Mt 4,12-23
¡Oh, Sacramento del amor, signo de nuestra unidad y vínculo
de nuestra fraternidad, todos los que
desean la vida tienen aquí la fuente! Permite que vengan acá y crean, únenos a
ti y haznos vivir” (San Agustín. In Jo. 26,13).
La fuerza del amor es transformadora y hace
transformar los corazones de quienes escuchan la voz del Hijo que anuncia el
reino del Padre haciéndolo presente con la fuerza del Espíritu Santo, que transforma
la vida con el llamado a la conversión; la conversión es un proceso de escucha
procesual de la voz de Dios y no es algo express, como ya se ha mencionado en
otras reflexiones.
La conversión es en relación a la presencia del
reino: “Renuncien a su mal camino, porque
el reino de los cielos está ahora cerca” (Mt 4,17) el reino es camino, por
lo tanto, es transformar el corazón por la escucha de las palabras del Señor: “Vengan y síganme, y yo los haré pescadores
de hombre” (Mt 4,19) Dejar las redes, es dejar los nudos que los atrapaba y
no los dejaba mover con facilidad porque significa apego a las leyes-
preceptos- Por eso, es necesario dejar las
redes atrás y separarse del peso de la ley-preceptos- representado en la acción
del viejo Zebedeo (Cfr. 4,21). El llamado de Jesús a Pedro, a Andrés, a
Santiago y a Juan, es que dejen todo por seguir la novedad del Evangelio: “Jesús empezó a recorrer toda la Galilea;
enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba la Buena Nueva del reino”
(Mt 4,23) La novedad del Evangelio es la Cruz y la conversión.
La conversión no deja espacio a la mediocridad en
el seguimiento, es radical es arriesgarlo todo por la nueva vida en la novedad
del reino. Arriesgarlo todo por el evangelio es correr el riesgo de perder
incluso hasta la vida, la familia, los amigos. Y si no asumimos el riesgo, nos
quedamos en una búsqueda ciega sin sentido y express, en la comodidad del deber
cumplido.
Desde esta perspectiva, podemos asumir dos maneras
de vivir el seguimiento en el cristianismo:
1.
El cristianismo de los que solo se dedican al
cumplimiento estricto de las normas y preceptos, solo asumen lo mandado por la
autoridad competente, sin cuestionamientos y sin crítica, bajo el lema militar:
“El que obedece no se equivoca”. Se
colocan las leyes por encima del Evangelio e incluso del mismo Jesús, piensan
que la reflexión teológica del evangelio al lado de los pobres predicado por Jesús es cosa del pasado y que
solo es necesario vivir desde un espiritualismo teológico el Evangelio. Se
potencia la frialdad religiosa desde un infundado pietismo escrupuloso, una
espiritualidad mariana amañada y manipulada desde el sentimentalismo. Se
concibe la Iglesia de Jesucristo como una institución regente. Esto es el resultado
de un seguimiento cristianos sin riesgo y sin compromiso bautismal, allí la
novedad del evangelio: “Norma no normada”
no tiene validez.
2.
El cristianismo vivido desde la novedad del Evangelio,
novedad del reino, que asume riesgos, se experimenta la vida de Jesús, se cree
en ÉL, se predica desde el Evangelio, se vive la reflexión teológica al lado de
los pobres, se opta por los pobres, porque Dios optó por los pobres, se vive al
lado de los pecadores, se camina con ellos y se es bautizado por el espíritu
con la pecadores. Este cristianismo asume el riesgo de vendar las heridas de
los pobres, se vive en la Iglesia como “una
Iglesia pobre y para los pobres” (P. Francisco. Roma Oct 3 de 2013) y “reconocer que el auténtico poder de la
Iglesia consiste en servir a los pobres” (Gustavo Gutiérrez) “y vivir la vida
pobre del discípulo misionero de Jesús” (P. Francisco. Roma Oct 3 de 2013) Pero
esta manera de ser cristianos se hace dejando las redes en la playa, pasar de
lo antiguo a lo nuevo y vivir desde el Evangelio en la Iglesia de Jesucristo,
asumiendo los riesgos de la espiritualidad cristiana en la pedagogía de la Cruz,
elemento fundamental de la enseñanza de Jesús.
Los dos puntos anteriores son maneras posibles y
válidas de vivir el cristianismo, pero totalmente antagónicas e
irreconciliables. Pero se puede llegar a una reflexión reconciliadora desde los
elementos que nos une: Jesús, el Evangelio y sobre todo las enseñanzas de Jesús
en la pedagogía de la cruz.
Ser seguidor es asumir la Cruz como camino, opción
de quien no vive el seguimiento desde la comodidad, sino desde el
desprendimiento y la cruz nos recuerda que nuestra vida de cristiano es al
servicio de los pobres como pobres, este es el riesgo de dejarlo todo por el
evangelio, es dejar de seguir intereses personales y egoístas, privilegios,
comodidades; por el Evangelio nos hacemos seguidores de Jesús en la pedagogía
de la Cruz: “iluminándonos y
fortaleciéndonos para asumir esa decisión fundamental de rechazar y renunciar
con firme decisión a una vida cómoda, con todas las seguridades y riquezas” (P.
Francisco. Roma Oct 3 de 2013).
El seguimiento nos ayuda a trazar nuevos
itinerarios de vida, es ir por el camino, dejar la seguridad de los cristianos
dedicados al cumplimiento de los intereses particulares, para iluminar lo
oscuro del camino y lo tenebroso del mar de las incertidumbres, que causa el
apego a los preceptos y dejarnos tocar por la novedad del Evangelio. Es cierto
que el camino no te da seguridad ni privilegios, por eso la enseñanza de Jesús
se da en el camino con la certeza del amor incondicional del Padre en el reino
de los cielos y del vínculo fraternal que Jesús potencia en el llamado de los
hermanos: Andrés y Pedro; Santiago y Juan, porque sin este vínculo no hay
seguimiento.
Seguimiento implica radicalidad, un cambio de vida,
cambio de camino, es seguir a Jesús con decisión de dejarlo todo por Él y
emprender un nuevo camino el camino del Reino, aquí quedan atrás todo tipo de
privilegios: “Vayan y anuncien que el
reino de Dios está cerca…No lleven oro ni plata, ni provisiones para el camino.
No lleven ropa de repuesto ni sandalias ni bastón” (Mt 10,1.9-10; Mc 6,7-13; Lc
9,1-6).
Vivir desde la novedad del reino, no es nada fácil,
el seguimiento es vivir siempre en riesgo, es estar dispuestos a reconocer que
Jesús es el maestro y está antes que nosotros como lo proclama Juan el
Bautista: “Después de mí viene uno que es
más importante que yo, porque existía antes que yo” (Jn 1,30) Y reconocer
que verdaderamente nosotros debemos predicar a Jesús y saber cómo Juan que: “Ni siquiera merezco desatarle la correa de
sus sandalias” (Jn 1,27).
Comprendiendo este camino y la enseñanza de Jesús,
no queda espacio para pretensión alguna de utilizar el evangelio para ganar
privilegios y comodidades, es dejar las barcas y las redes en la arena para
participar de las enseñanzas de Jesús en el camino hacia la pedagogía de la
cruz que nos hace colocar los pies sobre la tierra dejando a un lado toda intención de privilegios, comodidad y riqueza
porque lo que recibimos gratis debemos darlo gratis (Cfr. Mt 10,8) en la
iglesia pobre para los pobres.
Cura y abre mis ojos para que
pueda reconocer tu deseo. Combate mi locura y así podré conocerte (San Agustín.
Soliloquios 1,1).
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