura, la fermenta, ella se convierte en comunidad de comunidades, propiciando los espacios en los que Dios se manifiesta como quien se da a conocer en la comunidad, porque el reinado de Dios comienza “YA” en la comunidad. Por lo tanto, para que esto se dé, es necesario que “la respuesta de la humanidad que se da con la mente, con el corazón, con toda la persona, a la acción salvadora de Dios por medio de Jesucristo. Cuando cree la humanidad recibe la vida eterna  (Cfr. Jn 3,14-16; 6,40; 11,25-26; 20,31)”[2]. Y allí “El amor y la verdad se darán cita, la paz y la justicia se besarán” (Sal 85, 10).

El reino, tiene la particularidad de hacernos entrar en la pedagogía de Dios, que se entrelaza en el caminar de la comunidad que va irrumpiendo en el silencio de la Iglesia-comunidad-pos-pascual, que nos acoge como hijos en el Hijo, nos hace pueblo y nos guía en la “caminada” hacia la pascua definitiva de los bautizados en la celebración festiva de los que peregrinan al Padre.
Desde esta perspectiva, el anuncio Kerygmático del acontecimiento pascual es lo que crea la comunidad del reino: a- Que vive el amor a Dios y al prójimo (Mt 22,37-40); b- Que perdona las ofensas (Mt 23,21-22; Lc 17,4; Cfr Mt 6,12); c- Que ora al Padre en nombre de Jesús (Mt 18,19-20; Cfr Jn 15, 7.16); d- Que vive las bienaventuranzas (Mt 5,3-12; Lc 6,20-23); e- Que está al lado del necesitado (Mt 25,31-41); f- Que vive la misericordia como prójimo (Lc 10, 29-37).

El Reino es la realidad de un cielo nuevo y una tierra nueva (Cfr. Is 65,17; 1P 3,13; Ap 21,1; - Rm 8,19-23 -) donde crece la Palabra de Dios “Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mi y yo en ti, que también sean uno en nosotros”  (Jn 17,21; Cfr. Jn 15,1-17) y de esta manera, “Dios sea todo en todos” (Cfr. 1Cor 15, 20-26.8; Col 3,11; Rm 11,32).

La comunidad de los bautizados, es la comunidad del reino, es la comunidad pos-pascual pascualizada cristianamente que descansa en el Señor, que opta por ser luz del mundo, la comunidad es opción  de libertad, que se despoja de la tiranía del pecado, porque Dios no es pecado ni incita al pecado:
“No digas: es Dios quien me hace pecar,
Porque él no hace lo que detesta.
Ni tampoco digas:
Él me hizo caer; porque él no necesita de gente malvada.
El Señor odia lo que es detestable
Y no se lo envía a quienes lo respetan.
Dios creó al hombre al principio
Y le dio libertad de tomar sus decisiones.
Si quieres puedes cumplir lo que él manda,
Puedes ser fiel haciendo lo que le gusta.
Delante de ti tienes fuego y agua;
Escoge lo que quieras.
Delante de cada uno están la vida y la muerte,
Y cada uno recibirá lo que elija
(…) Él a nadie ha ordenado pecar,
Ni deja sin castigo a los mentirosos” (Sir [Eclo] 15,11-18.20).

De esta manera,  la comunidad del reino coloca la mirada en la acción programática de Jesús (Cfr. Mt 5,1-7,29) consecución del proyecto salvífico y del peregrinar de la comunidad que busca la patria celestial. Esta búsqueda culmina en la  memoria cultual de Dios, que es en espíritu y verdad, purificado de toda mancha: Así que si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda. (Mt 5,23-24). 

Esta comunidad del reino, es la comunidad que deja surgir la novedad de Dios, libre de los apegos, de los sentimentalismos religiosos y de otros tipos de manifestaciones individuales egoístas, para colocar toda la vida en función de la justicia en el reino; así la comunidad del reino estará en la memoria y en las manos de Dios: “¿Pero acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré. Yo te llevo grabado en mis manos” (Is 49,15-16a).

Es Dios el camino del reino, en el reino se vive desde la imprevisibilidad del Dios de la vida: “Desnudo vine a este mundo, y desnudo saldré de él. El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡Bendito sea el nombre del Señor! (Job 1,21) Dios es el Padre que protege a sus hijos: “No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? (...) Pero ustedes tienen  un Padre celestial que ya sabe que las necesitan” (Mt 6,25.32) Nuestra preocupación ha de ser buscar el reino de Dios y su justicia: “Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas” (Mt 6,33). 

De tal manera que la comunidad del reino de Dios es la llamada: 1- A combatir el mal, (Cfr. Ef 6,12); 2- A vivir en plenitud la Cruz, la resurrección, la ascensión y la presencia del Espíritu (Cfr. Jn 19-20). 3- A celebrar la pascua eterna con los bautizados que se alimentan del Pan bajado del cielo que les da vida eterna (Cfr. Jn 6). 

A modo de conclusión

Es exigencia del que aspira llegar a la presencia de Dios preparar el camino siendo coherente en su fe, en el amor a Dios y en la fidelidad, estas exigencias no consiste en vivir a medias el seguimiento, sino en una entrega total, es estar atentos a las enseñanzas del Maestro, quien a través de signos y parábolas va indicando el camino a seguir (Cfr. Lc 13,1-21) Quien no viva desde la firmeza su fe y no mantenga su preferencia en amar a Jesús siendo fiel a su proyecto será desconocido para el reino, Jesús no  lo reconocerá entre los discípulos: “No se de dónde son ustedes. Entonces dirán: Hemos comido y bebido contigo, en nuestras calles enseñaste. Él responderá: Les digo que no se de dónde son ustedes apártense de mí, malhechores” (Lc 13,25-27).

Este desconocimiento es la suerte de todos los que han puesto su confianza lejos del Señor, los que han desviado su corazón por beber el vino de la idolatría y siguen a ídolos, tanto humanos como divinos, son quienes han prostituido su corazón haciendo lo que el señor reprueba (Cfr. Jr 3,1-7;  Os 2, 7; 4,1-19) han dejado de ser pueblo del Señor: “Llámalos:  No-pueblo-mío porque ustedes no son mi pueblo y yo no estoy con ustedes” (Os 1,9) Quien no viva enteramente en fe y entregado por amor al Señor, siendo fiel a su proyecto, será rechazado por Él. Quien no huya de la idolatría y se vuelva al Señor con una conversión verdadera, no será reconocido por él, por esto, es necesario volver a Dios (Cfr. 1Tes 1,9; 1Cor 10-14; 2Cor 6,16; Gal 5,20; 1Jn 5,20; Ap 21,8; 22,15).
Volver a Dios es entrar por la puerta estrecha, para no llegar a la perdición (Cfr. Mt 7,13-14): “Procuren entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán (…) Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes sean expulsados” (Lc 13,24.28; Cfr. Mt 7,21-23). La comunidad destinataria del reino de Dios, ha de vivir el camino de  las bienaventuranzas (Cfr. Mt 5,3-12)  practicando la justicia delante de Dios y no de los hombres, asumiendo la provincialidad de Dios (Cfr. Mt 6, 1-34).
Los pobres en el Espíritu son los que no buscan los privilegios, sino que sus obras se realizan desde el amor de Dios, los pobres son el testimonio de Dios para los que se sienten orgullosos de sus riquezas (Cfr. Lc 12, 13-21. 32-48) ellos son la pascua de Dios por lo que llegaremos a la patria celestial:
“Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué son, sino nuestros portaequipajes, que nos ayudan a traspasar nuestros bienes de la tierra al cielo? Los entregas a tu portaequipajes y lleva al cielo lo que le das. ¿Cómo -dices- lo lleva al cielo? Estoy viendo que los consume en comida. Así es precisamente como los traslada, comiéndolos en vez de conservarlos. ¿O es que te has olvidado de las palabras del Señor? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino. Tuve hambre y me disteis de comer. Y, Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis. Si no despreciaste a quien mendigaba en tu presencia, mira a quién llegó lo que diste: Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt 25,34.35.40). Lo que tú diste lo recibió Cristo; lo recibió quien te dio qué dar; lo recibió quien al final se te dará a sí mismo” (San Agustín Sermón 389).
Desde  esta perspectiva, la comunidad del reino, comunidad de bautizados, comunidad del pan eucarístico, comunidad pascualizada en la justicia hacia los pobres celebra esta realidad pascualizada con los testigos del Resucitado, allí estarán en el descanso de Dios en  la celebración festiva de la Pascua del reino de Dios, como raza elegida descendientes del Mesías que nos conduce a la patria eterna porque allí es nuestra Salvación en la vida eterna. Mientras esto se hace realidad en nuestro peregrinar, seguimos clamando: “Amén. ¡Ven Señor Jesús!” (Cfr. Ap 22,20; 1Jn 5,6-8;). 

Un salmo, después de enumerar todas las cosas, concluye: Dijo él y fueron hechas; mandó él y fueron creadas. Si dijo y fueron hechas, mediante la Palabra fueron hechas; pero, si mediante la Palabra fueron hechas, no pudo Juan llegar con su mente hasta donde dice: «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios», a menos que trascendiera todas las cosas que mediante la Palabra fueron hechas. Entonces, ¿qué clase de monte es éste, qué excelsa su santidad, cuán elevada su altura entre aquellos montes que recibieron la paz para el pueblo de Dios, para que los collados puedan recibir la justicia? (San Agustín. Comentario al Evangelio de Juan Tratado 1,5).

[1] En el Documento Q, encontramos los siguientes elementos que ayudan a comprender las parábolas del Reino en los Sinópticos: 1) Como anuncio que los discípulos deben proclamar en las casas y hacer presente mediante curaciones –Q, 10,8-9. 2) Como esperanza consoladora para los pobres –Q 6,20. 3) Como fuerza que avanza derrotando el mal que se ha posesionado de las personas en concreto, de los endemoniados -Q 17,20. 3) Como petición central en la oración dirigida al Padre -Q 11,12. Jesús habla del reinado como una realidad nueva, que distingue todo lo que está empezando a acontecer en torno a su movimiento de lo que existía antes (Q 7,28; 16,16) Pero también, como algo por lo que es necesario luchar o esforzarse, cuya plenitud no se ha alcanzado todavía (Q,13,28-29; 16,16)  (http://www.jesus.teologia.upsa.es/subsecciones.asp?codsubseccion=125)
[2] La Biblia de Estudio, Dios habla hoy.  Comentario a  Jn 1,12.

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