domingo, enero 26, 2014

VENGAN Y SÍGANME, Y LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES. INMEDIATAMENTE DEJAN LAS REDES Y LO SIGUIERON


 
Mt 4,12-23

¡Oh, Sacramento del amor, signo de nuestra unidad y vínculo de nuestra fraternidad, todos los  que desean la vida tienen aquí la fuente! Permite que vengan acá y crean, únenos a ti y haznos vivir” (San Agustín. In Jo. 26,13).

La fuerza del amor es transformadora y hace transformar los corazones de quienes escuchan la voz del Hijo que anuncia el reino del Padre haciéndolo presente con la fuerza del Espíritu Santo, que transforma la vida con el llamado a la conversión; la conversión es un proceso de escucha procesual de la voz de Dios y no es algo express, como ya se ha mencionado en otras reflexiones.

La conversión es en relación a la presencia del reino: “Renuncien a su mal camino, porque el reino de los cielos está ahora cerca” (Mt 4,17) el reino es camino, por lo tanto, es transformar el corazón por la escucha de las palabras del Señor: “Vengan y síganme, y yo los haré pescadores de hombre” (Mt 4,19) Dejar las redes, es dejar los nudos que los atrapaba y no los dejaba mover con facilidad porque significa apego a las leyes- preceptos-  Por eso, es necesario dejar las redes atrás y separarse del peso de la ley-preceptos- representado en la acción del viejo Zebedeo (Cfr. 4,21). El llamado de Jesús a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan, es que dejen todo por seguir la novedad del Evangelio: “Jesús empezó a recorrer toda la Galilea; enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba la Buena Nueva del reino” (Mt 4,23) La novedad del Evangelio es la Cruz y la conversión. 

La conversión no deja espacio a la mediocridad en el seguimiento, es radical es arriesgarlo todo por la nueva vida en la novedad del reino. Arriesgarlo todo por el evangelio es correr el riesgo de perder incluso hasta la vida, la familia, los amigos. Y si no asumimos el riesgo, nos quedamos en una búsqueda ciega sin sentido y express, en la comodidad del deber cumplido.  

Desde esta perspectiva, podemos asumir dos maneras de vivir el seguimiento en el cristianismo:

1.      El cristianismo de los que solo se dedican al cumplimiento estricto de las normas y preceptos, solo asumen lo mandado por la autoridad competente, sin cuestionamientos y sin crítica, bajo el lema militar: “El que obedece no se equivoca”. Se colocan las leyes por encima del Evangelio e incluso del mismo Jesús, piensan que la reflexión teológica del evangelio al lado de los pobres  predicado por Jesús es cosa del pasado y que solo es necesario vivir desde un espiritualismo teológico el Evangelio. Se potencia la frialdad religiosa desde un infundado pietismo escrupuloso, una espiritualidad mariana amañada y manipulada desde el sentimentalismo. Se concibe la Iglesia de Jesucristo como una institución regente. Esto es el resultado de un seguimiento cristianos sin riesgo y sin compromiso bautismal, allí la novedad del evangelio: “Norma no normada” no tiene validez.
2.      El cristianismo vivido desde la novedad del Evangelio, novedad del reino, que asume riesgos, se experimenta la vida de Jesús, se cree en ÉL, se predica desde el Evangelio, se vive la reflexión teológica al lado de los pobres, se opta por los pobres, porque Dios optó por los pobres, se vive al lado de los pecadores, se camina con ellos y se es bautizado por el espíritu con la pecadores. Este cristianismo asume el riesgo de vendar las heridas de los pobres, se vive en la Iglesia como “una Iglesia pobre y para los pobres” (P. Francisco. Roma Oct 3 de 2013) y “reconocer que el auténtico poder de la Iglesia consiste en servir a los pobres” (Gustavo Gutiérrez) “y vivir la vida pobre del discípulo misionero de Jesús” (P. Francisco. Roma Oct 3 de 2013) Pero esta manera de ser cristianos se hace dejando las redes en la playa, pasar de lo antiguo a lo nuevo y vivir desde el Evangelio en la Iglesia de Jesucristo, asumiendo los riesgos de la espiritualidad cristiana en la pedagogía de la Cruz, elemento fundamental de la enseñanza de Jesús.

Los dos puntos anteriores son maneras posibles y válidas de vivir el cristianismo, pero totalmente antagónicas e irreconciliables. Pero se puede llegar a una reflexión reconciliadora desde los elementos que nos une: Jesús, el Evangelio y sobre todo las enseñanzas de Jesús en la pedagogía de la cruz. 

Ser seguidor es asumir la Cruz como camino, opción de quien no vive el seguimiento desde la comodidad, sino desde el desprendimiento y la cruz nos recuerda que nuestra vida de cristiano es al servicio de los pobres como pobres, este es el riesgo de dejarlo todo por el evangelio, es dejar de seguir intereses personales y egoístas, privilegios, comodidades; por el Evangelio nos hacemos seguidores de Jesús en la pedagogía de la Cruz: “iluminándonos y fortaleciéndonos para asumir esa decisión fundamental de rechazar y renunciar con firme decisión a una vida cómoda, con todas las seguridades y riquezas” (P. Francisco. Roma Oct 3 de 2013).

El seguimiento nos ayuda a trazar nuevos itinerarios de vida, es ir por el camino, dejar la seguridad de los cristianos dedicados al cumplimiento de los intereses particulares, para iluminar lo oscuro del camino y lo tenebroso del mar de las incertidumbres, que causa el apego a los preceptos y dejarnos tocar por la novedad del Evangelio. Es cierto que el camino no te da seguridad ni privilegios, por eso la enseñanza de Jesús se da en el camino con la certeza del amor incondicional del Padre en el reino de los cielos y del vínculo fraternal que Jesús potencia en el llamado de los hermanos: Andrés y Pedro; Santiago y Juan, porque sin este vínculo no hay seguimiento.

Seguimiento implica radicalidad, un cambio de vida, cambio de camino, es seguir a Jesús con decisión de dejarlo todo por Él y emprender un nuevo camino el camino del Reino, aquí quedan atrás todo tipo de privilegios: “Vayan y anuncien que el reino de Dios está cerca…No lleven oro ni plata, ni provisiones para el camino. No lleven ropa de repuesto ni sandalias ni bastón” (Mt 10,1.9-10; Mc 6,7-13; Lc 9,1-6).  

Vivir desde la novedad del reino, no es nada fácil, el seguimiento es vivir siempre en riesgo, es estar dispuestos a reconocer que Jesús es el maestro y está antes que nosotros como lo proclama Juan el Bautista: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo” (Jn 1,30) Y reconocer que verdaderamente nosotros debemos predicar a Jesús y saber cómo Juan que: “Ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias” (Jn 1,27).

Comprendiendo este camino y la enseñanza de Jesús, no queda espacio para pretensión alguna de utilizar el evangelio para ganar privilegios y comodidades, es dejar las barcas y las redes en la arena para participar de las enseñanzas de Jesús en el camino hacia la pedagogía de la cruz que nos hace colocar los pies sobre la tierra dejando a un lado toda  intención de privilegios, comodidad y riqueza porque lo que recibimos gratis debemos darlo gratis (Cfr. Mt 10,8) en la iglesia pobre para los pobres.

Cura y abre mis ojos para que pueda reconocer tu deseo. Combate mi locura y así podré conocerte (San Agustín. Soliloquios 1,1).

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