sábado, octubre 12, 2013

LÉVANTATE Y VETE; TU FE TE HA SALVADO


 
Lc 17,11-19
¡Malos tiempos! ¡Tiempos difíciles! Esto es lo que dice la gente. Haz que nuestras vidas sean buenas, y nuestros tiempos serán también buenos. (San Agustín. Serm. 30,8). 

La fe se comprende como salida de una situación extrema de miseria, de la condición deshumanizada en que se vive a la humanización. La fe no puede seguirse manifestando como simple adhesión a una ideología en la que se rinde culto a la deidad, que nos hace cumplir un conjunto de doctrinas y normas para podernos relacionar con ella. La fe es promoción humana, es calidad de vida, es salir de la condición de opresión pecaminosa par ser liberados.  

La fe es producto de una reflexión narrativa de nuestra relación libre con Dios y no es cumplimiento estricto de mandatos y doctrinas. La fe nos la proporciona el amor y entrega de Dios que ha visto nuestra opresión y ha bajado para liberarnos: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimiento. He bajado para liberarlo de la mano de los egipcios…” (Ex 3, 7-8) por esto la fe solo pueden vivirla personas libres. 

De esta manera, la liberación es la acción de Jesús hecha por medio de la predicación del reino  evidencia de su Palabra y de sus obras. Su acción pedagógica es rescatar al oprimido y sacarlo de su condición deshumanizada para elevarlo a la dignidad humana: Se acerca al enfermo (Cfr. Mc 1,21-29) lo toma de la mano y lo incorpora a la nueva comunidad, lo limpia, lo sana de su enfermedad y lo purifica de la lepra (Cfr. Lc 17,11-19; Mc 1,40-45). 

En el Nuevo Testamento encontramos testimonios de fe de la acción de limpieza realizada por Jesús: “Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,5l) Por esto, Jesús va a casa de un leproso: “Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso” (Mt 26,6; Cfr. Mc 14,3) Cura a los diez leprosos que salieron a su encuentro pidiéndole que tuviera compasión de ellos: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y resulta que, mientras iban, quedaron limpios” (Lc 17,13-14). 

La fe, es también, solidaridad, es novedad en el mensaje de Jesús, sus coterráneos hablaban de leyes y cumplimientos de preceptos para llegar al reino de Dios; pero Jesús plantea el espíritu de la Palabra de Dios, habla de lo que ha escuchado al Padre (Cfr. Jn 12,49-50) Esto es lo que anuncia, el pueblo se regocija con la novedad del anuncio que llega: “El Señor dice: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies (…) ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor lo afirmo. El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra” (Is 66,1.2). 

Por esta razón, la actitud de Jesús es contraria a hombres y mujeres fanáticos- religiosos. Él debía rechazar a los leprosos, porque en el Antiguo Testamentos la lepra era considerada una enfermedad contagiosa y el que sufría este mal, era expulsado de la ciudad a causa de su inmundicia y quedaba fuera del lugar donde Dios habitaba (Cfr, Lv 13,46; Nm 5,2; 12,12.14; 2 R 7,3; 2Cro 26,19-23) La lepra se consideraba como castigo para quienes hacían lo que reprueba el Señor (Cfr. 2R 5,20-27; 15,5) Los leprosos, como otros enfermos,  en tiempos de Jesús, eran despreciados y excluidos por la sociedad y las leyes religiosas.
Por esta razón, Jesús es considerado impuro porque acoge  a la gente enferma,  se deja tocar de la mujer impura (Mc 5), se acerca a los leprosos, come con publicanos y recaudadores de impuestos (Lc 19,1-10) habla con samaritanas (Jn 4) no condena a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8) no rechaza a la pecadora (Lc 7,36-50) su actitud es la de humanizar a todos, les tiende la mano y los libera de su situación: “Tomándola de la mano la levantó” (Mc 1,31) Todos los que se acercan a Jesús y quedan limpios recobran su dignidad, ya no gritan y tocan campanas de anuncio: ¡Impuro, impuro! (Cfr. Lv 13,1-2.44-46) Ya no debe llevar sobre si la desgracia de ser inmundo (Cfr. Lv 13,3.8; 11.14.15) Ya no debe vestir harapos, ni llevar la cabeza rapada (Cfr. Lv 13,45) Ni vivir solo, fuera de la ciudad (Cfr. Lv 13,46; Nm 5,2-4).
Ahora Jesús ofrece: La Curación- Al contacto con Jesús- nos reconocernos pecadores (Cfr. Mc 4,34; Lc 5,8; Jn 5, 8; 8,10; 9,6). La sanación-Escuchar la voz de Dios - Su Palabra- (Jn 5,8; 8,10; 9,7). La liberación- No volver a pecar y Creer en él (Cfr. Jn 5,14; 8,11; 9,37-38) invitando a que hagan lo prescrito por la ley (Cfr. 1,44; Mt 8,4; Lc 5,14; 17,14) Porque su acción redentora libera del pecado y devuelve la fe.
La fe en el reino de Dios, hace que los despreciados y marginados o excluidos sean tomados en cuenta, novedad del amor de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos (Cfr. Mt 4,45) sin juzgar a los demás (Cfr. Lc 6,36-38) viviendo desde el respeto mutuo, sin hacer a los demás, lo que no queremos que nos hagan (Cfr. Mt 7,12; Lc 6,31).
Al ser enviados los leprosos a que sean vistos por el sacerdote, es envío a de testimonio de la sanación que Dios ha obrado en ellos y así no guarden para sí este anuncio: “No guardes en secreto el mensaje profético que está escrito en este libro, porque ya se acerca el tiempo del cumplimiento. Deja que el malo siga en su maldad, y que el impuro siga su impureza; pero que el bueno siga haciendo el bien, y que el santo siga santificándose” (Ap 22,10).
A modo de conclusión
1.      Jesús realiza su acción con libertad se coloca al lado del marginado, lo incluye en su proyecto no mira la condición de la persona, solo quiere que cambie, que su corazón sea transformado por la palabra: “No guardes en secreto el mensaje profético que está escrito en este libro, porque ya se acerca el tiempo del cumplimiento. Deja que el malo siga en su maldad, y que el impuro siga en su impureza; pero que el bueno siga haciendo el bien, y que el santo siga santificándose” (Ap 22,10).

2.      Jesús da libertad al que está enfermo: “Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad” (Mc 1,40) esto hace que aquel que se acerca a Él, se le realice lo que pide “Quiero. ¡Quedas limpio! (Mc 41) El respeto al otro es sagrado, aunque muchos lo demuestran con ingratitud (Lc 17,11-19)[1]. 

“Amando a Dios nos hacemos divinos; amando al mundo, nos hacemos mundanos” (San Agustín. Serm 121,1).

[1] CASALINS. G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN Mc 1,40-45. Medellín. Feb 12 de 2012.

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