domingo, octubre 05, 2014

REINO DE DIOS VI: "POR ESO LES DIGO QUE USTEDES SE LES QUITARÁ EL REINO DE DIOS Y SE LE DARÁ A UN PUEBLO QUE PRODUZCA SUS FRUTOS"

Mt 21,33-45[1] 

“Nadie entre en discusiones; la voluntad de Dios pide la fe, no preguntas” (San Agustín. Serm. 318,1)
El pueblo de Israel fue escogido por Dios como su pueblo, según la tradición bíblica (Cfr. Lv 26,12; Ez 36,28; 37,27; Zac 8,8; 13,9; Jr 31,31-34) Este pueblo es simbolizado con  una viña, según la tradición bíblica (Cfr. Is 5,1-7) Isaías lo representa por medio de una parábola en forma de cantico, que probablemente se cantaban en las fiestas de las enramadas (Cfr. Dt 16,13-15); pero a la vez es un reproche contra el pueblo mismo, a causa de su infidelidad (Is 5,7)  El viñedo y la viña son imágenes frecuentes, que simbolizan al pueblo de Israel (Cfr. Sal 80,8-12[9-13]; Is 5,1-7; 27,2-4; Jr 2,21; 12,10-11; 2R 9,17-24; Ct 4,4).
Mateo utiliza esta parábola de Isaías para recrear la controversia de las autoridades religiosas judías con Jesús enfatizando que ellos los elegidos de Dios han despreciado a los profetas y las enseñanzas de Juan sobre la conversión y al Hijo de Dios lo mataron y por esta razón, la viña será destinada a otro pueblo que dé sus frutos y que pueda ser testigo del reinado de Dios a la manera de Jesús Resucitado. Dios es el dueño de la viña, que envía mensajeros para llamar la atención a los que se habían apartado de la alianza abandonando al amor primero, pero también rechazaron al hijo y lo mataron, las autoridades judías no se dejaron cultivar por Dios perdiendo la herencia que les correspondía, la que ahora se le dará a otro pueblo.
San Agustín nos ilustra en su reflexión sobre la viña:
En el santo Evangelio habéis oído una parábola que se adecua al momento presente. Versa sobre los obreros de la viña. Estamos en la época de la vendimia física; hay, sin embargo, otra vendimia espiritual en la que Dios goza ante el fruto de su viña. Nosotros damos culto a Dios, y Dios nos cultiva a nosotros. Pero nuestro culto a Dios no es tal que con él le hagamos mejor, pues no le tributamos culto con el arado, sino con la adoración. Él, en cambio, nos cultiva igual que un agricultor cultiva a su campo.
Por tanto, el hecho de que él nos cultive nos hace mejores, porque también el agricultor con el cultivo mejora su campo. Y él busca en nosotros el fruto: que le demos culto a él. El cultivo que él realiza en nosotros consiste en que no cesa de extirpar con su palabra la mala semilla de nuestros corazones, de abrir nuestro corazón con su palabra como con un arado, de plantar las semillas de los preceptos y de esperar el fruto de la piedad. En efecto, si aceptamos en nuestro corazón este cultivo de forma que le demos culto debidamente, no somos ingratos para con nuestro agricultor, sino que le pagamos con el fruto que le agrada. Y este nuestro fruto no le enriquece a él, pero a nosotros nos hace más dichosos. Ved y escuchad que —como he dicho— Dios nos cultiva a nosotros. Que nosotros tributamos culto a Dios no es necesario que os lo demuestre. En efecto, toda persona tiene en la boca que los hombres dan culto a Dios. En cambio, que Dios cultiva a los hombres es algo que casi asusta a quien lo oye, puesto que no es habitual decir que Dios cultiva a los hombres, sino que los hombres dan culto a Dios. Debo, pues, demostraros que también Dios cultiva a los hombres, no sea que se piense que he empleado una palabra poco afortunada y alguno discuta conmigo en su interior y, desconociendo lo que he dicho, me reprenda.
Lo que me he propuesto demostraros a vosotros es esto: que también Dios nos cultiva; pero ya dije: para hacernos mejores, como al campo. Dice el Señor en el Evangelio: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, y mi Padre, el agricultor. ¿Qué hace el agricultor? Os lo pregunto a vosotros que sois hombres del campo. ¿Qué hace el agricultor? Pienso que cultiva el campo. Por tanto, si Dios Padre es agricultor, tiene un campo que cultivar del que espera el fruto.Más aún, como dice el mismo Señor Jesucristo, plantó una viña y la arrendó a unos labradores que habían de darle el fruto a su debido tiempo. También les envió a sus siervos para que exigiesen el beneficio producido por la viña. Aquellos, sin embargo, los llenaron de afrentas; a otros hasta les dieron muerte y rehusaron entregarles el fruto.
Envió aún a otros, que padecieron un trato similar. Y se dijo el padre de familia, el cultivador de su campo, que plantó y arrendó su viña: Enviaré a mi hijo único; quizá a él le respeten. Y envió —dice— también a su hijo. Los arrendatarios comentaron entre sí: Este es el heredero; venid, démosle muerte y será nuestra la herencia. Y le dieron muerte y lo arrojaron fuera de la viña. Cuando llegue el señor de la viña, ¿qué hará con esos malos colonos? Se le respondió: Hará perecer de mala manera a esos malvados y arrendará su viña a otros agricultores que le devuelvan el fruto a su tiempo. Se plantó la viña al depositar la ley en los corazones de los judíos. Fueron enviados los profetas a buscar el fruto, o sea, su rectitud de vida. Estos profetas recibieron afrentas y hasta la muerte. Fue enviado también Cristo, el hijo único del padre de familia, y dieron muerte al heredero y, por ello, perdieron la herencia. Su malvada decisión les produjo el efecto contrario. Para poseerla, le dieron muerte y, por haberle dado muerte, la perdieron. (San Agustín. Serm 87,1-3). 

Ahora bien el cuidado de la viña correspondía al pueblo de Israel y directamente a las autoridades religiosas judías, la viña era tierra a su cuidado. He ahí el centro del conflicto las autoridades religiosas judías no asumieron el compromiso de cuidar la viña (Cfr. Is  5,7; Pro 8,20; 12,28; Mt 21,32; Lc 37-50; 19,1-10) Ellos despreciaron la justicia de Dios: “Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron los profetas y la ley. Se trata de la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen” (Rom. 3,21-22).
Al no creer en Jesús y en la justicia de Dios, las autoridades judías buscan la manera de ajusticiar a Jesús (Mt 21,45) y desde esta perspectiva es que  en la parábola Jesús hace referencia a su propia muerte y a su resurrección, haciéndole frente al desprecio que hicieron de Él ellos, Jesús hace mención de esto por medio del  Salmo 118,22-23:
“¿No han leído nunca en la Escritura:
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular;
Es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?” 

Este salmo se cita como alusión a Jesús mismo, que fue despreciado por los dirigentes religiosos de Israel, pero que llegó a ser la mayor manifestación de Dios entre su pueblo (Cfr. Is 28,16; Hec 2, 33; 4,11; Ro 9,31-33; Ef. 2,20; 1P 2,4-8)[2].
En la reflexión de la parábola se dan cuatro consecuencias:
1.      La controversia con las autoridades religiosas judías: Ancianos-Sacerdotes, Maestros de la ley, Fariseos, Escribas, Herodianos (Cfr. Sal 119,22-23) es sentencia de muerte para Jesús en Jerusalén (cfr. Heb  13,11-13; Nm 5,1-4; Lv 16,27)  porque no es conveniente que un profeta muera fuera de Jerusalén (Cfr. Lc 13,33).
2.      Un lamento por Jerusalén: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas; y tú no quisiste!” (Lc 13,34; Cfr. Mt 23,37-39; Sal 36,8; 63,8).
3.      El reino de Dios se le dará a otro pueblo que dé sus frutos a tiempo: “por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha” (Mt 21,43). Dios quiso arar en el corazón de su pueblo y este lo rechazó: ““El viñedo del Señor, su sembrado preferido, es el país de Israel, el pueblo de Judá. El Señor esperaba de ellos respeto a  su ley, y solo encuentra asesinatos; esperaba justicia, y solo escucha gritos de dolor” (Is 5,7; Cfr. Lc 13,6-9).
4.      En la perspectiva de Mateo este nuevo pueblo es la Iglesia que nace del anuncio Kerygmático - Pascual: la fe en Jesús muerto y Resucitado que es alimentada desde la vivencia de la espiritualidad cristiana (Cfr. 1P 3,8-12.21; 1P 4,8-11; Rm 6; 12,16-17; Fil 2,2-4; 1Tes 5,15; Lc 6,27-28; Sal 34,12-16[13-17]).
Desde este horizonte el nuevo pueblo de Dios debe ser símbolo de la verdadera viña, que es la expresión de la unión fecunda de Cristo y de la Iglesia a través de la Cruz como  gozo que permanece perfecto y eterno, como la esperanza de un pueblo que estaba dominado por el miedo frente a un Dios castigador  y ahora encuentra la esperanza sin ser acusado de pecador, sin ser condenado al infierno, sin esperar morir para ver la alegría de un cielo nuevo y de una tierra nueva. Este es el nuevo pueblo que le ha sido entregada la viña para que Dios are en su corazón la nueva ley, la ley del amor, es el pueblo que construye la esperanza en la nueva viña del Señor.

A modo de conclusión
San Agustín. Comentario al salmo 80
[vv.9-10]. Todo lo que hemos oído desde el comienzo del salmo hasta este versículo, pertenece al aceite del lagar. Lo que falta del salmo nos ha de doler mucho, y con todo empeño debemos evitarlo; pues todo ello hasta el fin se refiere a la hez del lagar. Quizá no se interpuso en vano la pausa. Pero también es útil oír esto, a fin de que quien se ve ser óleo, se alegre; y el que se vea en peligro, procure no convertirse en las heces. Oye ambas cosas: ama una, y teme la otra. Escucha, pueblo mío, y hablaré y te interpelaré. No se dirige a un pueblo extraño, no interpela a un pueblo que no pertenece al lagar. Juzgad, dice, entre mí y mi viña. Escucha, pueblo mío, y hablaré, y te interpelaré.
Si me oyeras, Israel, no habría en ti un dios reciente. El dios reciente es un dios temporal; nuestro Dios no es un dios reciente, exista desde la eternidad y durará eternamente; pues aunque nuestro Cristo es un hombre nuevo, sin embargo, es Dios sempiterno. ¿Qué hay antes del principio? Sin duda en el principio ya existía el Verbo, y el verbo era Dios; y este Cristo, nuestro Verbo se hizo hombre para habitar con nosotros. Lejos de nosotros el que haya algún dios nuevo, reciente. Un dios nuevo es una piedra o un fantasma.
Dios no es una piedra. Yo soy dueño, dice, del oro y de la plata. Con razón quiso nombrar estas cosas preciosas el que dijo: Los ídolos de los gentiles son oro y plata. Son algo grande porque son oro y plata; son cosas hermosas, preciosas, pero tienen ojos y no ven. Esos dioses son los dioses nuevos. ¿Qué dios más reciente y nuevo que aquel que acaba de salir del taller del escultor? Es más, aunque se halle cubierto ya de viejas telas de araña, no siendo sempiternos, son nuevos. He dicho esto refiriéndome a los paganos.
Pero hay por ahí un alguien que, tomando vanamente el nombre de su Dios y Señor, se hizo para sí a Cristo una criatura, impar y desigual al que lo engendró; le llaman Hijo de Dios, pero niegan que es Hijo de Dios. Si es Hijo único, es lo que es el Padre, y esto desde la eternidad; pero tú no sé qué otra cosa has pensado en tu interior: has puesto un dios reciente. Otros se han creado un dios que lucha contra no sé qué caterva de tinieblas; que teme ser invadido y procura no corromperse. En parte, dices, se halla corrompido, para que pueda salvar el todo. Pero no lo conseguirá, ya que en parte está corrompido. Esto es lo que dicen los maniqueos, forjando en su corazón un dios nuevo. No es así nuestro Dios. No es así tu herencia, ¡oh Jacob!, sino el que hizo el cielo y la tierra es tu Dios, que no tiene necesidad de los buenos, ni teme a los malos.
Muchos herejes, junto con los paganos, se construyeron infinidad de dioses, se forjaron dioses sin cuento, y los colocaron, lo que es mucho peor, si no en los templos, en su corazón, haciéndose ellos templos de falsos y ridículos simulacros. Es una gran obra el quebrar interiormente estos ídolos y limpiar el lugar del Dios vivo y no nuevo. Todos éstos, pensando de una y otra manera, y forjándose dioses diversos, transformando por la falsedad, la fe misma, parece que disienten; pero ninguno de ellos se aparte del pensar terreno, y todos concuerdan en los mismos pensamientos carnales. La opinión es distinta, la vanidad es la misma. De ellos se dice en otro salmo: Coinciden en la vanidad.
Aunque por diversidad de pareceres no están acordes, por su común vanidad se unen. Y sabéis que la vanidad se halla detrás, ocupa el último lugar; por eso aquel que olvidando las cosas de atrás, es decir, la vanidad, se dirigió a lo de adelante, es decía la verdad, camina en persecución de la corona de la suprema vocación de Dios en Cristo Jesús. Luego éstos concuerdan en lo peor, aunque parezca que disienten entre sí. Por eso Sansón ató las colas de las zorras. Las zorras representan a los insidiosos, y principalmente a los herejes, mentirosos y fraudulentos, que engañan y se ocultan en antros cavernosos, y que hieden con detestable y putrefacto olor. Contra este hedor, dice el Apóstol: Nosotros somos en todo lugar el buen olor de Cristo.
Estas zorras están citadas en el Cantar de los Cantares, donde se escribe: Cazadnos las pequeñas zorras que nos destrozan las viñas y se esconden en cavernas tortuosas. Cazadnos: convencednos. Tú cazas a aquel que convences de la falsedad. Contradicen las zorras al Señor, y le dicen: ¿Con qué potestad haces estas cosas? A lo cual les replicó Jesús: Respondedme también vosotros a una pregunta: El bautismo de Juan, ¿de dónde proviene: del cielo o de los hombres? Suelen las zorras tener unos escondites tales, que entran por un sitio y salen por otro. Pero el cazador colocó la red en ambas salidas. Decidme: ¿Procede del cielo o de los hombres?
Ellas discurren entre sí: Si decimos que procede del cielo, nos contestará: Entonces ¿por qué no le habéis creído? Porque él dio testimonio de Cristo. Y si decimos que de los hombres, nos apedreará el pueblo, porque le tienen por profeta. Comprendiendo que serían cazados por un lado y por otro, respondieron: No lo sabemos. Y el señor les contesta: Pues yo tampoco os responderé con qué poder hago esto. Vosotros decís que ignoráis lo que sí sabéis. Pues yo no os contesto a vuestra pregunta.
Y como no os atrevisteis a salir por parte alguna, habéis permanecido en vuestras tinieblas. Pongamos por obra, si es posible, la palabra de Dios, que nos dice: Cazadme las pequeñas zorras que nos destrozan las viñas. Veamos si nosotros podemos cazar a ciertas zorras. Pongamos las redes a ambas salidas de la madriguera, para que al querer escapar de ella, sean cazadas.
Así pues, interroguemos y digamos al maniqueo que se forja un dios nuevo, y que coloca en su corazón lo que no existe: ¿La sustancia de Dios es corruptible, o incorruptible? Elige lo que quieras, sal por donde desees; no escaparás. Si dices que es corruptible, serás apedreado, no por pueblo, sino por ti mismo. Y si dices que Dios es incorruptible, ¿cómo lo incorruptible teme a la gente de las tinieblas? ¿Qué va a hacer al incorruptible la raza de corrupción? ¿Qué resta, sino decir: No lo sabemos? A pesar de todo, si eso se dice sin dolo, por verdadera ignorancia, no permanecerá en tinieblas.
De zorra se convertirá en oveja; crea al invisible, al incorruptible Dios único, no al reciente, sino al solo, porque es él sólo; y no al sol (soli) por ser sol, para que no parezca que hemos abierto otra caverna a la zorra que huye. Pero tampoco tengamos miedo de nombrar al sol. De hecho está en nuestras escrituras la frase: Sol de justicia, y la salud está bajo sus alas.
Se apetece la sombra protegiéndose del fuego de este sol; se huye del fuego de este sol, amparándose bajo sus alas. Por eso la salud se halla bajo sus alas. Este es el sol del que han de decir los impíos: Nos hemos apartado del camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos iluminó, y no nació el sol para nosotros.
Los adoradores del sol han de decir: No nació para nosotros el sol; pues aunque adoren el sol que hizo brillar el Señor sobre buenos y malos, no nació para ellos el sol que ilumina únicamente a los buenos. Se forjan a su antojo dioses nuevos. ¿Qué impide en el taller de un corazón engañado fabricar fantasmas a capricho. Como veis, todos éstos están de acuerdo en lo posterior, es decir, se hallan prisioneros de la misma vanidad.
De aquí que nuestro Sansón, cuyo nombre significa ?el sol suyo?, es decir de aquellos a quienes ilumina, pero no el de todos, como lo es el sol que sale sobre buenos y malos; sino un sol de algunos; sol de justicia, ya que prefiguraba a Cristo, amarró, como había comenzado a decir, las colas de las zorras, y a ellas ató fuego; fuego para incendiar, pero la mies de los extranjeros. Por tanto, poniéndose éstos de acuerdo en las cosas posteriores, como atados por la cola, llevan detrás de sí el fuego devastador; pero no incendian nuestras mieses. Porque Dios conoce quiénes son los suyos; apártese de la maldad todo el que invoca el nombre del Señor. En una casa grande no sólo hay vasos de oro y plata, sino también de madera y de barro; unos para usos nobles y otros para usos viles. Si alguien se purifica de estas cosas, será un vaso de honor, útil al Señor y dispuesto a toda obra buena, y, por tanto no teme las colas ni las teas de las zorras.
Pero veamos ya lo que se dice de este pueblo: Si me oyes, dice, no habrá en ti un dios nuevo. Me impresiona que dice en ti; pues no dijo: ?ante ti? como un ídolo colocado externamente; sino: en ti, en tu corazón, en las imágenes de tu fantasía, en la farsa de tu error llevarás contigo a tu dios nuevo, permaneciendo tú viejo. Pero si me escuchas a mí a mí, dice, porque yo soy el que soy no habrá en ti un dios nuevo, ni adorarás a un dios extraño. Porque si en ti no está, no adorarás a un dios extranjero: Si tú no piensas en un dios falso, no adorarás a un dios fabricado: Pues no habrá en ti un dios reciente.
 [v.11]. Yo soy. ¿Por qué quieres adorar lo que no existe? Yo soy el señor tu Dios, porque yo soy el que soy. Y yo soy ciertamente el que existe sobre toda criatura; Y a ti, en realidad, ¿qué te proporcionado temporalmente? Te he sacado de la tierra de Egipto. Estas palabras no van dirigidas únicamente a aquel pueblo. En realidad, todos hemos sido liberados de la tierra de Egipto, todos hemos atravesado el mar Rojo, y nuestros enemigos, que nos perseguían, perecieron en sus aguas. No seamos ingratos a nuestro Dios; no nos olvidemos del Dios que permanece, y fabriquemos en nosotros un dios nuevo. Yo de saqué de la tierra de Egipto, habla Dios. Abre tu boca, que yo la llenaré. Tú sufres en tu interior por causa del dios nuevo que has colocado en tu corazón. Rompe ese inútil simulacro, arroja de tu conciencia el falso ídolo: abre tu boca confesando, amando, y yo la llenaré, porque en mí está la fuente de la vida.
[v.12]. Esto es lo que dice el Señor; ¿Y qué más sigue? Y mi pueblo no escuchó mi voz. No diría estas cosas más que a su pueblo; pues sabemos que cuanto dice la ley, lo dice a los que están dentro de la ley. Y mi pueblo no escuchó mi voz; e Israel no me prestó atención. ¿Quién? ¿A quién? Israel a mí. ¡Oh alma ingrata! Alma creada por mí; alma a la que yo he llamado; a la que yo he devuelto la esperanza; a la que yo he purificado de sus pecados. E Israel no me prestó atención. Son bautizados y pasan por el mar Rojo; pero en el camino murmuran, se oponen, se quejan, promueven sediciones, se muestran desagradecidos con el que los libró de los enemigos que los perseguían, el que los condujo por camino seco, los guió por el desierto, dándoles de comer y beber, protegiéndoles con la nube luminosa durante la noche, y con la sombra durante el día. E Israel no me hizo caso.
[v.13]. Y los abandoné a las inclinaciones de su corazón obstinado. He aquí el lagar; lo han perforado por varias partes: por él corren las heces. Y los he dejado libres, no según la salvación de mis preceptos, sino según los caprichos de su corazón. Los entregó a si mismos. Dice el Apóstol: Dios los entregó a las apetencias de su corazón. Y los dejé libres, según las inclinaciones de su corazón; andarán según sus caprichos. De esto es de lo que debéis horrorizaros, si habéis sido licuados en las ocultas almazaras del Señor, y comenzasteis a aficionaros de sus despensas: de esto sí debéis horrorizaros. Unos se entusiasman por el circo, otros por el anfiteatro, otros por las casas de campo, otros por los espectáculos teatrales, unos por esto, otros por lo otro; y finalmente quienes se aficionan por sus dioses recientes. Andarán según sus caprichos.
[vv.14-15] ¡Ojalá me escuchase mi pueblo, y caminase Israel por mis caminos! Dice quizá este Israel: Yo peco, es evidente; voy en pos de los caprichos de mi corazón; Pero ¿yo qué mal hago? Es el diablo quien lo hace; esto lo hacen los demonios. ¿Quién es el diablo, quiénes son los demonios? Sin duda tus enemigos. Si Israel hubiera andado por mis caminos, en un momento humillaría a todos sus enemigos. Luego ojalá me escuchase mi pueblo. ¿Por qué mío, si no me hace caso? Ojalá me escuchase mi pueblo. ¿Y cuál es mi pueblo? Israel. ¿Qué significa: me hubiera escuchado? Que hubiera andado por mis caminos. Se lamenta y gime bajo sus enemigos: En un instante habría humillado a sus enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios.
[v.16]. Y ahora, ¿por qué se quejan de los enemigos? Ellos mismos se han hecho sus peores enemigos. ¿Cómo ha sido esto? ¿Qué dice el texto siguiente? Os quejáis de vuestros enemigos; y vosotros ¿qué sois? Los enemigos del Señor le han mentido. ¿Renuncias [al pecado]? Sí, renuncio. Pero vuelve a cometer lo que había renunciado. ¿A qué cosas renuncias, sino a las obras malas, a los actos diabólicos, a los hechos condenados por Dios, al hurto, a la rapiña, al perjurio, al homicidio, al adulterio, a los sacrilegios, al desprecio de las cosas sagradas, a las malvadas curiosidades? Renuncias a todas estas cosas, pero de nuevo eres vencido por ellas, y recaes nuevamente. Lo último te ha resultado peor que lo primero, cumpliéndose aquel adagio: El perro se volvió a su vómito, y la cerda se lavó revolcándose en el cieno.
Los enemigos del Señor le han mentido. ¡Cuánta paciencia tiene el Señor! ¿Y por qué no son abatidos, por qué no son despedazados, por qué no se abre la tierra y se los traga? ¿Por qué no baja fuego ardiente del cielo y los abrasa? Porque la paciencia del Señor es muy grande. ¿Quedarán, entonces, sin castigo? De ninguna manera. No llega a ser tan condescendiente la misericordia de Dios, que se pueda esperar de él la injusticia. ¿No sabes que la paciencia de Dios te lleva a la penitencia? Pero tú, conforme a la dureza de tu corazón, y con un corazón impenitente, atesoras ira para día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, el cual da a cada uno según sus obras.
Y si ahora no lo da, lo dará entonces. Porque si lo da ahora, lo da temporalmente; pero al no convertido, ni corregido, lo dará eternamente. Fíjate, pues, que no van a quedar impunes; mira lo que sigue: Los enemigos de Dios le han mentido. Y tú dirás: ¿Y qué les hizo? ¿No siguen viviendo? ¿No respiran el aire? ¿No disfrutan de la luz? ¿No beben de las fuentes? ¿No comen los frutos de la tierra? Y llegará su tiempo, y será eterno.
Que nadie se sienta lisonjeado por pertenecer ya al lagar. Cierto que le es un bien ser aceite en el lagar. Pero que nadie se prometa la salvación si está cargado de hechos detestables, que excluyen del reino de Dios; ni tampoco se diga: Yo estoy marcado con el signo de Cristo y sus sacramentos, y no seré castigado eternamente, y si me purifico, me salvaré a través del fuego. Pues ¿qué dice el apóstol de aquellos que tienen el fundamento? Nadie puede poner otro fundamento fuera del ya puesto, que es Cristo Jesús. ¿Y qué sentido, dicen, tiene lo que sigue? Vea cada uno lo que edificó sobre ese fundamento. Uno edifica oro, plata, piedras preciosas; otro madera, heno, paja. La obra de cada uno se probará por el fuego. El día del Señor lo mostrará, porque se manifestará en el fuego. Si la obra de alguno, que edificó encima, permanece, recibirá la recompensa. Esto es porque edificó obras buenas sobre el fundamento, a saber, oro, plata, piedras preciosas.
Si fue pecado lo que edificó, o sea, madera, heno, paja, no obstante, en atención al fundamento, él personalmente se salvará; pero como quien pasa por el fuego. Hermanos, quiero ser muy tímido. Prefiero no daros una falsa seguridad. No puedo daros lo que no he recibido. Estoy lleno de temor. Os daría seguridad si yo estuviera seguro. Yo le tengo miedo al fuego eterno. En estas palabras: Y su tiempo será eterno, sólo percibo el fuego eterno, del que en otro lugar dice la Escritura: Su fuego no se extinguirá, y su gusano no morirá.
Pero alguno replicará: esto lo dijo de los impíos, no de mí, que, aunque sea pecador, adúltero, falsificador, ladrón y perjuro, mi fundamento es Cristo, soy cristiano, estoy bautizado, luego seré purificado por el fuego, y, gracias al fundamento, no pereceré. Dime otra vez, repítemelo. ¿Qué eres? Dices que cristiano. Bien, prosigue. ¿Qué más? Ladrón, adúltero, y todo lo demás de lo que dice el Apóstol: Los que se portan así no poseerán el reino de Dios. Luego ¿esperas conseguir tú el reino de los cielos sin corregirte de tales hechos, sin hacer penitencia de tales crímenes que has cometido? No lo creo, porque quienes cometen tales pecados, no poseerán el reino de Dios. ¿Ignoras que la paciencia de Dios te invita a la penitencia? Tú, prometiéndote no sé cuántas cosas, atesoras según la dureza de tu corazón obstinado, la ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, que paga a cada uno según sus obras.
Pon atención, pues, al juez que viene. Muy bien; demos gracias a Dios. No calla la sentencia última y definitiva, No echa fuera a los reos y tiende un velo. Quiso anunciar con antelación lo que determinó hacer. A saber: Se congregarán ante él todas las naciones. ¿Y qué hará con ellas? Las separará. Y colocará unos a su izquierda, y otros a su derecha. ¿Acaso se reservará un lugar intermedio? ¿Qué dirá a los de su derecha? Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino. ¿Y a los de la izquierda? Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.
Si no temes el lugar adonde se te manda, mira en compañía de quién vas. Si todas aquellas obras enumeradas por el Apóstol no poseerán el reino de los cielos, mejor dicho, los que las realizan, puesto que tales obras no irán al fuego, ya que no han de arder en aquel fuego las acciones de hurtar, de adulterar, y por lo mismo, los hombres que obran tales cosas no poseerán el reino de Dios. Luego no estarán a la derecha con aquellos a quienes se dice: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino, ya que quienes ejecutan tales cosas no poseerán el reino de Dios. Y si no han de estar a la derecha, no les queda otra alternativa más que estar a la izquierda. Y a éstos ¿Qué les dirá? Id al fuego eterno, porque su tiempo será hasta la eternidad.
Explícanos, dirá alguno, cómo es que los que edifican madera, heno o paja sobre el fundamento, no perecen, sino que se salvan, aunque sea como pasando por el fuego. Oscura es esta cuestión, pero en cuanto pueda, lo diré brevemente. Hermanos, hay hombres que desprecian las cosas de este mundo, y que no hacen caso de todo lo que temporalmente se desliza; no tienen apego a las cosas terrenas; son santos, castos, continentes, justos, quizá venden todos sus bienes y los distribuyen entre los pobres; o, poseyéndolos todos, viven como si nada poseyesen, y disfrutan de este mundo como si no disfrutasen.
Y hay otros que se apegan un tanto por el afecto a las cosas que se les conceden, debido a su flaqueza; no roban la quinta ajena, pero aman de tal modo la propia, que si llegan a perderla, se angustian; no desean la mujer del prójimo, pero se unen a la suya, y cohabitan con ella, de manera que no guardan las normas prescritas en la moral matrimonial sobre la procreación de los hijos; no arrebatan lo ajeno, pero reclaman con urgencia lo suyo y entablan juicio al hermano; A éstos dice el Apóstol: Es ya un fallo vuestro que haya pleitos entre vosotros.
Si existen, ordena que se resuelvan en la Iglesia, y que no se llevan al foro; con todo, el Apóstol los llama delitos, ya que el cristiano contiende por las cosas terrenas más de lo que conviene a quien se promete el reino de los cielos. Y por ello no eleva todo su corazón al cielo, sino deja una parte en la tierra. En una palabra, si se presenta la prueba del martirio, aquellos que tienen el cimiento en Cristo, y edifican oro, plata y piedras preciosas, ¿qué dicen ante esa oportunidad? Para mí lo mejor es morir y estar con Cristo, y por eso corren alegres, o al menos en poco o en nada se contristan por la terrena fragilidad. Por el contrario, los amantes de sus posesiones, de sus casas, se angustian gravemente, arden como madera, heno o paja. Éstos construyeron sobre el fundamento, sí, pero con madera, heno o paja; con cosas permitidas, no prohibidas.
Esto os digo, hermanos: Posees el fundamento; adhiérete al cielo y pisotea la tierra. Si te comportas así, sólo edificas con oro, plata y piedras preciosas. Por el contrario, cuando dices: amo esta heredad, temo perderla, y ante el daño inminente te angustias, pero si ciertamente no la antepones a Cristo, puesto que de tal modo la amas, que si se te dijese si la prefieres a Cristo, aunque la perdieras entristeciéndote, sin embargo, te unes con más firmeza a Cristo, a quien estableciste por fundamento, entonces te salvarás, como a través del fuego. Escucha también esto otro: No podrás poseer esta propiedad, si no es dando un falso testimonio. Si te niegas a ello, estás poniendo a Cristo como fundamento, pues dice la Verdad: La boca que miente da muerte al alma.
Luego si amas tu propiedad, y por ella no cometes rapiña, ni profieres falso testimonio, ni cometes homicidio, ni por ella juras en falso, ni por ella niegas a Cristo; atendiendo a que no ejecutas estas cosas por ella, tienes a Cristo como fundamento. Sin embargo, porque la amas, y te acongojas si la pierdes, has colocado sobre el fundamento no oro, ni plata, ni piedras preciosas, sino madera, heno y paja. Así pues, cuando comience a arder lo que edificaste, te salvarás, pero como a través del fuego.
No obstante, nadie que edifique sobre este fundamento adulterios, blasfemias, sacrilegios, idolatrías y perjurios, piense que va a salvarse a través del fuego, como si estas cosas fueran madera, heno y paja. Pero el que edifica el amor de lo terreno sobre el fundamento del reino de los cielos, es decir, sobre Cristo, al arder de las cosas temporales, él se salvará debido al consistente fundamento.
[v.17]. Los enemigos del Señor le han mentido, diciendo: Voy a la viña, y no fueron; Y vendrá su tiempo, no por un período, sino por una eternidad. Y éstos ¿quiénes son? Y los alimentó con lo mejor del trigo. Conocéis lo mejor del trigo, con lo que fueron alimentados muchos enemigos que le mintieron. Les dio a comer la flor del trigo: les suministró sus sacramentos. Alimentó con la flor del trigo a Judas, cuando le dio a comer el bocado de pan, y como enemigo del Señor, le mintió, y su tiempo durará eternamente. Y los alimentó con lo mejor del trigo, y los sació con miel de la piedra. ¡Oh ingratos! Los alimentó con lo menor del trigo y los saturó con la miel de la piedra. En el desierto de la piedra hizo brotar agua, no miel.
La miel es la sabiduría, que tiene la primacía de los alimentos del corazón. ¡Cuántos enemigos del Señor que le mintieron son alimentados por él, no sólo con lo mejor del trigo, sino también con la miel de la piedra, con la sabiduría de Cristo! ¡Cuántos se deleitan con su palabra y con el conocimiento de sus sacramentos; cuántos se deleitan en la explicación de sus parábolas, cuántos se alegran y cuántos claman! Pero esta miel no viene de cualquier hombre, sino de la piedra: y la piedra era Cristo. (San Agustín. Comentario al Sal 80). 

A modo de conclusión 2: José Cervantes Gabarrón
Jesús cuenta una parábola que revela todo su destino. Es la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46), en cual los administradores de una viña maltratan y matan a los siervos del amo cuando éstos son enviados a recoger los frutos de la cosecha. Finalmente el enviado es su hijo y también es asesinado. Los viñadores pretendían con ello apropiarse la herencia, es decir, hacerse dueños y señores de la viña. En lugar de producir frutos y rendir cuentas, usurpan todos los derechos del amo; pero su comportamiento no quedará impune.
Jesús utiliza la imagen bíblica de la viña para referirse al pueblo de Dios y a su reino. Las palabras del comienzo pertenecen a un hermoso poema de Isaías: "... plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la torre del guarda..." (Is 5,1-2). En aquel poema el profeta reflejaba la desilusión de Dios, que, después de haber cuidado con todo cariño a su viña -su pueblo-, cuando llegó la hora de la vendimia aquella sólo produjo uvas amargas: “Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos” (Is 5,7).
Jesús aplicó aquel poema a la situación en la que vivía y, mediante la parábola, denuncia que Dios sigue desilusionado porque tampoco ahora puede disfrutar de los frutos de su viña. Jesús señala además quiénes son los responsables de la situación: los labradores a los que el dueño arrendó la viña representan a los dirigentes del pueblo de Israel. Su misión era trabajar para que Israel diera el fruto que corresponde al pueblo de Dios: la justicia y el derecho, el amor a Dios y el amor al prójimo. Pero ellos no han cumplido esa misión.
En los tres evangelios, al concluir la parábola de los viñadores aparece, siempre en labios de Jesús, la imagen de la piedra desechada por los constructores y convertida en cabeza de ángulo. La parábola originaria anunciaba veladamente la muerte de Jesús. Pero al introducir los evangelistas esta imagen, tomada del Sal 118,22, se insiste en el sentido polémico de la parábola, puesto que Jesús se dirige especialmente a los dirigentes de Israel, los cuales lo buscan para echarle mano (Mt 21,46). En el corazón de la tradición religiosa de Jerusalén, en el templo y ante el poder de los dirigentes se masca el conflicto, pues todos los que rechazan a Jesús se dan por aludidos al oír la parábola y captan el mensaje de la piedra.
Este evangelio revela así el antagonismo conflictivo entre Jesús y sus adversarios, el rechazo y la muerte de Jesús. Primero lo hace en un lenguaje alegórico (el hijo asesinado), después en un lenguaje simbólico (la piedra desechada) y finalmente en un lenguaje realista (lo buscan para echarle mano). Aunque se vislumbra también la transformación decisiva de la situación, pues la piedra se convertirá en piedra angular, sin embargo, el énfasis del evangelio recae todavía en el carácter crítico de dicha piedra por ser al mismo tiempo una piedra de choque, en la cual tropiezan los que ejercen el poder. Para ello alude el evangelista a un texto muy fuerte de Is 8,14: “El que caiga sobre esta piedra se estrellará”. La imagen evocaba muy probablemente la piedra situada en el ángulo saliente de una casa, una esquina con la que fácilmente se podía tropezar. De este modo la imagen acentúa el carácter crítico y conflictivo de la autoridad moral de Jesús frente al poder establecido.
Los que se creen herederos legítimos del Reino de Dios por su pertenencia a los círculos religiosos o por su vinculación a las ideologías reinantes quedan desautorizados en su poder y desheredados de toda legitimidad cuando su actuación es injusta, inmoral, abusiva o criminal, pues chocan frontalmente con aquel Mesías que ha venido con un mensaje nuevo, con una autoridad convincente, moralmente anclada en la verdad, que antepone la primacía de los últimos y que reclama frutos de autenticidad y de justicia para pertenecer a dicho Reino (José Cervantes Gabarrón, (http://www.infodecom.net/destacados/item/907-reflexi%C3%B3n-dominical-la- ar%C3%A1bola-de-los-vi%C3%B1adores-homicidas).  

Cuántos, sí, cuántos se sacian con esta miel, y exclaman diciendo: ¡Qué dulce es! No hay nada mejor, ni más dulce que se pueda pensar ni decir! Y sin embargo, los enemigos del Señor le han mentido (San Agustín. Comentario al salmo 80).


[1] Texto elaborado el  2 de octubre de 2011. Dom. 27 del T.O. Y revisado el 5 de Octubre de 2014. Dom 27 del T.O.
[2] SBU. La biblia de estudio- Dios habla hoy. Comentario a Mc 12,10.

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