Jn 10,1-10[1]
“Somos
muchos y, al mismo tiempo, uno solo. Muchos cristianos, pero un solo Cristo…No
es que Él sea uno y nosotros muchos, sino que nosotros, los muchos, somos unos
en Uno” (San Agustín. In ps. 127,3)
La liturgia de la Palabra en este
tiempo de pascua, pedagógicamente nos muestra el camino que debemos seguir como
discípulos del Maestro y mantener el anuncio Kerygmático – Pascual de los
primeros tres domingos de Pascua que subrayaba las apariciones de Jesús
Resucitado en medio de la comunidad de los apóstoles.
En el texto del evangelio de Juan
que corresponde a la liturgia de la Palabra de hoy, manifiesta que Jesús
Resucitado, es la puerta del redil, por donde la comunidad de creyentes entra a
formar parte del grupo de los discípulos
que siguen al Maestro como el Buen Pastor, que al escuchar su voz lo reconocen
y le siguen: “El que entra por la puerta
es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a
las suyas por su nombre y las saca. Cuando ha sacado a todas las suyas, camina
delante de ellas y ellas detrás de él, porque reconocen su voz” (Jn 10,2-5).
Es interesante la propuesta que se
nos hace en este capítulo, tradicionalmente llamado como el texto del Buen
pastor: Jesús mismo abre la posibilidad de retomar el tema del pastoreo
planteado en Ezequiel 34, contrario a
ellos él si conoce a sus ovejas y las llama por su nombre (Mc 3,16-19; Cfr. Mt
10,1-4; Lc 6,12-16; Jn 1,35-51)) las acoge como suyas y las cuida; diferente a
los pastores de Israel que traicionaron la confianza de Dios y se “apacentaron así mismos” (Ez 34,2).
Ahora bien después de las diferentes
apariciones de Jesús Resucitado, Él se coloca al frente de su rebaño, como la
puerta de entrada: “Les aseguro que yo
soy la puerta del rebaño” (Jn 10,7) Jesús abre esta posibilidad recalcando
que a los que les habían encargado esta misión no la cumplieron (Cfr. Ez 34) Se
convirtieron en ladrones del rebaño (Jn 10,8) Por esta razón, Jesús resucitado
es el verdadero pastor de la comunidad de creyentes, que es el nuevo pueblo de
Dios, que sale fuera del recinto del Judaísmo y construyendo el nuevo rebaño,
donde se comunica vida y ésta en abundancia (Cfr. Jn 10,28).
Para pertenecer a este nuevo rebaño
es necesario que cumplan con las condiciones de adhesión a la comunidad de
discípulos, los integrantes del nuevo rebaño deben ser: 1) Llamados por el Pastor (Cfr. Jn 1,3); 2) Abrirse a la posibilidad de
una nueva relación de mutuo conocimiento y comunión (Cfr. Mc 3,31-35; Jn
1,38-39); 3) Jesús es quien va
delante de la comunidad (Cfr. Jn 10, 4); 4)
Jesús es quien guía o conduce a la comunidad (Cfr. Jn 10,16); 5) Por esto, la comunidad es
sensible a su voz, la reconoce (Cfr. Jn 10,4.16.27); 6) Y siguen a su Pastor
(Cfr. Jn 10,4.27).
De esta manera quien pretende ser
buen pastor ha de dar la vida por las ovejas
(Cfr. Jn 10,17-18) Es necesario que comprendamos que en la comunidad de
creyentes al asumir la condición de pastores debemos tener las condiciones que
se han mencionado. Esta misión no es solo para los que ministerialmente se les
ha encomendado según la tradición ser siervos de los siervos del Señor; sino
para toda la comunidad pascualizada: “Porque
la gracia de Dios que salva a todos los hombres se ha manifestado, enseñándonos
a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos y a vivir en esta edad con
templanza, justicia y piedad” (Tit 2, 11-12).
El camino del Buen Pastor es gastar
la vida por los hermanos: “Hemos conocido
lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Así, pues, también
nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn 3,16) Nos preocupamos
por la construcción del templo de piedra y no por la creación de comunidades. Al
desconocer la palabra pascualizada, nos portamos como las autoridades
religiosas judías, apegados a los templos y a las leyes como lo describe el
episodio del ciego de nacimiento, muchas
veces estamos más dispuestos al cumplimiento exagerado de normas que a la
misericordia de Dios (Cfr. Jn 9), en vez de ser portadores de la luz somos
oscuridad.
Frente a esto Mons. Romero advertía:
“El episodio de esta comparación del
Buen Pastor está poco después de aquel episodio del cieguito de nacimiento a
quien los fariseos, en vez de alegrarse porque se había salvado de la vista, lo
excomulgaron: "porque te dejaste operar en sábado". Interesaban más
las legalidades que la misericordia. Y a éstos fustiga el Señor, para estos
fariseos hipócritas, para estos pastores egoístas, para estas sinagogas sin
misericordia, para estas autoridades eclesiásticas de su tiempo, el Divino
Profeta, Cristo nuestro Señor que fue duro contra el pecado donde quiera que se
encuentre, ya sea en Herodes, en Pilatos, también en los pontífices, en los
sacerdotes. Él los reprende; y para ellos es la comparación, para que aprendan
a ser como Él que es el Buen Pastor y para que su Iglesia sea lo que tiene que
ser: una casa de la misericordia del Señor, donde los pecadores no encuentren
el reproche, la excomunión, la dureza; sino la acogida, el abrazo de Nuestro
Señor que los llama para el perdón”[2].
El llamado es
hacer de nuestro pastoreo un servicio al rebaño de Dios, debemos ser
servidores, siervos entre los siervos de Dios, es decir, trabajar para que en
la comunidad se viva el amor como identidad de los cristianos para que nos
reconozcan por el mutuo amor (Cfr. Jn 13,34-35) signo de la comunidad
pascualizada y pascualizadora.
A
modo de conclusión: San Agustín
Hay, en efecto, muchos a
quienes según cierta costumbre de esta vida se califica de hombres buenos
—varones buenos, mujeres buenas—, inocentes y que observan, por así decirlo, lo
que en la Ley está preceptuado, que otorgan honor a sus padres, no fornican, no
perpetran homicidio, no cometen hurto, no presentan falso testimonio contra
nadie y observan, digamos, lo demás que la Ley manda. No son cristianos, mas
generalmente se jactan como ésos: ¿Acaso
también nosotros somos ciegos? Pero, porque todo eso que hacen, mas
desconocen a qué fin referirlo, lo hacen inanemente, en la lectura ha propuesto
el Señor la comparación acerca de su rebaño y de la puerta por la que se entra al redil. Digan, pues, los paganos:
«Vivimos bien». Si no entran por la puerta, ¿qué les aprovecha eso
de que se glorían? En efecto, vivir bien debe aprovechar a cada uno para esto,
para que le sea dado vivir siempre, porque a quien no le es dado vivir siempre,
¿qué le aprovecha vivir bien? ¡Que tampoco ha de decirse que viven bien quienes
por ceguera desconocen la finalidad de vivir bien, o por engreimiento la
desprecian! Pues bien, nadie tiene esperanza verdadera y cierta de vivir
siempre, si no reconoce la Vida, cosa que es Cristo, y si por la entrada no entra al redil (San Agustín. Tratado 45, 2).
“Ama
a Cristo y con ese peso serás arrebatado al lugar de Cristo” (San Agustín.
Serm. 65A,1)
[1] Testo elaborado el cuarto
domingo de Pascua de 2011 y revisado el cuarto domingo de Pascua de 2014.
[2] Mons Romero, Homilia,
Abril 16/1978. http:// www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/A/780416.htm
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