domingo, agosto 24, 2014

"TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO" I


 
Mt 16,13-20
“La obligación de enseñar es consecuencia del amor a los demás. La obligación de seguir aprendiendo es consecuencia del amor a la verdad” (S. Agustín. Qua. In Dul 2,6). 

La comunidad de discípulos ha empezado a desarrollar su proyecto de fe en Jesucristo; fe que rompe con todo tipo de atadura, que se coloca por encima de cualquier tradición sin trascendencia alejada de prácticas que no conducen a la conversión, ni al perfil del cristiano: “Ante todo, ámense ardientemente unos a otros, pues el amor alcanza el perdón de todos los pecados. Practiquen de todo corazón la hospitalidad unos con otros. Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabra de Dios” (1P 4, 8-11). Esto se logra al recuperar los deberes cristianos (Cfr. 1P 3,8-12) como elementos que enriquecen el desarrollo de la pedagogía de la fe en la comunidad. 

Estos deberes fundamentan el proyecto cristiano, que está en continua formación por la Norma no Normada: Los Evangelios. Este proyecto reconoce al Cristo de Dios como el Mesías (Cfr. Mc 8,29; Jn 6,68-69), como el Hijo del Dios viviente (Cfr. Mt 16,16) En la profesión de fe inserta en el mensaje Kerygmático- pascual a través de las preguntas  que hace Jesús a los discípulos: _ ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?...  _ Y ustedes, ¿quién dicen que soy? (Mt 16,12-14). De acuerdo como hayamos asumido el proyecto cristiano y la relación con el Resucitado, se da la respuesta como  experiencia personal,  no desde el parecer de otros, sino desde una verdadera confesión de fe. 

Por esta razón, la respuesta a las preguntas de Jesús es el resultado de la revelación hecha por la Palabra de Dios y no por palabra de hombres (Cfr. Mt 11,25-27; Lc 10,21-22) es la respuesta que nace desde la Palabra revelada: _ “¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33)  _Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16,16). Si esta profesión no nace de la Palabra revelada, cae en el sin sentido de tradiciones intrascendente, de grupos de piedad popular  fundamentalistas. Sin la Palabra revelada, somos sectarios y fundamentalistas de la religiosidad, defensores y creadores: 1)  De un culto propio; 2) De un seguimiento propio; 3) De una religiosidad propia; 4) De una misa propia; 5) De una espiritualidad propia; 6)  De una liturgia propia. 

Estos grupos corren el peligro de convertirse en sectas dentro de la Iglesia de Jesucristo, viendo fantasmas demonizados en todo aquel que no entre en este estilo particular de vida. Un estilo de vida de esta forma sectaria ha sido la causa que la reflexión de la Palabra revelada no forme parte esencial del desarrollo de la pedagogía de fe.  A raíz de esto, es necesario que se retome la Palabra revelada para la formación en la pedagogía de la fe que nos instruye para reconocer a Jesús como Mesías (Mt 1,1; Jn 1,17.41; 17,3; Rm 1,3-4; 1 Jn 2,22) Profesión de fe de los que viven con Cristo (Rm 6,4-8; 8,17; Gal 2,19; Ef  2,6; Fil 1,23; Col 2,12-13.20; 3,3) Y en Cristo (Rm 6,3-11; 1Co 1,9; Gal 3,27; Fil 1,1).

Desde esta perspectiva, los que se adhieren por la fe en Jesucristo, quedan “atados en el cielo” (Mt 16,19) y los que no se adhieren quedan “Desatados en el cielo”[1] (Mt 16,19; Cfr. Is 22,15-25; Mt 9,2-8, 18,18; Jn 20,33) Es decir, por la fe la comunidad está unida a Cristo, la fe le marca el camino del seguimiento, desde el llamado (Mc 3,13-15; Lc 12,16; Mt 10,1-4) afianzándose con la enseñanza pedagógica de la fe (Mt 17,22-23; Cfr. Mc 9,30-32; Lc 9,43-45) y en la participación del destino del Maestro (Mc 8,31-9,1; Lc 9,22-27).

Así, se va perfilando el cristiano en la comunidad como seguidor de Jesús, este seguimiento se concretiza en la profesión de fe de la comunidad que reconoce a Jesús como el Mesías, el Cristo de Dios. Este acto de fe, es el inicio de la escuela del discipulado, ser discípulo consiste en seguir a Jesús (Mc 1,18), caminar detrás de ÉL (Mc 1,20), es estar con ÉL (Mc 1,14); reconocerlo como el Mesías, el Hijo del Dios viviente (Mt 16,16) Ser testigos de Su Resurrección (Hec. 1,21-22).

Este es el llamado que hace Jesús en la confesión de fe de la comunidad para que no duden de Él (Cfr. Mt 14,31) y que le reconozcan (Cfr. Mt 14,33) y al  reconocerlo le sigan (Cfr. Mt 14,35). El seguidor es el discípulo que está en plena comunión de vida con   Él, quien comparte la misma suerte de Él: a) Llevar la Cruz (Mc 8,34): Es la consecuencia del anuncio del Evangelio. Dificultades que viven los mensajeros de la Paz, de la Palabra de Dios, es decir vivir en radicalidad el seguimiento a Jesús. b) Beber del mismo cáliz (Mc 10,38-39; 14,36): Es la participación en la misión de Jesús, compartir la suerte del Maestro, su destino final, el martirio.  c) Compartir la vida eterna (Mc 10,30)[2]: Es vivir en la esperanza del encuentro definitivo con el Señor, es estar expectante del cielo nuevo y de la tierra nueva (Ap 21,1.3-4). 

A modo de conclusión: San Agustín, Serm 295, 2

“Entre los apóstoles, casi en todo lugar, solamente Pedro ameritaba llevar la persona de la Iglesia, debido a que esta misma persona, la única de toda la Iglesia que la soportaba, solo él mereció escuchar: "a tí te daré las llaves del reino del cielo." Para tí las llaves, no para un solo hombre, sino para recibir la unidad de la Iglesia. Desde entonces se establece la excelencia de Pedro, debido a que soportó la figura de esa misma universalidad y unidad de la iglesia cuando se le dijo a él: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos. 

En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles. No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro. 

“El que no elige la perfección, opta por la defección” (San Agustín. Con lit.2,104, 239)


[1] Desatar-Atar: Términos rabínicos en tiempos de Jesús que tienen el sentido de admitir o excluir de su escuela a los iniciado- Discípulos.
[2] CASALINS, Guillermo. Proyecto  Misión continental. Bogotá 2010

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