M t 25,1-13[1]
“Manda lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y
abre mis ojos para ver tus signos; destierra de mi toda ignorancia para que te
reconozca a ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte, espero hacer
todo lo que mandares” (San Agustín Sol 1,5).
La
reflexión de las siguientes parábolas sobre las Vírgenes Necias y Prudentes y
la de los Talentos (Mt 25, 1-13. 14-30) plantean el preámbulo del juicio final
(Cfr. Mt 25,31-46) en el que se juzga a la humanidad por su acción
misericordiosa al prójimo o por todo lo
que dejaron de hacer al prójimo. Jesús plantea que estas acciones si la dejaron de hacer no lo hicieron con él y
todo lo que hicieron con el prójimo lo hicieron a él (Cfr. Mt 25,31-46).
Estas
parábolas forma parte del grupo de
parábolas sobre el reino de Dios que está precedida de la formula técnica: “El Reino de los cielos se parece a...” (Mt 13, 3-9; 13,31-32; 13,33;
13,44; 13,45; 13,47-49; 18,23-35; 20,1-16; 22,1-14; 25,1-13. 14-30).
En La parábola
de las vírgenes necias y prudentes (Mt 25,1-13) Jesús aparece como el novio (Cfr.
Mt 9,15; 22,2-14) o el esposo (Cfr. Ef. 5,25-27) que viene a buscar a la esposa:
“El matrimonio judío se celebraba con grandes
festejos, que duraban varios días y se realizaban por separado en casa de ambos
esposos. Al llegar la noche del último día, el esposo, rodeado de sus amigos
que llevaban antorchas, se dirigía a la casa de la esposa, donde esta lo
esperaba junto con sus amigas, que tenían lámparas de aceite encendidas.
Después, todos se encaminaban a la casa del esposo donde se realizaba la gran
cena de bodas”. (http://www.sobicain.org/shell.asp. El libro
del pueblo de Dios. Comentario a Mateo 25,1-13).
Las doncellas acompañante lo esperan, pero no
saben la hora de su llegada por eso es necesario estar a la espera. Jesús
nuevamente rompe con el esquema judío sobre la concepción de Dios; porque ellos
solo dan el título de esposo a Dios:
“Entonces pasé junto a ti y te vi. Era tu tiempo el tiempo de los amores.
Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con
juramento, hice alianza contigo – oráculo del Señor Yahvé – y tú fuiste mía” (Ez
16,8; Cfr. Os 1,2-3,1-5).
Nuevamente Jesús describe
el reino de los cielos, como la
celebración de una boda (Mt 22,1-14) En esta se manifiesta que todos debemos
estar preparados con las lámparas encendidas que simboliza la fe y con
suficiente aceite que simboliza la Palabra que alimenta la fe (Cfr. Lc
12,35-40) al no percatarnos de esto encontramos que hay: Semillas que caen en
tierra pedregosa y en buena tierra (Cfr. Mt 13,3-9); hay Trigo y mala hierba
que crecen junto (Cfr. Mt 13,24-30); hay peces malos y buenos (Cfr. Mt
13,47-49); hay empleados fieles e infieles (Cfr. Mt 13,18,23-35); hay invitados
a la boda y quien no lleva el vestido de fiesta (Cfr. Mt 22,1-14); hay siervos
buenos y malos (Mt 24,45-50); hay necios y prudentes (Cfr. Mt 25,1-13; Cfr Mt 7,24-27);
quienes producen los talentos dados y quienes no lo hacen y lo esconden (Cfr,
Mt 25, 14-30).
Desde esta perspectiva, la parábola de las vírgenes necias y
prudentes está mostrando cómo aquellos que son sabios y prudentes se hacen luz
del mundo (Cfr. Mt 5,14-16), aceptan el llamado, se mantienen en la fe (Cfr. Rm
5,5) se preparan para el banquete
nupcial con la luz encendida, aceptan su compromiso de amar a Dios y al prójimo
(Cfr. Mt 22,34-40) Para ser reconocidos como seguidores de Jesús en su
identidad de seguidores (Cfr. Jn 13,35).
Mientras tantos los que son necios, piensan que al decir “Señor,
Señor” (Mt 7,22) ya son salvos, pero para Jesús esto no es suficiente; porque
muchos escuchan la Palabra pero no la aceptan, no se preparan, así que cuando llegue la hora
para ellos, no están listos, no han comprendido que para la espera del novio se
debe estar vigilantes: “Por tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día va a llegar su Señor. Comprendan
que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón,
se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. Pues estén
también ustedes preparados, que cuando menos lo piensen llegará el Hijo del
hombre” (Mt 24, 42-44).
Esto es lo que
sucede con nosotros, hemos descuidado el cultivo de la espiritualidad
cristiana, estamos distraídos y nos hemos alejados de las exigencias del reino:
§ De creer en Jesús y su reino para convertirnos
y anunciar el Evangelio (Mc 1,15)
§ Del amor a Dios y al prójimo (Lc 10,26-27)
§ De la misericordia- Actuando como prójimo
(Lc 10,28-37)
§ De la identidad cristiana por lo que nos
reconocerán: Amándonos los unos a los otros (Jn 13,34-35; Mt 23,8-9; Lc 10,27;
Jn 15,12)
§ De asumir el reino de Dios y su Justicia (Mt
6,33)
§ De Creer en Jesús y seguirle (Jn 1,12)
§ De Participar del destino de Jesús (Mt
16,21.24-25)
§ Del servicio a los demás (Mc 10,45)
§ De ser Llamados
por Él (Jn 1,3)
§ De Estar
con él (Mc 3,13)
§ De recibir
autoridad para sanar las enfermedades (Mc 3,15; cfr. Mc 6,7-13)
§ De ser
testigos de la Resurrección (Hec 1,22)
§ De
iluminar la realidad que vivimos y denunciar sus injusticia al no creer en sus
Palabras (Lc 24,13-24)
§ De recibir
catequesis iluminada por la Palabra (Lc
24,25-29)
§ De ser
llamados a la conversión continua (Lc 24,30-32)
§ De
anunciar el mensaje Kerygmático-Pascual (Lc 24,32-35)
§ De abrir
la posibilidad de una nueva relación con Jesús que consiste en un mutuo
conocimiento y comunión (Cfr. Jn 1,38-39; Mc 3,31-35)
§ De saber
que Jesús va delante de la comunidad (Jn
10,4)
§ De
dejarnos Guiar y conducir por Él (Jn 10,16)
§ De
escuchar su voz y de la sensibilidad de
la comunidad a su voz (Jn 10,4.16.27)
§ De quien
le sigue (Jn 10,4.27)
§
De quien es enviado (Mc 6,7; Mt 10,5-15; Lc 9,1-6)
§ De quien vive en armonía (1P 3,8-12)
§ De quien vive en oración y amor entre todos
porque el amor perdona los pecados (1P 4,7-11)
§ De quien no hace daño al prójimo (Rm
13,8-10)
§ De quien vive en la verdad (Ef 4,25-32)
§ De quien es solidario (Lc 9,13;Mc 6,37; Mt
14,16)
§ De hacer nuestra la confesión de Fe (Mt
16,16)
§ De renovar, transformar nuestra vida en
Cristo Jesús, quien hace todas las cosas nuevas (Cfr. Ap 21,5)
Por esta distracción
en las exigencias de la espiritualidad, no respondemos al llamado, ocultando la
gracia que hemos recibido por medio de la Palabra. Este descuido nos ha
permitido no escuchar la palabra del Señor como
ejercicio continuo en la comunidad eclesial. Es en este aspecto que las vírgenes
necias representan a quienes están en la comunidad distraídos, careciendo de
preparación, de entrega auténtica para asumir la responsabilidad del reino, por
eso es necesario prepararnos desde la espiritualidad del seguidor de Jesús en
la escuela del discipulado, para no seguir distraídos cerrando de esta manera
las puertas del reino (Mt 23,13-14; Cfr. Mc 12,40; Lc 20,47; Mt 23,15-36).
Ahora
bien, “lo que distingue a unas muchachas de otras no es si duermen o están en
vela, sino si están preparadas para acoger al novio cuando llegue. Los
discípulos de Jesús tienen que ser previsores y estar preparados: el Señor
puede llegar en cualquier momento. Esta comparación está muy relacionada con la
parábola del criado fiel y el criado malo (Cfr. Mt 24,45-51): las jóvenes
sensatas tienen la misma actitud que el criado fiel y las muchachas necias se
parecen al criado malo. La enseñanza fundamental es la misma, pero en esta
segunda comparación se insiste más en el hecho de que hay cosas que no pueden
improvisarse a última hora”[2].
Conclusión
1:
Parábola
de las diez vírgenes (Mt 25, 1-13)
1. Quienes asististeis ayer, no habéis
olvidado mi promesa. Promesa que, con la ayuda de Dios, he de cumplir hoy, no
sólo para vosotros, sino también para los muchos otros que han acudido. No es
fácil averiguar quiénes son las diez vírgenes, y quiénes las cinco sabias y
quiénes las cinco necias. A juzgar por el contenido del texto que quise que
también hoy se leyera a Vuestra Caridad, según el Señor me da a entender, no me
parece que esta parábola o semejanza se refiera solamente a las que por su
santidad específica y más excelente reciben en la Iglesia el nombre de
vírgenes, a las que, con término más habitual, hemos acostumbrado a llamar
monjas.
Al contrario, si no me engaño, esta semejanza
se refiere a la Iglesia entera. Y, aun en el caso de que lo refiriésemos sólo a
las llamadas monjas, ¿acaso son diez? ¡Lejos de mí reducir a tan exigua
cantidad la multitud tan numerosa de vírgenes! Mas quizá diga alguno: «¿Y si,
aunque de nombre son muchas, en realidad son tan pocas que apenas se encuentran
diez?» No es éste el caso, pues si quisiera que se comprendiese que solamente
hay diez buenas, no mostraría en el pasaje cinco necias. Si, pues, son muchas
las vírgenes llamadas, ¿por qué a cinco se les cierran las puertas de la gran
casa?
2. Hagámonos a la idea, amadísimos, de
que esta parábola mira a todos nosotros, es decir, absolutamente a toda la
Iglesia; no sólo a quienes están al frente de ella —de los cuales hablé ayer—,
ni sólo a las asambleas cristianas, sino a todos. ¿Por qué, entonces, habla de
cinco y cinco? Estos dos grupos de cinco vírgenes representan absolutamente la
totalidad de las almas cristianas. Mas para indicaros lo que, por inspiración
divina, opino, se trata no de cualesquiera almas, sino de las que poseen la fe
católica y parecen tener buenas obras en la Iglesia de Dios.
Con todo, de ellas cinco son sabias y
cinco necias. Veamos en primer lugar por qué se habla de cinco y por qué se las
llama vírgenes. Luego consideremos lo demás. Toda alma que vive en un cuerpo se
asocia al número cinco, porque se sirve de cinco sentidos. En efecto, nada
sentimos en el cuerpo que no entre por una de estas cinco puertas: la vista, el
oído, el olfato, el gusto o el tacto. En consecuencia, quien se abstiene de
ver, oír, oler, gustar o tocar lo que es lícito, recibe el nombre de virgen por
esa integridad.
3. Pero si es cosa buena abstenerse de
todos los movimientos sensoriales ilícitos, razón por la que cada alma
cristiana recibe el nombre de virgen, ¿por qué se admiten cinco y se rechaza a
otras cinco? Son vírgenes, pero son rechazadas. Es poco decir que son vírgenes;
llevan también lámparas. Son vírgenes porque se abstienen de las sensaciones
ilícitas; llevan lámparas por sus obras buenas. Obras buenas de las que dice el
Señor: Brillen vuestras obras delante de los hombres para que vean vuestras
buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. De
modo idéntico dice a los discípulos: Tened vuestros lomos ceñidos y vuestras
lámparas encendidas. En los lomos ceñidos se significa la virginidad; en
las lámparas encendidas, las buenas obras.
4. Es verdad que no suele hablarse de
virginidad con referencia a los casados; sin embargo, también en el matrimonio
existe la virginidad de la fe, de que es fruto la pureza conyugal. Más para que
sepa vuestra santidad que no es inoportuno dar el nombre de virgen a cualquier
alma, de hombre o de mujer, basándonos no en el cuerpo, sino en el alma y en la
integridad de la fe, fe por la cual se abstiene de las cosas ilícitas y se
ejecutan las obras buenas, a la Iglesia entera, compuesta de vírgenes y
muchachos, de mujeres y varones casados se la designa con el término único de
virgen. ¿Cómo lo probamos? Escucha lo que dice el Apóstol no sólo a las monjas,
sino absolutamente a toda la Iglesia: Os he desposado con un único varón
para mostraros a Cristo cual virgen casta.
Y como hay que guardarse del diablo,
corruptor de esta virginidad, después de haber dicho: Os he desposado con un
único varón para mostraros a Cristo cual virgen casta, dice a continuación:
Temo, sin embargo, que, como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así
vuestros sentidos se corrompan, alejándoos de la castidad en relación a Cristo.
Pocas son las que tienen la virginidad
corporal; todas deben tenerla en el corazón. Por tanto, si es cosa buena
abstenerse de lo ilícito —de donde ha recibido su nombre la virginidad— y son
dignas de alabanza las buenas obras, significadas en las lámparas, ¿por qué se
admite a cinco y se rechaza a otras cinco? Si es también virgen y además lleva
las lámparas y, con todo, no se la admite, ¿dónde se ve ubicado quién no guarda
la virginidad consistente en renunciar a las cosas ilícitas y camina en las
tinieblas al renunciar a tener obras buenas?
5. Así, pues, hermanos míos,
reflexionemos sobre estas cosas. Pensad en uno que ni quiere ver ni oír lo que
es malo, que aparta su olfato de los perfumes ilícitos de los sacrificios, que
retira su gusto de los alimentos ilícitos de los sacrificios, que huye del
abrazo de la mujer ajena, que parte su pan con el hambriento, que acoge en su
casa al huésped, viste al desnudo, pone paz entre litigantes, visita al enfermo
y da sepultura a los muertos: ved que es virgen, ved que lleva lámparas. ¿Qué
más buscamos? Busco algo todavía. ¿Qué es lo que buscas? —dice—. Busco algo
todavía: el santo evangelio me ha puesto sobre aviso. Entre las mismas vírgenes
que llevaban las lámparas, a unas las llamó sabias, y a otras necias. ¿Cómo
vemos quiénes son sabias y quiénes necias? ¿Cómo discernir las unas de las
otras? Por el aceite.
El aceite significa algo grande,
realmente grande. ¿No es, acaso, la caridad? No afirmo, pregunto; no hago una
afirmación precipitada. Os diré por qué me parece a mí que en el aceite está
significada la caridad. Dice el Apóstol: Os muestro un camino aún más
elevado. ¿Cuál es ese camino más elevado que muestra? Aunque hablara las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce
que suena o como címbalo que retiñe.
Este es el camino más elevado, es
decir, la caridad, que con razón se halla significada en el aceite. El aceite
se coloca siempre por encima de todos los demás líquidos. Vierte un poco de
agua y echa encima aceite; éste queda encima. Echa aceite, vierte agua encima,
y el aceite sube a la superficie. Si sigues el orden natural, el aceite queda
arriba; si lo cambias, él queda igualmente arriba. La caridad nunca cae.
6. ¿Qué decir, entonces, hermanos?
Hablemos ya de las cinco vírgenes sabias y de las cinco necias. Unas y otras
quisieron ir al encuentro del esposo. ¿Qué significa ir al encuentro del
esposo? Ir con el corazón, esperar su venida. Pero él tardaba. Al retrasarse
él, se durmieron todas. ¿Qué quiere decir todas? Tanto las sabias
como las necias; les entró el sueño a todas y se durmieron7. ¿Hemos de
pensar que se trata de un sueño bueno? ¿Qué es este sueño? ¿Quizá que, debido
al retraso del esposo y a la abundancia de la maldad, se enfría la caridad de
muchos?
¿Es así como hemos de entender este
sueño? No me agrada esta interpretación y diré por qué. Porque están incluidas
también las sabias, y ciertamente cuando dijo el Señor: Al abundar la
maldad, se enfría la caridad de muchos, añade a continuación: Pero el
que persevere hasta el final, ése se salvará.
¿Dónde queréis ubicar a esas sabias?
¿Acaso no entre las que perseveraron hasta el final? El único motivo, hermanos,
absolutamente el único motivo por el que se les permitió entrar fue el haber
perseverado hasta el final. Por tanto, a ellas no les sobrevino de improviso el
enfriamiento de la caridad; no se enfrió en ellas la caridad, sino que hierve
hasta el final. Porque hierve hasta el final, se les abrieron las puertas del
esposo. Por eso se les dijo que entraran, igual que a aquel siervo óptimo: Entra
en el gozo de tu Señor.
¿Qué significa, pues, les entró el
sueño a todas? Existe otro sueño del que nadie escapa. ¿No os acordáis de
lo que dice el Apóstol: No quiero, hermanos, que ignoréis a propósito de los
que duermen, es decir, de los que han muerto? ¿Por qué se les llama
durmientes, sino porque en su día resucitarán? Luego se durmieron todas. ¿Acaso
no tiene que morir por el hecho de ser sabia? Sea virgen sabia, sea virgen
necia, todas sufren el sueño de la muerte.
7. Ahora bien, a veces dicen en su
interior los hombres: «Ved que llega ya el día del juicio, tan grandes son las
calamidades que suceden, tan grandes y frecuentes son las tribulaciones; ved
que se ha cumplido casi todo lo dicho por los profetas; el día del juicio ya
está a las puertas». Quienes esto dicen y lo dicen con fe, con tales
pensamientos van como al encuentro del esposo. Pero he aquí que a una guerra
sucede otra; a una tribulación, otra; a un terremoto, otro; a un hambruna,
otra; un pueblo se levanta contra otro y aún no llega el esposo.
En consecuencia, mientras se espera su
llegada, se quedan dormidos todos los que dicen: «He aquí que ya llega, y el
día del juicio nos encuentra aquí». Decir esto es quedarse dormido. Por tanto,
esté atento a su sueño y permanezca en la caridad hasta el momento del sueño.
Que el sueño le encuentre a la espera. Suponte que se durmió. ¿Acaso el que
duerme no se aprestará a levantarse? Se durmieron, pues, todas, tanto
las sabias como las necias.
8. ¿Qué significa a media noche?
Cuando menos se espera, cuando en ningún modo se piensa en ello. Noche aquí
equivale a ignorancia. Alguien hace una especie de cálculo: «Ved que, desde
Adán, han pasado ya tantos años; ved que van a cumplirse los seis mil años, y
acto seguido —según el cómputo de ciertos exegetas— vendrá el día del juicio».
Y llegan, y pasan los años del cómputo, y todavía se demora la llegada del
esposo, y las vírgenes que habían salido a su encuentro se quedan dormidas.
Y he aquí que cuando ya no se espera,
cuando se dice: «Se esperaba el término de los seis mil años, pero ya pasaron;
¿cómo sabemos ahora cuándo ha de venir?», vendrá a media noche. ¿Qué significa:
«vendrá a media noche»? Vendrá cuando aún ignores el momento de su venida. ¿Por
qué vendrá entonces? Escucha al Señor mismo: No os corresponde a vosotros
conocer los tiempos, cosa que el Padre ha reservado a su poder. El día del
Señor —dice el Apóstol— vendrá como ladrón en la noche. Por tanto,
mantente en vela durante la noche para no sufrir la acción del ladrón, pues el
sueño de la muerte vendrá, quieras o no.
9. Pero, habiéndose producido un grito a
media noche... ¿Qué grito es éste sino aquello de que habla el Apóstol: En
un abrir y cerrar de ojos, al sonido de la última trompeta. Pues sonará la
trompeta; los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos transformados?
Al fin, después de producirse a media noche el grito que anunciaba: He aquí
que llega el esposo, ¿qué sigue? Se levantaron todas.
¿Qué significa se levantaron todas?
Llegará el momento —dijo el Señor mismo—, en que todos los que están en
los sepulcros oirán su voz y saldrán. Por tanto, al sonido de la última
trompeta resucitaron todas. Pero las vírgenes sabias tomaron consigo aceite
en sus vasijas; las necias, no. ¿Qué significa el que no tomaron aceite
consigo en sus vasijas? ¿Qué es en sus vasijas? En sus corazones.
Por ello dice el Apóstol: Nuestra
gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia. Allí está el aceite,
la realidad grandiosa que es el aceite; este aceite proviene de un don de Dios.
Además, los hombres pueden verter dentro el aceite, pero no crear el olivo.
—«Advierte que tengo aceite». —«¿Acaso lo creaste tú? Lo tienes por don de
Dios. Tienes aceite; llévalo contigo. ¿Qué significa: llévalo contigo? Tenlo en
tu interior, agrada allí a Dios».
10. He aquí que estas vírgenes necias que
no llevaron consigo el aceite, con su abstinencia —por la que se les designa
como vírgenes— y con sus buenas obras —cuando parece que llevan lámparas—
desean agradar a los hombres. Y si buscan agradar a los hombres y por este
motivo hacen todas esas obras laudatorias, no llevan el aceite consigo. Tú, por
tanto, llévalo contigo, llévalo en tu interior donde ve Dios; lleva allí el
testimonio de tu conciencia. Quien, en cambio, camina guiado por el testimonio
ajeno, no lleva consigo el aceite.
Si te abstienes de las cosas ilícitas
y realizas las buenas obras para ser alabado por los hombres, no hay aceite en
tu interior. Además, cuando los hombres dejen de alabarte, se apagan las
lámparas. Ponga atención, pues, Vuestra Caridad. Antes de que se quedaran
dormidas las vírgenes, nada se dijo de qué se hubiesen apagado sus lámparas. A
las lámparas de las sabias las hacía arder el aceite interior, la seguridad de
su conciencia, la gloria interior, su amor íntimo. Pero ardían también las de
las necias. ¿Cómo es que ardían entonces? Porque no faltaban las alabanzas
humanas.
En cambio, después que se levantaron
—en la resurrección de los muertos— comenzaron a preparar sus lámparas, es
decir, a disponerse a dar cuenta a Dios de sus obras. Y como entonces no hay
nadie que alabe, todo hombre se halla solo ante su causa; nadie hay entonces
que no se preocupe de sí mismo. No habiendo, por tanto, quienes vendiesen
aceite, comenzó a faltar para las lámparas, y las necias se dirigieron a las
sabias con estas palabras: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras
lámparas se apagan. Buscaban lo que había sido su costumbre, es decir,
brillar con el aceite ajeno, caminar al son de las alabanzas ajenas. Dadnos
de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.
11. Pero ellas contestaron: No sea que
no alcance para nosotras y vosotras, id más bien a los vendedores y comprároslo.
Respuesta no de quien da un consejo, sino de quien se mofa. ¿Por qué de quien
se mofa? Porque eran sabias y en ellas residía la sabiduría. En efecto, su
sabiduría no procedía de ellas mismas, sino que habitaba en ellas la sabiduría
de que se habla en cierto libro, la cual, cuando lleguen los males con que les
ha amenazado, dirá a quienes la hayan despreciado: Y yo me reiré a
carcajadas de vuestro infortunio. ¿Qué tiene de extraño que las sabias se
mofen de las necias? ¿Qué es mofarse?
12. Id a los vendedores y comprároslo
vosotras, que acostumbrabais vivir bien sólo porque os alababan los hombres,
quienes os vendían el aceite. ¿Qué significa: os vendían el aceite? Os vendían
las alabanzas. ¿Quiénes, a no ser los aduladores, venden alabanzas? ¡Cuánto
mejor os hubiese sido no haber condescendido con ellos, haber llevado aceite
interiormente y haber hecho todas las buenas obras con recta conciencia!
Entonces diríais: El justo me reprenderá y me argüirá con misericordia, pero
el aceite del pecador no ungirá mi cabeza. Es preferible —dice— que me
reprenda, me recrimine, me abofetee y me corrija el justo a que el aceite del
pecador unja mi cabeza. ¿Qué es el aceite del pecador, sino los halagos del
adulador?
13. Id, pues, a los vendedores:
es lo que habéis acostumbrado a hacer. Nosotras no os lo damos. ¿Por qué? No
sea que no alcance para nosotras y vosotras. ¿Qué es: no alcance? Esta
afirmación no procede de la desesperación, sino de la humildad sobria y
piadosa. Pues aunque una persona buena tenga la conciencia tranquila, ¿cómo
sabe cuál será el juicio de aquel al que nadie engaña? Tiene la conciencia
tranquila, no le cosquillean pecados graves concebidos en su corazón; pero, aun
con la conciencia tranquila, pensando en ciertos pecados cotidianos
inseparables de la vida humana, dice, no obstante, a Dios:
Perdónanos nuestras deudas, porque cumplió lo que sigue a
continuación: Como también nosotros los perdonamos a nuestros deudores.
De corazón partió su pan con el hambriento, de corazón vistió al desnudo; con
el aceite interior hizo sus buenas obras y, no obstante, esa conciencia
tranquila tiembla ante el juicio.
14. Observa ahora qué significa: Dadnos
aceite. Por respuesta escucharon: Id más bien a los vendedores. Por
haberos acostumbrado a vivir rectamente movidos por las alabanzas humanas, no
traéis aceite con vosotras; nosotras, no obstante, no os lo damos no sea que
no alcance para nosotras y vosotras.
Apenas podemos emitir un juicio sobre
nosotras, ¡cuánto menos podemos juzgaros a vosotras! ¿Qué quiere decir «apenas
podemos emitir un juicio sobre nosotras»? Esto: cuando el rey justo se siente
en su trono, ¿quién se gloriará de tener un corazón casto? Quizá tú no halles
nada en tu conciencia, pero sí aquel que ve mejor, aquel cuya mirada divina
penetra en lo más secreto. Quizá vea algo, quizá encuentre algo. ¡Cuánto mejor
será para ti decirle: No entres en juicio con tu siervo! ¡Cuánto mejor
te será decir también: Perdónanos nuestras deudas!
Porque también a ti se te dice, con referencia
a aquellas antorchas, a aquellas lámparas: «Tuve hambre y me diste de comer».
¿Qué decir? ¿Acaso ellas no lo hicieron también? No lo hicieron ante él. ¿Cómo
lo hicieron, pues? De la forma que prohíbe el Señor, que dijo: Procurad no
realizar vuestra justicia en presencia de los hombres para que os vean; de lo
contrario, no tendréis la recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Y, cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta ponerse en
pie en las plazas y orar para que los vean los hombres. En verdad os digo que
ya recibieron su paga.
Compraron el aceite, abonaron el
precio; lo compraron, no les engañaron en las alabanzas humanas; las buscaron y
las obtuvieron. Pero estas alabanzas no les servirán de ayuda en el día del
juicio. A su vez, las otras vírgenes, ¿cómo hicieron las mismas obras? Brillen
vuestras buenas obras ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. No dijo: «Y os
glorifiquen a vosotros», pues el aceite no lo tienes de ti mismo. Jáctate de
él, y di: «Tengo aceite, pero recibido de él». ¿Qué tienes que no hayas
recibido? Por tanto, unas obraron de una manera, las otras de otra.
15. No hay que extrañarse de que mientras
van a comprarlo, mientras buscan sin éxito quienes las alaben, mientras
buscan sin resultado positivo quienes las consuelen, se abre la puerta, llega
el esposo y la esposa, es decir, la Iglesia ya glorificada con Cristo de
modo que los distintos miembros se unen al cuerpo entero. Y entraron con él
al banquete de bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron también las
necias; ¿compraron acaso aceite o hallaron quienes se lo vendieran? Por esto
encontraron las puertas cerradas. Comenzaron a llamar, pero era tarde.
16. Se dijo, es verdad; se dijo sin
engaño alguno Llamad y se os abrirá, pero ahora, mientras dura el tiempo
de la misericordia, no cuando sea el tiempo del juicio. No se pueden confundir
esos momentos, puesto que la Iglesia canta a su Señor la misericordia y el
juicio. El presente es tiempo de misericordia; arrepiéntete. ¿Tienes en tu
poder practicarla en el momento del juicio? Te hallarás entre las vírgenes a
las que se les cerró la puerta. Señor, Señor, ábrenos.
¿Acaso no se arrepintieron de no
llevar aceite consigo? ¿Pero qué les aprovechó el arrepentimiento tardío,
cuando se reía de ellas la verdadera sabiduría? Por tanto, se les cerró la
puerta. ¿Y qué se les dijo? No os conozco. Quien conoce todo, ¿no
las conoce a ellas? ¿Qué significa, por tanto, no os conozco? Os
desapruebo, os repruebo. No os conozco con referencia a mi sabio proceder; mi
sabio proceder desconoce los vicios. Realidad grandiosa ésta: desconoce los
vicios, pero juzga los vicios. Los desconoce en cuanto que no los comete; los
juzga en cuanto que los desaprueba. Así, pues, no os conozco.
17. Fueron y entraron las cinco vírgenes
sabias. ¡Cuán numerosos sois, hermanos míos, en el nombre de Cristo! Hállense
entre vosotros las cinco vírgenes sabias, pero no seáis sólo cinco personas.
Hállense entre vosotros las cinco vírgenes sabias: las que pertenecen a esa
sabiduría significada en el número cinco. Vendrá, en efecto, la hora; vendrá y
en un momento que desconocemos. Vendrá a media noche, estad en vela. Así
concluyó el relato evangélico: Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora.
Si, pues, hemos de dormirnos, ¿cómo
podemos estar en vela? Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la
caridad, con las obras. Y una vez que te hayas dormido en el cuerpo, llegará el
momento de levantarte. Pero, cuando te hayas levantado, prepara las lámparas.
Que no se te apaguen entonces, que ardan entonces con el aceite interior de la
conciencia; que te abrace entonces el esposo con abrazos incorpóreos, que te
introduzca entonces en la casa en que nunca duermas, en la que tu lámpara nunca
pueda apagarse.
Hoy, en cambio, nos fatigamos y
nuestras lámparas titilan en medio de los vientos y tentaciones de este mundo.
Pero arda con vigor nuestra llama para que el viento de la tentación, más que
apagar el fuego, lo avive. (San Agustín. Serm.
93; Cfr. In Ps 147,1-11.
Conclusión 2:
San Agustín Comentario al Salmo 147,10-12
10. Aquellas vírgenes simbolizan las
almas. En realidad de verdad, no eran cinco, sino que en las cinco se hallaban
representadas millares. Además, en aquel número quinario se hallan comprendidos
no sólo las mujeres, sino también los hombres, pues a uno y a otro sexo se les
representa por una mujer, por la Iglesia; y a ambos sexos, es decir, a la
Iglesia, se la llama virgen: Os desposé con un solo varón para presentaros,
cual virgen casta, a Cristo.
Pocos poseen la virginidad de la
carne; la del corazón deben poseerla todos. La virginidad de la carne consiste
en la pureza del cuerpo; la virginidad del corazón, en la incorruptibilidad de
la fe. Luego toda la Iglesia se denomina virgen, y el pueblo de Dios se
nombra con el género masculino. Ambos sexos son pueblo de Dios, un pueblo y un
solo pueblo; y también una Iglesia y una sola paloma. Y en esta virginidad hay
miles de santos. Luego las cinco vírgenes representan todas las almas que han
de entrar en el reino de Dios.
Con razón se consignó con el número
quinario (esta virginidad), porque cinco son los sentidos del cuerpo
conocidísimos por todos. Por cinco puertas entra algo al alma mediante el
cuerpo; o por los ojos, o por el oído, o por el olfato, o por el gusto, o por
el tacto entra lo que codicias malamente. El que no da paso a la corrupción por
estas cinco puertas, se computa entre las cinco vírgenes. A esta corrupción se
da paso por medio de los deseos ilícitos. Que sea lícito o ilícito, nos lo dice
la Escritura a cada momento. Es necesario que te cuentes entre aquellas cinco
vírgenes.
Así no temerás lo que se dice:
"Nadie entrará." Se dice esto, y así acontecerá, pero una vez que
hayas entrado. Nadie cerrará, dejándote fuera; pero, una vez que hayas entrado,
se cerrarán las puertas de Jerusalén y se asegurarán los cerrojos de sus
puertas. Pero, si tú no quieres ser virgen de corazón o pretendes ser virgen
del número de las necias, quedarás fuera y en vano llamarás.
11. ¿Quiénes son las vírgenes necias,
pues ellas son cinco también? Las almas que conservan la continencia de la
carne, evitando la depravación proveniente de todos los sentidos, que ya
conmemoré. Estas evitan ciertamente la corrupción que dimana de cualquier
parte, pero no llevan su bien en la conciencia ante los ojos de Dios, sino que
pretenden agradar con él a los hombres siguiendo el parecer ajeno. Van a caza
de la aclamación del populacho, y, por lo mismo, se hacen viles al querer ser
estimadas de los espectadores no bastándoles su conciencia. Con razón no llevan
óleo consigo. El óleo es el acto de gloriarse debido al brillo y al esplendor.
¿Pero qué dice el Apóstol? Atiende tú
a las vírgenes sabias, que llevan el óleo consigo, (y ve lo que dice): Cada
uno pruebe su propia obra, y entonces tendrá gloria en sí mismo y no en otro.
Estas son las vírgenes sabias. Las necias encienden ciertamente sus lámparas,
parece que lucen sus obras, pero decaen y se apagan, porque no se alimentan con
el óleo interior. Tardando el Esposo, todas se duermen, porque ambos géneros
mueren.
Al retrasarse la venida del Señor,
tanto a las necias como a las sabias les sobreviene la muerte de la vida
corporal y visible, a la cual llama la Escritura sueño, conforme es sabido por
todos los cristianos. Al decir el Apóstol sobre los enfermos: Porque hay
entre vosotros muchos enfermos y sin salud, y muchos duermen pesadamente,
dijo duermen por "mueren". Ved que el Esposo ha de venir, y
todos se levantarán, pero no todos entrarán, pues faltarán las obras a las
vírgenes necias al carecer del óleo en la conciencia, y no encontrarán a
quienes compren lo que solían venderles los aduladores. Las que se mofan, no
las que envidian, dice: Id, compradlo para vosotras. Se lo habían pedido
las necias a las prudentes, diciéndoles: Dadnos aceite, pues nuestras teas
nupciales se apagan. ¿Y qué les dijeron las sabias? Id más bien a los
que lo venden y compradlo para vosotras, no sea que no haya bastante para
nosotras y vosotras.
Esto era lo que había de amonestarse:
"¿De qué os aprovechan ahora aquellos de quienes acostumbrabais a comprar
la adulación?" Y mientras ellas fueron a comprarlo, entraron las
prudentes y se cerró la puerta. Cuando se alejan con el corazón, cuando se
ejecutan tales cosas, cuando se apartan de la recta intención y, volviéndose
atrás, recuerdan las cosas pasadas, se encaminan a los vendedores; pero
entonces no encuentran a los protectores, no encuentran a sus loadores, por
quienes acostumbraban a ser alabados y como a ser excitados a las buenas obras,
no por la solidez de la buena conciencia, sino por el incentivo de la lengua
ajena.
12. Lo que se consignó: No sea que no
tengamos bastante nosotras, se dijo con gran reconocimiento de humildad,
pues el óleo que llevamos en nuestra conciencia es el juicio que tenemos de
nosotros, y es difícil que alguno juzgue perfectamente de sí mismo (…) Pero
¿quién se gloriará de tener puro el corazón? ¿Quién se gloriará de estar limpio
de pecado? Pues ¿qué dice la Escritura? Se hará juicio sin misericordia a
quien no hizo misericordia. Por tanto, por mucho que progreses, has de
esperar en la misericordia. Pues, si se aplica la justicia sin misericordia, en
cualquiera parte encontrarás algo que condenar.
¿Con qué nos consuela la Escritura?
Con lo que nos exhorta a hacer misericordia, para que crezcamos dando lo que
nos sobra. Tenemos muchas cosas superfluas si las tenemos como innecesarias,
puesto que, si buscamos las frívolas, nada nos basta. Hermanos, reclamad, pedid
lo suficiente para la obra de Dios, no lo que llene vuestra codicia. Vuestra
codicia no es obra de Dios.
Pedid las cosas que bastan, y veréis
qué pocas son. A la viuda le bastaron dos ochavos para obrar la misericordia;
le bastaron dos ochavos para comprar el reino de Dios.
Para equipar tantas veces a los
gladiadores, ¿qué le basta al empresario? Ved que no sólo son pocas las cosas
que os bastan, sino que ni el mismo Dios exige muchas de vosotros. Reclama
cuanto te dio, y de ello toma cuanto te basta; las demás cosas que como
superfluas tienes arrinconadas, son necesarias para otros. Las cosas superfluas de los ricos
son las necesarias de los pobres. Se poseen bienes ajenos cuando se poseen
bienes superfluos.
Por
esta razón:
Esta
parábola de las diez vírgenes insiste en la necesidad de la vigilancia para
todos. Los detalles ponen de manifiesto lo inesperado de la llegada del esposo
(media noche) y la importancia que tiene esta vigilancia y espera, por esta
razón las jóvenes descuidadas no son admitidas al banquete: “¡Señor, Señor, ábrenos! Pero él les
contestó: Les aseguro que no las conozco” (Mt 25,11-12; Cfr Mt 7,21-23; Lc 12,40;
13,25; Mt 24,42; 25,13; Cfr. Mc 13,33.35) Quien no está preparado se
encuentra con las puertas cerradas, porque no ha practicado la misericordia, su
fe ha estado alejado de las obras (Cfr. Mt 25,31-46; St 2,14-26)[3].
“La alegría de una virgen de Cristo es de
Cristo, en Cristo, con Cristo, en pos de Cristo, por Cristo y para Cristo. (San
Agustín. De Sanc. Virg. 27,27).

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