Lc 14,1.7-14
Recuerda, hay uno que
te escucha, no dudes en rogarle. Él está dentro de ti. Sólo tienes que
purificar los más secretos rincones de tu corazón. Él es el Señor nuestro Dios.
(San Agustín. Coment. Ev. San Juan, 10,1).
La preocupación de Jesús es la instauración del
Reino de Dios en el pueblo para que puedan participar de la liberación que él
vino a atraer a sus hermanos: “Verán al
Hijo del hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Porque cuando
comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque se acerca
su liberación” (Lc 21,27-28). Esta liberación es despreciada por lo
fariseos, los doctores de la ley y las autoridades religiosas judías y los que han
puesto su confianza lejos del Señor, los que han desviado su corazón por rechazar
las Palabras del Señor.
Los fariseos y los doctores de la ley se apegaron
tanto a los 613 preceptos que se olvidaron del cumplimiento de la
espiritualidad de la Palabra a pesar que ellos estaban llamados a mantener este
amor por la vivencia de la Palabra. Pero ellos redujeron casi toda su actividad
al cumplimiento del Sabbat שַׁבַּת (día de descanso- Gn 2,1-3; Ex 5,13;
31, 16-17) y reduciéndolo casi
exclusivamente al culto, porque era
importante el cumplimiento del precepto: Es lícito guardar el Sabbat sin importar el respeto a la persona.
Este día de descanso implicaba mucho más que un
descanso cultual, era una propuesta de justicia frente a la tierra y a la persona
(Cfr. Lv 25):
1.
Religioso:
Descanso de la misma manera como Dios lo hizo después de la creación (Gn 2,1- 3;
Ex 31,16-17; Dt 5,12-14.15).
2.
Social: El
descanso es una propuesta de igualdad- todos merecemos el descanso (Ex 5,13).
3.
Histórico:
En el exilio el pueblo no era libre y al ser liberado se dedica un día para el
descanso, no para el trabajo y la tierra debe ser liberada porque es del Señor
(Ex 16,29; 19,3-5; 35,3).
Desde los preceptos los fariseos y doctores determinaban
la relación religiosa y su comportamiento frente a Dios, por esto era necesario el estricto cumplimiento de la ley
por encima de la Palabra (culto), de la tierra (Historia) y de la persona
(Social): Guardar el Sabbat es no caer
en pecado (Ex 18, 4; 20,8-9; 23,12; 31, 15; Dt 5,12; 13,1-9; Nm 35,31; Lv 20,
2; 26,2; Rm 6,23) y si se incumplía se aplicaba la condena a muerte (Ex 31,15;
Nm 15,33-35) Con la presencia de Jesús
que recobra el espíritu de la Palabra como nueva Ley, ya no es necesaria la concepción jurídica de
los fariseos y doctores de la ley (Mc 2,27; Mt 12,8; Rm 5,19; 6,14-15; 14,5;
Col 2,16-17) para la relacionalidad con Dios y con los hermanos.
Jesús vino a instaurar el Reino de Dios, para esto
es necesario que las personas sean incorporadas a este proyecto sobre todo las
que habían sido discriminadas por el peso del cumplimiento de los preceptos. La
Palabra de Dios debía ser el centro de la comunidad: “Escucha, Israel (…) Las palabras que hoy te digo quedarán en tu
memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y
yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo,
serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus
portales” (Dt 6,4.6-9).
Jesús pretende volver a las fuentes de la espiritualidad
de la Palabra sin mediación legislativa que acoja a pecadores y desfavorecidos. Rescatar al pueblo pobre, cojo, ciego,
leproso y todos los que viven en estado de vulnerabilidad para que participen
del banquete del Señor: “Salieron los
criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El
salón se llenó de convidados” (Mt 22,10) Esto es hacer lo que Jesús hizo
con los más pobres de su época, que acogía a justos y pecadores- malos y
buenos- (Cfr. Mt 5,45) Y actuaba con generosidad: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al
hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor
de Dios” (Ecle (Sir) 3,17-18[19]).
La generosidad y la acogida es propio de los que
buscan el reino de Dios, de los que se prestan a participar en el banquete del
reino. Pero aquellos que se oponen y rechazan la invitación (Cfr. Lc 14,15-24)
son sustituidos por los excluidos, los
despreciados y marginados. Pero a los que les encantan los primeros puestos y
les gustan los honores y sentarse en la butaca principal, no participaran del
banquete del reino y sus lugares serán ocupados por los “pobres,
mancos, ciegos y cojos (…) Porque ninguno de aquellos invitados probará mi
banquete” (Lc 14,21b-24).
No participar en el banquete del Señor, es portarse
como los que no hacen la voluntad del Padre y pretenden cerrar la entrada en el reino de
Dios a los pobres - destinatarios del Reino - (Cfr. Mt 23, 37-52; Lc 11,37-52) Negarle
el reino a los pobres es robarle y no compartir nuestros bienes con ellos: "No compartir con los pobres los
propios bienes es robarles y quitarles sus vidas. No son nuestros los bienes
que poseemos, sino suyos" (Papa Francisco).
Los pobres destinatarios del
reino de Dios, han de vivir el camino de las bienaventuranzas (Cfr. Mt 5,3-12) practicando la justicia delante de Dios y no
de los hombres, asumiendo la provincialidad de Dios (Cfr. Mt 6, 1-34) Los
pobres son los que no buscan los privilegios, sino que sus obras se realizan
desde el amor de Dios, los pobres son el testimonio de Dios para los que se sienten
orgullosos de sus riquezas (Cfr. Lc 12, 13-21. 32-48) y por ellos rectificar el
camino: “Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué son, sino nuestros
portaequipajes, que nos ayudan a traspasar nuestros bienes de la tierra al
cielo? Los entregas a tu portaequipajes y lleva al cielo lo que le das. «¿Cómo
-dices- lo lleva al cielo? Estoy viendo que los consume en comida». Así es
precisamente como los traslada, comiéndolos en vez de conservarlos. ¿O es que
te has olvidado de las palabras del Señor? Venid, benditos de mi Padre,
recibid el reino. Tuve hambre y me disteis de comer. Y, Cuando lo
hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis. Si no despreciaste
a quien mendigaba en tu presencia, mira a quién llegó lo que diste: Cuando
lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt
25,34.35.40). Lo que tú diste lo recibió Cristo; lo recibió quien te dio qué
dar; lo recibió quien al final se te dará a sí mismo” (San
Agustín Sermón 389).
Si despreciamos a un pobre
estamos despreciando a Cristo, el
favoritismo en la Iglesia es pecado es atentar contra la fe, Santiago en su
carta es muy tajante frente a la situación de privilegios que queremos imponer,
hacer esto es negar la presencia del reino de Dios a los hermanos
desfavorecidos a quien Dios favorece. Nuestra tarea es obrar con generosidad,
sin discriminación (Cfr. St 2,1-13).
“Sepa también vuestra caridad que he dicho a
los hermanos que viven conmigo que quien tenga algo, o lo venda, o lo regalo, o
lo dé al bien común… Hagan con ello lo que gusten, con tal de que sean pobres
conmigo y nos confiemos juntos a la misericordia de Dios” (San Agustín. Serm.
355,6).
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