Jn 2,13-25[1]
Señor, enséñame lo que
debo enseñar. Enséñame lo que sobre todo debo conocer y contemplar. (San
Agustín. Carta 166,10).
Los discípulos de Jesucristo son testigos de la
experiencia de la Resurrección,
acontecimiento pascual y pos-pascual que rompe con todo tipo de actos de piedad
y de fe sin coherencia y sin formación bíblica-litúrgica, que va lesionando la festividad litúrgica -
cultual del Resucitado. Por esta razón, los discípulos han de hacer creíble el
mensaje Kerygmático pascual de la Resurrección.
Como discípulos nos formamos desde cuatro pilares que sostienen, la escuela del
discipulado: 1) Pedagogía de
la Palabra; 2) Pedagogía de
la Fe; 3) Pedagogía de la
oración; 4) Pedagogía del
perdón-corrección fraterna-reconciliación-conversión. Pilares que forjan la
espiritualidad cristiana de la comunidad de discípulos, testigos del
Resucitado: “Esta firme decisión debe impregnar
todas la estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis,
parroquias, comunidades religiosas, movimientos de cualquier institución de la
Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas
sus fuerzas, con los procesos constantes de renovación misionera, y de
abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe”
(DA 365).
Desde esta experiencia pascual potenciamos
criterios pastorales, catequéticos, cultuales y litúrgicas que renueven la
relación con Dios. No podemos seguir quedándonos en un culto vacío, anclados en
el pasado, en el templo antiguo, sino que debemos vivir desde el acontecimiento
pascual: Cristo es la nueva casa de Dios, es casa de Oración, es casa de
Encuentro: “Porque donde están dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20; Cfr. Jn
15,7-8).
Jesucristo, no solo invita a un encuentro
espiritual, sino a una conversión decidida, renovada, es una conversión total a
Dios: de la Persona, del Culto, de la Liturgia, del Templo, el cambio se da
desde el camino de la Resurrección, es el camino de vida de los discípulos y de
la Iglesia. Jesucristo es la oración cultual cristiana, es el acto sublime de
la redención amorosa de Dios a la humanidad: "En el acto redentor, la historia del hombre ha alcanzado su
cumbre en el designio de amor de Dios. Dios ha entrado en la historia de la
humanidad y en cuanto hombre, se ha convertido en sujeto suyo, -de esa
historia- uno de los millones y millones, y al mismo tiempo único" (Juan
Pablo II. RH 1).
Esta acción redentora existía desde el principio
(Jn 1,1) puso su tienda (morada) entre nosotros (Jn 1,14) pero la rechazamos,
la despreciamos (Jn 1,10) por vivir aferrados al espiritualismo del templo
antiguo. Hoy al igual que las
autoridades religiosas judías, no se entiende que “la gracia y la verdad nos
han llegado por Jesucristo” (Jn 1,17) Los discípulos lo comprendieron después
de la resurrección: “Cuando fue levantado
de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de esto que había dicho, y
creyeron en la escrituras y en las palabras que había pronunciado Jesús” (Jn
2,22).
Nosotros aún seguimos sin entender; no
comprendemos, ni experimentamos a Jesucristo como el nuevo Templo de Dios, por
este pequeño detalle, lo hemos convertido en casa de comercio, de intercambio y
de condena. El templo se levantaba como símbolo del poder religioso y político.
Allí centraban la identidad del pueblo
con la Alianza, desde el cumplimiento riguroso de la ley, de los 248 preceptos
y de las 365 prohibiciones. El Templo también es símbolo de la marginación y
explotación del pobre, se validaba la ley de Talión, se permitía lapidar a las
mujeres sorprendidas en adulterios, se condenaba a los publicanos y
prostitutas, se permitía el repudio a las mujeres comprometidas en matrimonio,
se marginaba a los leprosos, a los enfermos y a las viudas.
Según el evangelio de Juan, la purificación del
templo se da en el contexto de la pascua, la Pascua es símbolo de liberación
(Cfr. Jn 2,13). Jesús en continuidad con el profetismo de Israel, invita a
salir de la hipocresía, la mentira, en el que habían convertido el proceder de
Dios y el templo. Él con el poder que
tiene, el de la Palabra, purifica e invita para que el nuevo templo, el de la Resurrección sea un espacio Espiritual, de
Oración, de Conversión, de Perdón, de
Poner la otra mejilla frente a las ofensas, de no Condenar, de no Juzgar, de
Rescatar a los enfermos, de Resaltar la conversión de los pecadores, de
Concebir a Dios como Padre.
Hoy es necesario purificar la concepción de templo,
de culto; porque el Templo, el Culto es el Cuerpo de Cristo y su Iglesia. El
templo es para Jesús la casa del Padre, es la casa de oración (Mt, 21, 12-17;
Jn 2,13-17; Is 56,7; Jr 7,11). Con la resurrección de Jesús se cambia la
concepción del templo de piedra, se da paso a la iglesia naciente del
Resucitado como Templo de Dios que purificado de todo tipo de culto vacío, de
comercio, de condena, pasando a una iglesia de resurrección de
misericordia, porque ya somos templos donde habita el Espíritu Santo:
Que nadie diga, pues: «He recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablo las
lenguas de todos los pueblos?». Si queréis poseer el Espíritu Santo, prestad
atención, hermanos míos. Nuestro espíritu, gracias al cual vive todo hombre, se
llama alma, y ya veis cuál es la función del alma respecto al cuerpo. Da vigor
a todos los miembros; ella ve por los ojos, oye por los oídos, huele por las
narices, habla por la lengua, obra mediante las manos y camina mediante los
pies; está presente en todos los miembros al mismo tiempo para mantenerlos en
vida; da vida a todos y a cada uno su función.
No oye el ojo, ni ve el oído ni la lengua, ni habla el oído o el ojo; pero,
con todo, viven: vive el oído, vive la lengua: son diversas las funciones, pero
una misma la vida. Así es la Iglesia de Dios: en unos santos hace milagros, en
otros proclama la verdad, en otros guarda la virginidad, en otros la castidad
conyugal; en unos una cosa y en otros otra; cada uno realiza su función propia,
pero todos viven la misma vida. Lo que es el alma respecto al cuerpo del
hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la
Iglesia.
El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los
miembros de un único cuerpo. Más ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que
cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un
cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el
alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo, vivía; una vez
cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico
mientras vive en el cuerpo; hacerse hereje equivale a ser amputado, y el
espíritu no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida
del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad
para llegar a la eternidad. ( San Agustín. Serm 267,4).
Por esta razón, se da espacio a un culto en “Espíritu y Verdad” (Jn 4,23) nacido de
la experiencia de la Resurrección: “Destruiré
este santuario y en tres días lo levantaré” (Jn 2,19; Cfr. Mt 24,1-3; Lc
21, 5-7; Mc 13,1-2). El gesto de Jesús es de un profeta que siente celos por su
misión: “El celo por tu casa me devorará”
(Jn 2,17; Cfr. Sal 69,10) porque: “Mi
casa será llamada casa de oración para todas las gentes” (Mc 11,13; Mt
21,13; Lc 19,45; Is 56.7).
A modo de conclusión:
San Agustín. Serm 268,2- 4
2. Quien tiene el
Espíritu Santo está dentro de la Iglesia que habla las lenguas de todos.
Quienquiera que se halle fuera de ella, carece del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo se dignó manifestarse en las lenguas de todos los pueblos para que el que
se mantiene en la unidad de la Iglesia, que habla en todos los idiomas,
comprenda que posee el Espíritu. Un solo cuerpo -dice el apóstol Pablo-;
un solo cuerpo y un solo Espíritu. Considerad nuestros miembros. El
cuerpo consta de muchos miembros, y un único espíritu aporta vida a todos
ellos. Ved que, gracias al alma humana por la que yo mismo soy hombre, mantengo
unidos todos los miembros. Mando a los miembros que se muevan, aplico los ojos
para que vean, los oídos para que oigan, la lengua para que hable, las manos
para que actúen y los pies para que caminen. Las funciones de los miembros son
diferentes, pero un único espíritu unifica todo.
Muchas son las
órdenes, muchas las acciones, pero uno solo quien da órdenes y uno solo al que
se le obedece. Lo que es nuestro espíritu, esto es, nuestra alma, respecto a
nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo respecto a los miembros de
Cristo, al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por eso, el Apóstol, al
mencionar un solo cuerpo, para que no pensásemos en uno muerto, dijo: Un
solo cuerpo.Pero te suplico: -¿Este cuerpo está vivo? -Sí, vive. -¿De dónde
recibe la vida? -De un único espíritu. Y un solo Espíritu.Centrad, pues,
hermanos, la atención en nuestro cuerpo y doleos de los que se desgajan de la
Iglesia.
Cada uno de
nuestros miembros realiza sus funciones mientras estamos con vida, mientras nos
mantenemos sanos; si uno sufre por cualquier causa, todos los miembros sufren
con él. Con todo, puesto que está en el cuerpo, puede sentir dolor, pero no
puede expirar. ¿Qué es, pues, expirar sino perder el espíritu? Y ahora, si un
miembro se separa del cuerpo, ¿le sigue, acaso, el espíritu? Se reconoce el
miembro de que se trata: es un dedo, una mano, un brazo, una oreja; fuera del
cuerpo tiene solamente la forma, pero no la vida. Lo mismo sucede al hombre
separado de la Iglesia. Buscas en él el sacramento, y lo encuentras; buscas el
bautismo, y lo encuentras; buscas el símbolo, y lo encuentras. Es la forma
exterior; pero, si el espíritu no te vigoriza interiormente, en vano te glorías
externamente del rito.
3. Amadísimos, mucho nos insiste Dios en la
unidad. Tiene que haceros pensar el que, al principio de la creación, cuando
Dios realizó todas las cosas, cuando creó los astros en el firmamento, y en la
tierra las hierbas y los árboles, dijo: Produzca la tierra, y
aparecieron los árboles y cuanto verdea; dijo: Produzcan las aguas los peces
y las aves, y así se hizo; Produzca la tierra el alma viviente de todos
los animales domésticos y fieras salvajes, y así acaeció. ¿Hizo Dios,
acaso, de una sola ave todas las demás; de un solo pez, de un solo caballo y de
una sola fiera los restantes peces, caballos y fieras salvajes? ¿No produjo,
por ventura, la tierra abundantes cosas al mismo tiempo y empreñó muchos seres
con múltiples fetos?
Pero llegó a la
creación del hombre y creó uno solo, y de ese uno, todo el género humano. Ni
siquiera quiso hacer dos, varón y mujer, por separado, sino uno solo, y de ese
primer hombre hacer una sola mujer. ¿Por qué así? ¿Por qué el género humano
toma comienzo de un solo hombre sino porque así se intima la unidad al género
humano? También Cristo el Señor nació de sólo una mujer, pues la unidad es
virginal: conserva la virginidad, mantiene la incorrupción.
4. El Señor mismo
encarece la unidad de la Iglesia a los apóstoles. Se les aparece, ellos creen
estar viendo un espíritu, se asustan, se les asegura de lo contrario y se les
dice: ¿Por qué estáis turbados y suben esos pensamientos a vuestro corazón?
Ved mis manos; palpad y ved que un espíritu no tiene huesos ni carne, como veis
que tengo yo.
Ved que, mientras
ellos estaban todavía turbados por la alegría, toma alimento; no porque lo
necesitase, sino porque así lo quiso; lo toma en presencia de ellos; contra los
im?píos, les encarece la verdad de su cuerpo y la unidad de la Iglesia. ¿Qué
les dice, pues? ¿No son éstas las cosas de que os hablé cuando estaba
todavía con vosotros, a saber, que convenía que se cumpliese cuanto está
escrito sobre mí en la ley, en los profetas y en los salmos? Entonces les abrió
la inteligencia -dice el evangelio- para que comprendiesen las
Escrituras. Y les dijo: Así está escrito: convenía que Cristo padeciera
y resucitase de entre los muertos al tercer día.
He aquí nuestra
cabeza, he aquí la cabeza: ¿dónde están los miembros? He aquí al esposo: ¿dónde
está la esposa? Lee las tablas matrimoniales; escucha al esposo. ¿Buscas la
esposa? Escúchalo a él: nadie le quita la suya, nadie le introduce una extraña.
Escucha lo que te diga él. ¿Dónde buscas a Cristo? ¿En las fábulas humanas o en
la verdad de los evangelios? Padeció, resucitó al tercer día, se manifestó a
sus discípulos. Ya lo tenemos a él. ¿Dónde la buscamos a ella? Preguntémoselo a
él: Convenía que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al
tercer día.
Esto ya ocurrió,
ya está a la vista. Dinos, Señor; dínoslo tú, Señor, para que no nos
equivoquemos: Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de
los pecados por todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Comenzó por
Jerusalén y llegó hasta nosotros. Está tanto allí como aquí, pues para venir
hasta nosotros no se alejó de allí; se trata de expansión, no de migración.
Esto lo intimó luego después de su resurrección. Vivió con ellos cuarenta días;
a punto de subir al cielo, nos encomendó la Iglesia otra vez. El esposo, listo
para emprender el viaje, confió su esposa a sus amigos, no para que entregue su
amor a alguno de ellos, sino para que siga amándolo a él como a esposo, y a
ellos como a amigos del esposo, pero a ninguno de ellos como a esposo. De esto
se preocupan con celo los amigos del esposo, y no permiten que pierda su
virginidad en aras de un amor lascivo. Un amor de este estilo sería odio.
Considerad ahora
al celoso amigo del esposo: cuando ve que la esposa se entrega, por así decir,
a la fornicación en brazos de los amigos del esposo, dice: Oigo decir que
hay cismas entre vosotros, y en parte lo creo. Los de Cloe me han
comunicado, hermanos, que hay entre vosotros discordias y que cada uno de
vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo.
¿Está dividido Cristo? ¿Acaso ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis
sido bautizados en el nombre de Pablo? ¡Oh amigo! Él rechaza de sí el amor
de una esposa que no es suya. No quiere ser amado como si fuera el esposo, para
poder reinar con el esposo. Se nos ha confiado, pues, la Iglesia.
También, cuando
ascendió al cielo, les dijo a quienes le preguntaban acerca del fin del mundo: Dinos
cuándo sucederán estas cosas y cuál será el momento de tu venida. Él
respondió: No os corresponde a vosotros conocer el momento, que el Padre se
ha reservado en su poder. Escucha lo que te enseña el maestro, ¡oh
discípulo!: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre
vosotros. Y así sucedió: a los cuarenta días ascendió al cielo, y he aquí
que hoy, con la llegada del Espíritu Santo, que los llenó a todos, hablan las
lenguas de todos los pueblos. Una vez más se nos encarece la unidad mediante
las lenguas de todos los pueblos. Nos la encarece el Señor al resucitar, Cristo
al ascender al cielo, y la confirma hoy el Espíritu Santo que viene.
Conclusión 2
En el nuevo templo los grupos pastorales han de:
A.
Seguir
este itinerario: 1) Orar juntos; 2) Leer, Reflexionar, Vivir desde la Palabra
de Dios; 3) Formarse en la fe, 4)
Meditar los documentos de la Iglesia; 5) Revisar la vida; 6) Crear comunidad.
B.
Renovarse en la pastoral catequética y
litúrgica, desde la: 1) Formación bíblica; 2) Acción salvadora del Padre en la
historia; 3) El conocimiento-Seguimiento de Jesús y su anuncio Kerygmático; 4)
Acción del Espíritu en la vida; 5) Acción de la Iglesia.
C.
Seguir una catequesis socio-antropológica
–orientada a la comunidad-familia- catecumenal, en su realidad histórica y
situacional.
Conclusión
3
La tentación del mercado
Además de este
sentido cristológico, el evangelio de hoy contiene una importante nota moral.
Jesús quiere que tanto nuestro cuerpo como el cuerpo mismo de la Iglesia sean
reconocidos como morada de Dios:
·
“No
convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En una cultura marcada por la
frivolidad, es bueno recordar que nuestro cuerpo y el de los demás es morada de
Dios. El respeto al cuerpo es un deber que brota de la fe bautismal.
·
“No
convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En un mundo afectado por el
interés, conviene tener presente que también el mundo creado ha de ser
respetado como casa de Dios y casa del hombre. La ecología y la ecoética son
impensables si se pierde la esperanza en el futuro.
·
“No
convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En un mundo señalado por el
individualismo, es necesario redescubrir el valor de la comunidad. La Iglesia
es el lugar donde se nos revela Dios. Y nada puede hacerle perder ese carácter
sagrado[2].
Conclusión 4
El porqué de
la fiesta: Basílica significa "Casa del
Rey".
En la Iglesia Católica se le da
el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente se
puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les
concede ese honor especial. En cada país hay algunos. La primera Basílica que
hubo en la religión Católica fue la de Letrán, cuya consagración celebramos en
este día. Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre,
Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió
a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice
el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en templo y
consagró el 9 de noviembre del año 324.
Esta basílica es la Catedral del
Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su
frontis tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la
ciudad y del mundo".
Se le llama Basílica del Divino
Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen
del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. En recuerdo
de ese hecho se le puso ese nuevo nombre. Se llama también Basílica de San Juan
(de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan Bautista y
la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de la
parroquia de San Juan.
Durante mil años, desde el año
324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en
Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de Letrán",
fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco Concilios (o
reuniones de los obispos de todo el mundo). En este palacio se celebró en 1929
el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia (Tratado de
Letrán). Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a vivir al
Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea el
Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad[3].
Razón de esta Celebración
Según una tradición que arranca del siglo XII, se celebra el día de hoy el aniversario de la dedicación de la basílica construida por el emperador Constantino en el Laterano. La Basílica de Letrán es la iglesia-madre de Roma, dedicada primero al Salvador y después también a San Juan Bautista. Esta celebración fue primero una fiesta de la ciudad de Roma; más tarde se extendió a toda la Iglesia de rito romano, con el fin de honrar aquella basílica, que es llamada «madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe», en señal de amor y de unidad para con la cátedra de Pedro que, como escribió san Ignacio de Antioquía, «preside a todos los congregados en la caridad».
El Templo es, en primer lugar, el corazón del hombre
que ha acogido Su Palabra.
"vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) Pablo escribe:
"¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Esta
verdad no contradice la importancia de honrar el templo hecho de piedra. Aunque
rezar en casa debe ser una práctica diaria, no es suficiente. Jesús quiso salvarnos del pecado, no por
separado, sino unidos como un pueblo.
Por eso instituyó la Iglesia. Esta se congrega en el templo[4].
¿En qué consistió la venida
misma del Espíritu Santo? ¿Qué obró? ¿Cómo mostró su presencia? ¿De qué se sirvió
para manifestarla? Todos hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Estaban
reunidos en un lugar ciento veinte personas, número sagrado que resulta de
multiplicar por diez el número de los apóstoles. ¿Cómo sucedió, pues? ¿Cada uno
de aquellos sobre los que vino el Espíritu Santo hablaba una de las lenguas,
unos una y otros otra, como repartiendo entre ellos las de todos los pueblos?
La realidad fue distinta: cada hombre, un solo hombre, hablaba las lenguas de
todos los pueblos. Un solo hombre hablaba las de todos los pueblos: he aquí
simbolizada la unidad de la Iglesia en los idiomas de todas las naciones.
También aquí se nos intima la unidad de la Iglesia católica difusa por todo el
orbe. (San Agustín. Serm 268,1).
[1]
Texto corresponde a “El celo por tu casa me devora” Elaborado en Marzo 11 de
2012 y revisado el 9 de Noviembre de 2014. Dom 32 del tiempo Ordinario en la
Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán.
[2] http://somos.vicencianos.org/comentarios/2014/11/04/dedicacion-de-la-basilica-de-letran-reflexion-de-jose-roman-flecha/.
[3]
https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=624

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