Mt 16,13-20
“La obligación de enseñar es consecuencia del
amor a los demás. La obligación de seguir aprendiendo es consecuencia del amor
a la verdad” (S. Agustín. Qua. In Dul 2,6).
La comunidad de discípulos ha empezado a
desarrollar su proyecto de fe en Jesucristo; fe que rompe con todo tipo de
atadura, que se coloca por encima de cualquier tradición sin trascendencia
alejada de prácticas que no conducen a la conversión, ni al perfil del
cristiano: “Ante todo, ámense
ardientemente unos a otros, pues el amor alcanza el perdón de todos los
pecados. Practiquen de todo corazón la hospitalidad unos con otros. Que cada
cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como
corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que
tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabra de Dios”
(1P 4, 8-11). Esto se logra al recuperar los deberes cristianos (Cfr. 1P
3,8-12) como elementos que enriquecen el desarrollo de la pedagogía de la fe en
la comunidad.
Estos deberes fundamentan el proyecto cristiano, que
está en continua formación por la Norma no Normada: Los Evangelios. Este
proyecto reconoce al Cristo de Dios como el Mesías (Cfr. Mc 8,29; Jn 6,68-69),
como el Hijo del Dios viviente (Cfr. Mt 16,16) En la profesión de fe inserta en
el mensaje Kerygmático- pascual a través de las preguntas que hace Jesús a los discípulos: _ ¿Quién dice la gente que es el Hijo del
Hombre?... _ Y ustedes, ¿quién dicen que
soy? (Mt 16,12-14). De acuerdo como hayamos asumido el proyecto cristiano y
la relación con el Resucitado, se da la respuesta como experiencia personal, no desde el parecer de otros, sino desde una
verdadera confesión de fe.
Por esta razón, la respuesta a las preguntas de
Jesús es el resultado de la revelación hecha por la Palabra de Dios y no por
palabra de hombres (Cfr. Mt 11,25-27; Lc 10,21-22) es la respuesta que nace desde
la Palabra revelada: _ “¡En verdad tú
eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33) _Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios
viviente” (Mt 16,16). Si esta profesión no nace de la Palabra revelada, cae
en el sin sentido de tradiciones intrascendente, de grupos de piedad
popular fundamentalistas. Sin la Palabra
revelada, somos sectarios y fundamentalistas de la religiosidad, defensores y
creadores: 1) De un culto propio; 2) De un seguimiento propio; 3)
De una religiosidad propia; 4) De una
misa propia; 5) De una
espiritualidad propia; 6) De una liturgia propia.
Estos grupos corren el peligro de convertirse en
sectas dentro de la Iglesia de Jesucristo, viendo fantasmas demonizados en todo
aquel que no entre en este estilo particular de vida. Un estilo de vida de esta
forma sectaria ha sido la causa que la reflexión de la Palabra revelada no
forme parte esencial del desarrollo de la pedagogía de fe. A raíz de esto, es necesario que se retome la
Palabra revelada para la formación en la pedagogía de la fe que nos instruye
para reconocer a Jesús como Mesías (Mt 1,1; Jn 1,17.41; 17,3; Rm 1,3-4; 1 Jn
2,22) Profesión de fe de los que viven con Cristo (Rm 6,4-8; 8,17; Gal 2,19;
Ef 2,6; Fil 1,23; Col 2,12-13.20; 3,3) Y
en Cristo (Rm 6,3-11; 1Co 1,9; Gal 3,27; Fil 1,1).
Desde esta perspectiva, los que se adhieren por la
fe en Jesucristo, quedan “atados en el cielo” (Mt 16,19) y los que no se
adhieren quedan “Desatados en el cielo”[1]
(Mt 16,19; Cfr. Is 22,15-25; Mt 9,2-8, 18,18; Jn 20,33) Es decir, por la fe
la comunidad está unida a Cristo, la fe le marca el camino del seguimiento, desde
el llamado (Mc 3,13-15; Lc 12,16; Mt 10,1-4) afianzándose con la enseñanza pedagógica
de la fe (Mt 17,22-23; Cfr. Mc 9,30-32; Lc 9,43-45) y en la participación del
destino del Maestro (Mc 8,31-9,1; Lc 9,22-27).
Así, se va perfilando el cristiano en la comunidad
como seguidor de Jesús, este seguimiento se concretiza en la profesión de fe de
la comunidad que reconoce a Jesús como el Mesías, el Cristo de Dios. Este acto
de fe, es el inicio de la escuela del discipulado, ser discípulo consiste en seguir a Jesús (Mc
1,18), caminar detrás de ÉL (Mc 1,20), es estar con ÉL (Mc 1,14); reconocerlo
como el Mesías, el Hijo del Dios viviente (Mt 16,16) Ser testigos de Su
Resurrección (Hec. 1,21-22).
Este
es el llamado que hace Jesús en la confesión de fe de la comunidad para que no
duden de Él (Cfr. Mt 14,31) y que le reconozcan (Cfr. Mt 14,33) y al reconocerlo le sigan (Cfr. Mt 14,35). El
seguidor es el discípulo que está en plena comunión de vida con Él, quien comparte la misma suerte de Él: a) Llevar la Cruz (Mc 8,34): Es la
consecuencia del anuncio del Evangelio. Dificultades que viven los mensajeros
de la Paz, de la Palabra de Dios, es decir vivir en radicalidad el seguimiento
a Jesús. b) Beber del mismo cáliz
(Mc 10,38-39; 14,36): Es la participación en la misión de Jesús, compartir la
suerte del Maestro, su destino final, el martirio. c) Compartir la vida eterna (Mc 10,30)[2]:
Es vivir en la esperanza del encuentro definitivo con el Señor, es estar
expectante del cielo nuevo y de la tierra nueva (Ap 21,1.3-4).
A modo de conclusión: San Agustín, Serm 295, 2
“Entre los apóstoles, casi en todo lugar, solamente Pedro ameritaba llevar la persona de la Iglesia, debido a que esta misma persona, la única de toda la Iglesia que la soportaba, solo él mereció escuchar: "a tí te daré las llaves del reino del cielo." Para tí las llaves, no para un solo hombre, sino para recibir la unidad de la Iglesia. Desde entonces se establece la excelencia de Pedro, debido a que soportó la figura de esa misma universalidad y unidad de la iglesia cuando se le dijo a él: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección,
encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él
fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas
del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso
significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con
preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los
apóstoles. No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos,
responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces
el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres
veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor. A
pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el
Señor sus ovejas a Pedro.
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