Mt 5,38-48
Mientras estemos
aquí, pidamos a Dios no privarnos de nuestra oración y de su misericordia, para
poder orar con perseverancia. Y él, con perseverancia, tendrá misericordia de
nosotros. (San Agustín. Enar. Salmo 65,24).
El culto a Dios sino es
consecuente con la relación solidaria en comunidad, desde una nueva perspectiva
de ver la vida, de asumir nuestro caminar en la comunidad de hermanos-discípulos, de mentalidad,
de dignidad, de respeto, de educación, de la concepción religiosa, de la familia,
si no se da esto el culto es vacío, y todo esto empobrece. Es el momento para empezar por
despertar nuestras conciencias dormidas por el letargo: "todo es lo
mismo".
La comunidad del reino es el despertar a estas manipulaciones engañosas,
por eso, es necesario volver a Jesús, a sus enseñanzas, camino de nuevas
relaciones solidarias con los pobres, es hacer que vuelva a brillar la justicia
de Dios: “Procuren que su luz brille
delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a
su Padre que está en el cielo” (Mt 5,16, Cfr. Is 58,8-10) La justicia de
Dios es la celebración de la Eucaristía, es la vivencia de las nuevas
relaciones:
Una celebración puede llegar a ser impecable
en términos de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al encuentro con
Jesús, puede que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra
vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia
e impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya
coherencia entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia y vida.
El corazón se llena de fe y de
esperanza, pensando en las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio:
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. (Jn 6, 54).
Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe y de oración, de perdón, de
penitencia, de alegría en común, de preocupación por las necesidades de tantos
hermanos y hermanas, con la certeza de que el Señor cumplirá lo que ha
prometido: ¡la vida eterna! Así sea.
(Papa Francisco, Roma Audiencia 2014-02-12).
De esta manera,
la celebración de la justicia ha de ser perfecta, porque perfecto es el
sacrificio de Cristo, su amor solidario se hizo manifestación al abrazar la
cruz como camino. En la celebración nosotros como hermanos-discípulos
escuchamos a Jesucristo que sigue instruyendo para estrechar los lazos de la interrelación
de la comunidad. La comunidad crece siempre perfecta si no desvía el camino hacia
la perfección: “Sean perfecto como es
perfecto nuestro Padre celestial” (Mt 5,48) el camino de la perfección se
recorre en la nueva ley, la del amor-el amor es la expresión más allá de
nuestros ideales-.
La comunidad
de Jesucristo, es comunidad del reino, es comunidad del camino, integrada por
hermanos-discípulos imperfectos, que buscan la perfección en las enseñanzas del
Maestro, enseñanza recibida por el Padre: “Mi
enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien está dispuesto a
hacer la voluntad de Dios, podrá reconocer si mi enseñanza viene de Dios o si
habló por mi propia cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria;
pero quien busca la gloria del que lo envió, ese dice la verdad y en él no hay
nada reprochable” (Jn 7,16-18).
En la
comunidad del reino, no hay espacio para quien se vanaglorie así mismo, porque
esto sería desoír las enseñanzas de Jesucristo, sería ocultar la vida de Jesús
y ocultar al Padre, entonces la comunidad del reino no sería sal de la tierra y
luz de este mundo en pobreza y humildad, sino que buscaría su propio bienestar
y no el de todos, haría su voluntad y no la de Dios. La comunidad de Jesucristo
es la que hace la voluntad del Padre, busca el bienestar de todos, orienta la
vida hacia el Padre y sigue el camino de los que hacen la voluntad de Dios, al
igual que Jesucristo:
“Las cosas que yo hago con la
autoridad de mi Padre, lo demuestran claramente; pero ustedes no creen, porque
no son de mis ovejas. Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me
siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo
que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El
Padre y Yo somos uno solo” (Jn 10,25-30; Cfr. 8,28-29).
Esta comunidad cree,
hace la voluntad del Padre, y sigue a Jesucristo, escucha su voz, acepta sus
enseñanzas y cree en el Hijo enviado por el Padre, por esta razón, la comunidad
de hermanos-discípulos es la comunidad que ve al Hijo y en el Hijo ve al Padre
y al escuchar la voz del Hijo, escucha la voz del Padre:
“Jesús
dijo con voz fuerte: El que cree en mí, no cree solamente en mí, sino también
en el Padre, que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve también al que me ha
enviado. Yo, que soy luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se
queden en la oscuridad. Pero aquel que oye mis palabras y no las obedece, no
soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo, sino para
salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo
condene: las palabras que yo he dicho lo condenan en el día último. Porque yo
no hablo por mi cuenta; el Padre, que me ha enviado, me ha ordenado lo que debo
decir y enseñar” (Jn 12,44-49; Cfr. Jn 3,17-21; 8,12).
De tal manera, que la
comunidad de hermanos-discípulos, no habla por su cuenta, habla lo que el Señor
resucitado le manda y esto es lo que se debe tener presente: La comunidad en formación
del reino, comunidad que escucha las enseñanzas de su Maestro, comunidad que
manifiesta nuevas relaciones interpersonales, comunidad de culto coherente con
la vida y la realidad de los hermanos-discípulos, comunidad solidaria con los
pobres.
Esta novedosa forma de
ser comunidad es la reflexión que se asume desde el Sermón del Monte
pronunciado por Jesús, enseñanza novedosa aun hoy que lleva a la comunidad
hacia sí (Cfr. Jn 3,14-15; 8,28; 12,32-34; 13,1; 17,11) como ya lo hizo Moisés
en el Sinaí, ahora Jesús con la sabiduría de Dios, enseña a la comunidad: “Al
ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le
acercaron, y Él tomó la palabra y comenzó a enseñarles” (Mt 5,1-2)[1].
Con esta enseñanza en la
reflexión anterior tomamos ocho elementos del Sermón del Monte que ayudan a la
comunidad en camino vivir hacia la perfección donde su justicia sea mayor que
la de los escribas, fariseos, maestros e incluso las autoridades religiosas. Hoy
esta justicia ha de ser mayor que la que nos proporciona la sociedad actual. Jesús encabeza su enseñanza con dos fórmulas que
plantean la novedad profunda de los
cambios que se deben realizar entre los hermanos-discípulos en la comunidad del
reino de Dios. Las fórmulas que Jesús emplea son: “Ustedes han oído”; “Pero yo les digo”:
1.
“Ustedes
han oído”- Hay referencia a la
lectura pública en la sinagoga de las Escrituras, es posible que también haga
referencia a la enseñanza del papá hacia los hijos varones y en la mesa.
También puede haber referencia a la enseñanza de los maestros a sus discípulos
y a las interpretaciones sobre las escrituras de los Escribas y Fariseos y la
complejidad de la enseñanza de los 613 preceptos que tenían para regular la ley
y los profetas[2].
2.
“Yo
les digo”- La intención de Jesús
es explicar la novedad de la Palabra de Dios, porque al pueblo le habían hecho
olvidar esta novedad del Dios de la Alianza y se sentía olvidado de Dios. Jesús
trata de explicar el sentido original de la ley y los profetas, Él quiere
superar la justicia que practicaban los
maestros de la ley (Mt 5,20) al darle al pueblo esta esperanza, los
hermanos-discípulos si lo asumen pueden participar del reino Dios: “Porque
les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de ley y a los fariseos en
hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos” (Mt
5,20).
Con estas fórmulas Jesús
manifiesta la novedad de la ley en la nueva Alianza, por eso Él no vino a abolir
la ley ni los profetas, sino a darle cumplimiento a lo que allí se planteaba
para la vivencia del pueblo y ahora para la vivencia de la comunidad del reino.
Los dos elementos que a continuación reflexionamos son continuidad de los que
se reflexionaron anteriormente en Mt, 5,17-37. Estos plantean como debe ser
nuestra acción con los hermanos en la comunidad del reino:
9.
Superación
de la ley del Talión[3]: (Ex 21,23-35) En el contexto de ley judía, es una
ley perfecta, porque evitaba la crueldad de la venganza. Ahora es cambiada o
superada por la ley del amor (Cfr. Mt 5, 38-42) Con esto se supera todo acto de
violencia entre los miembros de la comunidad del reino, se revoluciona el
sistema institucionalizado de los odios, de las cobranzas por las faltas
cometida contra el otro. Se supera el continuo manejo de la intolerancia, no se
devuelve ofensa por ofensa, no se permite el odio a quien hace algún mal. Hay
llamado a la generosidad con el hermano, al no dar la espalda al que está
necesitado: “Si dan prestado solo a aquellos de quienes piensan recibir
algo, ¿Qué hacen de extraordinario? También los pecadores se prestan unos a
otros, esperando recibir unos de otros. Ustedes deben amar a sus enemigos, y
hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su
recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso
con los desagradecidos y los malos. Sean ustedes compasivos, como también su
Padre es compasivo” (Lc 6,34-36; Cfr. Eclo 4,4; 29,1-2).
10. Amor a los enemigos: El amor supera toda enemistad, quien ama no guarda
rencor, ni hace de sus recuerdos una lista de amargura contra las personas que
le han causado mal, no tiene enemigos, sino que los coloca en las manos del
Señor a través de su oración. Están en la oración del hermano-discípulo (Cfr.
Mt 5,43) Es el prójimo[4], es
igual a uno, es la superación del odio, es el camino de la fraternidad,
caminamos sin enemigos somos compasivos con ellos: “Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Prov. 25,21; Cfr. Rom
12,17-20; 13,8-10) La justicia de la comunidad del Resucitado, comunidad
del reino es sal de la tierra y luz del mundo en pobreza y humildad, es la
justicia de la comunidad que sirve, como los hijos del Padre (Cfr. Eclo 4,10;
Jn 8,44) Comunidad perfecta que no se opone a la bondad de Dios: “Pues Él
hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e
injustos” (Mt 5,45) Por lo tanto, la comunidad del reino es la que ama y en
la que todos los hermanos-discípulos se aman, para poder llegar a ser
perfectos: “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es
perfecto” (Mt 5,48; Cfr. Lv 11,44-45; 19,2; Dt 18,13)[5].
A modo de conclusión
·
Para vencer —nos dice Jesús— se ha de
tener un gran dominio interior y la suficiente claridad de saber por cuál ley
nos regimos: la del amor incondicional, gratuito y magnánimo. El amor lo llevó
a la Cruz, pues el odio se vence con amor. Éste es el camino de la victoria,
sin violencia, con humildad y amor gozoso, pues Dios es el Amor hecho acción. Y
si nuestros actos proceden de este mismo amor que no defrauda, el Padre nos
reconocerá como sus hijos. Éste es el camino perfecto, el del amor
sobreabundante que nos pone en la corriente del Reino, cuya más fiel expresión
es la sublime manifestación del desbordante amor que Dios ha derramado en
nuestros corazones por el don del Espíritu Santo (Cfr. Rom 5,5) [http://evangeli.net/evangelio/dia/IV_61.]
·
“Jesús propone a los que siguen la perfección
del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo
cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a
afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer
la paz con el prójimo. Y dice así: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en
el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu
ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (vv. 23-24).
Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de
mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
·
De todo esto queda claro que Jesús no da
importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a
la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el
corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas. Para
obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas,
sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría
oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu Santo.
Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del
Espíritu, que nos permite vivir el amor divino”. (Papa Francisco. Ángelus.
Plaza san Pedro. Roma Febrero 16 de 2014).
Ofrezcan a la comunidad lo que quieran;
ofrezcan según su benevolencia. Los bienes comunes se distribuirán a cada uno
según la necesidad. (San Agustín. Sermón 356, 13).
[1] Se
sentó: actitud acostumbrada de los rabinos o maestros religiosos cuando
enseñaban. La ubicación en lo alto de un monte trae a la memoria la
promulgación de la ley de Moisés en el monte Sinaí (Ex 19,10-20,20) [SBU. La
biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt 5,1-12].
[2]
Los 613 preceptos (o 613 Mitzvos) son una compilación de todas las leyes dadas
por Dios al pueblo Israelita. El costoso trabajo originalmente corresponde a
Maimónides (Marzo 30, 1138- Diciembre 13, 1204. www.iglededios.org/E/613_mandamientos.
[3]
Esta “Ley del talión limitaba el castigo a una pena correspondiente a la
ofensa, había servido al principio para frenar las contiendas causadas por
venganzas sangrientas. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994.
Comentario a Mt 5,38].
[4] El
amor al prójimo se extendía a los miembros del pueblo de Israel y, según Dt 10,18-19, también a los extranjeros
residentes entre los Israelitas (Cfr. Lv 19,18). El odio a los enemigos no lo
ordenaba la ley, pero podía verse recomendado en textos como sal 139,21-22 y
otros. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt
5,43].
[5]
Con esta exhortación a ser perfectos como el Padre celestial se resume toda la
enseñanza dada en Mt 5,17-48. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU.
1994. Comentario a Mt 5,48].
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