domingo, septiembre 22, 2013

"NINGÚN SIERVO PUEDE SERVIR A DOS PATRONES..."


 
Lc 16,1-13
Esta es mi gloria, Señor mi Dios: que pueda demostrarte por siempre que no hay nada de mí mismo por mí. Todas las cosas buenas provienen de ti, pues tú eres Dios (San Agustín. Enar. Salmo 29,13). 

El relato de Lucas presentado en esta perícopa, coloca en evidencia nuevamente  la indiferencia y la incapacidad de los fariseos y letrados de asumir  la propuesta del reino presentado por Jesús.  Ya en la parábola del Padre Misericordioso (Lc 15,11-32) se ponía de manifiesto esta indiferencia con la actitud del  hijo mayor  que se negaba a entrar en la casa y sentarse con el  pecador (hijo menor). Tanto el Hijo Mayor, como los fariseos y letrados son reticentes a aceptar el amor que el Padre profesa a los pecadores. Aquí el mayordomo injusto e infiel se porta de la misma manera  que el hijo menor: Despilfarra los bienes que le han sido entregados. Pero con el agravante que  el mayordomo infiel quiere recuperar la confianza de su señor de manera no muy correcta, por medio del engaño.
Desde este acontecer entre la infidelidad y la fidelidad está el volver a la casa paterna para recuperar el amor del Padre con actitud de arrepentimiento, es entrar nuevamente en la alianza. En la parábola del padre que recobró  a su hijo (Cfr. Lc 15,11-32) se refleja este retorno cuando el  padre coloca un anillo al hijo menor como símbolo de la alianza, de fidelidad, porque ha vuelto a la casa paterna, es el hijo que estaba perdido y ha sido encontrado; había muerto y volvió a la vida (Cfr. 15,32): Volver a la casa paterna es retornar al amor primero, al reino de la comunidad de los hijos Dios.
La fidelidad es un proyecto dentro del gran proyecto del reinado, es retomar el caminar hacia el Padre; porque la fidelidad se empieza por asumir procesos de fe en la pequeñez del corazón: “El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes” (Lc 16,10a) La confianza es la preparación en el amor primero como exigencia primigenia para llegar estar en el reino y quien defrauda esta confianza es quien coloca a los ídolos por encima del amor del Padre y no confía en los valores del reino: “Porque el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes” (Lc 16,10b).
Por esta razón es conveniente hacer un acercamiento a este relato con cuidado. Si este relato no lo leemos e interpretamos desde la fidelidad al amor primero y en la caminada del reinado de Dios, podemos caer en una interpretación alegórica y ligera, hasta podemos llegar a pensar que hay una apología al dinero fácil o hacer negocios ilícitos por medio del engaño para acceder al reino. Aquí en este relato, hay una pedagogía opuesta al chantaje religioso, piedad de intercambios, es decir, de la premisa negativa se llega a una enseñanza eficaz y positiva para la evangelización. De la negación de los valores del reino dada por la actitud del mayordomo, se pasa a una actitud de sagacidad en el anuncio de los valores y la fuerza creativa-pedagógica- de vivir el reino: Los hombres y mujeres que se dejan llevar por el impulso de la idolatría del dinero caen en el olvido de Dios y se dedican a servir a dos señores, por lo tanto: “Ningún siervo puede servir a dos patrones, porque necesariamente odiará a uno y amará al otro o bien será fiel a uno y despreciará al otro” (Lc 16,13a; Cfr. Mt 6,19-21.24.
En cambio  los hijos del reino tienen la fortaleza para rechazar todo tipo idolátrico de dinero (riquezas) que lleva a odiar a Dios: “Ustedes no pueden servir  al mismo tiempo a Dios y al dinero” (Lc 16,13b)[1]. Por esta razón, el cristiano ha de ser astuto, pero no poner su confianza en las riquezas, sino que al asumir la astucia de los hijos de las tinieblas, han de actuar “así como el administrador actuó, con decisión ante la crisis, así también deberían actuar quienes escuchan a Jesús y aún vacilan en seguirle a Él y su mensaje del reino”[2].
Por esto, decíamos que no podemos interpretar el texto alegóricamente y a la ligera, sino que es conveniente tener clara la reflexión del  contexto anterior (Lc 15,11-32) y el contexto posterior (Lc 16, 14-35) para poder reflexionar el sentido de pertenencia de los que se apartan del camino mal habido y toman el atajo, creyendo que es la manera de servir a Dios; pero si tomamos la  opción decidida del mayordomo, podemos retomar el camino hacia la casa paterna y anunciar nuestra conversión frente al reino; porque de la opción que tomemos en el seguimiento depende nuestra actitud frente a las palabras de Jesús, o las aceptamos o nos burlamos como hicieron los fariseos y letrados y como la actitud que asumió  el  hijo mayor frente al hermano menor.
Nosotros debemos actuar con justicia (Cfr. Lc 6,27-35) en contra de todo tipo de venganza y de afianzarnos en las riquezas mal habida, despreciando a nuestros hermanos e incluso a nuestros enemigos, no podemos actuar como dice el profeta Amós: “¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas aunque solo deban un par de sandalias!” (Am 2,6-7; 8,4-7; Cfr. Lc 9,51-55; 10,29-37; 17,11-19; 22,47-55; 23,34).
Nosotros debemos tener la actitud frente al reino de servir y cuidar los bienes que nos han dado y compartirlos con los más necesitados y no tomar las actitudes de los que se apegan a sus riquezas empobreciendo a los otros, hacer esto es alejarnos del reino para no dejar que la palabra sea penetre en el corazón y podamos convertirnos a la voluntad del Padre (Cfr. Lc 16,14-17; 16,19-31). 

A modo de conclusión

Xavier Pikaza dice: Quiero explicar el pecado de la mamona desde el conjunto del Antiguo Testamento, partiendo del Génesis y culminando en el libro de la Sabiduría. Ofrezco un esquema de tipo teológico, tomado de mi libro Dios es Palabra (Sal Terrae, Santander 2005)


Principio: Nadie puede servir a dos señores
Explicación – Pues odiará a uno y amará al otro.
– O se apegará a uno y despreciará a otro.
Aplicación No podéis servir a Dios y a la mamona!
(Mt 6, 24; cf. Lc 16, 13).

El texto ha sido formulado con gran cuidado, de un modo solemne, con principio general, explicación y aplicación. El punto de partida es claro y puede precisarse desde paralelos judíos: existen realidades (¡señores!) que nos marcan y llenan de tal forma que no pueden compartirse; por definición, el más valioso, aquel a quien la tradición llama «único», en clave de monoteísmo radical, es Dios (Dt 6, 4; cf. Lc 10, 42). Pues bien, lo opuesto a Dios, aquello que destruye su unidad de gracia y nos conduce al «pluralismo» violento y al enfrentamiento, en línea de «ley», es el dinero absolutizado o mamona, que puede interpretarse como capital objetivado y pecado original, principio y expresión de todos los sistemas que esclavizan al hombre y le condenan a la lucha mutua y a la muerte.

El pecado, la mamona
1. Lo contrario a Dios no es ya el deseo subjetivo, sino una estructura objetiva construida y absolutizada por los hombres: la mamona (el capital, en su forma opresora). Lo malo no es el mundo; lo contrario a Dios no son las cosas de la creación finita como podría suponer un dualismo gnóstico, que condena la materia, el sexo... En su Crítica de la Razón Práctica, al afirmar que lo único bueno es una buena voluntad, Kant está suponiendo que lo único malo es una mala voluntad, entendida en línea subjetiva. Pues bien, superando ese nivel kantiano, de tipo en el fondo idealista, nuestro pasaje identifica el mal con una entidad transubjetiva, fabricada por los hombres, con una estructura objetivada, en forma de sistema de dominio económico: la mamona. En ese contexto, podemos añadir, corrigiendo a Kant, que la buena voluntad, en el nivel subjetivo o individual, no basta, sino que ella debe expresarse en un movimiento o camino de encuentro interhumano en gratuidad (lo contrario a la mamona).
2. El mal brota de la mala voluntad (de la envidia, del juicio y del deseo de dominio), pero se objetiva y concreta de tal forma, que puede recibir y ha recibido una realidad idolátrica, externa: es la mamona. El mal es algo que el hombre mismo hace (construye) para luego quedar esclavizado por ello. Esto es lo que la Biblia llama ídolo, conforme a lo indicado en Sab 13-15: representación que carece en sí misma de verdad y fuerza y que solo tiene aquella que nosotros mismos le ofrecemos. Eso significa que el mal no es creación positiva de Dios; pero tampoco es pura nada: es algo que nosotros construimos, una vez que hemos comido (hecho nuestro) el árbol del bien y del mal (del juicio). El mal es algo que nosotros hacemos con la intención de dominarlo, pero de tal forma que al fin quedamos dominados por ello. En este contexto no hacen falta Vigilantes invasores (satanes externos) como en 1 Henoc, pues la misma mamona que nosotros mismos hemos «hecho» nos invade y deshace.
3. La mamona es el ídolo englobante. Sab 13-15 presentaba muchas figuras destructoras. Mt 4 y Lc 4 han destacado tres deseos primigenios (pan, reino y milagro). Pues bien, nuestro pasaje ha concentrado aquellas figuras y estos deseos en un equivalente universal que es la mamona, la gran construcción que los hombres elevan «contra Dios» (es decir, contra la gracia), como los constructores de la Torre-Ciudad de Babel (Gen 11). Los hombres han unificado de esta forma todo aquello que realizan y que tienen: sus producciones se convierten ya en dinero, de manera que el capital puede comprarlo así y venderlo todo, apareciendo como «Dios del mundo». Al identificar a la mamona con el antidiós, nuestro pasaje ha realizado una opción hermenéutica de consecuencias incalculables: lo que en plano de pecado une a los hombres no es la razón o la pasión, no es el ateísmo o la irreligión, ni un tipo de poder abstracto; lo que a todos iguala y destruye (a nivel de compraventa) es el gran «edificio del capital», entendido como Torre de Babel en que los hombres quieren refugiarse sin lograrlo. Este es el pecado original.
4. Este es un ídolo engañoso que suele camuflarse, oculto en ropajes de piedad, libertad o sacralismo. Los hombres siguen entregándose a sus cultos de tipo social o religioso, pensando que es allí donde se expresa la verdad de su existencia. De esa forma van al templo, para encontrar allí a su Dios. Pero el evangelio sabe que el mismo templo de Jerusalén está «hecho por manos humanas» (ceiropoi, ton: Mc 14, 58) y vinculado por tanto al dinero (cf. Mc 11, 15-19), como una construcción del hombre, en la línea de la torre de Babel; en ese sentido puede formar parte de la mamona, es decir, de la adoración del dinero, pues «allí donde está tu tesoro está tu corazón» (cf. Mt 6, 21). Griegos y romanos adoraban a sus dioses. Filósofos y sabios posteriores han seguido trazando sus discursos conceptuales para defender su propia forma de existencia. Pues bien, al fondo de esos dioses y de esos discursos, de tipo moralizante e incluso piadoso, se ha escondido normalmente el «cuerpo» de una adoración económica, un tipo de culto concreto a la mamona como ha sucedido en el templo de Jerusalén.
5. El descubrimiento del carácter antidivino de la mamona tiene rasgos de revelación. No se logra con discursos conceptuales o teorías cósmicas que siguen inscritas en un lenguaje de «talión», que es en el fondo una expresión de la mamona (equivalencia racional o monetaria). Solo se descubre el carácter antidivino de la mamona allí donde ha venido a revelarse el verdadero Dios como poder de gratuidad y principio de amor que fundamenta de manera amorosa la existencia de los hombres. Eso ha podido hacerlo Jesús, cuando descubre aquello que se opone al mesianismo de la gracia y cuando lucha contra el diablo, que en el fondo es el deseo posesivo (aquello que posee a las personas, impidiendo que ellas sean libres); eso lo ha hecho Jesús cuando descubre y muestra con su vida que lo contrario a Dios es la mamona. En ese contexto podemos decir que Satán (el enemigo de Dios) es la mamona, el deseo de seguridad que se expresa de forma impositiva. Este es el Satán del pecado original que descubriremos en el próximo capítulo, cuando hablemos también de la muerte de Jesús como pecado original.
6. La mamona es un dios fuerte, un dios que nos hace capaces de construir muchas cosas, en clave de juicio, como ya hemos visto al comentar el tema de la Torre de Babel (Gen 11). Los bienes de la mamona determinan esta vida: nos dan poder intenso y nos permiten ordenar, comprar o construir casi todas las cosas. Lo que Jesús dijo en su tiempo resulta mucho más claro en el nuestro, pues el capitalismo de occidente ha racionalizado la economía, convirtiéndola en principio y motor de las relaciones sociales y de esa forma ha creado la industria, ha producido muchos bienes y, en algún sentido, ha conquistado todo el mundo. Pues bien, esa mamona del gran capitalismo, que está vinculada al imperio militar y que domina sobre el conjunto de los hombres, es en el fondo el antidiós, como sabe el Apocalipsis, cuando la interpreta como Gran Prostituta y diosa de este mundo (Ap 17-18): un ídolo al que todos podemos acabar vendiendo lo que somos, quedando cautivados por su fuerza. Lo contrario a Dios no es el dinero en sí, como medio para realizar intercambios económicos, sino el dinero convertido en capital, bien absoluto.
7. Nuestro texto ha vinculado revelación de Dios y mamona. Ambos se asemejan y asemejándose se oponen. Dios es creador, es Vida que se regala, la mamona, en cambio, ha sido creada por los hombres (y se aprovecha de ellos, les devora, como en Dragón de Ap 12). Dios nos hace libres, para que podamos realizamos de manera autónoma. La mamona, en cambio, nos posee (como el diablo) y nos convierte en siervos al introducimos dentro de un esquema de mérito y negocio, de ganancia y juicio donde vale más el que más tiene, aunque al final todos acaban siendo esclavos del mismo sistema. Dios nos ama de manera personal y, al dirigimos su palabra de llamada, espera una respuesta. El dinero, en cambio, nos permite gozar y poseer pero al final nos esclaviza, sin dejar ya que podamos responderle, pues vive de nosotros.
8. Lo que se opone a la mamona es la gracia de Dios, el amor generoso que crea y da vida, por encima de toda ley, más allá de todo mérito. Por eso, el conocimiento de Dios está vinculado a la experiencia de la gratuidad, como suponía ya Sab  1, 1-2 y como desarrolla Pablo en Rom 1-3. Se ha dicho desde antiguo que a Dios le conocemos más por aquello que no es que por lo que es (teología negativa). Pues bien, ahora que conocemos a su contrario (mamona), podemos conocerle mejor: Dios es aquello (aquel) que se opone como gracia creadora y principio de vida al egoísmo del dinero. A partir de aquí debemos precisar el monoteísmo israelita: «Escucha, Israel, Yahvé nuestro Dios es un Dios único; amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón...» (Dt 6, 45; cf. Mc 12, 29-30). Esa palabra sigue siendo valiosa, pero al fin resulta insuficiente, pues sólo superando la sacralización económica, destructora de los hombres, podemos definir la unidad original y creadora de Dios.
9. Lo opuesto a Dios es la unificación económica en clave de mamona, el capital absolutizado. En línea de mamona, el mundo acabaría convirtiéndose en un puro mercado, con una moneda que todo lo compra y lo vende, de manera que todos se miden (se igualan o distinguen) por ella y de esa forma se negocian, en un tipo de inmenso proceso donde el «juez» (quien dicta la sentencia de lo bueno y lo malo) es el mismo dinero. Esto significa que los hombres acaban siendo esclavos de un instrumento de cambio (de juicio comercial) que ellos mismos han creado. Cesa el valor de la persona, pues ella se compre y vende, como se compra el trabajo. Se pierde así la gracia de la vida y todo resulta al fin equivalente porque todo se mide y negocia, nada se regala. Este es el talión final: ojo por ojo, dinero por dinero; los hombres se valoran y definen y ajustan su sentido en un nivel de competencia o negocio que termina siempre en muerte.
10. El conocimiento de Dios se expresa en el despliegue de la vida como gracia compartida, en contra del dinero. Por eso, si queremos conocerle no podemos refugiamos en un nivel interno para interpretarlo en clave de emoción o sentimiento. Tampoco le podemos definir por las ideas. Conocer a Dios implica descubrir y potenciar un tipo de existencia que es contraria a los modelos que se imponen y extienden por dinero (capital), en un mundo donde sólo se valoran las empresas productivas (obras) y al final todo se adquiere y rechaza en el mercado. Frente al desvalor universal de la mamona (forjada en clave de juicio y compraventa) ha de expresarse ahora la apertura universal de Dios que es gracia y que se expresa como unión gratuita entre los hombres. Dios se define (se revela) por lo tanto como fuente de diálogo, como amor y gracia para todas las personas. Pasan a segundo plano (y a veces desaparecen) otros principios de vinculación social fundados en tradiciones populares o identidades de grupo. Lo que de verdad vincula a los humanos por Jesús es lo contrario a la mamona: la gracia que les hace libres y les capacita para unirse en gesto de amor abierto a todos (en la línea de 1 Cor 13).
11. Conocer a Dios es vivir y crear en actitud de gracia. Contra la mamona, que es anti-gracia (ley que regula por fuerza lo que existe), Dios viene a presentarse como Vida que se regala y comparte, sin intereses ni egoísmo, haciendo que exista vida humana. Los poderes del mundo (pan y circo, afán de placer y deseo de poder...) acaban por centrarse en la mamona que así aparece como esencia y verdad (¡mentira!) de todos ellos, como fuerza capaz de construir torres de Babel, inmensos edificios de seguridad, según sistema. Pues bien, a diferencia de la mamona, Dios es Aquel que crea gratuitamente vida, Aquel que no se compra ni se venda (no es dinero), siendo, sin embargo, el principio y fuente de todo lo que existe. Dios es creatividad, gozo de dar, dejando en libertad y acompañando en amor a lo creado. Así se muestra en Jesús. Por eso se define como lo contrario a la mamona.
12. La mamona no crea, sino que regula las cosas que ya existen por la fuerza, con envidia: cada uno quiere lo que tiene el otro, en mercado que excita los deseos para aumentar la producción y viceversa, de tal forma que nadie logrará jamás saciarse. Lógicamente, la mamona «fabrica» pobres: suscita la desigualdad entre los hombres, en proceso de competencia que lleva al enfrentamiento y a la opresión de los perdedores. Más aún, el mismo sistema de la mamona acaba convirtiendo a todos en pobres, pues les hace esclavos del proceso económico de producción y distribución de bienes. Pues bien, en contra de eso, Dios se define como amigo de los pobres: se muestra como gracia, gozándose en dar precisamente a los que menos tienen, en proceso de generosidad gratuita.
Desde ese fondo, superando el nivel del juicio y la mamona, afirmamos que Dios es gracia, para destacar, al mismo tiempo, que el hombre verdadero es también gracia. Esta es la única definición antropológica que tiene sentido después de todo lo indicado. El sistema del juicio económico o social nos sigue esclavizando. No podemos volver a la simple evolución de la vida, de la que procedemos, pues en ella se han impuesto por fuerza los más hábiles o fuertes, dejando morir o matando a los menos capaces. En ese plano de evolución nada se crea, nada se destruye, sino que todo se transforma..., pero a favor de los triunfadores, en camino que lleva a la muerte, como ya sabía Gen 2-3. Pues bien, en contra de la visión en que aparece dominado por la mamona (=poseído por lo diabólico), afirmamos que el hombre verdadero es gracia; nace por regalo de amor (no por negocio) y sólo regalando su vida puede realizarse humanamente. Esta es su identidad, esta es su fuerza, por encima de las diferencias que, en otro plano, pueden separar a judíos y cristianos, pero que aquí resultan marginales[3].  
“Dáteme a mí, Dios mío. Devuélvete a mí. Aunque ya te amo, y por si es escaso mi amor, que te ame con más fuerzas. No puedo medir a ciencia cierta cuánto amor me falta para que sea suficiente. Dame, pues, el amor necesario para que mi vida se plenifique en tus brazos, para que pueda esconderse en lo escondido de tu rostro. Esto solo se: Que me va muy mal lejos de Ti. No solo fuera de mí, sino también en mí mismo. Y que toda abundancia mía, que no seas Tú, es indigencia. (San Agustín. Conf. 13,8).




[1]Mammon es una palabra aramea, significa «riqueza», pero tiene una etimología confusa; los eruditos han sugerido conexiones con el verbo «confiar» o un significado de la palabra «confiado», o con la palabra hebrea ‘matmon’, que significa «tesoro». También se utiliza en hebreo con el significado de «dinero» (ממון). La trascripción griega para mammon, es μαμωνάς (mamonás), y puede verse en el Sermón de la montaña (durante el discurso sobre la ostentación) y en la parábola del administrador injusto. Otros eruditos mammon del fenicio mommon («beneficio» o «utilidad») En la Biblia, Mammón se personifica como símbolo de las riquezas en Lucas, y Mateo. En algunas traducciones aparece como Mammón, pero en otras se traduce como «abundancia deshonesta» o equivalentes, dando así a entender que lo que quiso decir Jesús fue que «No podéis servir a Dios y a las riquezas» en el sentido de estar esclavizado al amor al dinero” (http://es.wikipedia.org/wiki/Mamm%C3%B3n).


[2] BROWN, R.E. Otros. Nuevo comentario bíblico San Jerónimo N. Testamento. Estella (Navarra) 2004.EVD. P 182.


[3] Pikaza Xavier, Dios es palabra. Teodicea cristiana, Sal Terrae, Santander 2005. 

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