Mt 21,33-45[1]
“Nadie entre en discusiones; la voluntad de Dios pide la
fe, no preguntas” (San Agustín. Serm. 318,1)
El pueblo de
Israel fue escogido por Dios como su pueblo, según la tradición bíblica (Cfr.
Lv 26,12; Ez 36,28; 37,27; Zac 8,8; 13,9; Jr 31,31-34) Este pueblo es
simbolizado con una viña, según la
tradición bíblica (Cfr. Is 5,1-7) Isaías lo representa por medio de una
parábola en forma de cantico, que probablemente se cantaban en las fiestas de
las enramadas (Cfr. Dt 16,13-15); pero a la vez es un reproche contra el pueblo
mismo, a causa de su infidelidad (Is 5,7)
El viñedo y la viña son imágenes frecuentes, que simbolizan al pueblo de
Israel (Cfr. Sal 80,8-12[9-13]; Is 5,1-7; 27,2-4; Jr 2,21; 12,10-11; 2R
9,17-24; Ct 4,4).
Mateo utiliza
esta parábola de Isaías para recrear la controversia de las autoridades
religiosas judías con Jesús enfatizando que ellos los elegidos de Dios han
despreciado a los profetas y las enseñanzas de Juan sobre la conversión y al
Hijo de Dios lo mataron y por esta razón, la viña será destinada a otro pueblo
que dé sus frutos y que pueda ser testigo del reinado de Dios a la manera de Jesús
Resucitado. Dios es el dueño de la viña, que envía mensajeros para llamar la
atención a los que se habían apartado de la alianza abandonando al amor
primero, pero también rechazaron al hijo y lo mataron, las autoridades judías
no se dejaron cultivar por Dios perdiendo la herencia que les correspondía, la
que ahora se le dará a otro pueblo.
San Agustín
nos ilustra en su reflexión sobre la viña:
En el santo Evangelio habéis
oído una parábola que se adecua al momento presente. Versa sobre los obreros de
la viña. Estamos en la época de la vendimia física; hay, sin embargo, otra
vendimia espiritual en la que Dios goza ante el fruto de su viña. Nosotros
damos culto a Dios, y Dios nos cultiva a nosotros. Pero nuestro culto a Dios no
es tal que con él le hagamos mejor, pues no le tributamos culto con el arado,
sino con la adoración. Él, en cambio, nos cultiva igual que un agricultor
cultiva a su campo.
Por tanto, el hecho de que él
nos cultive nos hace mejores, porque también el agricultor con el cultivo mejora
su campo. Y él busca en nosotros el fruto: que le demos culto a él. El cultivo
que él realiza en nosotros consiste en que no cesa de extirpar con su palabra
la mala semilla de nuestros corazones, de abrir nuestro corazón con su palabra
como con un arado, de plantar las semillas de los preceptos y de esperar el
fruto de la piedad. En efecto, si aceptamos en nuestro corazón este cultivo de
forma que le demos culto debidamente, no somos ingratos para con nuestro
agricultor, sino que le pagamos con el fruto que le agrada. Y este nuestro
fruto no le enriquece a él, pero a nosotros nos hace más dichosos. Ved y
escuchad que —como he dicho— Dios nos cultiva a nosotros. Que nosotros
tributamos culto a Dios no es necesario que os lo demuestre. En efecto, toda
persona tiene en la boca que los hombres dan culto a Dios. En cambio, que Dios
cultiva a los hombres es algo que casi asusta a quien lo oye, puesto que no es
habitual decir que Dios cultiva a los hombres, sino que los hombres dan culto a
Dios. Debo, pues, demostraros que también Dios cultiva a los hombres, no sea
que se piense que he empleado una palabra poco afortunada y alguno discuta
conmigo en su interior y, desconociendo lo que he dicho, me reprenda.
Lo que me he propuesto
demostraros a vosotros es esto: que también Dios nos cultiva; pero ya dije:
para hacernos mejores, como al campo. Dice el Señor en el Evangelio: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos,
y mi Padre, el agricultor. ¿Qué
hace el agricultor? Os lo pregunto a vosotros que sois hombres del campo. ¿Qué
hace el agricultor? Pienso que cultiva el campo. Por tanto, si Dios Padre es
agricultor, tiene un campo que cultivar del que espera el fruto.Más aún, como
dice el mismo Señor Jesucristo, plantó una viña y la arrendó a unos labradores
que habían de darle el fruto a su debido tiempo. También les envió a sus
siervos para que exigiesen el beneficio producido por la viña. Aquellos, sin
embargo, los llenaron de afrentas; a otros hasta les dieron muerte y rehusaron
entregarles el fruto.
Envió aún a otros, que
padecieron un trato similar. Y se dijo el padre de familia, el cultivador de su
campo, que plantó y arrendó su viña: Enviaré
a mi hijo único; quizá a él le respeten. Y envió —dice— también a su hijo. Los arrendatarios comentaron entre sí: Este es el heredero; venid, démosle muerte y
será nuestra la herencia. Y le dieron muerte y lo arrojaron fuera de la viña.
Cuando llegue el señor de la viña,
¿qué hará con esos malos colonos? Se
le respondió: Hará perecer de
mala manera a esos malvados y arrendará su viña a otros agricultores que le
devuelvan el fruto a su tiempo. Se plantó la viña al depositar la ley en
los corazones de los judíos. Fueron enviados los profetas a buscar el fruto, o
sea, su rectitud de vida. Estos profetas recibieron afrentas y hasta la muerte.
Fue enviado también Cristo, el hijo único del padre de familia, y dieron muerte
al heredero y, por ello, perdieron la herencia. Su malvada decisión les produjo
el efecto contrario. Para poseerla, le dieron muerte y, por haberle dado
muerte, la perdieron. (San Agustín. Serm 87,1-3).
Ahora bien el
cuidado de la viña correspondía al pueblo de Israel y directamente a las
autoridades religiosas judías, la viña era tierra a su cuidado. He ahí el
centro del conflicto las autoridades religiosas judías no asumieron el
compromiso de cuidar la viña (Cfr. Is
5,7; Pro 8,20; 12,28; Mt 21,32; Lc 37-50; 19,1-10) Ellos despreciaron la
justicia de Dios: “Pero ahora,
independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que
hablaron los profetas y la ley. Se trata de la justicia que Dios, mediante la
fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen” (Rom. 3,21-22).
Al no creer en
Jesús y en la justicia de Dios, las autoridades judías buscan la manera de
ajusticiar a Jesús (Mt 21,45) y desde esta perspectiva es que en la parábola Jesús hace referencia a su
propia muerte y a su resurrección, haciéndole frente al desprecio que hicieron
de Él ellos, Jesús hace mención de esto por medio del Salmo 118,22-23:
“¿No han leído nunca en la Escritura:
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular;
Es el Señor quien lo ha hecho y nos
parece un milagro?”
Este salmo se
cita como alusión a Jesús mismo, que fue despreciado por los dirigentes
religiosos de Israel, pero que llegó a ser la mayor manifestación de Dios entre
su pueblo (Cfr. Is 28,16; Hec 2, 33; 4,11; Ro 9,31-33; Ef. 2,20; 1P 2,4-8)[2].
En la
reflexión de la parábola se dan cuatro consecuencias:
1.
La controversia con las
autoridades religiosas judías: Ancianos-Sacerdotes, Maestros de la ley,
Fariseos, Escribas, Herodianos (Cfr. Sal 119,22-23) es sentencia de muerte para
Jesús en Jerusalén (cfr. Heb 13,11-13; Nm
5,1-4; Lv 16,27) porque no es conveniente
que un profeta muera fuera de Jerusalén (Cfr. Lc 13,33).
2.
Un lamento por Jerusalén:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados,
cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos
bajo sus alas; y tú no quisiste!” (Lc 13,34; Cfr. Mt 23,37-39; Sal 36,8; 63,8).
3. El reino de Dios se le dará a otro pueblo que dé sus frutos a tiempo: “por eso les digo que a ustedes se les
quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”
(Mt 21,43). Dios quiso arar en el corazón de su pueblo y este lo rechazó: ““El viñedo del Señor, su sembrado preferido,
es el país de Israel, el pueblo de Judá. El Señor esperaba de ellos respeto
a su ley, y solo encuentra asesinatos;
esperaba justicia, y solo escucha gritos de dolor” (Is 5,7; Cfr. Lc 13,6-9).
4.
En la perspectiva de Mateo este
nuevo pueblo es la Iglesia que nace del anuncio Kerygmático - Pascual: la fe en
Jesús muerto y Resucitado que es alimentada desde la vivencia de la
espiritualidad cristiana (Cfr. 1P 3,8-12.21; 1P 4,8-11; Rm 6; 12,16-17; Fil
2,2-4; 1Tes 5,15; Lc 6,27-28; Sal 34,12-16[13-17]).
Desde este
horizonte el nuevo pueblo de Dios debe ser símbolo de la verdadera viña, que es
la expresión de la unión fecunda de Cristo y de la Iglesia a través de la Cruz
como gozo que permanece perfecto y
eterno, como la esperanza de un pueblo que estaba dominado por el miedo frente
a un Dios castigador y ahora encuentra
la esperanza sin ser acusado de pecador, sin ser condenado al infierno, sin esperar
morir para ver la alegría de un cielo nuevo y de una tierra nueva. Este es el
nuevo pueblo que le ha sido entregada la viña para que Dios are en su corazón
la nueva ley, la ley del amor, es el pueblo que construye la esperanza en la
nueva viña del Señor.
A
modo de conclusión
San
Agustín. Comentario al salmo 80
[vv.9-10]. Todo lo que hemos oído desde el comienzo del salmo hasta este
versículo, pertenece al aceite del lagar. Lo que falta del salmo nos ha de
doler mucho, y con todo empeño debemos evitarlo; pues todo ello hasta el fin se
refiere a la hez del lagar. Quizá no se interpuso en vano la pausa. Pero
también es útil oír esto, a fin de que quien se ve ser óleo, se alegre; y el
que se vea en peligro, procure no convertirse en las heces. Oye ambas cosas:
ama una, y teme la otra. Escucha,
pueblo mío, y hablaré y te interpelaré. No se dirige a un pueblo
extraño, no interpela a un pueblo que no pertenece al lagar. Juzgad, dice, entre mí y mi viña. Escucha, pueblo mío, y hablaré, y te interpelaré.
Si me oyeras, Israel, no
habría en ti un dios reciente. El dios reciente es un dios
temporal; nuestro Dios no es un dios reciente, exista desde la eternidad y
durará eternamente; pues aunque nuestro Cristo es un hombre nuevo, sin embargo,
es Dios sempiterno. ¿Qué hay antes del principio? Sin duda en el principio ya
existía el Verbo, y el verbo era Dios; y este Cristo, nuestro Verbo se hizo
hombre para habitar con nosotros. Lejos de nosotros el que haya algún dios
nuevo, reciente. Un dios nuevo es una piedra o un fantasma.
Dios no es una piedra. Yo soy
dueño, dice, del oro y de la plata. Con razón quiso nombrar estas cosas
preciosas el que dijo: Los ídolos de
los gentiles son oro y plata. Son algo grande porque son oro y plata;
son cosas hermosas, preciosas, pero tienen ojos y no ven. Esos dioses son los
dioses nuevos. ¿Qué dios más reciente y nuevo que aquel que acaba de salir del
taller del escultor? Es más, aunque se halle cubierto ya de viejas telas de
araña, no siendo sempiternos, son nuevos. He dicho esto refiriéndome a los
paganos.
Pero hay por ahí un alguien
que, tomando vanamente el nombre de su Dios y Señor, se hizo para sí a Cristo
una criatura, impar y desigual al que lo engendró; le llaman Hijo de Dios, pero
niegan que es Hijo de Dios. Si es Hijo único, es lo que es el Padre, y esto
desde la eternidad; pero tú no sé qué otra cosa has pensado en tu interior: has
puesto un dios reciente. Otros se han creado un dios que lucha contra no sé qué
caterva de tinieblas; que teme ser invadido y procura no corromperse. En parte,
dices, se halla corrompido, para que pueda salvar el todo. Pero no lo
conseguirá, ya que en parte está corrompido. Esto es lo que dicen los
maniqueos, forjando en su corazón un dios nuevo. No es así nuestro Dios. No es
así tu herencia, ¡oh Jacob!, sino el que hizo el cielo y la tierra es tu Dios,
que no tiene necesidad de los buenos, ni teme a los malos.
Muchos herejes, junto con los paganos, se construyeron infinidad de dioses,
se forjaron dioses sin cuento, y los colocaron, lo que es mucho peor, si no en
los templos, en su corazón, haciéndose ellos templos de falsos y ridículos
simulacros. Es una gran obra el quebrar interiormente estos ídolos y limpiar el
lugar del Dios vivo y no nuevo. Todos éstos, pensando de una y otra manera, y
forjándose dioses diversos, transformando por la falsedad, la fe misma, parece
que disienten; pero ninguno de ellos se aparte del pensar terreno, y todos
concuerdan en los mismos pensamientos carnales. La opinión es distinta, la
vanidad es la misma. De ellos se dice en otro salmo: Coinciden en la vanidad.
Aunque por diversidad de
pareceres no están acordes, por su común vanidad se unen. Y sabéis que la
vanidad se halla detrás, ocupa el último lugar; por eso aquel que olvidando las
cosas de atrás, es decir, la vanidad, se dirigió a lo de adelante, es decía la
verdad, camina en persecución de la corona de la suprema vocación de Dios en
Cristo Jesús. Luego éstos concuerdan en lo peor, aunque parezca que disienten
entre sí. Por eso Sansón ató las colas de las zorras. Las zorras representan a
los insidiosos, y principalmente a los herejes, mentirosos y fraudulentos, que
engañan y se ocultan en antros cavernosos, y que hieden con detestable y
putrefacto olor. Contra este hedor, dice el Apóstol: Nosotros somos en todo lugar el buen olor de Cristo.
Estas zorras están citadas en
el Cantar de los Cantares, donde se escribe: Cazadnos las pequeñas zorras que nos destrozan las viñas y se esconden
en cavernas tortuosas. Cazadnos: convencednos. Tú cazas a aquel que
convences de la falsedad. Contradicen las zorras al Señor, y le dicen: ¿Con qué potestad haces estas cosas?
A lo cual les replicó Jesús: Respondedme
también vosotros a una pregunta: El bautismo de Juan, ¿de dónde proviene: del
cielo o de los hombres? Suelen las zorras tener unos escondites tales,
que entran por un sitio y salen por otro. Pero el cazador colocó la red en
ambas salidas. Decidme: ¿Procede del
cielo o de los hombres?
Ellas discurren entre sí: Si decimos que procede del cielo, nos
contestará: Entonces ¿por qué no le habéis creído? Porque él dio
testimonio de Cristo. Y si decimos que
de los hombres, nos apedreará el pueblo, porque le tienen por profeta. Comprendiendo
que serían cazados por un lado y por otro, respondieron: No lo sabemos. Y el señor les
contesta: Pues yo tampoco os
responderé con qué poder hago esto. Vosotros decís que ignoráis lo que
sí sabéis. Pues yo no os contesto a vuestra pregunta.
Y como no os atrevisteis a
salir por parte alguna, habéis permanecido en vuestras tinieblas. Pongamos por
obra, si es posible, la palabra de Dios, que nos dice: Cazadme las pequeñas zorras que nos destrozan las viñas. Veamos
si nosotros podemos cazar a ciertas zorras. Pongamos las redes a ambas salidas
de la madriguera, para que al querer escapar de ella, sean cazadas.
Así pues, interroguemos y
digamos al maniqueo que se forja un dios nuevo, y que coloca en su corazón lo
que no existe: ¿La sustancia de Dios es corruptible, o incorruptible? Elige lo
que quieras, sal por donde desees; no escaparás. Si dices que es corruptible,
serás apedreado, no por pueblo, sino por ti mismo. Y si dices que Dios es
incorruptible, ¿cómo lo incorruptible teme a la gente de las tinieblas? ¿Qué va
a hacer al incorruptible la raza de corrupción? ¿Qué resta, sino decir: No lo
sabemos? A pesar de todo, si eso se dice sin dolo, por verdadera ignorancia, no
permanecerá en tinieblas.
De zorra se convertirá en
oveja; crea al invisible, al incorruptible Dios único, no al reciente, sino al
solo, porque es él sólo; y no al sol (soli)
por ser sol, para que no parezca que hemos abierto otra caverna a la
zorra que huye. Pero tampoco tengamos miedo de nombrar al sol. De hecho está en
nuestras escrituras la frase: Sol de
justicia, y la salud está bajo sus alas.
Se apetece la sombra
protegiéndose del fuego de este sol; se huye del fuego de este sol, amparándose
bajo sus alas. Por eso la salud se halla bajo sus alas. Este es el sol del que
han de decir los impíos: Nos hemos
apartado del camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos iluminó, y no
nació el sol para nosotros.
Los adoradores del sol han de
decir: No nació para nosotros el sol; pues aunque adoren el sol que hizo
brillar el Señor sobre buenos y malos, no nació para ellos el sol que ilumina
únicamente a los buenos. Se forjan a su antojo dioses nuevos. ¿Qué impide en el
taller de un corazón engañado fabricar fantasmas a capricho. Como veis, todos
éstos están de acuerdo en lo posterior, es decir, se hallan prisioneros de la
misma vanidad.
De aquí que nuestro Sansón,
cuyo nombre significa ?el sol suyo?, es decir de aquellos a quienes ilumina,
pero no el de todos, como lo es el sol que sale sobre buenos y malos; sino un
sol de algunos; sol de justicia, ya que prefiguraba a Cristo, amarró, como
había comenzado a decir, las colas de las zorras, y a ellas ató fuego; fuego
para incendiar, pero la mies de los extranjeros. Por tanto, poniéndose éstos de
acuerdo en las cosas posteriores, como atados por la cola, llevan detrás de sí
el fuego devastador; pero no incendian nuestras mieses. Porque Dios conoce quiénes son los suyos; apártese
de la maldad todo el que invoca el nombre del Señor. En una casa grande no sólo
hay vasos de oro y plata, sino también de madera y de barro; unos para usos
nobles y otros para usos viles. Si alguien se purifica de estas cosas, será un
vaso de honor, útil al Señor y dispuesto a toda obra buena, y, por tanto
no teme las colas ni las teas de las zorras.
Pero veamos ya lo que se dice
de este pueblo: Si me oyes, dice,
no habrá en ti un dios nuevo.
Me impresiona que dice en ti; pues
no dijo: ?ante ti? como un ídolo colocado externamente; sino: en ti, en tu corazón, en las imágenes
de tu fantasía, en la farsa de tu error llevarás contigo a tu dios nuevo,
permaneciendo tú viejo. Pero si me
escuchas a mí —a mí, dice,
porque yo soy el que soy — no habrá en ti un dios nuevo, ni adorarás a
un dios extraño. Porque si en ti no está, no adorarás a un dios extranjero: Si tú no piensas en un dios
falso, no adorarás a un dios fabricado: Pues no habrá en ti un dios reciente.
[v.11]. Yo soy. ¿Por qué quieres adorar lo
que no existe? Yo soy el señor tu
Dios, porque yo soy el que soy. Y yo soy ciertamente el que existe sobre
toda criatura; Y a ti, en realidad, ¿qué te proporcionado temporalmente? Te he sacado de la tierra de Egipto.
Estas palabras no van dirigidas únicamente a aquel pueblo. En realidad, todos
hemos sido liberados de la tierra de Egipto, todos hemos atravesado el mar
Rojo, y nuestros enemigos, que nos perseguían, perecieron en sus aguas. No
seamos ingratos a nuestro Dios; no nos olvidemos del Dios que permanece, y
fabriquemos en nosotros un dios nuevo. Yo
de saqué de la tierra de Egipto, habla Dios. Abre tu boca, que yo la llenaré. Tú sufres en tu interior por
causa del dios nuevo que has colocado en tu corazón. Rompe ese inútil
simulacro, arroja de tu conciencia el falso ídolo: abre tu boca confesando, amando, y yo la llenaré, porque en mí está la fuente de la vida.
[v.12]. Esto es lo que dice el Señor; ¿Y qué más sigue? Y mi pueblo no escuchó mi voz. No
diría estas cosas más que a su pueblo; pues sabemos que cuanto dice la ley, lo
dice a los que están dentro de la ley. Y
mi pueblo no escuchó mi voz; e Israel no me prestó atención. ¿Quién? ¿A
quién? Israel a mí. ¡Oh alma
ingrata! Alma creada por mí; alma a la que yo he llamado; a la que yo he
devuelto la esperanza; a la que yo he purificado de sus pecados. E Israel no me prestó atención. Son
bautizados y pasan por el mar Rojo; pero en el camino murmuran, se oponen, se
quejan, promueven sediciones, se muestran desagradecidos con el que los libró
de los enemigos que los perseguían, el que los condujo por camino seco, los
guió por el desierto, dándoles de comer y beber, protegiéndoles con la nube
luminosa durante la noche, y con la sombra durante el día. E Israel no me hizo caso.
[v.13]. Y los abandoné a las
inclinaciones de su corazón obstinado. He aquí el lagar; lo han
perforado por varias partes: por él corren las heces. Y los he dejado libres, no según la salvación de mis preceptos,
sino según los caprichos de su corazón. Los entregó a si mismos. Dice el
Apóstol: Dios los entregó a las
apetencias de su corazón. Y los dejé libres, según las inclinaciones de su
corazón; andarán según sus caprichos. De esto es de lo que debéis
horrorizaros, si habéis sido licuados en las ocultas almazaras del Señor, y
comenzasteis a aficionaros de sus despensas: de esto sí debéis horrorizaros.
Unos se entusiasman por el circo, otros por el anfiteatro, otros por las casas
de campo, otros por los espectáculos teatrales, unos por esto, otros por lo
otro; y finalmente quienes se aficionan por sus dioses recientes. Andarán según sus caprichos.
[vv.14-15] ¡Ojalá me escuchase mi
pueblo, y caminase Israel por mis caminos! Dice quizá este Israel: Yo
peco, es evidente; voy en pos de los caprichos de mi corazón; Pero ¿yo qué mal
hago? Es el diablo quien lo hace; esto lo hacen los demonios. ¿Quién es el
diablo, quiénes son los demonios? Sin duda tus enemigos. Si Israel hubiera andado por mis caminos, en
un momento humillaría a todos sus enemigos. Luego ojalá me escuchase mi pueblo. ¿Por qué mío, si no me hace caso? Ojalá
me escuchase mi pueblo. ¿Y
cuál es mi pueblo? Israel. ¿Qué
significa: me hubiera escuchado? Que
hubiera andado por mis caminos. Se lamenta y gime bajo sus enemigos: En un instante habría humillado a sus
enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios.
[v.16]. Y ahora, ¿por qué se quejan de los enemigos? Ellos mismos se han
hecho sus peores enemigos. ¿Cómo ha sido esto? ¿Qué dice el texto siguiente? Os
quejáis de vuestros enemigos; y vosotros ¿qué sois? Los enemigos del Señor le han mentido. ¿Renuncias [al pecado]?
Sí, renuncio. Pero vuelve a cometer lo que había renunciado. ¿A qué cosas
renuncias, sino a las obras malas, a los actos diabólicos, a los hechos
condenados por Dios, al hurto, a la rapiña, al perjurio, al homicidio, al
adulterio, a los sacrilegios, al desprecio de las cosas sagradas, a las
malvadas curiosidades? Renuncias a todas estas cosas, pero de nuevo eres
vencido por ellas, y recaes nuevamente. Lo último te ha resultado peor que lo
primero, cumpliéndose aquel adagio: El perro se volvió a su vómito, y la cerda
se lavó revolcándose en el cieno.
Los enemigos del Señor le han mentido. ¡Cuánta paciencia tiene el Señor! ¿Y por qué no son abatidos, por qué no
son despedazados, por qué no se abre la tierra y se los traga? ¿Por qué no baja
fuego ardiente del cielo y los abrasa? Porque la paciencia del Señor es muy
grande. ¿Quedarán, entonces, sin castigo? De ninguna manera. No llega a ser tan
condescendiente la misericordia de Dios, que se pueda esperar de él la
injusticia. ¿No sabes que la paciencia de Dios te lleva a la penitencia? Pero
tú, conforme a la dureza de tu corazón, y con un corazón impenitente, atesoras
ira para día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, el cual
da a cada uno según sus obras.
Y si ahora no lo da, lo dará
entonces. Porque si lo da ahora, lo da temporalmente; pero al no convertido, ni
corregido, lo dará eternamente. Fíjate, pues, que no van a quedar impunes; mira
lo que sigue: Los enemigos de Dios le
han mentido. Y tú dirás: ¿Y qué les hizo? ¿No siguen viviendo? ¿No
respiran el aire? ¿No disfrutan de la luz? ¿No beben de las fuentes? ¿No comen
los frutos de la tierra? Y llegará su
tiempo, y será eterno.
Que nadie se sienta lisonjeado por pertenecer ya al lagar. Cierto que le es
un bien ser aceite en el lagar. Pero que nadie se prometa la salvación si está
cargado de hechos detestables, que excluyen del reino de Dios; ni tampoco se
diga: Yo estoy marcado con el signo de Cristo y sus sacramentos, y no seré
castigado eternamente, y si me purifico, me salvaré a través del fuego. Pues
¿qué dice el apóstol de aquellos que tienen el fundamento? Nadie puede poner otro fundamento fuera del
ya puesto, que es Cristo Jesús. ¿Y qué sentido, dicen, tiene lo que
sigue? Vea cada uno lo que edificó
sobre ese fundamento. Uno edifica oro, plata, piedras preciosas; otro madera,
heno, paja. La obra de cada uno se probará por el fuego. El día del Señor lo
mostrará, porque se manifestará en el fuego. Si la obra de alguno, que edificó
encima, permanece, recibirá la recompensa. Esto es porque edificó obras
buenas sobre el fundamento, a saber, oro,
plata, piedras preciosas.
Si fue pecado lo que edificó,
o sea, madera, heno, paja, no
obstante, en atención al fundamento, él
personalmente se salvará; pero como quien pasa por el fuego. Hermanos,
quiero ser muy tímido. Prefiero no daros una falsa seguridad. No puedo daros lo
que no he recibido. Estoy lleno de temor. Os daría seguridad si yo estuviera
seguro. Yo le tengo miedo al fuego eterno. En estas palabras: Y su tiempo será eterno, sólo percibo
el fuego eterno, del que en otro lugar dice la Escritura: Su fuego no se extinguirá, y su gusano no
morirá.
Pero alguno replicará: esto lo
dijo de los impíos, no de mí, que, aunque sea pecador, adúltero, falsificador,
ladrón y perjuro, mi fundamento es Cristo, soy cristiano, estoy bautizado,
luego seré purificado por el fuego, y, gracias al fundamento, no pereceré. Dime
otra vez, repítemelo. ¿Qué eres? Dices que cristiano. Bien, prosigue. ¿Qué más?
Ladrón, adúltero, y todo lo demás de lo que dice el Apóstol: Los que se portan así no poseerán el reino
de Dios. Luego ¿esperas conseguir tú el reino de los cielos sin
corregirte de tales hechos, sin hacer penitencia de tales crímenes que has
cometido? No lo creo, porque quienes
cometen tales pecados, no poseerán el reino de Dios. ¿Ignoras que la
paciencia de Dios te invita a la penitencia? Tú, prometiéndote no sé cuántas
cosas, atesoras según la dureza de tu corazón obstinado, la ira para el día de
la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, que paga a cada uno
según sus obras.
Pon atención, pues, al juez
que viene. Muy bien; demos gracias a Dios. No calla la sentencia última y
definitiva, No echa fuera a los reos y tiende un velo. Quiso anunciar con
antelación lo que determinó hacer. A saber: Se congregarán ante él todas las naciones. ¿Y qué hará con
ellas? Las separará. Y colocará unos a
su izquierda, y otros a su derecha. ¿Acaso se reservará un lugar
intermedio? ¿Qué dirá a los de su derecha? Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino. ¿Y a los de la
izquierda? Id al fuego eterno,
preparado para el diablo y sus ángeles.
Si no temes el lugar adonde se
te manda, mira en compañía de quién vas. Si todas aquellas obras enumeradas por
el Apóstol no poseerán el reino de los cielos, mejor dicho, los que las
realizan, puesto que tales obras no irán al fuego, ya que no han de arder en
aquel fuego las acciones de hurtar, de adulterar, y por lo mismo, los hombres
que obran tales cosas no poseerán el reino de Dios. Luego no estarán a la
derecha con aquellos a quienes se dice: Venid,
benditos de mi Padre, recibid el reino, ya que quienes ejecutan tales cosas no poseerán el reino de Dios. Y si
no han de estar a la derecha, no les queda otra alternativa más que estar a la
izquierda. Y a éstos ¿Qué les dirá? Id
al fuego eterno, porque su
tiempo será hasta la eternidad.
Explícanos, dirá alguno, cómo es que los que edifican madera, heno o paja
sobre el fundamento, no perecen, sino que se salvan, aunque sea como pasando
por el fuego. Oscura es esta cuestión, pero en cuanto pueda, lo diré
brevemente. Hermanos, hay hombres que desprecian las cosas de este mundo, y que
no hacen caso de todo lo que temporalmente se desliza; no tienen apego a las
cosas terrenas; son santos, castos, continentes, justos, quizá venden todos sus
bienes y los distribuyen entre los pobres; o, poseyéndolos todos, viven como si
nada poseyesen, y disfrutan de este mundo como si no disfrutasen.
Y hay otros que se apegan un
tanto por el afecto a las cosas que se les conceden, debido a su flaqueza; no
roban la quinta ajena, pero aman de tal modo la propia, que si llegan a
perderla, se angustian; no desean la mujer del prójimo, pero se unen a la suya,
y cohabitan con ella, de manera que no guardan las normas prescritas en la
moral matrimonial sobre la procreación de los hijos; no arrebatan lo ajeno,
pero reclaman con urgencia lo suyo y entablan juicio al hermano; A éstos dice
el Apóstol: Es ya un fallo vuestro que
haya pleitos entre vosotros.
Si existen, ordena que se
resuelvan en la Iglesia, y que no se llevan al foro; con todo, el Apóstol los
llama delitos, ya que el cristiano contiende por las cosas terrenas más de lo
que conviene a quien se promete el reino de los cielos. Y por ello no eleva
todo su corazón al cielo, sino deja una parte en la tierra. En una palabra, si
se presenta la prueba del martirio, aquellos que tienen el cimiento en Cristo,
y edifican oro, plata y piedras preciosas, ¿qué dicen ante esa oportunidad?
Para mí lo mejor es morir y estar con Cristo, y por eso corren alegres, o al
menos en poco o en nada se contristan por la terrena fragilidad. Por el
contrario, los amantes de sus posesiones, de sus casas, se angustian gravemente,
arden como madera, heno o paja. Éstos construyeron sobre el fundamento, sí,
pero con madera, heno o paja; con cosas permitidas, no prohibidas.
Esto os digo, hermanos: Posees
el fundamento; adhiérete al cielo y pisotea la tierra. Si te comportas así,
sólo edificas con oro, plata y piedras preciosas. Por el contrario, cuando
dices: amo esta heredad, temo perderla, y ante el daño inminente te angustias,
pero si ciertamente no la antepones a Cristo, puesto que de tal modo la amas,
que si se te dijese si la prefieres a Cristo, aunque la perdieras
entristeciéndote, sin embargo, te unes con más firmeza a Cristo, a quien
estableciste por fundamento, entonces te salvarás, como a través del fuego.
Escucha también esto otro: No podrás poseer esta propiedad, si no es dando un
falso testimonio. Si te niegas a ello, estás poniendo a Cristo como fundamento,
pues dice la Verdad: La boca que
miente da muerte al alma.
Luego si amas tu propiedad, y
por ella no cometes rapiña, ni profieres falso testimonio, ni cometes homicidio,
ni por ella juras en falso, ni por ella niegas a Cristo; atendiendo a que no
ejecutas estas cosas por ella, tienes a Cristo como fundamento. Sin embargo,
porque la amas, y te acongojas si la pierdes, has colocado sobre el fundamento
no oro, ni plata, ni piedras preciosas, sino madera, heno y paja. Así pues,
cuando comience a arder lo que edificaste, te salvarás, pero como a través del
fuego.
No obstante, nadie que
edifique sobre este fundamento adulterios, blasfemias, sacrilegios, idolatrías
y perjurios, piense que va a salvarse a través del fuego, como si estas cosas
fueran madera, heno y paja. Pero el que edifica el amor de lo terreno sobre el
fundamento del reino de los cielos, es decir, sobre Cristo, al arder de las
cosas temporales, él se salvará debido al consistente fundamento.
[v.17]. Los enemigos del Señor le
han mentido, diciendo: Voy a la viña, y no fueron; Y vendrá su tiempo, no por un
período, sino por una eternidad. Y
éstos ¿quiénes son? Y los alimentó con
lo mejor del trigo. Conocéis lo mejor del trigo, con lo que fueron
alimentados muchos enemigos que le mintieron. Les dio a comer la flor del trigo: les suministró sus
sacramentos. Alimentó con la flor del trigo a Judas, cuando le dio a comer el
bocado de pan, y como enemigo del Señor, le mintió, y su tiempo durará
eternamente. Y los alimentó con lo
mejor del trigo, y los sació con miel de la piedra. ¡Oh ingratos! Los alimentó con lo menor del trigo y los
saturó con la miel de la piedra. En el desierto de la piedra hizo brotar
agua, no miel.
La miel es la sabiduría, que
tiene la primacía de los alimentos del corazón. ¡Cuántos enemigos del Señor que
le mintieron son alimentados por él, no sólo con lo mejor del trigo, sino
también con la miel de la piedra, con la sabiduría de Cristo! ¡Cuántos se
deleitan con su palabra y con el conocimiento de sus sacramentos; cuántos se
deleitan en la explicación de sus parábolas, cuántos se alegran y cuántos
claman! Pero esta miel no viene de cualquier hombre, sino de la piedra: y la piedra era Cristo. (San Agustín.
Comentario al Sal 80).
A
modo de conclusión 2: José Cervantes Gabarrón
Jesús cuenta una parábola que revela todo su
destino. Es la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46), en cual los
administradores de una viña maltratan y matan a los siervos del amo cuando
éstos son enviados a recoger los frutos de la cosecha. Finalmente el enviado es
su hijo y también es asesinado. Los viñadores pretendían con ello apropiarse la
herencia, es decir, hacerse dueños y señores de la viña. En lugar de producir
frutos y rendir cuentas, usurpan todos los derechos del amo; pero su
comportamiento no quedará impune.
Jesús utiliza la imagen bíblica de la viña para
referirse al pueblo de Dios y a su reino. Las palabras del comienzo pertenecen
a un hermoso poema de Isaías: "... plantó una viña, la rodeó con una
cerca, cavó un lagar, construyó la torre del guarda..." (Is 5,1-2). En
aquel poema el profeta reflejaba la desilusión de Dios, que, después de haber
cuidado con todo cariño a su viña -su pueblo-, cuando llegó la hora de la
vendimia aquella sólo produjo uvas amargas: “Esperó de ellos derecho, y ahí
tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos” (Is 5,7).
Jesús aplicó aquel poema a la situación en la
que vivía y, mediante la parábola, denuncia que Dios sigue desilusionado porque
tampoco ahora puede disfrutar de los frutos de su viña. Jesús señala además quiénes
son los responsables de la situación: los labradores a los que el dueño arrendó
la viña representan a los dirigentes del pueblo de Israel. Su misión era
trabajar para que Israel diera el fruto que corresponde al pueblo de Dios: la
justicia y el derecho, el amor a Dios y el amor al prójimo. Pero ellos no han
cumplido esa misión.
En los tres evangelios, al concluir la parábola
de los viñadores aparece, siempre en labios de Jesús, la imagen de la piedra desechada por los constructores
y convertida en cabeza de ángulo.
La parábola originaria anunciaba veladamente la muerte de Jesús. Pero al
introducir los evangelistas esta imagen, tomada del Sal 118,22, se insiste en
el sentido polémico de la parábola, puesto que Jesús se dirige especialmente a
los dirigentes de Israel, los cuales lo buscan para echarle mano (Mt 21,46). En
el corazón de la tradición religiosa de Jerusalén, en el templo y ante el poder
de los dirigentes se masca el conflicto, pues todos los que rechazan a Jesús se
dan por aludidos al oír la parábola y captan el mensaje de la piedra.
Este evangelio revela así el antagonismo
conflictivo entre Jesús y sus adversarios, el rechazo y la muerte de Jesús.
Primero lo hace en un lenguaje alegórico (el hijo asesinado), después en un lenguaje simbólico (la piedra desechada) y finalmente en
un lenguaje realista (lo buscan para
echarle mano). Aunque se vislumbra también la transformación decisiva de
la situación, pues la piedra se convertirá en piedra angular, sin embargo, el
énfasis del evangelio recae todavía en el carácter crítico de dicha piedra por
ser al mismo tiempo una piedra de choque, en la cual tropiezan los que ejercen
el poder. Para ello alude el evangelista a un texto muy fuerte de Is 8,14: “El que caiga sobre esta piedra se estrellará”.
La imagen evocaba muy probablemente la piedra situada en el ángulo saliente de
una casa, una esquina con la que fácilmente se podía tropezar. De este modo la
imagen acentúa el carácter crítico y conflictivo de la autoridad moral de Jesús
frente al poder establecido.
Los que se creen herederos legítimos del Reino
de Dios por su pertenencia a los círculos religiosos o por su vinculación a las
ideologías reinantes quedan desautorizados en su poder y desheredados de toda
legitimidad cuando su actuación es injusta, inmoral, abusiva o criminal, pues
chocan frontalmente con aquel Mesías que ha venido con un mensaje nuevo, con
una autoridad convincente, moralmente anclada en la verdad, que antepone la
primacía de los últimos y que reclama frutos de autenticidad y de justicia para
pertenecer a dicho Reino (José Cervantes Gabarrón, (http://www.infodecom.net/destacados/item/907-reflexi%C3%B3n-dominical-la-
ar%C3%A1bola-de-los-vi%C3%B1adores-homicidas).
Cuántos, sí,
cuántos se sacian con esta miel, y exclaman diciendo: ¡Qué dulce es! No hay
nada mejor, ni más dulce que se pueda pensar ni decir! Y sin embargo, los enemigos
del Señor le han mentido (San Agustín. Comentario al
salmo 80).

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