sábado, agosto 17, 2013

¿CREEN USTEDES QUE HE VENIDO A TRAER PAZ A LA TIERRA?


 
Lc 12, 49-53

Cuerpo de Cristo, santa Iglesia, haz que todos tus miembros digan: ¨¿Quién es como tú, Señor?¨ (San Agustín. Enar.Salmos 34,14.). 

Renunciar al apego de las cosas, es dejarse seducir por la proximidad de la palabra de Dios que se encarnó para hacer historia en nuestra historia, para dejar todo lo que nos impide vivir la fe en el Señor Jesús: “Dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos[1] con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona” (Heb 12,1-2).
La Fe es camino, es estar dispuestos a escuchar la voz del maestro, es renuncia del corazón a los apegos. No podemos mantener la concepción de que el corazón es el órgano de la afectividad, debemos trascender esta concepción enfermiza. La concepción hebrea es más centrada al referirse al corazón: “El hebreo concibe el corazón como lo interior del hombre en un sentido mucho más amplio. Además de los sentimientos (2Sm 15,13; Sal 21,3; Is 65,14) El corazón contiene también los recuerdos y los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Dios ha dado a los hombres “un corazón para pensar” (Eclo 17,16) el salmista evoca los “pensamientos del corazón” (Sal 33,11) (…) En la antropología concreta y global de la Biblia, el corazón del hombre es la fuente misma de su personalidad consciente, inteligente y libre, la sede de sus elecciones decisivas la de la ley no escrita (Rm 2,15) y de la acción misteriosa de Dios, en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el corazón es el punto donde el hombre se encuentra con Dios, encuentro que viene a ser plenamente efectivo en el corazón humano del Hijo de Dios[2] 

La fe en Cristo Jesús es la fuerza motivadora de colocarnos en las manos del Señor, para vivir la presencia del reinado de Dios: “El reino de Dios es para quienes deponen su apego a las riquezas y hacen la voluntad del Padre, desprendiéndose de todo tipo de apego, es asumir el compromiso del llamado del Señor, sin condicionamientos, es dejarlo todo por causa del reino, es estar libre de apegos, de la ley muerta y de tantas cosas que lo impiden; es simple asunción en la cruz: La pedagogía de la Cruz en el discipulado desestabiliza las pretensiones particulares de ascender, quita el deseo reprimido de mando. El verdadero discípulo seguidor de Jesús es el que se hace servidor de todos, comprende que la cruz es servicio, es entrega, es darse por amor, es hacer profesión de amor, es vida, es fe en Jesucristo, es hacernos uno con Él, es ser servidor del Reino de la vida: “Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35)”[3].
Al hacer claridad en lo anterior, nos acercarnos a este texto un poco extraño, de frases tomadas de la tradición oral sapiencial que en gran parte pertenece a Lucas, y que manifiesta la situación de crisis y de violencia que vivían en su tiempo las familias y las comunidades cristianas en tiempos de la redacción evangélica. La predicación del evangelio y la puesta en marcha del proyecto del Reino, que en algunos lugares eran causa de persecución.  Y por otra parte, a la referencia de  la crisis familiar que se había intensificado por este modelo de vida cristiano en las comunidades familia que no era aceptado por la mayoría de sus miembros.
La tradición del evangelio de Lucas recoge aquí y contextualiza la tradición  profética de Miqueas que recrea la situación de infidelidad de las familias israelitas: “Entonces reinará la confusión entre ellos. No creas en las palabras de tu prójimo ni confíes en ningún amigo; cuídate aún de lo que hables con tu esposa. Porque los hijos tratan con desprecio a los padres, las hijas se rebelan contra las madres, las nueras contra las suegras y los enemigos de cada cual son sus propios parientes” (Mq 7,4c-6)[4]. Al recrear esta situación familiar de las comunidades cristianas, la comunidad lucana presenta las dificultades en el entorno familiar para vivir en la paz que proclamaba Jesús (Cfr. Mt 5,9; Mc 9,50; Lc 1,79; 10,5; 19,38; 24,36; Jn 14,27; 16,33; 20,21.26) Sabemos que no es tarea fácil para los cristianos vivir en la armonía del reino que es necesario sortear muchas dificultades para lograr la unidad.
Al proponer Jesús el fuego que debe abrazarnos en este intento de unidad: “Yo he venido a prender fuego en el mundo; y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49), hace referencia a la separación entre los que acogen la palabra y creen y los que no acogen la palabra y no creen ahondando la división intrafamiliar o comunitaria: ¿Creen ustedes que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, sino división” (Lc 12,51) Los que recre el juicio final: allí será la separación de los buenos y de los malos (Cfr. Mc 9,48; Mt 7,19; 25,31-46; Lc 3,16- 17).
La presencia del fuego hace énfasis en la purificación (Cfr. Is 1,25; Zc 13,9) del bautismo cristiano, Jesús vino a bautizar con fuego (Cfr. Lc 3,16) y en fuego lo recibieron los discípulos (Cfr. Hec 2,2-4)  y el mismo Jesús habla de la angustia de este bautismo (Cfr. Mc 10,38-39; Lc12,50; Jn 18,11) como un trago amargo que debía pasar: “Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” ( Mt 26,39; Cfr. Is 51,17; Ez 23,31-34; Heb 5,7-8). Jesús se mantuvo fiel en sus opciones hasta el final y quienes permanezcan fieles hasta el final serán salvos (Mt 24,11-13; Lc 21,28)

A modo de conclusión

A pesar de lo contradictorio que parezca este texto en su estructura de frases de tradición oral sapienciales, Lucas enfatiza que  Jesús está colocando la alternativa de seguirle desde una opción radical en el fuego de su bautismo para que le seamos fieles hasta el final:

1.      En la opción por la pobreza evangélica como desprendimiento de los apegos.
2.      En tener un corazón rebosante de amor a Dios y al prójimo. Entendido el corazón como todo el ser.
3.      En estar vigilantes a la espera del Señor. Siempre en disposición de escucha.
4.      En vivir fieles a la fe en el Señor: Fe a escuchar su voz y hacer la voluntad del padre[5] 
5.      Y viviendo en unidad  (cf. Jn 17,17-23) siendo fieles a las opciones hayamos hechos: “Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aún más que así mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26-27).

Esta es mi gloria, Señor mi Dios: que pueda demostrarte por siempre que no hay nada de mí mismo por mí. Todas las cosas buenas provienen de ti, pues tú eres Dios (San Agustín. (Enar. Salmo 29,13).

[1] Cfr. Hec 20,24; 1Cor 9,24-27; 2Tit 4,7.
[2] León-Dufour Alonso, Xavier. Vocabulario de teología Bíblica. Barcelona 1972. Edición de 2012. P. 189.
[3] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión. Mc 10, 17-30. Medellín. Oct 14 de 2012.
[4] La crisis moral que se había difundido por todos los sectores de la sociedad, afectaba también las relaciones familiares. En la sociedad israelita se tenía en alta estima la estabilidad familiar y el respeto de los hijos por los padres (Ex 20,12; 21,15.17; Lv 20,9; Dt 21,18-21; Prov. 20,20). SBU. Biblia de estudio. Dios habla hoy.
[5] Cfr. Otro texto para no leer: Reflexión Lc 12, 32-48. Medellín. Agosto 11 de 2013.

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