domingo, mayo 25, 2014

SI ME AMAN GUARDARAN MIS MANDATOS

 Jn 14, 15-21[1] 

“No es alabanza de fe la de los cristianos que creen en Cristo muerto, sino la de los que creen en Cristo Resucitado” (San Agustín. In ps. 101, 2,7). 

El tiempo de pascua está relacionado directamente con  la presencia viva de Jesús Resucitado. Este tiempo, no se puede enmarcar exclusivamente en 50 días, la pedagogía utilizada en la liturgia sugiere celebrarse como si fuera un solo día: En el que Cristo murió, resucitó y ascendió al Padre (Cfr. Jn 19,30b; 20,19-22).

La pascua es una celebración que dura toda la vida, celebramos a Jesús Resucitado siempre, para que no nos quedemos en el Viernes Santo. Viernes de muerte, donde sembramos nuestros dolores y en esta oscuridad de muerte quedamos estancados, cuesta trascender que Jesús ha resucitado, que está junto al Padre, siempre  presente, abriendo el camino de la esperanza frente a la incertidumbre, ofreciendo la vida frente a la muerte.

En este tiempo de pascua aparte de los signos que se han venido reflexionando, podemos hacer un acercamiento a tres elementos entre otros, que surgen a partir de la conmemoración pascual de la comunidad: La Resurrección de Jesús; La Oración; y La Palabra de Dios encarnada: 

1)    Resurrección de Jesús: Es el acontecimiento-memorial- que celebramos, lo vivimos como una pascua eterna, es la pascua de Dios que proclamamos por medio del anuncio Kerygmático-Pascual: Jesús, el Hijo de Dios ha Resucitado y lo estamos celebrando en la fracción del pan (Eucaristía), esta es la celebración de la vida (Cfr. Lc 24, 30-31), es lo que creemos, es lo que profesamos y es lo que anunciamos. Jesús ha resucitado, está vivo y lo hemos reconocido. Lo reconocemos a Él y al Padre por mediación del Espíritu para que seamos hijos en el Hijo (Cfr. Rm 8,14.15.16-17).
2)    La oración: Es el camino que como hijos debemos recorrer a diario para llegar al Padre, este camino debe ser para nosotros los cristianos un continuo dialogo de fortaleza para nuestra debilidad  (Cfr. Rm 8, 26-27) además, es alabar a Dios Padre y pedir que su reino venga y que nosotros vayamos a Él desde el memorial del alimento de cada día, en el que aprendemos a perdonar y seremos perdonados por el Padre (Cfr. Mt 6).
3)    La Palabra: Centro y fundamento del creyente pascualizado, “Si ustedes permanecen unidos a mí, y sí permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará” (Jn 15,7) La palabra es la fuerza que garantiza nuestro actuar en Dios y nuestro caminar, sin ella no podemos llegar al conocimiento de Dios (Jn 17, 4) ¿Cómo vamos a dar testimonio de Dios, sino leemos ni conocemos la Palabra? ¿Qué Dios queremos anunciar si no conocemos la Palabra? En ese sentido, nuestra vida es una contradicción porque decimos ¡Que creemos en Jesús! ¡Que creemos en el Padre! y ¡Que creemos en el Espíritu Santo!  Pero no conocemos la Palabra, no la reflexionamos, no escuchamos la voz del Señor,  sin ella no hay crecimiento espiritual en la pedagogía de la fe. 

Por no asumir el acontecimiento pascual como prioridad en nuestra vida es que tenemos dificultad para ser cristianos hoy, no conocemos a Jesús Resucitado, nos hemos marginado de su presencia. No vivimos la oración e ignoramos su importancia para nuestro crecimiento. No conocemos, no estudiamos, no reflexionamos la Palabra, las Sagradas Escrituras, permanecen inéditas. Es por esta razón, que nos preguntamos: ¿Qué tipo de cristiano pretendemos ser y que testimonio pretendemos dar sin Jesús Resucitado, sin oración y sin la Palabra de Dios y sin el memorial eucarístico? 

Ahora que estamos a unos días de celebrar pentecostés y con este acontecimiento, decimos que terminamos el tiempo de pascua, esta es una de las razones que damos los cristianos dentro de la Iglesia para afirmar que es un tiempo más dentro del año litúrgico. Pero debemos ser conscientes que con pentecostés no termina la pascua, al contario empieza la novedad del Espíritu y su presencia en medio de la comunidad, desde esta novedad del Espíritu crecemos en la pascua del Señor Resucitado, es la presencia del defensor (Cfr. Jn 14, 16-17.26; 15,26;16,7.8-11) es decir, “el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre” (Jn 14,26) el Padre lo envía por petición de Jesús Resucitado (Jn 14,16-17) que vendrá a revelarnos la plenitud de la salvación.  

La comunidad pascualizada ha de estar bien dispuesta a recibir la presencia del defensor prometido por Jesús y esta preparación se da por medio de tres condiciones según nos lo sugiere Jn 14,15-21:   

1.    El amor de los discípulos a Jesucristo: Este es un paso fundamental para garantizar la presencia del Espíritu de la verdad quien estará siempre en la comunidad (Jn 14,17).
2.     Los miembros de la comunidad deben ser hijos de la luz: Ellos han recibido la Palabra y la han acogido (Jn 1, 10,14) por lo tanto, no quedará huérfana la comunidad de creyentes.
3.     La comunidad ha de obedecer y conservar los mandatos del Señor: La escucha y la obediencia es permanecer en Jesucristo y en sus Palabra (Cfr. Jn 15,7a) obedecer es vivir en Jesús. Escuchar su Palabra es amarlo y el que lo ama lo amara el Padre. 

Si la comunidad se aleja de estas condiciones, no se da a plenitud la presencia del Espíritu en la comunidad pascualizada. La comunidad se haría hija del mundo y de las tinieblas (Cfr. Jn 1,10; 7,7; 12,31; 14,17; 16,8.11; 17,9.14) Por esta razón, no podemos ser como los que viven en las tinieblas sin llegar al conocimiento del Espíritu-defensor porque no escuchamos la Palabra y no obedecimos, nos comportamos como los hijos de las tinieblas. Los hijos de las tinieblas no tendrán la oportunidad de ver y vivir la pascua de Jesús Resucitado, ellos se han excluido de este acontecimiento. Nosotros cuando le colocamos límites al acontecimiento pascual, negamos la presencia de Jesús Resucitado en la comunidad, en su historia, en su conmemoración.  

Por lo tanto, para no ser hijos de las tinieblas en nuestra relación con Dios, debemos asumir y cumplir el mandato de Jesús Resucitado (Jn 13,34-35) recreando en la vida pascual los mandatos de la buena convivencia del viejo testamento (Ex 20, 1-21; 34,14-28; Dt 5) Al ser fieles en la obediencia vivimos en la verdad del amor al Padre y al Hijo y aceptamos la presencia del Espíirtu-Defensor; así garantizamos que vivimos desde la pascual del amor del Padre y del Hijo y del Espíritu, quienes permanecerán eternamente en la comunidad de los discípulos creyentes: “Quien conserva y guarda mis mandamientos, ése sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré en él” (Jn 14,21). 

“La fe de los cristianos consiste en creer en la Resurrección de Cristo. Tenemos por grande creer que Cristo resucitó” (San Agustín, In ps. 120,6).


[1] Texto elaborado el quinto domingo de Pascua de 2011 y revisado el quinto domingo de pascua de 2014.

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