TRIDUO PASCUAL
“Toda mi esperanza, Señor, estaba en tu sola misericordia.
Dame, Señor, lo que pides, y pídeme lo que quieras” (San Agustín. Conf. 10,29).
La reflexión conmemorativa y teológica en los Evangelios sobre el acontecimiento
pascual de Jesús de Nazaret- El Ungido de Dios-El Cristo- Hunde sus raíces en la
Pasión - Muerte y Resurrección de Jesús- Vistos desde la pedagogía de la Cruz. Recreación
pedagógica de la reflexión que hacen los evangelistas de los cuatro cánticos
del Siervo Sufriente de Isaías.
En estos cánticos (Is 42,1-9; 49,1-13; 50,4-11; 52,12-53,12) Isaías recuerda el
dolor-sufrimiento-deportación del pueblo en tierra extranjera, allí había
perdido su identidad, se había desfigurado por el dolor y el sufrimiento que
causó el haber perdido su tierra, su culto y sentirse olvidado por Dios a causa
de sus múltiples pecados de idolatría. Ahora el pueblo pasa del abandono a la
promesa, de la derrota al triunfo, retorna
a su tierra para reconstruir su historia, su templo, su culto y experimenta que
a pesar de todos sus crímenes de idolatría, Dios no los abandonó.
Los pueblos
que se habían decepcionado al verlos desvalido y desfigurado en tierra
extraña, ahora se admiran porque Dios los va conduciendo por sendas tranquilas
colocándolos en un lugar bien alto para que ellos sean la salvación de toda la
tierra:
1.
Cántico I: Is 42,1-9: Dios
ha puesto su Espíritu sobre el Siervo lo ha ungido para que promueva el derecho
y la justicia a las naciones y abra los ojos a los ciegos, desate las cadenas
injustas. Proclame la justicia a los pueblos su nueva alianza y de luz a las
naciones.
2.
Cántico II: Is 49,1-13: El
Siervo es llamado a ser luz de las naciones y así la salvación llegará al
confín de estos pueblos. El Siervo será rechazado y aborrecido. Pero muchos se
postrarán ante él porque ha sido elegido por el Santo de Israel, con él serán
consolado los desconsolados. Él restaurará los proyectos del Señor entre sus
hermanos.
3.
Cántico III Is 50,4-11: A
pesar de los padecimientos que causa el sufrimiento, el Siervo se mantiene
firme en su fidelidad al proyecto. Él confía en el Señor, que es su defensor.
Aunque el camino es tortuoso y llenos de espinas el Señor lo conduce por
retóñales y senderos de paz. Por esta razón, no se ha resistido a insultos ni se
ha echado para atrás porque toda su confianza está en el Señor que lo ha
rescatado del oprobio.
4.
Cántico IV: Is 52,12-53,12: El Siervo es el que
triunfa frente a los planes de los perversos, los que se apartaban
escandalizados de él ahora se admiran de su progreso. Estaba desfigurado sin
apariencia humana, curtido en dolor, traspasado por nuestra rebeldía. Fue
arrancado de la tierra de los vivos y por su medio triunfará el plan del Señor.
Y verán la luz los pueblos por medio de su Siervo inocente y salvará a todos
los pueblos. A pesar de haber sido llevado como cordero al matadero.
Estos canticos del sirvo sufrientes leídos a la luz
de la reflexión pascual de los Evangelios, penetran lo más profundo de la
conmemoración del acontecimiento Jesús de Nazaret como el siervo sufriente del
Señor que irrumpe como salvador interiorizando y pascualizando nuestra
vida en el hoy de Dios que sorprende a
los que prefieren escandalizarse con el sufrimiento de quien murió en la cruz y
no se han escandalizado con eternizar la idolatría que prostituye el corazón.
JUEVES SANTO
Jn 13, 1-15[1]
Tomó de nosotros lo
que es despreciable, nos dio lo que es grande; tomó nuestro mal, nos dio su
bien; tomó la muerte, nos dio la vida; recibió aquí afrentas, nos dio honor;
recibió aquí la cruz, nos dio el descanso. ¡Cuán grandes son los males que
recibió aquí! ¡Cuán grandes los bienes que nos otorgó! Así, pues, nuestro Señor
Jesucristo se hizo hijo del hombre; con todo, aunque Dios se hizo hombre, no se
convirtió en hombre; al contrario, permaneció en sí mismo como Dios perfecto,
sin cambiar en nada para peor; asumió al hombre para hacerlo mejor en sí mismo,
no para hacerse peor en él. (San Agustín. Serm 140)
La tradición que hemos recibido dice San Pablo
(1Cor 11,23-26) nos coloca en la pascua eterna del Padre-Jesús de Nazaret- El
Cristo-Ungido de Dios, además indica que en este día se conmemora la fiesta Eucarística-
Acción de gracias por el Sacrificio del Hijo ofrecido en el altar de la Cruz y
que nosotros hacemos memorial nuestro cada vez que lo celebramos en este Altar
y en el altar de la comunidad porque es en memoria de Cristo (Cfr. Mc 14,22-26;
Mt 26,26-29; Lc 22,14-20).
Ahora bien, por esta tradición recibida del Nuevo
Testamento y de la Iglesia en este acontecimiento pascual de la Cena del Señor
con sus discípulos, hoy conmemoramos tres signos centrales en la comunidad
pascualizada y ecuristizada: 1) Día de la institución del Sacerdocio
ministerial: 2)
Día de la institución de la fracción del pan: Eucaristía-Acción de Gracias-; 3) Día pascual
del Servicio: Mandamiento del Amor.
Estos Signos mirados en conjunto conllevan a la
consagración, a la solidaridad y al servicio del pueblo de Dios en Jesucristo Principio y Fin de
todas las cosas, el que Es, y Era y Será (Cfr. Ap 1,8) Porque en Él se ha
renovado todo (Ap 21,4.5).
1.
El Sacerdocio
ministerial: Se da por asociación con el sacerdocio de Cristo, quien fue
ungido en la Cruz y allí entrega su sangre y su cuerpo al pueblo. Este
sacerdocio con el pasar de los años es
asumido como institución divina por la comunidad que lo trasmite a hombres que
quieren ser consagrados para el servicio del culto a Dios, Esta consagración se
hace por medio de la imposición de manos que se utilizaba para el envío a una
misión invocando la presencia del Espíritu Santo en el siervo elegido.
2.
Fracción
del Pan- Eucaristía-Acción de gracias-: Nace de la tradición en que Cristo se
ofrece así mismo como Pan de vida y entrega su Sangre como Nueva
Alianza para el perdón de los pecados y esto
se hace en Memoria de Cristo (Cfr. Mc
14, 22.25; Mt 26,2629; Lc 22,14-20; Jn 6, 51-59; Cfr. 1Cor 11,23-26) Este
acontecimiento hunde sus raíces en la pascua judía y luego con el cristianismo
asume su carácter participativo en la fracción del pan, con la novedad que quien es ofrecido es el mismo Cristo-Resucitado
y no en recuerdo del cordero degollado del éxodo (Cfr. Ex 12,1-14).
3.
El Servicio-
Mandamiento del amor: Mandamiento del Amor, se desprende de la
disponibilidad de Jesús de hacer la voluntad del Padre y así como él siendo el
maestro lo hace, también nosotros lo hagamos (Jn 13,1-15) ya que él no ha
venido a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos: “Porque el Hijo del hombre no vino a ser
servido, sino a servir y a dar la vida como rescate por muchos” (Cfr.Mc 10,45).
La asociación de estos tres momentos, nos llevan
pedagógicamente a comprender que el Dios humano y sencillo es revelado por
Jesús como Padre. Y que, lo que celebramos hoy es la partida de Jesús al Padre,
pero a la vez, es para quedarse presente a través del pan y el vino, en su
Cuerpo y en su Sangre. Desde este horizonte, sí escuchamos otras explicaciones
al acontecimiento litúrgico celebrado hoy, éstas formarían parte de reflexiones
alegóricas que repetimos por costumbre o facilidad sin darle la orientación
adecuada, sacadas muchas veces del contexto de la liturgia y de la tradición
que se ha recibido.
Desde la perspectiva de la pedagogía de la liturgia,
es necesario llevarle al pueblo un
mensaje comprensible en el cual se le manifieste que: Lo esencial del cristianismo,
es ser de Cristo, es asumir los rasgos de Cristo, que ser
cristianos es asumir la pedagogía de la Cruz en nuestra caminada. La pedagogía
de la Cruz, consiste en que el discípulo participa del destino del Maestro, la
Cruz. Y frente a esto no hay una propuesta de condicionamiento, como muchas
veces, colocamos los cristianos. Sino una propuesta de convicción desde la
pedagogía de la palabra y de la fe,
mostrando el rostro sonriente del Señor que transforme nuestra dureza de
corazón para dar a conocer la misericordia de Dios: “La misericordia de Dios es una gran luz de amor y de ternura, es la
caricia de Dios sobre las heridas de nuestros pecados” (Papa Francisco.
Ángelus. Domingo 6 de Abril de 2014. Plaza San Pedro. Roma).
VIERNES SANTO
Jn 18,1-19,42
El inmortal asumió la mortalidad para morir por nosotros, para con su
muerte dar muerte a la nuestra. Esto hizo Dios; esto nos concedió. El grande se
humilló; después de humillado se le dio muerte; muerto, resucitó y fue
exaltado, para no abandonarnos muertos en el infierno, sino para exaltar en sí
en la resurrección final a quienes exaltó ahora mediante la fe y la confesión
de los justos. Así, pues, nos dejó el camino de la humildad. Si lo seguimos,
confesaremos al Señor y cantaremos con motivo: Te confesaremos, ¡oh Dios!, te confesaremos e invocaremos tu nombre.
(San Agustin Comen. al Sal 74,2).
El camino-Viacrucis- recorrido por Jesús, como
siervo inocente que cargó con los pecados del pueblo rebelde en el madero- el
árbol de la Cruz- que con su confianza puesta en el Señor, se ha convertido en
árbol de la vida. Allí Jesús enfrenta su destino: Muerte y Vida. En el altar de
la cruz se entrega por amor a su pueblo haciendo
la voluntad del Padre (Cfr. Lc 22,42) Jesús como siervo de Dios ha sido
condenado a Muerte, cargando sobre si la injusticia y la miseria que causa el
pecado: “Y el Señor cargó sobre él todos
nuestro crímenes. Maltratado, aguantaba, no abría la boca; como cordero llevado
al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca” (Is 53,6-7)
Jesús ha asumido el dolor del pecado en
su propia humanidad haciéndose pecado. Tomo para sí las heridas del pueblo
sufriente, se ha hecho sacrificio de redención por la dignidad humana. Dios ha
bajado a solidarizarse con el dolor del ser humano.
Jesús en la Cruz, nos salva de la injusticia en la
que vivimos sometidos por el pecado. Es desde esta perspectiva, que concebimos la salvación
que recibimos de parte de Dios. Pero es necesario para que esta salvación se
dé que hagamos realidad el reino de Dios y su justicia: “Busquen primero el reino de Dios y su
justicia” (Mt 6,33) Jesús entrega su vida por hacer viable el Reino en su
propia vida, desde el amor que supera todo amor: “Tanto amó dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien
crea en Él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3,16).
El que muere en la Cruz es quien ha asumido nuestra
condición humana, ha sido coherente de su ser como Hijo de Dios y por esta
coherencia ha recibido la condena a la muerte, y sin embargo no ha juzgado al
mundo, sino que lo ha redimido: “Dios no
envío a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por medio de Él” (Jn 3,17).
Hoy Jesús asume la condición de muchos hermanos que
mueren por causa de la violencia, pero también de muchos inocentes que son
condenados antes de nacer por el derecho a la “libre personalidad”. Jesús muere
por la crueldad institucionalizada del despilfarro del presupuesto nacional y
que crea todo tipo de violencia e injusticia, Jesús muere por aquellos que han
colocado las tinieblas frente a la luz.
Hoy es el juicio de los pecados de la antigua
creación, para poder entrar a la nueva creación en la Resurrección sin pecado: “El juicio consiste en esto: que la luz vino
al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus
acciones eran malas” (Jn 3,19) También es condenado a muerte por las obras buenas que ha hecho, siendo
acusado de blasfemo se ha proclamado el Hijo de Dios (Cfr. Jn 10,33) Y es
condenado a muerte y muere para atraer a muchos hacia sí: “Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn
12,32).
Hoy viernes santos ¿qué es lo que celebramos? ¿A qué
hemos venido? ¿A ver un espectáculo, que es en lo que muchas veces se ha
convertido nuestra celebración? O ¿a vivir el momento? Hoy no celebramos un
simple momento, celebramos la vida que brota del costado de Jesús. La liturgia de
hoy no es un espectáculo, es celebración, es vida, es la dinámica del Espíritu
que se recrea en los corazones del que se convierte, para vivir desde Dios.
Este es el acontecimiento del cumplimiento de las
promesas plenificado en las Palabras pronunciadas por Jesús, en la Cruz todo se
ha hecho nuevo, no es el final de la historia, sino que con Cristo comienza los
tiempos últimos, porque Dios se ha revelado en Él de modo definitivo y todos
seremos en Él y todo se renueva con Él (Cfr. Ap. 21,4.5) Él es la nueva
creación porque en la Cruz todo es sometido a Cristo: “Todo ha sido sometido bajo sus pies…Cuando todo le quede sometido,
también el Hijo se someterá al que le sometió todo, y así Dios será todo para
todos” (1Cor 15,27.28).
A modo de conclusión: San Agustín.
Comentario al Sal 74,2
Así, pues, no éramos buenos; tuvo piedad de nosotros y envió a su único
Hijo a morir, no por los buenos, sino por los malos; no por los justos, sino
por los impíos. He aquí que Cristo
murió por los impíos. ¿Cómo sigue? Apenas hay quien muera por un justo: pero, efectivamente, quizá alguien
se atreva a morir por una persona de bien. Tal vez se encuentre alguien
que esté dispuesto a morir por una persona buena. Mas por una persona injusta,
impía, inicua, ¿quién iba a querer morir, sino solamente Cristo, justo hasta el
punto de santificar a los injustos? Por lo tanto, hermanos, no poseíamos
ninguna obra buena; todas eran malas. Pero aun siendo tales las obras de los
hombres, su misericordia no los abandonó y, siendo merecedores de castigo, él,
en lugar del castigo debido, les otorgó la gracia que no merecían. Y envió a su
Hijo para rescatarnos, no con oro, ni con plata, sino con el valor de su sangre
derramada, como cordero inmaculado conducido al sacrificio en favor de las
ovejas manchadas, si es que sólo manchadas y no totalmente infectas. Hemos
recibido esta gracia. Vivamos, pues, de manera digna de la misma, para no hacer
injuria a gracia tan sublime. Un médico extraordinario vino a nosotros y
perdonó todos nuestros pecados. Si queremos enfermar de nuevo, seremos, además
de perniciosos para nosotros mismos, ingratos para con el médico.
SABADO SANTO - DOMINGO DE RESURRECCIÓN-PASCUA
Mt 28,1-10/ Jn 20,1-9
Si no te atreves a invitar a tu casa a algún santo sin antes haberla
limpiado para que sus ojos no se ofendan, ¿osas invocar el nombre de Dios para
que venga a tu corazón, lleno como está de maldad, sin antes haber expulsado
toda iniquidad interior mediante la confesión de tus pecados? La confesión,
hermanos míos, nos humilla; una vez humillados, nos justifica; justificados,
nos exalta. Pues si somos soberbios, Dios nos opone resistencia; si somos
humildes, Dios nos exalta, porque resiste
a los soberbios y, en cambio, da su gracia a los humildes, y quien se exalta
será humillado; quien, por el contrario, se humilla, será exaltado.
Vueltos a Dios (San Agustín. Com. Al Sal 74,2).
Se ha llegado al inició de la creación en
Jesucristo, todo se ha renovado en Él, esta renovación se comenzó en el
peregrinar de la cuaresma y en esta noche pascual la oscuridad es vencida por
la Luz, ahora es el tiempo de gracia en la caminada con Jesús- El Cristo- quien
ha salido triunfante de la muerte. ¡Jesús ha resucitado! Esta es la gran
noticia: Se anuncia que la vida ha sido restaurada, el sepulcro está abierto,
la muerte en Él no tiene dominio. ¡Ha resucitado el Señor!
Jesús salió del Padre, vuelve al Padre, ha estado
en la tierra y ha salido de la tierra. La muerte ya no tiene dominio sobre Él; la
loza que cerraba el paso a la luz, ha sido rota; ya podemos ver y creer, que
aquel que murió, ya no está en el sepulcro: “Entraron,
pero no encontraron el cadáver del Señor Jesús” (Lc 24,3) Porque está vivo:
“No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús
Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado” (Mc 16,6; Cfr Mt
28,5-6)) Entonces ¿por qué buscan
entre los muertos al que está vivo? (Lc 24,5) Si la sábana que lo cubría
está en el suelo (Cfr. Jn 20,5) es
porque la muerte ha sido vencida en la Resurrección.
Jesucristo ha dejado al romper la losa las sábana
que le impedía moverse, se ha desatado abrió el sepulcro, salió a la luz. Jesús
resucitado abrió la tumba- rompió la piedra- Jesús ha roto las cadenas de la
muerte, dando libertad a los cautivos, devolviendo la esperanza en medio de la
desesperanza. Jesús sale victorioso de la muerte: “Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, no a todo el
pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros que
comimos y bebimos con él después de la resurrección” (Hec 10,40-41).
Ahora bien, la liturgia de estos días, no se ha
quedado en el viernes santo, ha trascendido, se vive como un solo día y la
simbología de estos días son lineamientos pedagógicos de la pascua establecidos
para enriquecer la fe en el caminar de la comunidad en la simbología que ofrece:
La luz, La imposición de las manos, El
soplo, La aparición a María Magdalena, El anuncio que ella le hace a los
discípulos (Jn 20, 11-18) La presencia de Jesús en medio de los discípulos, El
saludo de paz, El envío que les hace, La incredulidad y profesión de fe de
Tomás (Jn 20,19-31) La aparición en el lago, La pesca y el envío de Pedro (Jn
21) El camino de Emaús (Cfr, Lc 24,13-35).
La liturgia conmemorativa de los Evangelios
reflexionó estos símbolos testificando que el Resucitado-Es quien murió en la
Cruz- Y todo es nuevo en Él: “¿No saben
que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barran la levadura vieja para
ser una masa nueva, ya que son panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra
víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebramos la Pascua, no con levadura vieja
(levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la
sinceridad y la verdad” (1Cor 5,6b-8) De esta manera, nuestra fe
proclama que el sacrificio de Jesucristo, no ha sido en vano, porque nadie ha
amado como Él. Y Esta “Buena Noticia nos
manifiesta la justicia de Dios que libera exclusivamente por la fe” (Rm 1,17).
A modo de conclusión
·
"Pregunta a la hermosura de la tierra,
pregunta a la hermosura del mar, pregunta a la hermosura del aire dilatado y
difuso, pregunta a la hermosura del cielo, pregunta al ritmo ordenado de los
astros; pregunta al sol, que ilumina el día con fulgor; pregunta a la luna, que
mitiga con su resplandor la oscuridad de la noche que sigue al día; pregunta a
los animales que se mueven en el agua, que habitan la tierra y vuelan en el
aire: a las almas ocultas, a los cuerpos manifiestos; a los seres visibles, que
necesitan quien los gobierne, y los invisibles, que lo gobiernan. Pregúntales.
Todos te responderán: «Contempla nuestra belleza.» Su hermosura es su
confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables, sino la belleza
inmutable?
·
Ya en el hombre mismo, para poder conocer y comprender a Dios, creador
del universo entero; en el mismo hombre, repito, se hizo la pregunta a ambos
componentes, al cuerpo y al alma. Preguntaban a lo que ellos mismos eran: al
cuerpo que veían y al alma que no veían, pero sin la cual no podían ver aquél.
Veían, en efecto, mediante el ojo, pero el que ve a través de esas ventanas
estaba dentro. De esta manera, cuando se marcha quien la habita, la casa se
derrumba; cuando se aleja el principio rector, cae lo regido, y por eso recibe
el nombre de cadáver. ¿No están, acaso, intactos los ojos? Aunque estén
abiertos, nada ven. Los oídos siguen ahí, pero se ausentó el que oía; la lengua
permanece, pero se alejó el músico que la movía. Preguntaron, pues, a estas dos
cosas, al cuerpo, que se ve, y al alma, que no se ve, y descubrieron que es
mejor lo que no se ve que lo que se ve; que es superior el alma, que queda
oculta, e inferior la carne, visible.
·
Vieron ambas cosas, las analizaron, discutieron sobre ellas, y
advirtieron que, en el hombre, una y otra eran mudables. Al cuerpo lo hace
mudable la edad, la enfermedad, los alimentos; el descanso y el cansancio, la
vida y la muerte. A continuación se ocuparon del alma que habían reconocido ser
ciertamente superior, y que les causaba admiración a pesar de ser invisible;
advirtieron que también ella era mutable, que ahora quiere y luego no, que
ahora sabe y luego ignora, que ahora se acuerda y luego se olvida, que ahora
tiene miedo y luego es atrevida, que ahora progresa en la sabiduría y luego se
hunde en la necedad. Al verla mutable, la trascendieron también a ella y
buscaron algo inmutable. De esta manera, por las cosas hechas llegaron a Dios,
que las hizo." (San Agustín, Homilía 241: 2 –
3).
“No
hace mártires las penas. Los hace las causas buena” (San Agustín. In Ps.
34,2,13).
[1]
Reflexiones del el Triduo Pascual de 2011 y modificadas en el Triduo Pascual de
2014. (Abril 17-20 de 2014).
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