martes, diciembre 24, 2013

CRISTO HA NACIDO EN EL PESEBRE DE NUESTRO CORAZÓN: NO TENGAN MIEDO, PORQUE LES TRAIGO UNA BUENA NOTICIA

Lc 2,1-14

Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre” (San Agustín. Serm 185).

Hoy después del proceso que se ha venido realizando en este tiempo de adviento, pascua de salvación en el que se concibe a Jesús en el pesebre de nuestro corazón donde nace el salvador “y lo envolvió en pañales y lo acostó en  el pesebre” (Lc 2,7) Porque es allí donde “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (EG 286). 
 
Desde el pesebre se abre una gran luz que ilumina la oscuridad en la que muchos vivimos y que empieza a hacerse realidad en la medida que nosotros podamos seguir la luz del salvador “El pueblo que estaba en tinieblas ha visto una gran luz (Mt 4,15-16; Cfr. Is 9,1-2 [8,31-9,1] Este es el pueblo de la esperanza, de la promesa en el que llega, el Mesías (2Sm 7,12-14; Sal 89,31—38; 1Cro 17,13; Is 7,14-17; 11,1-9; Mq 5,1). Este es el pueblo que se sentía desolado y abandonado por Dios (Cfr. Jr 14,17-21) Por esto era difícil cantar alabanzas al Señor en tierra extranjera (Sal 137,3-4):
Pero Señor hemos venido a ser más pequeño que cualquier otra nación; por nuestros pecados estamos humillados en toda la tierra actualmente no tenemos ni rey, ni profetas, ni jefe, ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda, ni incienso, ni lugar donde ofrecerte las primicias y encontrar tu misericordia (Dn 3,37-38).
En este texto se denota la desolación del pueblo que sufre en la oscuridad de sus pecados y del sentirse no pueblo. Dios no se ha olvidado de ellos (Sal 137,5-6) porque se  le ha enviado la luz, ahora será regocijado por la presencia de Dios (Is 61,10-62,5)  rescatando la confianza y la esperanza del Pueblo, Jesús es el cumplimiento de las promesas y el consuelo de los desconsolados (Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,1-12)[1].
Jesús ha nacido y es la Buenas Noticia para los pobres que viven a la expectativa de envolver en los pañales de la ternura al niño que nace en el pesebre de sus corazones, es la Buena noticia que se celebra sin temor: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que sería motivo de gran alegría para todos: Hoy ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,10-11).
No ha que temer porque en los pañales del amor Dios ha colocado a su Hijo, porque el ha nacido para darnos vida y si no hubiera nacido estaríamos condenados a la muerte y a la miseria eterna, como dice San Agustín:
“Estaríamos muertos para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido liberado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estaríamos condenados a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estaría perdido sin remedio, sí él no hubiera venido a salvarte” (San Agustín. Serm 185).  
Hoy celebremos con alegría el gozo de esta salvación, porque ha nacido el salvador de nuestros pecados, pecados que nos conducen a la muerte y a la miseria eterna. Demos gloria a Dios porque hemos merecido al Salvador envuelto en pañales: ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor! (Lc 2,14) Esta es la gran noticia dada a hombres y mujeres de buena voluntad, es la noticia pascual de la salvación: “Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal” (San Agustín. Serm. 185).
Hoy es la gran fiesta del pueblo de Dios, el pueblo que vivía en tinieblas ahora ha visto la luz de la salvación en el pesebre donde en pañales está la palabra que se hizo carne para ser nuestra verdad engendrada en nuestra fe, porque la verdad está allí donde brota la justicia que viene de lo alto, esta es la fiesta de la verdad, de la fe y de la justicia:
“La verdad brota de la tierra, porque la palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, sino le es dado del cielo” (San Agustín. Serm 185).
Hoy es la gran fiesta de la gloria de Dios, no es nuestra gloria, es la gloria bajada del cielo, porque Cristo que es justicia y salvación no procede de nosotros, sino que procede del Altísimo, para que no nos gloriemos en nosotros mismos, sino que nos gloriemos en el Señor:  

 “Por eso también, cuando el señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblo una sola casa, para que todos seamos hombres y mujeres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad…¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo Dios” (San Agustín. Serm. 185). 

Esta es la noche del gozo de la comunidad que se gloría en el Señor el Salvador, el Emmanuel esperado, esta es la noche en el que Dios se ha humanizado para hacernos más humano, esta es la noche en el que el salvador de nuestros pecados ha descendido para que los hijos de Adam, ascendamos a ser Hijos de Dios en el Hijo. Es la noche del gozo pascual en el que pascualizamos nuestra vida en el Hijo envuelto en pañales en el pesebre de los corazones de Buena Voluntad: 

“Exulten de gozo, todos los justos: ha nacido el que los justifica. Exultad, todos los débiles y todos los enfermos: ha nacido el que los sana. Exulten, todos los cautivos: ha nacido el que los redime. Exulten todos los siervos: ha nacido el Señor. Exulten todos los hombres libres: ha nacido el que los libera. Exulten todos los cristianos: ha nacido Cristo” (San Agustín. Sermón 184,2).

Tú, oh Verdad, me has acompañado en mi camino, enseñándome lo que debo evitar y lo que debo desear. (San Agustín. Confe. 10,40).

[1] CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: REFLEXIÓN Jn 1,1-18. Medellín Dic 25 de 2011.

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