domingo, agosto 31, 2014

__ "SI ALGUNO QUIERE SER DISCÍPULO MÍO CARGUE CON SU CRUZ Y SÍGAME"


Mt 16,21-28[1] 

“Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte que invocarte. Que yo, Señor, te busque invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Invócate, Señor, mi fe, la fe que tú me diste por la humanidad de tu Hijo y el ministerio de tu sacerdote” (San Agustín, Conf. 1,1).
En la confesión de fe de la comunidad, que reconoce a Jesús como el Mesías, como el Hijo del Dios viviente (Cfr. Mt 16,16) se empieza a desarrollar el fortalecimiento de la pedagogía de fe al interior de la comunidad, en la que se prepara a los discípulos para afrontar la crisis que les provocará la muerte de Jesús que une la praxis gloriosa del Mesías con la praxis dolorosa del Siervo sufriente (Cfr. Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12)  dándose inicio a la espiritualidad del discipulado.
El discípulo  es  1) quien vive en plena comunión de vida con  Jesús el Maestro: _“Si alguno quiere ser discípulo mío olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mt 16,24; Cfr. Mac 8,34; Lc 9,23) 2) Es quien comparte su misión y su destino, bebiendo del mismo cáliz que le corresponde beber al Maestro: “Ustedes beberán este trago amargo, y recibirán el bautismo que yo voy a recibir” (Mc 10,39; Cfr. Mt 20,23). 
El seguimiento a Jesús, está íntimamente relacionado con su muerte: esta es la pedagogía de la espiritualidad cristiana, aquí está la clave de esta espiritualidad en la Muerte y Resurrección de Jesús, fortalecida por la fe en el anuncio Kerygmático-pascual, alimentada por la Palabra y la pedagogía de la oración,  estas son las fuentes con las que Jesús instruye a los discípulos para que asuman su misión.
Esta es una pedagogía muy dura de afrontar por parte de los cristianos, ya que es más fácil vivir desde la simplicidad de los grupos dentro de la Iglesia, que se han constituidos con una falsa espiritualidad en la que poco preocupa si se desarrolla la  catequesis desde un proceso de fe centrado en la formación bíblica, que responda al anuncio Kerygmático – Pascual: Jesús Muerto y Resucitado.
Por esta razón, nos oponemos muchas veces al proyecto de Dios en nuestra historia, y al proyecto de fe, que es el camino de conversión y de creencia en el Cristo de Dios: _ “¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no puede pasar!” (Mt 16, 22) Nos oponemos por egoísmo, por no comprometernos con la fe y la espiritualidad del cristiano: participación en el destino del Maestro. Además, no queremos comprometernos en la escuela del discipulado, no asumimos que nuestra espiritualidad parte de la Muerte y la Resurrección de Jesús;  por este motivo se da la recriminación de Jesús: _“¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como la ven los hombres” (Mt 16,23)[2].
Desde esta perspectiva, el que quiera ser seguidor y discípulo de Jesús debe cargar con su cruz y seguirle, esta es la recompensa del que lo ha dejado todo por El (Mc 10,28-31; Mt 19,27-30; Lc 19,28-30) Es la gloria que corresponde a los que se arriesgan a seguirle y a dinamizar sus vidas desde el anuncio del Evangelio (1Tes 1,2-5) El seguimiento a Jesús implica la disponibilidad de vivir la espiritualidad cristiana para participar de la vida en la vida de Cristo: Resurrección.
No podemos tener la actitud de Pedro y los demás discípulos que después de hacer la confesión de fe reconociendo a Jesús como el Mesías, colocan obstáculos a su proyecto, porque no han comprendido todavía que la espiritualidad del discipulado se fundamenta en la Muerte y Resurrección de Jesús: “¿Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mt 16,25; Cfr. Mt 10,38; Lc 17,33; Jn 12, 26).
Entregarse totalmente a la aventura del reino es garantía de vida eterna: “Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará” (Jn 12,26) y le dará la vida eterna (Cfr. Mc 10,30) premio que se recibe de acuerdo a lo que hayamos hecho: “Porque el Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y sus criaturas, y entonces recompensará a cada uno conforme a lo que haya hecho” (Mt 16,27; Cfr. 24,29-31; 25,31-46; Sal 62,11-12 {12-13}; Prv 2,12; Jr 17,10; Ez 18,30; Eclo 16,12.14; Rm 2,6).
Los que asumen este proyecto son los que viven unidos al Señor, desde una vida entregada al servicio del reino, es decir, vivir desde la promesa de estar siempre en la presencia del Dios de la vida: “Les aseguro que algunos de los que están aquí presente no morirán hasta que vean al Hijo del hombre venir y reinar” (Mt 16,28)[3]. Esto implica que la participación en la pedagogía de la cruz, es asumida desde la pedagogía de la fe, en la espiritualidad cristiana, nutrida con la pedagogía de la Palabra y la pedagogía de la oración.
Esta pedagogía de la oración es constitutiva a la relación íntima de Jesús con el Padre y con los discípulos, relación ligada a su caminada hacia la Cruz. Desde la pedagogía de la oración y de la Cruz, se desarrolla el itinerario de la oración como enseñanza a los discípulos:
1.      Jesús  asocia a sus discípulos a su manera de orar, que son los momentos de mayor intimidad con el Padre.  Cuando se acerca al Bautismo Jesús culmina la peregrinación del pueblo: “Todo el pueblo se estaba bautizando” (Lc 3,21) Y él en oración: “Jesús, ya bautizado se hallaba en oración” (Lc 3.21) Colocando delante de Dios su compromiso con los hombres. Y  orando al Padre se manifiestan a ellos por medio del Espíritu Santo (Lc  3,22).
2.      En la vida de Jesús cuatro momentos cruciales preceden su misión: la Oración en el Bautismo, la oración cuando elige a los discípulos, la oración en el sermón del monte y la oración en el huerto. La oración en el huerto  le da sentido al cumplimiento de su destino final y de su misión y a la vez le da sentido a la espiritualidad de los discípulos.
3.      La angustia de Jesús le permite orar fuertemente al Padre (Lc. 22, 41-42) La tristeza y la angustia experimentada se coloca plenamente en las manos del Padre (Lc. 22,42) Para que se haga la voluntad del Padre (Lc. 22, 42) Esta oración es escuchada por el  Padre que lo reconforta (Lc. 22, 43).
4.      Tanto es la intimidad con el Padre que Jesús frente a sus enemigos les ofrece el perdón y la bendición: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34) Esta actitud de perdón es la entrega del hombre convencido en el amor, que pide misericordia: “Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe” (Lc. 11,4).
5.      Jesús en la Cruz,  coloca la totalidad de su vida en las manos del Padre: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 23,46)[4].
6.      La actitud  de Jesús frente a  la oración hace que los discípulos le pidan que los enseñe a orar: “Estaba él orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar como enseñó Juan a sus discípulos” (Lc. 11,1) 

Al ser asociados los discípulos al destino del Maestro se desarrolla su misión posterior en relación con la realizada por Jesús.  

Acerquémonos, acudamos a esta cena y saciémonos. ¿Y quién viene a esta cena sino los mendigos, los enfermos, los cojos y ciegos? Deja que vengan los mendigos pues nos invita Aquél que se hizo pobre por amor nuestro (San Agustín. Serm. 112,8).


[1] Texto elaborado el 28 de Agosto de 2011. Revisado el 24 de Agosto de 2014.
[2] Esta expresión, es posible que haga alusión a las tentaciones que se le presentan a Jesús (Mt 4,10) las cuales se oponen al proyecto de Dios que se realiza en Jesús y al de los cristianos que quieren seguir con él y cumplir con los deberes y el perfil del cristiano (1P 3,8-12; 4,8-11).
[3] Se han dado varias interpretaciones de este texto, entendiéndolo como referencia a: 1) La segunda venida de Jesús, que los primeros cristianos creían que ocurriría en vida de ellos.  2) La exaltación y gloria de Jesús, que su muerte y resurrección significaban (Lc 24,26; Jn 12,23; 13,31-32; Hec 3,13).  3) La transfiguración de Jesús reflexión escatológica de su presencia en el Padre. (SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. Comentario a Mt 16,28)
[4] CASALINS, Guillermo. Señor enséñanos a orar. Artículo. Bogotá 2005.

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