Mt 25,14-30[1]
“Esto es lo que en tu sabiduría infinita estudias con
nosotros, Dios nuestro, en tu libro, que es tu firmamento, para que podamos
aprender a distinguirlo todo en una visión maravillosa, aunque solo sea por el
presente a través de signos, tiempos, días y años” (San Agustín. Conf. L XIII,
18,23).
El capítulo 25 del evangelio de Mateo es parábola escatológica
del reino, centrado en la presencia de Dios y del Reino presente y futuro como
realización de la plenitud del amor de Dios a los hombres y de los hombres a
Dios y al prójimo (Cfr. Mt 22,37-39) La humanidad aparece juzgada según los criterios de pobreza evangélica y de
servicios interhumanos. Este Juicio es dado en el hoy de Dios y en la segunda
venida de Jesús.
Es el “Ya” pero el “Todavía No”: “Vi el cielo abierto; y apareció un caballo
blanco, y el que lo montaba se llamaba fiel y verdadero, porque con rectitud
gobernaba (…) Y tenía un nombre escrito que solamente él conocía. Iba vestido
con ropa teñida de sangre, y su nombre era: Palabra de Dios” (Ap 19,11.12-13;
Cfr. Ez 1,1; Ap 3,14: jn 1,17; Sal 96,13; Is 9,6-7(5-6); 11,1-5; Ap 1,14;2,18;
Dn 10,6; Is 63,1-6). La comunidad de creyente debe estar siempre vigilante,
expectante a la espera de su Señor (Mt 25,1-13), con las lámparas (Fe) llenas,
alimentadas y sostenida con la Palabra de Dios (Aceite) para ser luz-fuego vivo
de Jesús resplandeciendo (Cfr Ap 19,12) e iluminando el testimonio y así se
difunda en la Iglesia presente y futura el mensaje de salvación para las
naciones del reino.
Este
capítulo al presentar las tres parábolas del reino en clave escatológica,
propone la esperanza en la vida futura siempre y cuando nuestras relaciones
interhumanas hayan sido según el parecer de Dios, de los contrario, seremos
juzgados por el Señor al igual que las vírgenes necias (Mt 25,12) y los que han
sido llamados a producir los frutos del reino a tiempo, pero no lo han hecho
(Mt 25,24-30) como los que no han tenido
misericordia con sus hermanos-prójimos- (Mt 25, 41-46) Seremos juzgados por las
obras que hagamos o por las que dejemos de hacer y sobre todo por haber
guardado egoístamente los dones entregados por el Señor en el reino y por haber
ocultado la fe, la Palabra y por haber dejado de hacer la misericordia, privando a
los demás de la gracia santificante del Señor.
Este es el horizonte de esta parábola en el
capítulo 25 de Mateo, que tradicionalmente se le ha dado el título “Parábola de
los Talentos”. Pero bien se podría llamar “Parábola de la Fidelidad”: Ella nos
invita a ser fieles en lo poco para recibir mucho. Porque al que es infiel se
le quitará incluso lo que tiene: “Al que
tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene” (Mt
13,12; 25, 29; Cfr Mc 4,25; LC 8,18). Entendamos de la siguiente manera
esta sentencia: Si le arrebatamos la oportunidad a los demás de tener fe en
Jesucristo y de creer en Él, en su Palabra y en el Reino faltando a la caridad,
estamos siendo infieles, por lo tanto, se nos quitará lo que hemos despreciado
y se le dará al que ha sido fiel y la fidelidad o infidelidad implica:
1. La fidelidad al proyecto de Dios es el camino espiritual del cristiano
seguidor testigo de la fe en el Resucitado y su reino: Sin embargo no se ha sido
fiel se ha despreciado la justicia de Dios
(Cfr Mt 21,32) y no se ha creído en Él y su reino (Jn 6,29-30).
2. Por no creer en el Hijo y su reino se juzgará a los hombres con la
presencia del Espíritu Santo: “Cuando él venga, convencerá al mundo de un
pecado, de una injusticia, y de una sentencia: El pecado que no han creído en
mí; la justicia que voy al Padre y no me verán más: la sentencia, que el
príncipe de este mundo ya ha sido condenado” (Jn 16,7-11).
3.
Jesús es el Señor que se va y regresa-Parusía
(Ap 22,20); los talentos es la Palabra
dada y la misericordia; lo producido es el talante con que se ha anunciado la
Palabra de Dios que debe suscitar conversiones (Cfr. He 2,37; Jn 6,28).
4. Esconder los talentos es ser parte de los siervos inútiles, que solo se
han contentado con prácticas de piedad espiritualistas, escondiendo los
talentos recibidos: “Tu eres un empleado
malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo
donde no esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver,
habría recibido mi dinero más los intereses” (Mt 25,26-27).
5.
De esta manera:
- Los talentos nos hacen personas
realizadas que prestan un servicio a la sociedad y al reino de Dios. Los
talentos brindan calidad de vida y progreso a la sociedad como un mundo de
diversas interacciones sociales.
- Dios se agrada de que su Creación
progrese, mejore y sirva cada día a quienes lo necesitan.
- El crecimiento y la madurez personal
se logran con una vida productiva, disciplinada y llena de metas y desafíos: Existen
consecuencias positivas o negativas, dependiendo de si utilizamos nuestros
talentos y habilidades, o nos desentendemos de los mismos. Esto nos lleva a
caminar hacia la esperanza de salvación en el futuro o estancarnos aquí
pensando en el juicio y la condena.
A modo de conclusión: San Agustín, Serm 351,4
Comprenda que todo ello le ha sido
dado, que no procede de él. Pues ¿qué tiene que no haya recibido? Y si lo ha
recibido, ¿por qué se gloría como si no lo hubiera recibido? Dé, pues, el
dinero del Señor; mire por el prójimo, de modo idéntico a como experimenta que
han mirado por él mismo. No piense que basta con conservar íntegro lo que
recibió, no sea que le digan: Siervo malvado y perezoso, debías haber
entregado mi dinero, para que yo, al volver, lo recobrara con los intereses; no
sea que se le quite lo que había recibido y sea arrojado a las tinieblas
exteriores. Si los que pueden conservar íntegro todo lo que se les ha dado
deben temer pena tan dura, ¿qué esperanza les queda a quienes lo malgastan de
forma impía y pecaminosa?
Ese tal, en medio de las cosas del
mundo, se aplicará a adquirir bienes, no carnales, sino espirituales; sin
sentirse atado por negocios seculares, pero, dado que milita al servicio de
Dios, sin verse entorpecido ni envilecido por la ociosidad y desidia. Si tiene
posibilidad, dé sus limosnas con alegría, tanto si ofrece algo para las
necesidades corporales de los pobres como si, en cuanto dispensador del pan
celeste, levanta campamentos inexpugnables en los corazones de los fieles
contra el diablo. Pues Dios ama al que da con alegría”.
“Con sus propias manos hace hilados y tejidos. Siempre le tiende la mano
a los pobres y necesitados” (Prov. 31,19-20).
[1] Texto elaborado el día 13
de Nov de 2014. Dom. 33 del T.O. Y revisado el 16 de Nov. De 2014. Dom 33 del
T.O.

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