Jn 14,1-12[1]
“Muchos son uno, porque
uno es Cristo. Y en Cristo, los miembros de Cristo se hacen uno con Cristo”
(San Agustín. In 123,1).
En
los cuatro domingos anteriores se ha reflexionado: a) Sobre la pedagogía de la Resurrección-Anuncio a las mujeres- Y
ellas han comunicado ¡Ha resucitado el Señor! Porque él que había muerto en la
Cruz está vivo (Cfr. Mt 28,1-10; Jn 20,1-9) b) La incredulidad de la comunidad- Representada
en la duda de Tomas y la confesión de fe de la comunidad- manifestada en Tomas (Cfr. Jn 20, 19-31) c) La derrota-desesperanza de la
comunidad y la Victoria-esperanza de la comunidad al reconocer al Resucitado en
la fracción del Pan- Pedagogía catequética del camino de Emaús (Cfr. Lc 24,
13-35) d) Y los signos pascuales del Resucitado- El Buen Pastor que guía a su
rebaño (Cfr. Jn 10, 1-10).
En
cada acontecimiento pascual reflexionado en estos domingos de pascua hay signos
colocados por los evangelistas que identifican la praxis de Jesús Resucitado.
Estos signos generaron en la comunidad pascual y pos-pascual confianza en su quehacer
de vida en la caminada pascual. La pascua es el llamado reflexionar en la
experiencia de fe de la comunidad y pasar de la desesperanza a la esperanza en
un nuevo cielo y una nueva tierra en la que todo será justo (Cfr 2P 3,13).
Los
signos de la resurrección han generado
confianza en el interior de la comunidad, por esta razón colocamos los
más significativos dentro de nuestra reflexión: 1) Llamado que
hace Jesús Resucitado a la comunidad (Jn 1,3); 2) Para
que estén junto a Él (Mc 3,13); 3) Con la autoridad
para sanar a los enfermos (Mc 3,15; cfr. Mc 6,7-13); 4) Desde la fuerza del
testimonio del espíritu del Resucitado (Hec 1,22); 5) Con lo que se da denuncia de
la realidad del mal y de la desesperanza (Lc 24,13-24); 6) Catequizando
y fortalecidos al escuchar la voz del
Pastor (Lc 24,25-29); 7) Que invita a la conversión (Lc 24,30-32); 8) Para
anunciar el mensaje Kerygmático-Pascual (Lc 24,32-35); 9) Llevando la posibilidad de
nuevas relaciones interpersonales (Cfr. Jn 1,38-39; Mc 3,31-35); 10)
Asumiendo que es el que va delante de la
comunidad (Jn 10,4); 11) Guiándola (Jn
10,16); 12) Con su presencia (Jn 10,4.16.27); 13)
Y la comunidad es quien lo sigue (Jn 10,4.27; 14) Dejándose
enviar por Él (Mc 6,7; Mt 10,5-15; Lc
9,1-6).
Estos
signos hacen que la comunidad de Jesús resucitado-Buen Pastor se identifique
con Él generando un clima de convivencia con el Resucitado permaneciendo unidos
entre sus miembros-hermanos-discípulos en el aquí, en el ahora y en el lugar a
donde Él va a estar. Pero para que esto pueda ser una realidad, la comunidad
debe creer en Dios y en el Hijo (Cfr. Jn 14,1-4) Todavía a la comunidad le
cuesta creer esto, sigue dormida en el pasado de la muerte, está confundida por
no saber a dónde ir: “Señor, no sabemos a
dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? (Jn 14,5).
La
pregunta formulada por la comunidad en boca de Tomás- surge de la incertidumbre
que se presenta en la comunidad por las palabras de Jesús de dejarlos, de ir a
la casa del Padre -la presencia del Reino de Dios- La comunidad no se
identifica con la duda que plantea la ausencia de Jesús. Por esta razón, Jesús
Resucitado les asegura que Él les
prepara un lugar allí en donde Él va a estar y que vendrá para llevarlos allí,
Él es el camino que nos conduce: “Yo soy
el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6) y qué solo por él se puede estar
en el reino del Padre (Jn 14,6; Cfr. Mt
11,27; Hec 4,12).
Al
abrírseles a los discípulos la posibilidad de ir y estar en este reino, en una
nueva relación de mutuo conocimiento y comunión con Jesús, se da la posibilidad
de llegar al conocimiento del Padre, es decir conocer a Jesús es conocer al
Padre. Pero sigue la incertidumbre de la comunidad- Y Felipe pide ver al Padre:
“__ Señor, déjanos ver al Padre, y con
eso nos basta” (Jn 14,8) Todavía no hay la confianza necesaria en la
propuesta de Jesús, no hay la certeza de conocimiento al Padre y de estar yendo
hacia el Reino. Jesús apela al tiempo compartido con ellos: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con
ustedes, ¿Y todavía no me conoces?” (Jn 14,9a) y a la relación de intimidad
que existe entre Él y Padre (Cfr. Jn 14, 9b-10).
Esta
intimidad se ha manifestado pedagógicamente en la estructura del Evangelio de
Juan desde el prólogo hasta el final del Evangelio. Hoy sigue el
desconocimiento de la comunidad sobre Jesús. Por esta razón, todo el que se
hace discípulo de Jesús debe conocer al Padre
(Cfr. Jn 14,9; Jn 12,45; Jn 1,18; Col 1,15; Heb 1,3) y ser testigo de esta
unidad entre el Padre y el Hijo por medio de las obras (Cfr. Jn 14,10-11).
Y
por medio de ellas, la promesa de que estarán con Él es lo que hace a los
discípulos creyentes para que hagan obras más grandes (Cfr. Jn 14,12) por medio del Espíritu dado por Jesús (Cfr. Jn
15,5; 16,7) El discípulo estará en capacidad de hacer estas obras siempre y
cuando las hagan y las pidan a Jesús, y
por medio de ella se manifieste la gloria del Padre: “Yo haré cualquier cosa que en mi nombre ustedes me pidan” (Jn 14,14;
Cfr. Jn 15,7; 16,23-24; Mt 7,7-11; 21,22; Lc 11,9-13; 1Jn 3,21-22; 5,14-15)
Jesús Resucitado es el camino (Jn 14,6; Cfr. Sal 16,11; 86,11; Prov 15,24)
Verdad y Vida (Jn 14,6; Cfr. Jn 1,4; 3,16; 11,25; 17,3 Cfr. Jn 6,35) Con lo que
podemos llegar al Padre (Cfr. Mt 11,27; Jn 1,18; 6,46; Hec 4,12) Jesús abre la
posibilidad de conocer al Padre porque lo hemos visto y ha actuado por medio de
Él (Cfr. Jn 14,7).
El
discípulo que se ha formado en la escuela del Maestro es quien está llamado a
asumir este compromiso de conocimiento y de seguimiento, es quien vive en
comunión con Jesús a través del cual se conoce al Padre, por la escucha de su
Palabra, por las obras realizadas en
Jesús glorificamos al Padre y nos hacemos uno con Cristo por medio de la mutua
comunión con Él, viviendo en unidad recibiendo la gloria que tenía en su
presencia (Cfr. Jn 17,4) Por medio de la cual nos hacemos uno en la unidad
manteniéndonos completamente unidos con el poder del Padre, la coherencia como
discípulos de Cristo nos la da la cohesión en el amor para que permanezcamos completamente
unidos, como el Padre y el Hijo están
unidos (Cfr. Jn 17,11).
“Todos, en Cristo, somos de Cristo.
Y somos Cristo” (San Agustín. In ps 77,3). “Amen la Paz por amor a la unidad.
Amen la Paz por amor de Cristo, Cristo mismo es la razón de su unidad” (San
Agustín. In Ps 119,9).
[1] Texto elaborado el IV
Domingo de Pascua de 2011. Revisado y ampliado el IV Domingo de pascua de 2014.
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