Mt 1,18-24
Señor mi Dios,
escucha mi oración. Considera piadosamente mi deseo, que no me toca sólo a mí mismo, sino también al bien del prójimo (San
Agustín. Confesiones 11,2).
En el pueblo de Israel, estar desposado adquiría el
compromiso real de la legitimidad requerida de la formación de una familia y al
prometido se le llamaba marido y la mujer no podía quedar libre de esta unión a
no ser por el repudio. Es así como la situación de embarazo antes de vivir
junto a José de la joven María se hacía complicada porque esto suponía un acto
de prostitución y debía ser sometida a los dictámenes de la ley por su
impureza: Si no aparece en la joven las
pruebas de la virginidad, sacarán a la joven a la puerta de la casa de su padre
y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera, porque ha cometido
una infamia en Israel prostituyéndose en casa de su padre” (Dt 22,20).
José, de alguna manera lo presenta Mateo en contra
de esta ley y decide hacer el repudio en silencio, él no somete a María a la
ordalía prescrita en la ley (Nm 5,11-31) La situación de José también es
difícil: Repudiarla y hacer justicia a su ofensa o huir y ponerse a un lado en
el que se hacía culpable (Cfr. Dt 22,18-19) Pero Mateo lo resuelve usando la
palabra justo al referirse a José, es decir hombre de Dios (El nombre José
proviene de la misma raíz verbal de Salvador) La justicia de José se puede
entender desde estas perspectivas. A) No puede asumir una paternidad de un niño
cuyo padre no conoce; B) Y su rechazo a colocar a María frente a la rigurosidad
de la ley.
Mateo cataloga a José como un hombre compasivo,
entregado a Dios, que espera en la justicia divina, porque Dios es justo, y he
ahí comprensible su silencio, es el silencio del que espera que Dios le hable: “El ángel del Señor se le apareció en sueños
y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque
lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). En el Evangelio de
Mateo, Dios se le manifiesta a José para comunicarle la noticia, mientras que
Lucas narra que la noticia es dada a María. Mateo sigue la línea del Viejo
Testamento, en que las manifestaciones de Yavé se hacían en visiones, sueños o
por medio de un mensajero (Gn 15,1; 16,7-16; 18; 28,10-22; Tb 5,4-8) Los
profetas también hablaron porque Dios les habló en visiones o en sueños o por
un mensajero.
Hoy es necesario tener en cuenta que muchos se
aprovechan de sus sueños místicos para hablar de la revelación de Dios en sus
vidas con anuncios de catástrofes y otras cosas misticoides que llaman
revelación, justificando de esta manera su desequilibrio emocional que se puede
convertir en desequilibrio grupal (Cfr. EG 70): “Las esperanzas vanas y engañosas son propias del necio, los sueños dan
alas a los insensatos” (Sir {Ecle} 34,1). Por esta razón el papa Francisco
nos advierte, no caer en estos colectivismos misticoides porque nos alejan de
la verdadera fe: “Pero yo conozco a un
vidente, a una vidente, que recibe cartas de la Virgen, mensajes de la Virgen”.
“Pero, mire, ¡la Virgen es Madre! Y nos ama a todos nosotros. Pero no es un
jefe de la oficina de Correos, para enviar mensajes todos los días”. (Papa Francisco.
Homilía. Nov 14 de 2013). Los evangelios asumen otra actitud más seria y
centrada, ellos ven la aparición de los mensajeros celestes como la presencia
misma de Dios (Mt 1,20.24; 2,13.19; 28,2;
Lc 1,11; 2,9; Jn 5,4; He 5,19; 8,26; 12,7.23) De esta manera, el anuncio
por sueños o visión de un acontecimiento salvífico, como lo presenta Mateo que
manifiesta la concepción de un hijo al igual que en Is 7, 10-17, y la
revelación del nombre del hijo y su misión: Emmanuel-Dios-con-nosotros. En Mateo
es la concepción y la revelación del Hijo: Jesús, porque el salvará a la
humanidad de la nueva alianza.
De acuerdo con
esto, nosotros no podemos seguir planteando estos textos de la infancia en
Mateo y Lucas desde misticismos románticos en que se han reducido por algunas
interpretaciones fanático-piadosas. Hay necesidad de leerlos desde el misterio de Dios, que es el misterio revelado
al pueblo, es decir, Dios que se ha
hecho hombre (Jn 1,14) en la humanidad de una mujer, bajo la protección de un
hombre justo, para compartir con nosotros nuestra historia, se ha hecho pueblo
con el pueblo, se ha hecho historia para hacer historia con su pueblo, este
Dios se ha hecho cultura mostrándonos la manera de hacer cultura. Este
acontecimiento es lo que hemos llamado durante siglos historia de salvación o
proyecto salvífico, que es la historia del mismo pueblo encarnado en su propia
realidad de esperanza de salvación.
Entendemos por salvación la buena noticia, revelada por Dios para llamar a hombres y mujeres a la vida de gracia: Esta
buena noticia consiste en: 1) Encontrarse íntimamente ligado al
proyecto de Jesús: El Reino de Dios y su
Justicia. 2) En vivir a plenitud el Evangelio y reproducir los rasgos de
Jesús en la tierra. 3) Continuar el proyecto de Jesús en medio de hombres y mujeres,
es decir, ser sus testigos en medio del corazón del pueblo. 4) La
salvación ha de entenderse como un Don de Dios para todos los hombres sin
exclusión. Justos e injustos, pecadores y no pecadores.
A
modo de conclusión
·
Este Evangelio nos muestra toda la grandeza de
espíritu de San José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida, pero Dios
reservaba para él otro designio, una misión más grande. José era un hombre que
escuchaba siempre la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto deseo, un
hombre atento a los mensajes que le llegaban de lo profundo del corazón y de lo
alto. No se obstinó en perseguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor
le envenenara el ánimo, sino que estuvo listo para ponerse a disposición de la
novedad que se le presentaba de modo desconcertante. Y así, ¡era un hombre
bueno! No odiaba, y no permitió que el rencor le envenenara el ánimo. ¡Pero
cuántas veces a nosotros el odio, también la antipatía, el rencor nos envenena
el alma! ¡Esto hace mal! No lo permitan jamás, él es un ejemplo de esto. Y de
este modo José se volvió más libre y grande aún. Aceptándose según el designio
del Señor, José se encuentra plenamente, más allá de sí mismo. Esta libertad
suya de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su propia existencia, y
esta plena disponibilidad interior suya a la voluntad de Dios, nos interpelan y
nos muestran el camino. (Papa Francisco. Ángelus Roma Plaza San Pedro. Domingo
22 de Diciembre de 2013).
·
Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas, no
son crónicas de sucesos, no son biografía, no son “historia”. Son teología
narrativa. Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas, no se parecen el uno
al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. Tanto la intención, como el modo de hacerlo
eran lógicos para aquella época. Ellos no quisieron engañarnos al contar estas
historias. Nos engañamos nosotros al darles un sentido completamente distinto
al que ellos le dieron[1].
“No trates de entender para creer, sino
cree para que puedas entender. Sino crees, no entenderás” (San Agustín. Serm
118,1).
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