Lc
24,13-35
Quédate con nosotros, porque
es tarde y el día se acaba. Retengan con ustedes al extranjero si, quieren
reconocer al Señor. La hospitalidad les devolvió lo que la duda les había
quitado. El señor se manifestó en la fracción del pan. Aprendan a buscar al Señor,
a poseerlo, a reconocerlo cuando coman. (San Agustín. Serm 235,3)
Dios es
quien ofrece la salvación y el perdón por medio de la Palabra hecha Carne y
Resucitada (Cfr. Jn 1,14; 20,22-24) La Palabra forma la comunidad pascualizada
(Cfr. Jn 20,29) La Palabra en la comunidad es el anuncio Kerygmático–Pascual-
De Jesús Muerto y Resucitado, que libera, es alternativa de salvación. La
Palabra se hace liberadora y redentora para la humanidad (Cfr. Lc 4,16-19) por
medio de la encarnación- pedagogía de Dios: que es el mismo Cristo quien se ha
revelado como Palabra creadora a la comunidad pascualizada- pueblo de Dios
(Cfr. Jn 1,1-5).
El camino Kerygmático–Pascual-, es propiciador del encuentro conmemorativo-festivo
con Jesús a través de la Palabra y su crecimiento dentro de la comunidad
eclesial que ha pascualizado su praxis. Las Escrituras son las fuentes con la que Jesús Resucitado instruye
pedagógicamente la enseñanza en la comunidad pascualizada. Ellas son la fuerza
creadora en la antigua creación y de la nueva creación formada en la Cruz por
el espíritu del Resucitado, experiencia de fe desde Moisés y los profetas y la
comunidad del Resucitado (Lc 24,27).
La
comunidad pascualizada seguidora de Jesús-Resucitado- Ha olvidado la fuerza
pedagógica- Pastoral de las Escrituras. La comunidad ha de
anunciar que Aquel que estaba muerto ha resucitado, está vivo. No olvidar que la
fidelidad de este anuncio es la que motiva a levantarse y anunciar que Jesús
está vivo, ha Resucitado: “La fidelidad
de Jesús es el camino de nuestra propia fidelidad. La fidelidad de Jesús se dio
en el tejido histórico de la experiencia humana de su entrega a la causa del
Padre. Seguir a Jesús no es repetir las formas históricas de su fidelidad
(absolutamente irrepetibles), sino redimir la experiencia de nuestra propia
fidelidad, en la experiencia profética del Hijo de Dios encontramos la
inspiración para nuestro profetismo”[1].
En el texto de Emaús, los caminantes escuchan a Jesús,
lo reconocen y se sienten impulsados por el ardor de su corazón a dar
testimonio de Él. Se hace necesario levantarse y salir a anunciar que Jesús
está vivo, que ha resucitado, que ellos lo han visto. La presencia de Jesús en
la comunidad motiva estos actos, ya no importa el peligro que puede ocasionar
salir de noche a oscuras. Con la luz del Resucitado, se levantan, van
tranquilos y serenos y vuelven alegres de donde habían salido derrotados, al
encontrarse con los once (Cfr. Lc 24,33) dan testimonio de lo vivido con Jesús
Resucitado, de su experiencia con Él al partir el pan; pero sobre todo, dispuesto a anunciar que Jesús ha Resucitado.
Encarnarse en la realidad de la resurrección es la
etapa inicial del discipulado en la comunidad, esta se desarrolla desde la pedagogía de Jesús, que en el
Evangelio de Lucas se coloca de una manera didáctica en el itinerario de la
pedagogía del camino de Emaús: 1) Conocimiento y denuncia de la realidad (Lc
24,13-24); 2)
Catequesis por medio de la Palabra (Lc 24,25-29); 3) Conversión de la comunidad
(Lc 24, 30-32); 4) Misión:
anuncio Kerygmático-Pascual (Lc
24,32-35) Con esta etapa inicial y con las características que debe distinguir
al discípulo presentadas en Marcos (Mc 3,13-15) y en (Hec 1,22) se enriquece el itinerario pedagógico del
discipulado en el tiempo de Pascua y no solo en este tiempo, sino en el Kayrós
de Dios en el que vive la comunidad que
se ha pascualizado en la Resurrección del que murió en la Cruz.
En la liturgia y en la pedagogía del camino de Emaús la
pascua se celebran como un solo día, es decir, se vive la Resurrección en la
comunidad pascualizada Hoy y Siempre (Cfr. Jn 20) porque la Resurrección se
anuncia con la paz, el perdón y el envío que hace a la comunidad. Jesús
pascualizado se hace presente en la comunidad con su identidad de Resucitado
y como prueba de esta realidad, muestra sus heridas (Cfr.
Jn 20,27; Lc 24,36-43) Esta identidad de Resucitado, es la pascualización del
camino de los discípulos del Señor (Cfr. Mc 3,13-15; Hec 1,22).
Por medio de la fracción del pan se lleva a plenitud
el reconocimiento de Jesucristo vivo. Se une la mesa de la palabra con la mesa
del pan vivo: “En
cada celebración eucarística el encuentro con el Resucitado se realiza mediante
la participación en la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida”[2], reconociendo que el Nazareno, que murió en
la Cruz ha resucitado: los dones del resucitado: Palabra y Cuerpo (Jn 6, 31.49)
son los dones escatológicos del nuevo pueblo de Dios (Cfr. Ap 2,17) Comunidad
de discípulos que celebran – etapa celebrativa del discipulado-etapa pascualizada
de la escuela– En la que los testigos del Resucitado, son enviados a misionar
llevando el mensaje Kerygmático-Pascual: Jesús quién murió en la cruz ha
Resucitado para liberarnos de la esclavitud del pecado. Él es nuestra Salvación.
“Amén. ¡Ven Señor Jesús!” (Cfr. 1Jn
5,6-8; Ap 22,20)[3].
A modo
de conclusión:
San Agustín
Se
les apareció Jesús. Le veían con los ojos, pero no lo reconocían. El maestro
caminaba con ellos durante el camino y él mismo era el camino. Aquellos discípulos
aún no iban por el camino, pues los halló fuera de él. Estando con ellos antes
de la pasión, les había predicho todo: que había de sufrir la pasión, que había
de morir y que al tercer día resucitaría. Todo lo había predicho, pero su
muerte se lo borró de la memoria. Cuando lo vieron colgando del madero quedaron
tan trastornados que se olvidaron de lo que les había enseñado; no les pasó por
la mente la resurrección ni se acordaron de sus promesas (…) Vean que Cristo
vive: (…) Cristo vive ciertamente. Cristo, vivo, encuentra muertos los
corazones de los discípulos, a cuyos ojos se apareció y no se apareció. Lo
veían y permanecía oculto para ellos. En efecto, si no lo veían, ¿cómo lo oían
cuando preguntaba y cómo le respondían? Iba con ellos como compañero de camino
y él mismo era el guía. Lo veían, sin duda, pero no lo reconocían. Sus ojos
-como escuchamos- estaban incapacitados para reconocerlo. No estaban
incapacitados para verlo, sino para reconocerlo. (San Agustín. Serm 235,2).
Si, en cambio, crees hasta lo que no ves, cuando lo veas te llenarás de
gozo. Se edifica la fe, porque después se recompensará con la visión. Llegará
lo que no vemos; llegará, hermanos, llegará. (San Agustín. Serm 235,4).
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