Lc 12,32-48
¿Quiénes son los
soberbios? Aquellos que, mientras atribuyen a Dios el bien que hacen, son
intolerantes con los que no lo hacen y se creen superiores a ellos. (San
Agustín. Enar. Salmo 93,15).
Los discípulos van
creciendo en la escucha de la Palabra Encarnada-Jesucristo-
(Cfr. Jn 1,14) que les ha instruido en la pedagogía de la Cruz, ellos han
aceptado el llamado para estar con Él y
para anunciar el mensaje, dándoles poder para expulsar el mal (Cfr. Mc 3,14-15)
que eran considerados espíritus impuros (Cfr. Mc 6,7) Ellos no deben llevar pan
ni provisiones ni dinero (Cfr. 6,8) Es decir, vivir desde la provisionalidad de
Dios (Cfr. Mt 6, 25-34) “Porque el obrero merece su salario” (
Lc 10,7; Cfr. 1Tm 5,18).
Desde la pedagogía de la
cruz, se percibe que la codicia o la avaricia, o acumulación de bienes, no
conducen a Dios, sino que nos alejan de su proyecto el reino de Dios. Los
bienes que se poseen son para compartirlo con los pobres y no para aumentar
nuestra vanidad que nos hace necios ante Dios (Cfr. Lc 12,16-21): “El amor a los bienes, es para el servicio de los más necesitados, esta
opción nace de la riqueza que Jesús vino a traernos, el amor del Padre que es
nuestra riqueza, como dijo el papa francisco al llegar a Brasil: "No traigo oro ni plata, traigo algo
más valioso: a Jesucristo". Jesucristo es la plenitud de nuestro mayor
tesoro, por esto un cristiano creyente no acumula tesoros para sí: “No junten
tesoros y reserves aquí en la tierra, donde la pililla y el óxido hacen
estragos (…) Junten tesoros y reservas en el cielo (…) Pues donde está tu
tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,19-21)”[1].
Por esta razón, vivir la experiencia del Reino en Dios como
discípulos es estar al servicio de los más necesitados, quienes son la
presencia de Dios en el Reino: “¡Cuántas
veces los pobres y los que sufren, realmente nos evangelizan!” (DA, 257)[2].
La pobreza evangélica es una opción de los discípulos de Jesús, opción radical de
no apegarnos a los bines. No podemos confundir la opción de ser pobres, con
pobreza material que viven muchos hermanos a nivel social, cultural que es pecado
estructural. Esta pobreza no es opción, sino negadora del reino de Dios, es una
opción de muerte. Tampoco es pobreza espiritual, actitud pietista o
espiritualista, porque Lucas platea al referirse a los pobres como los carentes
de bienes materiales.
Ahora bien asumir la opción del reino es lo que el
texto de Lucas 12,32-48, nos propone desde cuatro perspectivas:
1.
Optar por la pobreza evangélica: Compartir desde nuestra pobreza, es vivir la
riqueza del reino de Dios (Cfr. Lc 12,32-33)
-
En actitud de
desprendimiento (Mc 12,44; 2Cor 8,12).
-
Llamados a vivir con
espíritu de pobres que ponen su confianza no en los bienes materiales sino en
Dios (Mt 5,3; 11,5; Lc 4,18; St 2,5; Sal 22, 24 {25}; 69,32-34 {33-34}; Is
29,19; 61,1-2).
-
Compartiendo con los
desfavorecidos (Mt 19,16; Lc 9,57-62).
-
Siguiendo a Jesús desde
su condición de pobre (Fil 2,6-11).
-
La pobreza es
solidaridad, es dinámica y progresiva, es generosidad y abandono a la providencia
de Dios (Mt 6, 25-34; Lc 10,25-37).
-
Es hacernos ricos con la
pobreza de Cristo (2Cor. 8,9).
2.
Un corazón rebosante del amor de Dios: Corazón que no atesora para sí, sino para el
reino de Dios. (Cfr. Lc 12,34).
-
Señor, tu amor llega
hasta el cielo, hasta las nubes tu fidelidad (Sal 33,4; 35,6; 56,11).
-
Acoge al infiel y lo
llama para que retome el camino (Os 3,2).
-
De la boca del Señor
sale una sentencia, una palabra irrevocable (Is 45,6-25).
-
Y tanto amó Dios al
mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera,
sino que tenga vida eterna (Jn 3,16).
-
El amor de Dios es el
mandato con el que el cristiano se identifica (1Jn 2,3-11).
-
En el amor a Dios y al
prójimo se resume la ley y los profetas (Mc 12,28-34; Cfr. Mt 22,34-40; Lc
10,25-37).
3.
Vivir vigilantes para el encuentro con el Señor: Estar siempre en disposición de escucha (con las
lámparas encendidas) para el encuentro (Cfr. Lc 12,35-40; Mt 24,43-44; 1Tes
5,2; 2P 3,10; Ap 3,3; 16,5).
-
Salvará a los que esperan
(Heb 9,28).
-
Para que estén siempre
con Él (Ti 2,13).
-
Estar arrepentidos y sin
mancha para esperar al Señor (2P 3,9; Ap 6,9-10).
-
La esperanza en su
venida: Un día es como mil años en su presencia y mil años es como un día en el
Señor (2P 3,8).
-
Las promesas de Dios a
su pueblo llegan a su plenitud en la venida de Cristo (2P 3,14-18).
4.
Vivir en fidelidad al Señor (Cfr. Lc 12, 41-48): “A quien mucho se le da, también se le pedirá
mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más” (Lc 12,48).
-
Cristo es fiel y verás
(Ap 19,11).
-
Cristo se ha hecho fiel
hasta la muerte (1Cor 10,13; 1Tes 5,24; 2Tes 3,3).
-
Amó y se entregó así
mismo (Ef 5,25).
-
El discípulo ha de
permanecer en fidelidad a Cristo así como Él es fiel al Padre (Jn 15).
Quien vive como discípulos
la riqueza de estar en Cristo vive en
fidelidad el proyecto del reino de Dios
con un corazón[3]
rebosante de riquezas y para predicar el evangelio a todo el mundo (Mt 24,14),
levantándonos del sueño (Rm 13,11) y así ver las cosas eternas (2Cor 4,8-18)
donde será la manifestación gloriosa de Cristo (Tit. 2,11-13).
El venir a Cristo, ¿Qué otra cosa
es sino volver a Él por la fe? (S. Agustín Gl 5,10).
[1]
CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN DE Lc 12,13-21. Medellín.
Agosto 4 de 2013.
[2] La referencia vicenciana más clara a esta “sentencia
común” la encontramos en un documento de las Hijas de la Caridad, el de su Asamblea
General de 1985 (Documento final, En la encrucijada, pp. 8-9): “Los pobres nos evangelizan mediante su paciencia y su capacidad de
acogida”. Pero detrás de esta afirmación hay toda una tradición que nace de San
Vicente y Santa Luisa, expresada en la frase: Los pobres son nuestros amos y
maestros.
[3][3] En
nuestra manera de hablar, el corazón solo evoca la vida afectiva. El hebreo
concibe el corazón como lo interior del hombre en un sentido mucho más amplio.
Además de los sentimientos (2Sm 15,13; Sal 21,3; Is 65,14) El corazón contiene
también los recuerdos y los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Dios
ha dado a los hombres “un corazón para pensar” (Eclo 17,16) el salmista evoca
los “pensamientos del corazón” (Sal 33,11) (…) En la antropología concreta y
global de la Biblia, el corazón del hombre es la fuente misma de su
personalidad consciente, inteligente y libre, la sede de sus elecciones
decisivas la de la ley no escrita (Rm 2,15) y de la acción misteriosa de Dios
en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el corazón es el punto
donde el hombre se encuentra con Dios, encuentro que viene a ser plenamente
efectivo en el corazón humano del Hijo de Dios (León-Dufour Alonso, Xavier.
Vocabulario de teología Bíblica. Barcelona 1972. 2da. Edición. Edición de 2012.
P. 189).
1 comentario:
MUY BIEN REDACTADA A+
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