Quien tenga conciencia de su deuda y de la sentencia
apostólica que dice: no debáis nada a
nadie, a no ser el amor recíproco, debe urgirse él mismo a saldarla. En
verdad, por grande que sea el pánico que los acreedores infunden a los
deudores, mucho más inflexible es la caridad. Esta elimina el peso del temor al
requerimiento de pago pero impone el más gravoso del deshonor (si no se paga).
Recuerdo haber prometido a vuestra caridad que no os faltaría por mi medio, en
cuanto el Señor se digne concedérmelo, una respuesta a las necias, dañinas y
falsas acusaciones con que los maniqueos atentan contra el Antiguo Testamento. (San
Agustín. Serm 1,1).
Las comunidades cristianas de los Evangelios
reflexionaron los signos de la resurrección como el cumplimiento de las
palabras de Dios en el Viejo Testamento (Cfr. Is 42,1-9; 49,1-13; 50,4-11;
52,12-53,12) y de Jesús en el Nuevo Testamento, porque hasta el momento no
habían comprendido las escrituras (Cfr. Jn 20,9): “El hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán,
más a los tres días de haber muerto resucitará” (Mc 9,31) La comunidad
ahora es testigo de este acontecimiento pascual: que el Resucitado-Es quien
murió en la Cruz-. Y está vivo.
En el hecho mismo de la resurrección se ha
realizado todo lo que Él dijo sobre su muerte y resurrección, se ha cumplido la
promesa y los discípulos han testimoniado con su vida y lo escribieron porque
es necesario que lo que ellos recibieron e hicieron memorial otros lo
experimentaran e hicieran memoria y no quedaran condenados a la desesperanzas
sin tener oportunidades de salvación: “Y que todo lo escrito en ellos era
irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien
años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (GARCÍA Márquez Gabriel. Cien años de
soledad).
El pesimismo y la soledad que vivió la comunidad
después de la muerte de Jesús fue superado con la resurrección, porque aunque
siga la soledad por la increencia, muchas cosas de Jesús “Quedan escritas para que crean que Él es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que creyendo tengan vida por medio de Él” (Jn 20,31) Jesús es el fermento de la comunidad
desesperanzada sin segundas oportunidades, Él es el camino que se traza en la
nueva mesa del pan partido que se comparte en el hoy de la comunidad del
resucitado y se compartirá en el futuro de esta comunidad porque en Cristo todo
es nuevo:
“¿No
saben que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barran la levadura vieja
para ser una masa nueva, ya que son panes ázimos. Porque ha sido inmolada
nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebramos la Pascua, no con
levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos
de la sinceridad y la verdad” (1Cor 5,6b-8).
Jesús
es levadura nueva en la masa-comunidad-que celebra el memorial eucarístico
bajado del cielo; en la fracción del pan la comunidad terrestre se une a la
comunidad celestial hasta su encuentro definitivo, dándose a plenitud la
glorificación pascual de Jesucristo vivo, allí se une la mesa terrenal con la
mesa del pan vivo, la mesa de la pascua eterna: “En cada celebración
eucarística el encuentro con el Resucitado se realiza mediante la participación
en la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida”[1]. En este acontecimiento la comunidad reconoce
que el profeta de Nazaret, quien murió en la Cruz ha resucitado y los signos
del resucitado son Palabra y Cuerpo (Cfr. Jn 6, 31.49) estos signos
escatológicos los ha asumido el nuevo pueblo de Dios en su peregrinar hacia la
celebración pascual definitiva (Cfr. Ap 2,17):
Este pan que
ven sobre el altar, santificado por la palabra de Dios, es el cuerpo de Cristo.
Este cáliz, o mejor, lo que contiene el cáliz, santificado por la palabra de
Dios, es la sangre de Cristo. Por medio de estas cosas quiso el Señor dejarnos
su cuerpo y su sangre, que derramó para la remisión de nuestros pecados. Si lo
han recibido dignamente, ustedes son eso mismo que han recibido[2].
Jesús es el pan de vida, el pan eucarístico, el nuevo maná bajado del
cielo (Jn 6,49-51) Jesús es el nuevo maná bajado del cielo que sacia al pueblo
(Sab 16,20-22; Sal 68,10-11; 111,5) Él toma la iniciativa hace que se recuesten
en la hierba para reposar (Jn 6,10): “Yahvé
es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace reposar. Me conduce a
fuentes tranquilas, allí reparó mis fuerzas” (Sal 23,1-3) Y alimenta a su
pueblo: “con flor de trigo”, y “Los
saciará con miel silvestre” (Sal 80,17).
La novedad del alimento dado por el nuevo maná, que nos conduce a la
vida eterna, es la fe que nos da el Espíritu Santo: “Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”
(Jn 6,33) Esta nueva visión, es lo que nos hace presenciar que Dios se ha
revelado. Ha tomado un rostro, Jesús de Nazaret. Dios se ha hecho visible, no
solo en este rostro, sino en el pan y en el vino, esto es lo que nos lleva a
pedir: “Señor, danos siempre de este pan”
(Jn 6,34).
Esta petición es la revelación, que es la nueva mirada al misterio que
se nos da en el Pan de Vida, es la mirada de la libertad, no de esclavitud, es
la mirada del encuentro con el Padre, es la mirada que vive la pascua eterna,
como salvación que nos da Dios. Y los creyentes son sujetos de esta salvación
como hombres y mujeres libres, que al final de los tiempos serán creaturas
nuevas que vivirán en la Pascua del Pan de Vida que libera y salva: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no
tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed” (Jn 6,35)[3].
El pan que
recibimos en la mesa terrenal, es el pan que
trasciende, al Pan de vida eterna. Porque el que cree dice el Señor: “Yo lo resucitaré el último día” (Jn 6,44)
Se abre el camino hacia la vida eterna (Cfr. Ap 21-22) [4], cerrado por el pecado de la humanidad (Cfr.
Gn 3,1-11,32) Para esto ha sido enviado
el Pan bajado del cielo, para dar la vida, colocando “su morada entre nosotros” (Jn 1,14) La vida eterna es la esperanza
que llega a su plenitud en la resurrección (Jn 20,19-29).
El camino de la
vida eterna es la pedagogía que propone Jesús para el que cree: “En verdad, en verdad les digo que el que
cree, tiene vida eterna” (Jn 6,47) Esta vida consiste en una experiencia
salvífica del creyente que va creciendo
pedagógicamente desde: 1) El PECADO-MUERTE: “Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron el maná
en el desierto y murieron” (Jn 6,48); 2)
La PASCUA: “Este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera”
(Jn 6,50); 3) La SALVACION-RESURRECCION: “Yo soy
el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y
el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo” (Jn 6,51)[5].
Creer en el Hijo es una
opción personal, pero es una opción dada por el Padre: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae” (Jn
6,44) para darle la vida eterna y esta vida, solo puede darla el que ha
bajado del cielo a “todo el que escucha
al Padre y aprende” (Jn 6,45) Esto es fundamental al momento de asimilar lo
que Jesús nos da: “En verdad, en verdad
les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no
tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna” (Jn 6,53-54).
Esto es la pascualización
del creyente, comprender que Jesús es la nueva pascua, es quien cristifica al
que cree. Alternativa en la que desaparece todo tipo de enemistad, de
discriminación: Por razas, religiones, grupismos de religiosidad. De adeptos,
pero no seguidores. De grupos, pero no de
Iglesia de Jesucristo; esto es lo que divide al género humano desde la
caída (Gen 3,1-11,33) Ahora por la unión con Cristo volveremos a la unidad en
la fe: “Pues Cristo es todo y está en
todos” (Col 3,11).
Jesús nos invita a creer
en el Padre, nos recrea pedagógicamente esta vida en el Padre como vida eterna
(Jn 17,3-4): “Lo mismo que el Padre, que
vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por
mí” (Jn 6,57) Este alimento es lo que
nos hace vivir en la vida eterna, porque este es el conocimiento del Padre y
del Hijo, enviado para dar la vida por medio de su sacrificio en la cruz (Jn
3,16-17) Él es el nuevo cordero sacrificado, ya no es el cordero del antiguo
pueblo (Ex 11-12), ahora es el cordero hecho carne, que da su carne como comida
para la vida eterna.
Este es el hoy del pan bajado del cielo, es el hoy
en que entrega y envía al Espíritu Santo (Jn 19,20.20, 22) Este es el Hoy del
pan de la salvación[6]
(Jn 6,57; Cfr. Jn 5,26; 14,20-21; 17,21-23):
Cuando
se come a Cristo se come la vida. No es que se lo mata para luego comerlo, sino
que él da la vida a los muertos. Cuando se lo come da fuerzas, sin él
debilitarse. No tengamos miedo de comer este pan pensando en que tal vez se
pueda terminar y después no encontremos qué tomar. ¡Qué Cristo sea comido;
cuando es comido vive, puesto que muerto resucitó! No se lo parte en trozos
cuando lo comemos. Así acontece en el sacramento, los fieles ya saben cómo
comen la carne de Cristo: cada uno recibe su parte (…). Se la come en
porciones, pero permanece todo entero; en el sacramento se lo come en
porciones, y permanece todo entero en el cielo, todo entero en tu corazón. (…)
Comamos tranquilos el cuerpo de Cristo que no desaparece lo que comemos;
comámoslo para no desaparecer nosotros. ¿En qué consiste comer a Cristo? No
consiste solamente en comer su cuerpo en el sacramento; muchos lo reciben
indignamente y a ellos dice el Apóstol: Quien come el pan y bebe el cáliz
del Señor indignamente, come y bebe su condenación. Pero ¿cómo ha de ser
comido Cristo? Como él mismo lo indica: Quien come mi carne y bebe mi
sangre, permanece en mí y yo en él. Entonces, si él permanece en mí y yo
en él, es entonces cuando me come y bebe; quien, en cambio, no permanece en mí
ni yo en él, aunque reciba el sacramento, lo que consigue es un gran tormento[7].
Esta es la
pedagogía Kerygmático–Pascual-,
es el encuentro mesiánico dentro de la comunidad eclesial que ha
pascualizado su praxis. Las
Escrituras y el Pan Eucarístico son las fuentes y el alimento con lo que la
comunidad vive el acontecimiento Jesús Resucitado. Son la fuerza creadora en la
nueva creación formada en la Cruz por el espíritu del Resucitado (Cfr. Lc
24,27).
Los que viven la realidad
pascual del pan eucarístico están unidos al Señor Resucitados: “Así como de muchos granos reunidos, y en
cierto modo mezclados entre sí mediante el agua, se hace un solo pan, de
idéntica manera, mediante la concordia de la caridad, se crea el único cuerpo
de Cristo. Lo que se ha dicho de los granos respecto del cuerpo de Cristo, ha
de decirse de los racimos respecto a la sangre, pues también el vino fluye del
lagar, y lo que estaba en muchas uvas por separado, confluye en la unidad y se
convierte en vino. Así, por tanto, lo mismo en el pan que en el vino se
encuentra el misterio de la unidad”[8].
Atended, pues, y advertid las coyundas con que ata la
serpiente y, retirando de ellas vuestra cerviz, sometedla al jugo de Cristo. En
efecto, a los incautos osan tenderles, ya de entrada, trampas como la de
afirmar que los escritos del Antiguo y los del Nuevo Testamento se oponen entre
sí de modo que resulta imposible aceptar el uno y el otro sin cambiar de fe. Y
en su empeño por convencer de que existe un desacuerdo entre el comienzo del
libro del Génesis y el del evangelio según san Juan, los contraponen como si
estuviesen enfrentados. (San Agustín. Serm 1,1).
[1] Juan Pablo II. Dies Domini, 39. 40; cfr. Sacrosanctum Concilium, 7.
[2] San Agustín Sermón 227
[3]
Cfr. P. REALI Nicola. 1) Fenomenología de la Eucaristía – 2) Iniciación
cristiana y Eucaristía. Conferencias en el Congreso Internacional de liturgia y
pastoral. Medellín. Julio 31 de 2012.
[4]
Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da acceso de nuevo al árbol de la vida
del que Adán había sido, privado (Prov. 3,18)
Ya nunca más seremos arrojados del paraíso (Jn 6,37); Cfr. (Gn 3,23).
DDB. Biblia de Jerusalén, edición 2008. Comentario (a) de Jn 6,51.
[5]
Este texto recuerda a 1Cor 11,24. Este es mi cuerpo que se da por ustedes (Lc
22,19) Alusión a la pasión. Pero Juan sustituye el termino cuerpo por carne,
que designaba al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (Jn 1,14)
En el judaísmo la expresión “la carne y la sangre” significaban lo mismo (Mt 16,17;
1Cor 15,50; Ef 6,12; Jn 6,56-57). DDB. Biblia de Jerusalén. Edición 2008.
Comentario (b) de Jn 6,51.
[6] EL
hoy de Dios: Como el tiempo de la visita de Yavéh, o el día de la salvación. La
hora viene con Jesús: La hora del anuncio del reino. Sobre todo la hora de la
pasión y de su gloria, que lleva a remate el desarrollo del plan salvador de
Dios: “He aquí que ha llegado la hora” (Mt 26,45). Es la hora del amor llevado
hasta el extremo (Jn 13,1) (X. León Defour. Vocabulario de teología Bíblico. La
hora. P. 398.
[8] San Agustín Sermón 229, 2.
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