Lc 21,5-19
Oh manjar y pan de
ángeles, los ángeles se sacian de ti. Están satisfechos de ti pero nunca se
cansan de ti (San Agustín. Serm. 196, 13).
La fe es creer en Jesús
Muerto y Resucitado, esta es la pascua de quien resucita para la vida eterna y
es el camino que nos prepara el acontecimiento del adviento en el que el Señor
se hace presente donde somos llamados a vivir esta experiencia de Fe en el Dios
de nuestros padres que quiere habitar en el corazón de los que viven. Esta fe
acontecimiento pascual del reino es animada por el Espíritu del Señor Jesús que nos hace sentir y decir lo que
es bueno, Él es quien anima los corazones y los mantiene constantes en “hacer y decir siempre lo bueno” (2Tes
2,17).
Esta es la premisa de
quien vive y deja que el Señor habite en su vida transformando su corazón
dejando a un lado el corazón de piedra y revistiéndose del corazón de carne, dejándose
lavar y limpiar el corazón del Señor, estos son los que viven a pesar de las dificultades
en fidelidad manteniendo firme su fe: “Los lavaré con agua pura, los
limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos;
pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese
corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil” (Ez 36, 25-26)
porque el Señor lava y purifica, pero a quien se mantiene perseverante en la fe
será salvo: “El que siga firme hasta el fin, se salvará” (Mt 24,13).
Mantenerse firme hasta
el final es vivir, asumir y responder a la justicia de Dios, es ser elegidos
para el reino de Dios, es el que salta de gozo porque ha optado por derrotar el
mal viviendo la justicia de Dios en medio de la comunidad: “Y ustedes
saltarán de alegría como becerros que salen del establo. En ese día que estoy
preparando, ustedes pisotearán a los malvados como si fueran polvo” (Ml
4,20-21) porque los justos verán al Señor y se alegrarán con Él, son la
multitud del resucitado, los que han blanqueado sus vestiduras al vencer la
maldad con la sangre del Cordero: “Miré y vi una gran multitud de todas las
naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante
del cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos. Iban vestidos de blanco y
llevaban palmas en las manos. Todos gritaban con fuerte voz: ¡La salvación se
debe a nuestro Dios que está sentado en el trono, y el cordero! (Ap 7,9-10).
Esta es la salvación,
camino de esperanza que abre las realidades del reino, donde se vive la
plenitud de la justicia de los santos del Señor: “Tú eres justo por haber
juzgado así, oh Dios santo, que eres y que eras, porque ellos derramaron la
sangre de tu pueblo santo y de los profetas, y ahora tú le has dado a beber
sangre. ¡Se lo han merecido! (...) Si, oh Señor, Dios todopoderoso, tú has
juzgado con verdad y rectitud” (Ap 16,5-6.7).
Desde la veracidad del
triunfo del Cordero sobre el mal y desde su acción salvadora es que debemos
leer los textos apocalípticos que nos presentan los sinópticos (Mc 13; Mt 25;
Lc 21) En los años anteriores nos hemos colocado a la tarea de reflexionar a Mc
13 y a Mt 25, 31-46)[1] en
estas reflexiones se planteaba la importancia de vivir la esperanza como oferta
de salvación. Y no como muchos han tratado de interpretar estos textos de
manera intimista, predicando el fin del mundo. Además, que todo lo narrado allí
se está cumpliendo. Una interpretación así saca de contexto los textos, creando
confusión en la concepción de interpretar la literatura apocalíptica.
Nosotros no podemos seguir afirmando que en estos relatos
se haya vaticinado el fin del mundo y que lo que está sucediendo es cumplimiento
de lo escrito, no podemos seguir interpretando desde la intimidación, hoy llamado bullyng, para
crear zozobra en la comunidad. Marcos, Mateo, Lucas, presentan en sus textos
una luz de esperanza propio de la literatura apocalíptica. La literatura apocalíptica abre la
caminada de fe y de esperanza a las comunidades que confían en la promesa que
se hace realidad con el Cordero inmolado. De esta manera, la preocupación no es tanto, para entender el
lenguaje cifrado literalmente, sino para sentir de cerca el apoyo de Dios.
Los apocalipsis del Nuevo
Testamento, no presentan el fin del mundo, sino la opción de esperanza en la
nueva creación dada por la victoria del Cordero: “Después
el ángel me mostró el río de agua de la vida, transparente como el cristal, que
brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la ciudad, a uno y otro
lado del río, hay árboles de la vida, que dan fruto doce veces, una vez cada
mes, y sus hojas sirven de medicina para las naciones. No habrá ya maldición
alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le
rendirán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá
noche. No necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque Dios mismo será su luz,
y reinarán por los siglos para siempre” (Ap. 22,1-5).
Por
esto en el Evangelio de Lucas encontramos esta opción de esperanza para los que
creen y se mantienen fieles frente a las dificultades perseverando con la luz de
la Palabra en la comunidad del resucitado que es el camino de los que escuchan
la voz del cordero: “Yo les daré palabras
tan llenas de sabiduría que ninguno de sus enemigos podrán resistirlas ni
controvertirlas en nada” (Lc 21,15) Por esta razón, a pesar de la
tribulación llevarán la esperanza de vivir la justicia de Dios, la justicia que
vence el mal por el triunfo del Cordero y sus elegidos:
“Ya
llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios,
Y
la autoridad de su Mesías;
Porque
ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos,
El
que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
Nuestros
hermanos lo han vencido con la Sangre derramada del cordero
Y
con el mensaje que ellos proclamaron;
No
tuvieron miedo de perder la vida,
Sino
que estuvieron dispuestos a morir.
¡Alégrense,
pues, cielos, y ustedes que viven en ellos!
¡Pero
hay de los que viven en la tierra y en el mar,
Porque
al acusador sabiendo que le queda poco tiempo,
Ha
bajado contra ustedes llenos de furor!” (Ap 12,10-12).
Este
furor del mal provoca tribulación a los que no se mantienen firme y se dejan
vencer por las dificultades en el poco tiempo que le queda al acusador, muchos
se dejan convencer, pero quien es fiel vencerá: “Pero antes de esto, a ustedes les echarán mano y los perseguirán (…) Así
tendrán oportunidad de dar testimonio de mí” (Lc 21, 12.13).
Cuerpo de Cristo, santa Iglesia,
haz que todos tus miembros digan: ¨¿Quién es como tú, Señor?¨ ( San Agustín.
Enar. Salmos 34,14).
[1]
Cfr. CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Mt 25,31-46. Medellín Nov 20 de
2011; Mc 13 Medellín. Nov 18 de 2012.
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