Lc 2,1-14
Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú
que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te
lo repito: por ti Dios se hizo hombre” (San Agustín. Serm 185).
Hoy después del proceso que se ha venido realizando
en este tiempo de adviento, pascua de salvación en el que se concibe a Jesús en
el pesebre de nuestro corazón donde nace el salvador “y lo envolvió en pañales y lo acostó en el pesebre” (Lc 2,7) Porque es allí donde
“María es la que sabe transformar una cueva
de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de
ternura” (EG 286).
Desde el
pesebre se abre una gran luz que ilumina la oscuridad en la que muchos vivimos
y que empieza a hacerse realidad en la medida que nosotros podamos seguir la
luz del salvador “El
pueblo que estaba en tinieblas ha visto una gran luz (Mt 4,15-16; Cfr. Is 9,1-2
[8,31-9,1] Este es el pueblo de la esperanza, de la promesa en el que llega, el
Mesías (2Sm 7,12-14; Sal 89,31—38; 1Cro 17,13; Is 7,14-17; 11,1-9; Mq 5,1).
Este es el pueblo que se sentía desolado y abandonado por Dios (Cfr. Jr
14,17-21) Por esto era difícil cantar alabanzas al Señor en tierra extranjera
(Sal 137,3-4):
Pero Señor hemos venido a ser más pequeño que cualquier
otra nación; por nuestros pecados estamos humillados en toda la tierra
actualmente no tenemos ni rey, ni profetas, ni jefe, ni holocausto, ni
sacrificio, ni ofrenda, ni incienso, ni lugar donde ofrecerte las primicias y
encontrar tu misericordia (Dn 3,37-38).
En este texto se denota la
desolación del pueblo que sufre en la oscuridad de sus pecados y del sentirse
no pueblo. Dios no se ha olvidado de ellos (Sal 137,5-6) porque se le ha enviado la luz, ahora será regocijado
por la presencia de Dios (Is 61,10-62,5)
rescatando la confianza y la esperanza del Pueblo, Jesús es el
cumplimiento de las promesas y el consuelo de los desconsolados (Is 42,1-9;
49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,1-12)[1].
Jesús ha nacido y es la
Buenas Noticia para los pobres que viven a la expectativa de envolver en los
pañales de la ternura al niño que nace en el pesebre de sus corazones, es la
Buena noticia que se celebra sin temor: “No
tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que sería motivo de gran
alegría para todos: Hoy ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el
Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre” (Lc 2,10-11).
No ha que temer porque en
los pañales del amor Dios ha colocado a su Hijo, porque el ha nacido para
darnos vida y si no hubiera nacido estaríamos condenados a la muerte y a la
miseria eterna, como dice San Agustín:
“Estaríamos muertos para siempre, si él no hubiera
nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido liberado de la carne del pecado, si él
no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estaríamos condenados a
una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca
hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu
muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estaría perdido sin
remedio, sí él no hubiera venido a salvarte” (San Agustín. Serm 185).
Hoy celebremos con alegría
el gozo de esta salvación, porque ha nacido el salvador de nuestros pecados,
pecados que nos conducen a la muerte y a la miseria eterna. Demos gloria a Dios
porque hemos merecido al Salvador envuelto en pañales: ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que
gozan de su favor! (Lc 2,14) Esta es la gran noticia dada a hombres y mujeres
de buena voluntad, es la noticia pascual de la salvación: “Celebremos, pues,
con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de
fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es
grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal” (San
Agustín. Serm. 185).
Hoy es la gran fiesta del
pueblo de Dios, el pueblo que vivía en tinieblas ahora ha visto la luz de la
salvación en el pesebre donde en pañales está la palabra que se hizo carne para
ser nuestra verdad engendrada en nuestra fe, porque la verdad está allí donde
brota la justicia que viene de lo alto, esta es la fiesta de la verdad, de la
fe y de la justicia:
“La verdad brota de la tierra, porque la palabra se
hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y
todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir,
la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo,
porque nadie puede apropiarse nada, sino le es dado del cielo” (San Agustín.
Serm 185).
Hoy es la gran fiesta de la gloria de Dios, no es nuestra gloria, es la
gloria bajada del cielo, porque Cristo que es justicia y salvación no procede
de nosotros, sino que procede del Altísimo, para que no nos gloriemos en
nosotros mismos, sino que nos gloriemos en el Señor:
“Por eso también,
cuando el señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a
Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Cómo vino
la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir,
Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblo una sola
casa, para que todos seamos hombres y mujeres de buena voluntad, unidos unos a
los otros con el suave vínculo de la unidad…¿Qué mayor gracia pudo hacernos
Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del
hombre se hiciera hijo Dios” (San Agustín. Serm. 185).
Esta es la noche del gozo de la comunidad que se gloría en el Señor el
Salvador, el Emmanuel esperado, esta es la noche en el que Dios se ha
humanizado para hacernos más humano, esta es la noche en el que el salvador de
nuestros pecados ha descendido para que los hijos de Adam, ascendamos a ser
Hijos de Dios en el Hijo. Es la noche del gozo pascual en el que pascualizamos
nuestra vida en el Hijo envuelto en pañales en el pesebre de los corazones de
Buena Voluntad:
“Exulten
de gozo, todos los justos: ha nacido el que los justifica. Exultad, todos los
débiles y todos los enfermos: ha nacido el que los sana. Exulten, todos los
cautivos: ha nacido el que los redime. Exulten todos los siervos: ha nacido el
Señor. Exulten todos los hombres libres: ha nacido el que los libera. Exulten
todos los cristianos: ha nacido Cristo” (San Agustín. Sermón 184,2).
Tú, oh Verdad, me
has acompañado en mi camino, enseñándome lo que debo evitar y lo que debo
desear. (San Agustín. Confe. 10,40).
[1]
CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: REFLEXIÓN Jn 1,1-18. Medellín Dic 25 de
2011.
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