Lc 17,11-19
¡Malos tiempos!
¡Tiempos difíciles! Esto es lo que dice la gente. Haz que nuestras vidas sean
buenas, y nuestros tiempos serán también buenos. (San Agustín. Serm. 30,8).
La fe se comprende como salida de una situación
extrema de miseria, de la condición deshumanizada en que se vive a la
humanización. La fe no puede seguirse manifestando como simple adhesión a una
ideología en la que se rinde culto a la deidad, que nos hace cumplir un
conjunto de doctrinas y normas para podernos relacionar con ella. La fe es
promoción humana, es calidad de vida, es salir de la condición de opresión
pecaminosa par ser liberados.
La fe es producto de una reflexión narrativa de
nuestra relación libre con Dios y no es cumplimiento estricto de mandatos y
doctrinas. La fe nos la proporciona el amor y entrega de Dios que ha visto
nuestra opresión y ha bajado para liberarnos: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor
ante sus opresores y conozco sus sufrimiento. He bajado para liberarlo de la
mano de los egipcios…” (Ex 3, 7-8) por esto la fe solo pueden vivirla
personas libres.
De esta manera, la liberación es la acción de Jesús
hecha por medio de la predicación del reino evidencia de su Palabra y de sus obras. Su
acción pedagógica es rescatar al oprimido y sacarlo de su condición
deshumanizada para elevarlo a la dignidad humana: Se acerca al enfermo (Cfr. Mc
1,21-29) lo toma de la mano y lo incorpora a la nueva comunidad, lo limpia, lo
sana de su enfermedad y lo purifica de la lepra (Cfr. Lc 17,11-19; Mc 1,40-45).
En el Nuevo Testamento encontramos testimonios de
fe de la acción de limpieza realizada por Jesús: “Los ciegos ven y los cojos
andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y
se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,5l) Por esto, Jesús va a casa de
un leproso: “Hallándose Jesús en Betania,
en casa de Simón el leproso” (Mt 26,6; Cfr. Mc 14,3) Cura a los diez
leprosos que salieron a su encuentro pidiéndole que tuviera compasión de ellos:
“¡Jesús, Maestro, ten compasión de
nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y resulta
que, mientras iban, quedaron limpios” (Lc 17,13-14).
La fe, es también, solidaridad, es novedad en el
mensaje de Jesús, sus coterráneos hablaban de leyes y cumplimientos de
preceptos para llegar al reino de Dios; pero Jesús plantea el espíritu de la
Palabra de Dios, habla de lo que ha escuchado al Padre (Cfr. Jn 12,49-50) Esto
es lo que anuncia, el pueblo se regocija con la novedad del anuncio que llega: “El Señor dice: El cielo es mi trono y la
tierra el estrado de mis pies (…) ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así
empezaron a existir! Yo, el Señor lo afirmo. El hombre en quien yo me fijo es
el pobre y afligido que respeta mi palabra” (Is 66,1.2).
Por esta
razón, la actitud de Jesús es contraria a hombres y mujeres fanáticos-
religiosos. Él debía rechazar a los leprosos, porque en el Antiguo Testamentos
la lepra era considerada una enfermedad contagiosa y el que sufría este mal,
era expulsado de la ciudad a causa de su inmundicia y quedaba fuera del lugar
donde Dios habitaba (Cfr, Lv 13,46; Nm 5,2; 12,12.14; 2 R 7,3; 2Cro 26,19-23)
La lepra se consideraba como castigo para quienes hacían lo que reprueba el
Señor (Cfr. 2R 5,20-27; 15,5) Los leprosos, como otros enfermos, en tiempos de Jesús, eran despreciados y
excluidos por la sociedad y las leyes religiosas.
Por esta
razón, Jesús es considerado impuro porque acoge
a la gente enferma, se deja tocar
de la mujer impura (Mc 5), se acerca a los leprosos, come con publicanos y
recaudadores de impuestos (Lc 19,1-10) habla con samaritanas (Jn 4) no condena
a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8) no rechaza a la pecadora (Lc
7,36-50) su actitud es la de humanizar a todos, les tiende la mano y los libera
de su situación: “Tomándola de la mano la
levantó” (Mc 1,31) Todos los que se acercan a Jesús y quedan limpios
recobran su dignidad, ya no gritan y tocan campanas de anuncio: ¡Impuro, impuro! (Cfr. Lv 13,1-2.44-46) Ya
no debe llevar sobre si la desgracia de ser inmundo (Cfr. Lv 13,3.8; 11.14.15)
Ya no debe vestir harapos, ni llevar la cabeza rapada (Cfr. Lv 13,45) Ni vivir
solo, fuera de la ciudad (Cfr. Lv 13,46; Nm 5,2-4).
Ahora Jesús
ofrece: La Curación- Al contacto con Jesús- nos reconocernos pecadores
(Cfr. Mc 4,34; Lc 5,8; Jn 5, 8; 8,10; 9,6). La sanación-Escuchar la
voz de Dios - Su Palabra- (Jn 5,8; 8,10; 9,7). La liberación- No volver
a pecar y Creer en él (Cfr. Jn 5,14; 8,11; 9,37-38) invitando a que hagan lo
prescrito por la ley (Cfr. 1,44; Mt 8,4; Lc 5,14; 17,14) Porque su acción
redentora libera del pecado y devuelve la fe.
La fe en el reino
de Dios, hace que los despreciados y marginados o excluidos sean tomados en
cuenta, novedad del amor de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos
(Cfr. Mt 4,45) sin juzgar a los demás (Cfr. Lc 6,36-38) viviendo desde el
respeto mutuo, sin hacer a los demás, lo que no queremos que nos hagan (Cfr. Mt
7,12; Lc 6,31).
Al ser enviados
los leprosos a que sean vistos por el sacerdote, es envío a de testimonio de la
sanación que Dios ha obrado en ellos y así no guarden para sí este anuncio: “No guardes en secreto el mensaje profético
que está escrito en este libro, porque ya se acerca el tiempo del cumplimiento.
Deja que el malo siga en su maldad, y que el impuro siga su impureza; pero que
el bueno siga haciendo el bien, y que el santo siga santificándose” (Ap 22,10).
A
modo de conclusión
1.
Jesús realiza su acción con libertad se coloca
al lado del marginado, lo incluye en su proyecto no mira la condición de la
persona, solo quiere que cambie, que su corazón sea transformado por la
palabra: “No guardes en secreto el
mensaje profético que está escrito en este libro, porque ya se acerca el tiempo
del cumplimiento. Deja que el malo siga en su maldad, y que el impuro siga en
su impureza; pero que el bueno siga haciendo el bien, y que el santo siga santificándose”
(Ap 22,10).
2.
Jesús da libertad al que está enfermo: “Si quieres, puedes limpiarme de mi
enfermedad” (Mc 1,40) esto hace que aquel que se acerca a Él, se le realice
lo que pide “Quiero. ¡Quedas limpio! (Mc
41) El respeto al otro es sagrado, aunque muchos lo demuestran con
ingratitud (Lc 17,11-19)[1].
“Amando a Dios nos hacemos divinos; amando al mundo, nos hacemos
mundanos” (San Agustín. Serm 121,1).
[1]
CASALINS. G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN Mc 1,40-45. Medellín. Feb 12 de
2012.
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