domingo, septiembre 01, 2013

"CUANDO DES UN BANQUETE, INVITA A POBRES, MANCOS, COJOS Y CIEGOS"

Lc 14,1.7-14
 
Recuerda, hay uno que te escucha, no dudes en rogarle. Él está dentro de ti. Sólo tienes que purificar los más secretos rincones de tu corazón. Él es el Señor nuestro Dios. (San Agustín. Coment. Ev. San Juan, 10,1).

La preocupación de Jesús es la instauración del Reino de Dios en el pueblo para que puedan participar de la liberación que él vino a atraer a sus hermanos: “Verán al Hijo del hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Porque cuando comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación” (Lc 21,27-28). Esta liberación es despreciada por lo fariseos, los doctores de la ley y las autoridades religiosas judías y los que han puesto su confianza lejos del Señor, los que han desviado su corazón por rechazar las Palabras del Señor.

Los fariseos y los doctores de la ley se apegaron tanto a los 613 preceptos que se olvidaron del cumplimiento de la espiritualidad de la Palabra a pesar que ellos estaban llamados a mantener este amor por la vivencia de la Palabra. Pero ellos redujeron casi toda su actividad al cumplimiento del Sabbat שַׁבַּת   (día de descanso- Gn 2,1-3; Ex 5,13; 31, 16-17)  y reduciéndolo casi exclusivamente  al culto, porque era importante el cumplimiento del precepto: Es lícito guardar el Sabbat  sin importar el respeto a la persona.  

Este día de descanso implicaba mucho más que un descanso cultual, era una propuesta de justicia frente a la tierra y a la persona (Cfr. Lv 25): 

1.      Religioso: Descanso de la misma manera como Dios lo hizo después de la creación (Gn 2,1- 3; Ex 31,16-17; Dt 5,12-14.15).
2.      Social: El descanso es una propuesta de igualdad- todos merecemos el descanso (Ex 5,13).
3.      Histórico: En el exilio el pueblo no era libre y al ser liberado se dedica un día para el descanso, no para el trabajo y la tierra debe ser liberada porque es del Señor (Ex 16,29; 19,3-5; 35,3). 

Desde los preceptos los fariseos y doctores determinaban la relación religiosa y su comportamiento frente a Dios, por esto era  necesario el estricto cumplimiento de la ley por encima de la Palabra (culto), de la tierra (Historia) y de la persona (Social): Guardar el Sabbat  es no caer en pecado (Ex 18, 4; 20,8-9; 23,12; 31, 15; Dt 5,12; 13,1-9; Nm 35,31; Lv 20, 2; 26,2; Rm 6,23) y si se incumplía se aplicaba la condena a muerte (Ex 31,15; Nm 15,33-35)  Con la presencia de Jesús que recobra el espíritu de la Palabra como nueva Ley,  ya no es necesaria la concepción jurídica de los fariseos y doctores de la ley (Mc 2,27; Mt 12,8; Rm 5,19; 6,14-15; 14,5; Col 2,16-17) para la relacionalidad con Dios y con los hermanos. 

Jesús vino a instaurar el Reino de Dios, para esto es necesario que las personas sean incorporadas a este proyecto sobre todo las que habían sido discriminadas por el peso del cumplimiento de los preceptos. La Palabra de Dios debía ser el centro de la comunidad: “Escucha, Israel (…) Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales” (Dt 6,4.6-9).

Jesús pretende volver a las fuentes de la espiritualidad de la Palabra sin mediación legislativa que acoja a pecadores y desfavorecidos.  Rescatar al pueblo pobre, cojo, ciego, leproso y todos los que viven en estado de vulnerabilidad para que participen del banquete del Señor: “Salieron los criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados” (Mt 22,10) Esto es hacer lo que Jesús hizo con los más pobres de su época, que acogía a justos y pecadores- malos y buenos- (Cfr. Mt 5,45) Y actuaba con generosidad: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios” (Ecle (Sir) 3,17-18[19]).

La generosidad y la acogida es propio de los que buscan el reino de Dios, de los que se prestan a participar en el banquete del reino. Pero aquellos que se oponen y rechazan la invitación (Cfr. Lc 14,15-24) son sustituidos por  los excluidos, los despreciados y marginados. Pero a los que les encantan los primeros puestos y les gustan los honores y sentarse en la butaca principal, no participaran del banquete del reino y sus lugares serán ocupados por los  “pobres, mancos, ciegos y cojos (…) Porque ninguno de aquellos invitados probará mi banquete” (Lc 14,21b-24). 

No participar en el banquete del Señor, es portarse como los que no hacen la voluntad del Padre y  pretenden cerrar la entrada en el reino de Dios a los pobres - destinatarios del Reino - (Cfr. Mt 23, 37-52; Lc 11,37-52) Negarle el reino a los pobres es robarle y no compartir nuestros bienes con ellos: "No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles sus vidas. No son nuestros los bienes que poseemos, sino suyos" (Papa Francisco).

Los pobres destinatarios del reino de Dios, han de vivir el camino de  las bienaventuranzas (Cfr. Mt 5,3-12)  practicando la justicia delante de Dios y no de los hombres, asumiendo la provincialidad de Dios (Cfr. Mt 6, 1-34) Los pobres son los que no buscan los privilegios, sino que sus obras se realizan desde el amor de Dios, los pobres son el testimonio de Dios para los que se sienten orgullosos de sus riquezas (Cfr. Lc 12, 13-21. 32-48) y por ellos rectificar el camino: “Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué son, sino nuestros portaequipajes, que nos ayudan a traspasar nuestros bienes de la tierra al cielo? Los entregas a tu portaequipajes y lleva al cielo lo que le das. «¿Cómo -dices- lo lleva al cielo? Estoy viendo que los consume en comida». Así es precisamente como los traslada, comiéndolos en vez de conservarlos. ¿O es que te has olvidado de las palabras del Señor? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino. Tuve hambre y me disteis de comer. Y, Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis. Si no despreciaste a quien mendigaba en tu presencia, mira a quién llegó lo que diste: Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt 25,34.35.40). Lo que tú diste lo recibió Cristo; lo recibió quien te dio qué dar; lo recibió quien al final se te dará a sí mismo” (San Agustín Sermón 389).

Si despreciamos a un pobre estamos despreciando  a Cristo, el favoritismo en la Iglesia es pecado es atentar contra la fe, Santiago en su carta es muy tajante frente a la situación de privilegios que queremos imponer, hacer esto es negar la presencia del reino de Dios a los hermanos desfavorecidos a quien Dios favorece. Nuestra tarea es obrar con generosidad, sin discriminación (Cfr. St 2,1-13).

 “Sepa también vuestra caridad que he dicho a los hermanos que viven conmigo que quien tenga algo, o lo venda, o lo regalo, o lo dé al bien común… Hagan con ello lo que gusten, con tal de que sean pobres conmigo y nos confiemos juntos a la misericordia de Dios” (San Agustín. Serm. 355,6).

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