domingo, abril 27, 2014

JESÚS HA RESUCITADO

Juan 20,19-31

Orar extensamente no significa, como piensan algunos, orar con muchas palabras. Un deseo continuo no equivale a muchas palabras (San Agustín. Carta 130, 19). 

“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo Murió por nosotros” (Rm 5,8). 

En la reflexión sobre el triduo pascual, se colocaron algunos signos  que identifican la conmemoración festiva de estos días de pascua en la liturgia pascual-celebrativa: 1) La luz, 2) La imposición de las manos, 3) El soplo, 4) La aparición a María Magdalena, 5) El anuncio que ella le hace a los discípulos (Jn 20, 11-18) 6) La presencia de Jesús en medio de los discípulos, 7) El saludo de paz, 8) El envío que les hace, 9) La incredulidad y profesión de fe de Tomás (Jn 20,19-31) 10) La aparición en el lago, 11) La pesca y el envío de Pedro (Jn 21) 12) El camino de Emaús (Cfr, Lc 24,13-35).

Estos signos pascuales enriquecen la celebración en la comunidad. La Resurrección ha marcado la conciencia de la comunidad de creyentes en el encuentro personal con Jesús. La comunidad había perdido la esperanza y estaba dispersa, iban por el camino sin encontrar una respuesta a lo sucedido, ellos tenían su esperanza puesta en un profeta que los desilusionó (Cfr. Lc 24,13-24) Este panorama desolador es el reflejo de una comunidad que idealizó el mesianismo y había empezado a dudar de su fe, su entendimiento estaba nublado, su corazón era tardó para comprender, no entendían lo sucedido (Cfr. Lc 24,25-26).

Pero con el pasar del tiempo, reflexionaron sobre el acontecimiento Jesús de Nazaret y al ir acercándose a Jesús e ir tomando conciencia de su presencia e ir profundizando en las Escrituras-sus Palabras-, hacen eco de la memoria en la resiliencia y comienzan a perfilar su caminar hacia el encuentro con Jesús (Cfr. Lc 24, 27-28) Con este acontecimiento del encuentro con la Palabra hecha carne y resucitada, empieza la caminada de los discípulos, poco a poco van transformando sus corazones y se abre el horizonte de su entendimiento: Jesús no sólo es un profeta que murió, sino que ahora, es el Cristo, el Hijo de Dios Resucitado-Pascualizado- (Cfr. Lc 24,30-35).

Pero a pesar de este testimonio sobre la Resurrección, nosotros los cristianos, hoy nos sentimos estancados en el quehacer de nuestra vida; para nosotros Jesús sigue crucificado, seguimos llorando al muerto- vamos corriendo al sepulcro a llorar (Cfr. 20,4.15) Porque no se ha entendido en la comunidad que Jesús ha resucitado (Cfr. Lc 24, 35; Jn 20,19-31) Por esta razón, no proponemos alternativas, nos hemos quedado estancados en verdades inútiles, seguimos repitiendo el mismo discurso sin novedad, sin preparación y sin propuesta. Alimentamos la piedad popular sin formación, sin Escrituras, sin tradición de la Iglesia. Conducimos a la gente a la pastoral de conservación: “La conversión pastoral de nuestras comunidades exige ir más allá de una pastoral de mera conservación para una pastoral decididamente misionera” (DA 370). 

Nuestras predicaciones son vacías y no transforman los corazones de los oyentes, son simple improvisaciones  carentes de Palabra de Dios y de la tradición de la Iglesia, la falta de esto en la pastoral eclesial ha provocado fracaso en la nueva evangelización y en la misión continental en la Iglesia latinoamericana:

“La Nueva Evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia, en la praxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal” (D.Sto. Dom 30).   

Cuando los primeros cristianos salieron a predicar llevaban mensajes de salvación, anunciaban el acontecimiento Kerygmático-Pascual- Pascualizando la vida. Con la novedad de la predicación de los primeros cristianos se transformaban los corazones: Por la predicación de Pedro, surge un cuestionamiento y un cambio: ¿Qué tenemos que hacer hermanos? (Hec 2,37) Y una alternativa dada (Cfr. Hec 2,38)  Cuando Juan predica un bautismo de conversión, suscita un cambio y un cuestionamiento de conversión: ¿Qué tenemos que hacer? (Cfr. Lc 3,1-17).

Frente a la predicación nuestra ¿qué suscitamos nosotros?, es triste decirlo, prácticamente nada, no hemos logrado que la gente por lo menos crea que Jesús ha resucitado, que el Hijo de Dios está vivo y que nos invita a cambiar de vida, que debemos ser perfectos como nuestro Padre es perfecto (Cfr. Lc 6, 36) que debemos ser portadores de las bienaventuranzas de Jesús (Cfr. Mt 5-13). 

Pero en realidad, qué es lo que encontramos en nuestras predicaciones: Normas, leyes, decretos, mandatos, farándula y otros temas sin espíritu, es necesario revaluar esto.  No estamos actualizando el mensaje pedagógico del Resucitado, las Sagradas Escrituras es la gran ausente de nuestras predicaciones, de la pastoral, de la catequesis; predicamos a un Dios vacío.  Desconocemos lo fundamental del itinerario del pueblo de Dios transformado por su cercanía con Dios, tanto en el Viejo Testamento como en el Nuevo Testamento-Memorial de fe narrada por la comunidad pascualizada. 

A la comunidad pascualizada Jesús resucitado, le ofrece la paz y los envía a predicar, ellos ven y creen; pero Santiago está ausente al igual que los peregrinos de Emaús, incrédulo y sin esperanzas, estaban lejos de las Escrituras, no habían comprendido la pedagogía de Jesús. Jesús nuevamente toma la iniciativa, se hace presente en la comunidad, no les reprocha su abandono, les explica a través de las Escrituras su acción redentora. Da gracias al partir el pan, muestra sus heridas en las manos y su costado abierto, para que viendo crean y creyendo sean testigos de su Resurrección.

Por la incredulidad  de los discípulos, Jesús les recalca su poca fe y su tardanza para entender: “¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!” (Lc 24,25) Y también les recalca su incredulidad frente a su presencia resucitada: “Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.Los otros discípulos le dijeron: -´Hemos visto al Señor´ Pero él contestó: -Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré” (Jn 20,35).

Esta es la incredulidad en nuestras predicaciones, no lo hacemos con convicción, necesitamos pruebas, somos un pueblo carente de fe en muchos aspectos, necesitamos en este mundo globalizado, pruebas de la existencia de la resurrección: “Después dijo a Tomás: -Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree- Tomás exclamó: -Tú eres mi Señor y mi Dios- Jesús replicó: -Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!-” (Jn 20,27-29).

Felices los que crean sin pruebas, los que anuncian y viven desde la Fe del Resucitado, pero ¿es qué ya no arde nuestro corazón al escuchar la voz del Señor?: “¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32) ¿Por qué hoy no lo reconocemos al partir el pan? (Cfr. Lc 24,30-31) ¿Por qué nuestras Eucaristías son monótonas y rutinarias? Seguimos rubrizados, el culto a Dios es estático, hemos perdido la creatividad en las celebraciones, esto ha ido paulatinamente matando la simbología sacramental e incluso la predicación acerca de la muerte de Jesús es más atractiva que la Resurrección. 

La resurrección de Jesús es símbolo de vida, de luz, es la novedad en la pedagogía de la Cruz, es la dinamicidad de la liturgia pascualizada. La pascua ha pasado a ser simple celebración: se mantiene el culto a la muerte en la liturgia, esta es símbolo de oscuridad, de estatismo religioso, se cae en el sin sentido de la celebración. Las comunidades son huérfanas en la fe, están sin el Resucitado.
 
La resurrección de Jesús es el camino a la conversión, es el camino del discípulo, es el camino de la comunidad, es el camino de la fe, es el camino donde se forman los discípulos testigos de la Resurrección. Hoy nosotros partimos de esta acontecimiento salvador, continuando con la misión  encomendada por el Resucitado y no quedarnos con los ojos puestos en el cielo suplicantes sin esperanzas, sino que vendrá a mostrarnos el camino de la esperanza: “¿Qué hacen mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al cielo, así mismo vendará como lo han visto ir al cielo” (Hec 1,11) [1].

A modo de conclusión

San Agustín
·         Ahora bien, Tomás, uno de los doce, al que se llama Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Le dijeron, pues, los otros discípulos: «Hemos visto al Señor». Por su parte, él les dijo: «Si no viere en sus manos el agujero de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Y, tras ocho días, estaban de nuevo sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Viene Jesús, cerradas las puertas, y se plantó en el medio y dijo: «Paz a vosotros». Después dice a Tomás: «Introduce aquí tu dedo y mira mis manos y acerca y mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo, sino fiel». Respondió Tomás y le dijo: «Señor mío y Dios mío». Veía y tocaba a un hombre y confesaba a Dios, al que no veía ni tocaba; pero, mediante esto que veía y tocaba, creía aquello, alejada ya la duda. Jesús le dice: «Porque me has visto has creído».
·         No asevera «me has tocado», sino «me has visto», porque la vista es de algún modo un sentido general. Efectivamente, suele nombrarse también mediante los otro cuatro sentidos, como cuando decimos: «Oye y ve qué bien suena, huele y ve qué bien huele, gusta y ve qué bien sabe, toca y ve qué bien calienta». Por doquier ha sonado «ve», aunque no se niega que la vista pertenece propiamente a los ojos. Por ende, también aquí el Señor mismo afirma: «Introduce aquí tu dedo y mira mis manos»; ¿qué otra cosa dice sino «toca y ve»? Él empero no tenía ojos en el dedo. Porque, pues, o mirando o tocando me has visto, afirma, has creído. Sin embargo, puede decirse que, cuando aquél se ofreció al discípulo para que lo tocase, éste no se atrevió a tocarlo, pues no está escrito «y Tomás lo tocó». Pero, haya visto y creído, sólo mirando o también tocando, lo que sigue pregona y hace valer más la fe de las gentes: Dichosos quienes no han visto y han creído. Ha usado verbos de tiempo pretérito, cual ese que en su predestinación conocía como ya sucedido lo que iba a suceder (San Agustín.Com. a Jn 20,10-29). 

Padre José Antonio Pagola
·         Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero no está con ellos Jesús. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. ¿A quién seguirán ahora? ¿Qué podrán hacer sin él?
·         “Está anocheciendo” en Jerusalén y también en el corazón de los discípulos. Dentro de la casa, están “con las puertas cerradas”. Es una comunidad sin misión y sin horizonte, encerrada en sí misma, sin capacidad de acogida. Nadie piensa ya en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Con las puertas cerradas no es posible acercarse al sufrimiento de las gentes. Los discípulos están llenos de “miedo a los judíos”. Es una comunidad paralizada por el miedo, en actitud defensiva. Solo ven hostilidad y rechazo por todas partes. Con miedo no es posible amar el mundo como lo amaba Jesús, ni infundir en nadie aliento y esperanza.
·         Jesús resucitado toma la iniciativa. Viene a rescatar a sus seguidores. “Entra en la casa y se pone en medio de ellos”. La pequeña comunidad comienza a transformarse. Del miedo pasan a la paz que les infunde Jesús. De la oscuridad de la noche pasan a la alegría de volver a verlo lleno de vida. De las puertas cerradas van a pasar pronto a la apertura de la misión. Jesús les habla poniendo en aquellos pobres hombres toda su confianza: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. No les dice a quién se han de acercar, qué han de anunciar ni cómo han de actuar. Ya lo han podido aprender de él por los caminos de Galilea. Serán en el mundo lo que ha sido él.
·         Jesús conoce la fragilidad de sus discípulos. Muchas veces les ha criticado su fe pequeña y vacilante. Necesitan la fuerza de su Espíritu para cumplir su misión. Por eso hace con ellos un gesto especial. No les impone las manos ni los bendice como a los enfermos. Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”. Lo que se nos pide es reavivar mucho más en toda la Iglesia la confianza en Jesús resucitado, movilizarnos para ponerlo sin miedo en el centro de nuestras parroquias y comunidades, y concentrar todas nuestras fuerzas en escuchar bien lo que su Espíritu nos está diciendo hoy a sus seguidores y seguidoras[2] 

 “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Rm 5,11).

Ahuyenta mi locura, Señor, para que pueda conocerte. Muéstrame el camino que debo hacer para poder verte. Así ayudado, espero hacer lo que me has mandado (San Agustín. Soliloquios, 1,1).


[1] Texto elaborado el segundo domingo de Pascua de 2011 y reelaborado el segundo domingo de Pascua de 2014.

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