domingo, noviembre 17, 2013

¡MANTENGANSE FIRMES, PARA PODER SALVARSE!


Lc 21,5-19
Oh manjar y pan de ángeles, los ángeles se sacian de ti. Están satisfechos de ti pero nunca se cansan de ti (San Agustín. Serm. 196, 13). 

La fe es creer en Jesús Muerto y Resucitado, esta es la pascua de quien resucita para la vida eterna y es el camino que nos prepara el acontecimiento del adviento en el que el Señor se hace presente donde somos llamados a vivir esta experiencia de Fe en el Dios de nuestros padres que quiere habitar en el corazón de los que viven. Esta fe acontecimiento pascual del reino es animada por el Espíritu del  Señor Jesús que nos hace sentir y decir lo que es bueno, Él es quien anima los corazones y los mantiene constantes en “hacer y decir siempre lo bueno” (2Tes 2,17).

Esta es la premisa de quien vive y deja que el Señor habite en su vida transformando su corazón dejando a un lado el corazón de piedra y revistiéndose del corazón de carne, dejándose lavar y limpiar el corazón del Señor, estos son los que viven a pesar de las dificultades en fidelidad manteniendo firme su fe: “Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos; pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil” (Ez 36, 25-26) porque el Señor lava y purifica, pero a quien se mantiene perseverante en la fe será salvo: “El que siga firme hasta el fin, se salvará” (Mt 24,13).

Mantenerse firme hasta el final es vivir, asumir y responder a la justicia de Dios, es ser elegidos para el reino de Dios, es el que salta de gozo porque ha optado por derrotar el mal viviendo la justicia de Dios en medio de la comunidad: “Y ustedes saltarán de alegría como becerros que salen del establo. En ese día que estoy preparando, ustedes pisotearán a los malvados como si fueran polvo” (Ml 4,20-21) porque los justos verán al Señor y se alegrarán con Él, son la multitud del resucitado, los que han blanqueado sus vestiduras al vencer la maldad con la sangre del Cordero: “Miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos. Iban vestidos de blanco y llevaban palmas en las manos. Todos gritaban con fuerte voz: ¡La salvación se debe a nuestro Dios que está sentado en el trono, y el cordero! (Ap 7,9-10).

Esta es la salvación, camino de esperanza que abre las realidades del reino, donde se vive la plenitud de la justicia de los santos del Señor: “Tú eres justo por haber juzgado así, oh Dios santo, que eres y que eras, porque ellos derramaron la sangre de tu pueblo santo y de los profetas, y ahora tú le has dado a beber sangre. ¡Se lo han merecido! (...) Si, oh Señor, Dios todopoderoso, tú has juzgado con verdad y rectitud” (Ap 16,5-6.7). 

Desde la veracidad del triunfo del Cordero sobre el mal y desde su acción salvadora es que debemos leer los textos apocalípticos que nos presentan los sinópticos (Mc 13; Mt 25; Lc 21) En los años anteriores nos hemos colocado a la tarea de reflexionar a Mc 13 y a Mt 25, 31-46)[1] en estas reflexiones se planteaba la importancia de vivir la esperanza como oferta de salvación. Y no como muchos han tratado de interpretar estos textos de manera intimista, predicando el fin del mundo. Además, que todo lo narrado allí se está cumpliendo. Una interpretación así saca de contexto los textos, creando confusión en la concepción de interpretar la literatura apocalíptica.

Nosotros no podemos seguir afirmando que en estos relatos se haya vaticinado el fin del mundo y que lo que está sucediendo es cumplimiento de lo escrito, no podemos seguir interpretando desde  la intimidación, hoy llamado bullyng, para crear zozobra en la comunidad. Marcos, Mateo, Lucas, presentan en sus textos una luz de esperanza propio de la literatura apocalíptica. La literatura apocalíptica abre la caminada de fe y de esperanza a las comunidades que confían en la promesa que se hace realidad con el Cordero inmolado. De esta manera,  la preocupación no es tanto, para entender el lenguaje cifrado literalmente, sino para sentir de cerca el apoyo de  Dios.
Los apocalipsis del Nuevo Testamento, no presentan el fin del mundo, sino la opción de esperanza en la nueva creación dada por la victoria del Cordero: Después el ángel me mostró el río de agua de la vida, transparente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la ciudad, a uno y otro lado del río, hay árboles de la vida, que dan fruto doce veces, una vez cada mes, y sus hojas sirven de medicina para las naciones. No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le rendirán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche. No necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque Dios mismo será su luz, y reinarán por los siglos para siempre” (Ap. 22,1-5).
Por esto en el Evangelio de Lucas encontramos esta opción de esperanza para los que creen y se mantienen fieles frente a las dificultades perseverando con la luz de la Palabra en la comunidad del resucitado que es el camino de los que escuchan la voz del cordero: “Yo les daré palabras tan llenas de sabiduría que ninguno de sus enemigos podrán resistirlas ni controvertirlas en nada” (Lc 21,15) Por esta razón, a pesar de la tribulación llevarán la esperanza de vivir la justicia de Dios, la justicia que vence el mal por el triunfo del Cordero y sus elegidos:
“Ya llegó la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios,
Y la autoridad de su Mesías;
Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos,
El que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
Nuestros hermanos lo han vencido con la Sangre derramada del cordero
Y con el mensaje que ellos proclamaron;
No tuvieron miedo de perder la vida,
Sino que estuvieron dispuestos a morir.
¡Alégrense, pues, cielos, y ustedes que viven en ellos!
¡Pero hay de los que viven en la tierra y en el mar,
Porque al acusador sabiendo que le queda poco tiempo,
Ha bajado contra ustedes llenos de furor!” (Ap 12,10-12). 

Este furor del mal provoca tribulación a los que no se mantienen firme y se dejan vencer por las dificultades en el poco tiempo que le queda al acusador, muchos se dejan convencer, pero quien es fiel vencerá: “Pero antes de esto, a ustedes les echarán mano y los perseguirán (…) Así tendrán oportunidad de dar testimonio de mí” (Lc 21, 12.13).

Cuerpo de Cristo, santa Iglesia, haz que todos tus miembros digan: ¨¿Quién es como tú, Señor?¨ ( San Agustín. Enar. Salmos 34,14).


[1] Cfr. CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Mt 25,31-46. Medellín Nov 20 de 2011; Mc 13 Medellín. Nov 18 de 2012.

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