domingo, febrero 23, 2014

SEAN USTEDES PERFECTOS, COMO SU PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO ES PERFECTO

Mt 5,38-48
 
Mientras estemos aquí, pidamos a Dios no privarnos de nuestra oración y de su misericordia, para poder orar con perseverancia. Y él, con perseverancia, tendrá misericordia de nosotros. (San Agustín. Enar. Salmo 65,24).

El culto a Dios sino es consecuente con la relación solidaria en comunidad, desde una nueva perspectiva de ver la vida, de asumir nuestro caminar en la comunidad de hermanos-discípulos, de mentalidad, de dignidad, de respeto, de educación, de la concepción religiosa, de la familia, si no se da esto el culto es vacío, y todo  esto empobrece. Es el momento para empezar por despertar nuestras conciencias dormidas por el letargo: "todo es lo mismo". 

La comunidad del reino es el despertar a estas manipulaciones engañosas, por eso, es necesario volver a Jesús, a sus enseñanzas, camino de nuevas relaciones solidarias con los pobres, es hacer que vuelva a brillar la justicia de Dios: “Procuren que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mt 5,16, Cfr. Is 58,8-10) La justicia de Dios es la celebración de la Eucaristía, es la vivencia de las nuevas relaciones:

Una celebración puede llegar a ser impecable en términos de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al encuentro con Jesús, puede que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia y vida.
El corazón se llena de fe y de esperanza, pensando en las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. (Jn  6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe y de oración, de perdón, de penitencia, de alegría en común, de preocupación por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, con la certeza de que el Señor cumplirá lo que ha prometido: ¡la vida eterna! Así sea.  (Papa Francisco, Roma Audiencia 2014-02-12).
De esta manera, la celebración de la justicia ha de ser perfecta, porque perfecto es el sacrificio de Cristo, su amor solidario se hizo manifestación al abrazar la cruz como camino. En la celebración nosotros como hermanos-discípulos escuchamos a Jesucristo que sigue instruyendo para estrechar los lazos de la interrelación de la comunidad. La comunidad crece siempre perfecta si no desvía el camino hacia la perfección: “Sean perfecto como es perfecto nuestro Padre celestial” (Mt 5,48) el camino de la perfección se recorre en la nueva ley, la del amor-el amor es la expresión más allá de nuestros ideales-.
La comunidad de Jesucristo, es comunidad del reino, es comunidad del camino, integrada por hermanos-discípulos imperfectos, que buscan la perfección en las enseñanzas del Maestro, enseñanza recibida por el Padre: “Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, podrá reconocer si mi enseñanza viene de Dios o si habló por mi propia cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero quien busca la gloria del que lo envió, ese dice la verdad y en él no hay nada reprochable” (Jn 7,16-18).
En la comunidad del reino, no hay espacio para quien se vanaglorie así mismo, porque esto sería desoír las enseñanzas de Jesucristo, sería ocultar la vida de Jesús y ocultar al Padre, entonces la comunidad del reino no sería sal de la tierra y luz de este mundo en pobreza y humildad, sino que buscaría su propio bienestar y no el de todos, haría su voluntad y no la de Dios. La comunidad de Jesucristo es la que hace la voluntad del Padre, busca el bienestar de todos, orienta la vida hacia el Padre y sigue el camino de los que hacen la voluntad de Dios, al igual que Jesucristo:
“Las cosas que yo hago con la autoridad de mi Padre, lo demuestran claramente; pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y Yo somos uno solo” (Jn 10,25-30; Cfr. 8,28-29).
Esta comunidad cree, hace la voluntad del Padre, y sigue a Jesucristo, escucha su voz, acepta sus enseñanzas y cree en el Hijo enviado por el Padre, por esta razón, la comunidad de hermanos-discípulos es la comunidad que ve al Hijo y en el Hijo ve al Padre y al escuchar la voz del Hijo, escucha la voz del Padre: 

“Jesús dijo con voz fuerte: El que cree en mí, no cree solamente en mí, sino también en el Padre, que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve también al que me ha enviado. Yo, que soy luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad. Pero aquel que oye mis palabras y no las obedece, no soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo condene: las palabras que yo he dicho lo condenan en el día último. Porque yo no hablo por mi cuenta; el Padre, que me ha enviado, me ha ordenado lo que debo decir y enseñar” (Jn 12,44-49; Cfr. Jn 3,17-21; 8,12).

De tal manera, que la comunidad de hermanos-discípulos, no habla por su cuenta, habla lo que el Señor resucitado le manda y esto es lo que se debe tener presente: La comunidad en formación del reino, comunidad que escucha las enseñanzas de su Maestro, comunidad que manifiesta nuevas relaciones interpersonales, comunidad de culto coherente con la vida y la realidad de los hermanos-discípulos, comunidad solidaria con los pobres.

Esta novedosa forma de ser comunidad es la reflexión que se asume desde el Sermón del Monte pronunciado por Jesús, enseñanza novedosa aun hoy que lleva a la comunidad hacia sí (Cfr. Jn 3,14-15; 8,28; 12,32-34; 13,1; 17,11) como ya lo hizo Moisés en el Sinaí, ahora Jesús con la sabiduría de Dios, enseña a la comunidad: “Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y Él tomó la palabra y comenzó a enseñarles” (Mt 5,1-2)[1]. 

Con esta enseñanza en la reflexión anterior tomamos ocho elementos del Sermón del Monte que ayudan a la comunidad en camino vivir hacia la perfección donde su justicia sea mayor que la de los escribas, fariseos, maestros e incluso las autoridades religiosas. Hoy esta justicia ha de ser mayor que la que nos proporciona la sociedad actual.  Jesús encabeza su enseñanza con dos fórmulas que plantean  la novedad profunda de los cambios que se deben realizar entre los hermanos-discípulos en la comunidad del reino de Dios. Las fórmulas que Jesús emplea son: “Ustedes han oído”; “Pero yo les digo”:
 
1.      “Ustedes han oído”- Hay referencia a la lectura pública en la sinagoga de las Escrituras, es posible que también haga referencia a la enseñanza del papá hacia los hijos varones y en la mesa. También puede haber referencia a la enseñanza de los maestros a sus discípulos y a las interpretaciones sobre las escrituras de los Escribas y Fariseos y la complejidad de la enseñanza de los 613 preceptos que tenían para regular la ley y los profetas[2].
2.      “Yo les digo”- La intención de Jesús es explicar la novedad de la Palabra de Dios, porque al pueblo le habían hecho olvidar esta novedad del Dios de la Alianza y se sentía olvidado de Dios. Jesús trata de explicar el sentido original de la ley y los profetas, Él quiere superar la justicia que practicaban  los maestros de la ley (Mt 5,20) al darle al pueblo esta esperanza, los hermanos-discípulos si lo asumen pueden participar del reino Dios: “Porque les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de ley y a los fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos” (Mt 5,20).   

Con estas fórmulas Jesús manifiesta la novedad de la ley en la nueva Alianza, por eso Él no vino a abolir la ley ni los profetas, sino a darle cumplimiento a lo que allí se planteaba para la vivencia del pueblo y ahora para la vivencia de la comunidad del reino. Los dos elementos que a continuación reflexionamos son continuidad de los que se reflexionaron anteriormente en Mt, 5,17-37. Estos plantean como debe ser nuestra acción con los hermanos en la comunidad del reino:

9.      Superación de la ley del Talión[3]: (Ex 21,23-35) En el contexto de ley judía, es una ley perfecta, porque evitaba la crueldad de la venganza. Ahora es cambiada o superada por la ley del amor (Cfr. Mt 5, 38-42) Con esto se supera todo acto de violencia entre los miembros de la comunidad del reino, se revoluciona el sistema institucionalizado de los odios, de las cobranzas por las faltas cometida contra el otro. Se supera el continuo manejo de la intolerancia, no se devuelve ofensa por ofensa, no se permite el odio a quien hace algún mal. Hay llamado a la generosidad con el hermano, al no dar la espalda al que está necesitado: “Si dan prestado solo a aquellos de quienes piensan recibir algo, ¿Qué hacen de extraordinario? También los pecadores se prestan unos a otros, esperando recibir unos de otros. Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo” (Lc 6,34-36; Cfr. Eclo 4,4; 29,1-2).
10.  Amor a los enemigos: El amor supera toda enemistad, quien ama no guarda rencor, ni hace de sus recuerdos una lista de amargura contra las personas que le han causado mal, no tiene enemigos, sino que los coloca en las manos del Señor a través de su oración. Están en la oración del hermano-discípulo (Cfr. Mt 5,43) Es el prójimo[4], es igual a uno, es la superación del odio, es el camino de la fraternidad, caminamos sin enemigos somos compasivos con ellos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber” (Prov. 25,21; Cfr. Rom 12,17-20; 13,8-10) La justicia de la comunidad del Resucitado, comunidad del reino es sal de la tierra y luz del mundo en pobreza y humildad, es la justicia de la comunidad que sirve, como los hijos del Padre (Cfr. Eclo 4,10; Jn 8,44) Comunidad perfecta que no se opone a la bondad de Dios: “Pues Él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45) Por lo tanto, la comunidad del reino es la que ama y en la que todos los hermanos-discípulos se aman, para poder llegar a ser perfectos: “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto” (Mt 5,48; Cfr. Lv 11,44-45; 19,2; Dt 18,13)[5]. 

A  modo de conclusión

·         Para vencer —nos dice Jesús— se ha de tener un gran dominio interior y la suficiente claridad de saber por cuál ley nos regimos: la del amor incondicional, gratuito y magnánimo. El amor lo llevó a la Cruz, pues el odio se vence con amor. Éste es el camino de la victoria, sin violencia, con humildad y amor gozoso, pues Dios es el Amor hecho acción. Y si nuestros actos proceden de este mismo amor que no defrauda, el Padre nos reconocerá como sus hijos. Éste es el camino perfecto, el del amor sobreabundante que nos pone en la corriente del Reino, cuya más fiel expresión es la sublime manifestación del desbordante amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por el don del Espíritu Santo (Cfr. Rom 5,5) [http://evangeli.net/evangelio/dia/IV_61.]
·         “Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo. Y dice así: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. (vv. 23-24). Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
·         De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino”. (Papa Francisco. Ángelus. Plaza san Pedro. Roma Febrero 16 de 2014). 

Ofrezcan a la comunidad lo que quieran; ofrezcan según su benevolencia. Los bienes comunes se distribuirán a cada uno según la necesidad. (San Agustín. Sermón 356, 13).


[1] Se sentó: actitud acostumbrada de los rabinos o maestros religiosos cuando enseñaban. La ubicación en lo alto de un monte trae a la memoria la promulgación de la ley de Moisés en el monte Sinaí (Ex 19,10-20,20) [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt 5,1-12].
[2] Los 613 preceptos (o 613 Mitzvos) son una compilación de todas las leyes dadas por Dios al pueblo Israelita. El costoso trabajo originalmente corresponde a Maimónides (Marzo 30, 1138- Diciembre 13, 1204. www.iglededios.org/E/613_mandamientos.
[3] Esta “Ley del talión limitaba el castigo a una pena correspondiente a la ofensa, había servido al principio para frenar las contiendas causadas por venganzas sangrientas. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt 5,38].
[4] El amor al prójimo se extendía a los miembros del pueblo de Israel y, según  Dt 10,18-19, también a los extranjeros residentes entre los Israelitas (Cfr. Lv 19,18). El odio a los enemigos no lo ordenaba la ley, pero podía verse recomendado en textos como sal 139,21-22 y otros. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt 5,43].
[5] Con esta exhortación a ser perfectos como el Padre celestial se resume toda la enseñanza dada en Mt 5,17-48. [SBU. La biblia de estudio. Dios habla hoy. EEUU. 1994. Comentario a Mt 5,48].

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