domingo, noviembre 09, 2014

"DESTRUIRÉ ESTE TEMPLO, Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ"

Jn 2,13-25[1]
 
Señor, enséñame lo que debo enseñar. Enséñame lo que sobre todo debo conocer y contemplar. (San Agustín. Carta 166,10). 

Los discípulos de Jesucristo son testigos de la experiencia de la  Resurrección, acontecimiento pascual y pos-pascual que rompe con todo tipo de actos de piedad y de fe sin coherencia y sin formación bíblica-litúrgica,  que va lesionando la festividad litúrgica - cultual del Resucitado. Por esta razón, los discípulos han de hacer creíble el mensaje Kerygmático pascual de la Resurrección.

Como discípulos nos formamos desde  cuatro pilares que sostienen, la escuela del discipulado: 1) Pedagogía de la Palabra; 2) Pedagogía de la Fe; 3) Pedagogía de la oración; 4) Pedagogía del perdón-corrección fraterna-reconciliación-conversión. Pilares que forjan la espiritualidad cristiana de la comunidad de discípulos, testigos del Resucitado: “Esta firme decisión debe impregnar todas la estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, con los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (DA 365).

Desde esta experiencia pascual potenciamos criterios pastorales, catequéticos, cultuales y litúrgicas que renueven la relación con Dios. No podemos seguir quedándonos en un culto vacío, anclados en el pasado, en el templo antiguo, sino que debemos vivir desde el acontecimiento pascual: Cristo es la nueva casa de Dios, es casa de Oración, es casa de Encuentro: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20; Cfr. Jn 15,7-8).

Jesucristo, no solo invita a un encuentro espiritual, sino a una conversión decidida, renovada, es una conversión total a Dios: de la Persona, del Culto, de la Liturgia, del Templo, el cambio se da desde el camino de la Resurrección, es el camino de vida de los discípulos y de la Iglesia. Jesucristo es la oración cultual cristiana, es el acto sublime de la redención amorosa de Dios a la humanidad: "En el acto redentor, la historia del hombre ha alcanzado su cumbre en el designio de amor de Dios. Dios ha entrado en la historia de la humanidad y en cuanto hombre, se ha convertido en sujeto suyo, -de esa historia- uno de los millones y millones, y al mismo tiempo único" (Juan Pablo II. RH 1).

Esta acción redentora existía desde el principio (Jn 1,1) puso su tienda (morada) entre nosotros (Jn 1,14) pero la rechazamos, la despreciamos (Jn 1,10) por vivir aferrados al espiritualismo del templo antiguo. Hoy al igual que  las autoridades religiosas judías, no se entiende que “la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1,17) Los discípulos lo comprendieron después de la resurrección: “Cuando fue levantado de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de esto que había dicho, y creyeron en la escrituras y en las palabras que había pronunciado Jesús” (Jn 2,22)

Nosotros aún seguimos sin entender; no comprendemos, ni experimentamos a Jesucristo como el nuevo Templo de Dios, por este pequeño detalle, lo hemos convertido en casa de comercio, de intercambio y de condena. El templo se levantaba como símbolo del poder religioso y político. Allí  centraban la identidad del pueblo con la Alianza, desde el cumplimiento riguroso de la ley, de los 248 preceptos y de las 365 prohibiciones. El Templo también es símbolo de la marginación y explotación del pobre, se validaba la ley de Talión, se permitía lapidar a las mujeres sorprendidas en adulterios, se condenaba a los publicanos y prostitutas, se permitía el repudio a las mujeres comprometidas en matrimonio, se marginaba a los leprosos, a los enfermos y a las viudas.

Según el evangelio de Juan, la purificación del templo se da en el contexto de la pascua, la Pascua es símbolo de liberación (Cfr. Jn 2,13). Jesús en continuidad con el profetismo de Israel, invita a salir de la hipocresía, la mentira, en el que habían convertido el proceder de Dios y el templo. Él  con el poder que tiene, el de la Palabra, purifica e invita para que el nuevo templo, el de la  Resurrección sea un espacio Espiritual, de Oración, de Conversión,  de Perdón, de Poner la otra mejilla frente a las ofensas, de no Condenar, de no Juzgar, de Rescatar a los enfermos, de Resaltar la conversión de los pecadores, de Concebir a Dios como Padre.

Hoy es necesario purificar la concepción de templo, de culto; porque el Templo, el Culto es el Cuerpo de Cristo y su Iglesia. El templo es para Jesús la casa del Padre, es la casa de oración (Mt, 21, 12-17; Jn 2,13-17; Is 56,7; Jr 7,11). Con la resurrección de Jesús se cambia la concepción del templo de piedra, se da paso a la iglesia naciente del Resucitado como Templo de Dios que purificado de todo tipo de culto vacío, de comercio, de condena, pasando a una iglesia de resurrección de misericordia,  porque ya  somos templos donde habita el Espíritu Santo: 

Que nadie diga, pues: «He recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablo las lenguas de todos los pueblos?». Si queréis poseer el Espíritu Santo, prestad atención, hermanos míos. Nuestro espíritu, gracias al cual vive todo hombre, se llama alma, y ya veis cuál es la función del alma respecto al cuerpo. Da vigor a todos los miembros; ella ve por los ojos, oye por los oídos, huele por las narices, habla por la lengua, obra mediante las manos y camina mediante los pies; está presente en todos los miembros al mismo tiempo para mantenerlos en vida; da vida a todos y a cada uno su función.

No oye el ojo, ni ve el oído ni la lengua, ni habla el oído o el ojo; pero, con todo, viven: vive el oído, vive la lengua: son diversas las funciones, pero una misma la vida. Así es la Iglesia de Dios: en unos santos hace milagros, en otros proclama la verdad, en otros guarda la virginidad, en otros la castidad conyugal; en unos una cosa y en otros otra; cada uno realiza su función propia, pero todos viven la misma vida. Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Más ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo, vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; hacerse hereje equivale a ser amputado, y el espíritu no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. ( San Agustín. Serm 267,4).

Por esta razón, se da espacio a un culto en “Espíritu y Verdad” (Jn 4,23) nacido de la experiencia de la Resurrección: “Destruiré este santuario y en tres días lo levantaré” (Jn 2,19; Cfr. Mt 24,1-3; Lc 21, 5-7; Mc 13,1-2). El gesto de Jesús es de un profeta que siente celos por su misión: “El celo por tu casa me devorará” (Jn 2,17; Cfr. Sal 69,10) porque: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes” (Mc 11,13; Mt 21,13; Lc 19,45; Is 56.7).  

A modo de conclusión: 

San Agustín. Serm 268,2- 4

2. Quien tiene el Espíritu Santo está dentro de la Iglesia que habla las lenguas de todos. Quienquiera que se halle fuera de ella, carece del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se dignó manifestarse en las lenguas de todos los pueblos para que el que se mantiene en la unidad de la Iglesia, que habla en todos los idiomas, comprenda que posee el Espíritu. Un solo cuerpo -dice el apóstol Pablo-; un solo cuerpo y un solo Espíritu. Considerad nuestros miembros. El cuerpo consta de muchos miembros, y un único espíritu aporta vida a todos ellos. Ved que, gracias al alma humana por la que yo mismo soy hombre, mantengo unidos todos los miembros. Mando a los miembros que se muevan, aplico los ojos para que vean, los oídos para que oigan, la lengua para que hable, las manos para que actúen y los pies para que caminen. Las funciones de los miembros son diferentes, pero un único espíritu unifica todo.

Muchas son las órdenes, muchas las acciones, pero uno solo quien da órdenes y uno solo al que se le obedece. Lo que es nuestro espíritu, esto es, nuestra alma, respecto a nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo respecto a los miembros de Cristo, al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por eso, el Apóstol, al mencionar un solo cuerpo, para que no pensásemos en uno muerto, dijo: Un solo cuerpo.Pero te suplico: -¿Este cuerpo está vivo? -Sí, vive. -¿De dónde recibe la vida? -De un único espíritu. Y un solo Espíritu.Centrad, pues, hermanos, la atención en nuestro cuerpo y doleos de los que se desgajan de la Iglesia.

Cada uno de nuestros miembros realiza sus funciones mientras estamos con vida, mientras nos mantenemos sanos; si uno sufre por cualquier causa, todos los miembros sufren con él. Con todo, puesto que está en el cuerpo, puede sentir dolor, pero no puede expirar. ¿Qué es, pues, expirar sino perder el espíritu? Y ahora, si un miembro se separa del cuerpo, ¿le sigue, acaso, el espíritu? Se reconoce el miembro de que se trata: es un dedo, una mano, un brazo, una oreja; fuera del cuerpo tiene solamente la forma, pero no la vida. Lo mismo sucede al hombre separado de la Iglesia. Buscas en él el sacramento, y lo encuentras; buscas el bautismo, y lo encuentras; buscas el símbolo, y lo encuentras. Es la forma exterior; pero, si el espíritu no te vigoriza interiormente, en vano te glorías externamente del rito. 

3.  Amadísimos, mucho nos insiste Dios en la unidad. Tiene que haceros pensar el que, al principio de la creación, cuando Dios realizó todas las cosas, cuando creó los astros en el firmamento, y en la tierra las hierbas y los árboles, dijo: Produzca la tierra, y aparecieron los árboles y cuanto verdea; dijo: Produzcan las aguas los peces y las aves, y así se hizo; Produzca la tierra el alma viviente de todos los animales domésticos y fieras salvajes, y así acaeció. ¿Hizo Dios, acaso, de una sola ave todas las demás; de un solo pez, de un solo caballo y de una sola fiera los restantes peces, caballos y fieras salvajes? ¿No produjo, por ventura, la tierra abundantes cosas al mismo tiempo y empreñó muchos seres con múltiples fetos?

Pero llegó a la creación del hombre y creó uno solo, y de ese uno, todo el género humano. Ni siquiera quiso hacer dos, varón y mujer, por separado, sino uno solo, y de ese primer hombre hacer una sola mujer. ¿Por qué así? ¿Por qué el género humano toma comienzo de un solo hombre sino porque así se intima la unidad al género humano? También Cristo el Señor nació de sólo una mujer, pues la unidad es virginal: conserva la virginidad, mantiene la incorrupción.

4. El Señor mismo encarece la unidad de la Iglesia a los apóstoles. Se les aparece, ellos creen estar viendo un espíritu, se asustan, se les asegura de lo contrario y se les dice: ¿Por qué estáis turbados y suben esos pensamientos a vuestro corazón? Ved mis manos; palpad y ved que un espíritu no tiene huesos ni carne, como veis que tengo yo.

Ved que, mientras ellos estaban todavía turbados por la alegría, toma alimento; no porque lo necesitase, sino porque así lo quiso; lo toma en presencia de ellos; contra los im?píos, les encarece la verdad de su cuerpo y la unidad de la Iglesia. ¿Qué les dice, pues? ¿No son éstas las cosas de que os hablé cuando estaba todavía con vosotros, a saber, que convenía que se cumpliese cuanto está escrito sobre mí en la ley, en los profetas y en los salmos? Entonces les abrió la inteligencia -dice el evangelio- para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: Así está escrito: convenía que Cristo padeciera y resucitase de entre los muertos al tercer día.

He aquí nuestra cabeza, he aquí la cabeza: ¿dónde están los miembros? He aquí al esposo: ¿dónde está la esposa? Lee las tablas matrimoniales; escucha al esposo. ¿Buscas la esposa? Escúchalo a él: nadie le quita la suya, nadie le introduce una extraña. Escucha lo que te diga él. ¿Dónde buscas a Cristo? ¿En las fábulas humanas o en la verdad de los evangelios? Padeció, resucitó al tercer día, se manifestó a sus discípulos. Ya lo tenemos a él. ¿Dónde la buscamos a ella? Preguntémoselo a él: Convenía que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día.

Esto ya ocurrió, ya está a la vista. Dinos, Señor; dínoslo tú, Señor, para que no nos equivoquemos: Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados por todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Comenzó por Jerusalén y llegó hasta nosotros. Está tanto allí como aquí, pues para venir hasta nosotros no se alejó de allí; se trata de expansión, no de migración. Esto lo intimó luego después de su resurrección. Vivió con ellos cuarenta días; a punto de subir al cielo, nos encomendó la Iglesia otra vez. El esposo, listo para emprender el viaje, confió su esposa a sus amigos, no para que entregue su amor a alguno de ellos, sino para que siga amándolo a él como a esposo, y a ellos como a amigos del esposo, pero a ninguno de ellos como a esposo. De esto se preocupan con celo los amigos del esposo, y no permiten que pierda su virginidad en aras de un amor lascivo. Un amor de este estilo sería odio.

Considerad ahora al celoso amigo del esposo: cuando ve que la esposa se entrega, por así decir, a la fornicación en brazos de los amigos del esposo, dice: Oigo decir que hay cismas entre vosotros, y en parte lo creo. Los de Cloe me han comunicado, hermanos, que hay entre vosotros discordias y que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? ¡Oh amigo! Él rechaza de sí el amor de una esposa que no es suya. No quiere ser amado como si fuera el esposo, para poder reinar con el esposo. Se nos ha confiado, pues, la Iglesia.

También, cuando ascendió al cielo, les dijo a quienes le preguntaban acerca del fin del mundo: Dinos cuándo sucederán estas cosas y cuál será el momento de tu venida. Él respondió: No os corresponde a vosotros conocer el momento, que el Padre se ha reservado en su poder. Escucha lo que te enseña el maestro, ¡oh discípulo!: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros. Y así sucedió: a los cuarenta días ascendió al cielo, y he aquí que hoy, con la llegada del Espíritu Santo, que los llenó a todos, hablan las lenguas de todos los pueblos. Una vez más se nos encarece la unidad mediante las lenguas de todos los pueblos. Nos la encarece el Señor al resucitar, Cristo al ascender al cielo, y la confirma hoy el Espíritu Santo que viene. 

Conclusión 2

En el nuevo templo los grupos pastorales  han de:
 
A.     Seguir este itinerario: 1) Orar juntos; 2) Leer, Reflexionar, Vivir desde la Palabra de Dios; 3) Formarse en la fe,   4) Meditar los documentos de la Iglesia; 5) Revisar la vida; 6) Crear  comunidad.
B.     Renovarse en la pastoral catequética y litúrgica, desde la: 1) Formación bíblica; 2) Acción salvadora del Padre en la historia; 3) El conocimiento-Seguimiento de Jesús y su anuncio Kerygmático; 4) Acción del Espíritu en la vida; 5) Acción de la Iglesia.
C.     Seguir una catequesis socio-antropológica –orientada a la comunidad-familia- catecumenal, en su realidad histórica y situacional.   

Conclusión 3 

La tentación del mercado 

Además de este sentido cristológico, el evangelio de hoy contiene una importante nota moral. Jesús quiere que tanto nuestro cuerpo como el cuerpo mismo de la Iglesia sean reconocidos como morada de Dios:

·         “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En una cultura marcada por la frivolidad, es bueno recordar que nuestro cuerpo y el de los demás es morada de Dios. El respeto al cuerpo es un deber que brota de la fe bautismal.
·         “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En un mundo afectado por el interés, conviene tener presente que también el mundo creado ha de ser respetado como casa de Dios y casa del hombre. La ecología y la ecoética son impensables si se pierde la esperanza en el futuro.
·         “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. En un mundo señalado por el individualismo, es necesario redescubrir el valor de la comunidad. La Iglesia es el lugar donde se nos revela Dios. Y nada puede hacerle perder ese carácter sagrado[2] 

Conclusión 4 
El porqué de la fiesta: Basílica significa "Casa del Rey". 

En la Iglesia Católica se le da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente se puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les concede ese honor especial. En cada país hay algunos. La primera Basílica que hubo en la religión Católica fue la de Letrán, cuya consagración celebramos en este día. Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre, Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en templo y consagró el 9 de noviembre del año 324.
 
Esta basílica es la Catedral del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su frontis tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la ciudad y del mundo".

Se le llama Basílica del Divino Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. En recuerdo de ese hecho se le puso ese nuevo nombre. Se llama también Basílica de San Juan (de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan Bautista y la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de la parroquia de San Juan.

Durante mil años, desde el año 324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de Letrán", fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco Concilios (o reuniones de los obispos de todo el mundo). En este palacio se celebró en 1929 el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia (Tratado de Letrán). Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a vivir al Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea el Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad[3]. 

Razón de esta Celebración

Según una tradición que arranca del siglo XII, se celebra el día de hoy el aniversario de la dedicación de la basílica construida por el emperador Constantino en el Laterano. La Basílica de Letrán es la iglesia-madre de Roma, dedicada primero al Salvador y después también a San Juan Bautista.  Esta celebración fue primero una fiesta de la ciudad de Roma; más tarde se extendió a toda la Iglesia de rito romano, con el fin de honrar aquella basílica, que es llamada «madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe», en señal de amor y de unidad para con la cátedra de Pedro que, como escribió san Ignacio de Antioquía, «preside a todos los congregados en la caridad».

El Templo es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido Su Palabra. "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) Pablo escribe: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Esta verdad no contradice la importancia de honrar el templo hecho de piedra. Aunque rezar en casa debe ser una práctica diaria, no es suficiente.  Jesús quiso salvarnos del pecado, no por separado, sino unidos como un pueblo.  Por eso instituyó la Iglesia. Esta se congrega en el templo[4].  

¿En qué consistió la venida misma del Espíritu Santo? ¿Qué obró? ¿Cómo mostró su presencia? ¿De qué se sirvió para manifestarla? Todos hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Estaban reunidos en un lugar ciento veinte personas, número sagrado que resulta de multiplicar por diez el número de los apóstoles. ¿Cómo sucedió, pues? ¿Cada uno de aquellos sobre los que vino el Espíritu Santo hablaba una de las lenguas, unos una y otros otra, como repartiendo entre ellos las de todos los pueblos? La realidad fue distinta: cada hombre, un solo hombre, hablaba las lenguas de todos los pueblos. Un solo hombre hablaba las de todos los pueblos: he aquí simbolizada la unidad de la Iglesia en los idiomas de todas las naciones. También aquí se nos intima la unidad de la Iglesia católica difusa por todo el orbe. (San Agustín. Serm 268,1).


[1] Texto corresponde a “El celo por tu casa me devora” Elaborado en Marzo 11 de 2012 y revisado el 9 de Noviembre de 2014. Dom 32 del tiempo Ordinario en la Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán.

No hay comentarios: