Lc 11,1-13
No te hagas llamar
¨maestro¨. Uno sólo es tu maestro, Cristo. Por eso, deja que él te hable
interiormente, en aquella parte de tu corazón donde nadie puede entrar. (San
Agustín Coment.1Juan 13,3).
Sentarse a los pies del maestro para escuchar su
palabra es propio del discípulo, que ha optado por escoger la mejor parte, y
escuchar su palabra es estar en situación orante y él nos enseña que la oración
va dirigida al Padre. La oración no es producto de arrebatos místicos, sino que
es constitutivos al discípulo, es consecuencia de la enseñanza de la palabra,
parte de la realidad terrena dirigida al Padre, es petición comunitaria: “Señor,
enséñanos a orar” (Lc 11,1) Los discípulo quieren orar como el Maestro y
Jesús les propone el modelo de oración: “Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino” (Lc 11,2).
La oración en el cristiano es constitutiva a su propia historia, relacionado
con el plan de salvación. En este aspecto el Salterio nos muestra de forma
lírica la manera de orar del pueblo. Los salmos tratan de traducir en oración
la historia del pueblo, el pueblo ora a partir de la vida, de las experiencias
históricas que le han sucedido: “el
salterio es el memorial de Israel, en la densidad de las derrotas y de las
victorias, de la esclavitud y de la liberación, del enfrentamiento con la
muerte y de la promesa de vida, fundamento de su confianza y de la oración”[1].
Jesús se inserta en la oración de su pueblo, pero Él le da un carácter novedoso
y originario a su oración. La novedad de Jesús se manifiesta en que Él se propone como camino y modelo de
oración al Padre: “Créeme, mujer, que
llega la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén adoraran al Padre...
Porque llega la hora - ya estamos en ella - en que los adoradores verdaderos
adorarán al Padre en Espíritu y Verdad, porque así quiere el Padre que sean los
que le adoren. Dios es Espíritu, y los que adoran deben adorar en Espíritu y
Verdad” (Jn. 4,21.23-24).
La enseñanza de Jesús está orientada a la manera de orar que debe seguir el
discípulo, no sobre esquemas preestablecidos sino desde el mismo dinamismo del
seguimiento, que tiene su punto de partida en la relación íntima de Jesús con
el Padre y del Discípulo con el Maestro y el Padre: “para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos
también sean uno en nosotros” (Jn. 17,21). En este sentido la oración no se
presenta como una simple propuesta del
maestro a sus discípulos, sino que nace
de la experiencia personal y comunitaria y de la necesidad misma de la oración,
porque se supone que desde la perspectiva del seguimiento el seguidor de Jesús
debe estar en íntimo contacto con el Padre, y esto lo puede lograr en la oración constante: “Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre
sin desfallecer” (Lc. 18,1), el discípulo no puede descuidar esta práctica
que lo mantiene unido a su maestro: “con
la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la
oración” (Rm 12,12).
Jesús vive en constante oración, la oración es el lugar del encuentro del
Hijo y del Padre, (Lc 3,22; 9, 35), es
el lugar del gozo (Lc 10,21-22; 11,1), es el lugar del sufrimiento y de la
angustia (Lc 21,41.44), es el lugar del perdón (Lc. 23,34), es el lugar del
fortalecimiento (Lc.22, 43) es el lugar del abandono y de la confianza en el
Padre (Lc. 23,46). La oración de Jesús es constitutiva en su relación íntima
con el Padre, está ligada a la pedagogía la Cruz.
Jesús frente a la opción de la Cruz, prueba decisiva de su amor, se retira
solo a orar: “Se apartó de ellos como un
tiro de piedra y puesto de rodillas oraba” (Lc. 22,41). Este instante de
oración de la vida de Jesús contiene
aspectos fundamentales de la oración cristiana: A) Oración filial: “Padre si quieres aparta de mí esta copa”
(Lc. 22, 42). B) Oración de obediencia: “Pero no se
haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42).
C)
Oración de
esperanza: “Y sumido en su agonía, insistía más en
su oración” (Lc. 22, 44). D) Plena
confianza en el Padre y la certeza de ser escuchado: “Entonces
se le apareció un ángel venido del cielo que lo confortaba” (Lc. 22,43).
Desde la pedagogía de la Cruz, se desprende el siguiente itinerario en la
oración de Jesús:
·
Jesús asocia a sus discípulos a su
manera de orar, que son los momentos de mayor intimidad con el Padre. Cuando se acerca al Bautismo Jesús culmina la
peregrinación del pueblo: “Todo el pueblo
se estaba bautizando” (Lc. 3,21) Y él en oración: “Jesús, ya bautizado se hallaba en oración” (Lc. 3.21) Colocado
delante de Dios se compromete con los hombres y orando el Padre se le
manifiesta por medio del Espíritu Santo (Lc. 3,22).
·
Jesús después de realizar un milagro se retiraba a los lugares solitarios
para orar, se apartaba de la gente: “Pero
él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba” (Lc 5,16).El acecho
de la gente lo lleva a buscar unos instantes de soledad donde busca un
encuentro íntimo con el Padre: “Al
hacerse de día salió y se fue a un lugar solitario” (Lc. 4,40).
·
Jesús permanece en oración: “Por
aquellos días, se fue al monte a orar y
se pasó la noche en oración” (Lc. 6,12). Toda su acción es madurada por la
oración. El somete su obra a la voluntad del padre. Él vive íntimamente ligado
al Padre, toda su vida ha sido consagrada a El: (Lc. 1,35) por esta razón él
debía estar en las cosas de su Padre (Lc. 2,49).
·
Tanto es su compenetración con el Padre que Jesús frente a sus enemigos les
ofrece el perdón a través del Padre: “Padre
perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34). Esta actitud de
perdón es la actitud del hombre convencido en el amor de Dios, que asume una
actitud de misericordia: “Perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe”
(Lc. 11,4).
·
Jesús en la Cruz, toma una actitud de sumisión dolorosa, él coloca la
totalidad de su vida en las manos del Padre: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 23,46).
·
Cuatro momentos cruciales en la misión de Jesús son: la Oración en el
Bautismo, la oración cuando elige a los discípulos, la oración en el monte y la
oración en el huerto.
·
La oración en el huerto le da
sentido a estos cuatro momentos mencionados y es el cumplimiento de su opción y
de su misión. La angustia de Jesús le permite orar fuertemente al Padre (Lc.
22, 41-42). Tristeza y angustia colocadas plenamente en las manos del Padre
(Lc. 22,42) para que se realice en Él su voluntad (Lc. 22, 42), su oración es
escuchada por Padre que lo reconforta
(Lc. 22, 43).
Jesús llama a los discípulos a que estén junto con Él y los asocia a su
oración. Jesús hizo de su oración la fuente de la oración de los discípulos,
este itinerario de la oración de Jesús en Lucas nos trata de mostrar que Jesús
es el orante por excelencia del Padre. Él ha depositado su misión en las manos
del Padre y desde allí ha ido orientando el destino de los discípulos para que
continúen con su proyecto: La construcción del Reino de Dios.
Este itinerario de Jesús en su
encuentro personal con el Padreo provoca en los discípulos una actitud de
escucha y de respuesta, quienes al estar al lado del maestro buscan junto a Él
un horizonte de vida que los lleve a ser testigos de su misión en medio de los
hombres. Este deseo suscitado por la oración de Jesús los lleva a pedirle que
los enseñe a orar: “Estaba él orando en
cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos
a orar como enseñó Juan a sus discípulos” (Lc. 11,1).
Jesús accede a esta petición con la oración dirigida al Padre que hoy
conocemos como el Padre Nuestro, Oración que es el centro de la enseñanza de
Jesús, la invocación de Dios como Padre recoge toda la enseñanza de Jesús
acerca de su relación íntima con el Padre. Esta invocación para los discípulos es un acto de unión con
el Padre y el Hijo.
La Oración del Padre nuestro es considerado como un preludio de la oración
de Getsemaní, ahora bien nosotros podemos hacer una relación entre el Padre
Nuestro y la Oración de Jesús en el huerto al igual que la oración de Getsemaní
el Padre Nuestro asume los rasgos de la
oración cristiana:
ORACION EN EL HUERTO
(A) Oración filial: “Padre si quieres aparta de mí esta copa”
(Lc. 22, 42). B) Oración de obediencia: “Pero no se
haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42). C) Oración de esperanza: “Y sumido en su agonía, insistía
más en su oración” (Lc. 22, 44). D) Plena confianza en el Padre y la certeza
de ser escuchado: “Entonces
se le apareció un ángel venido del cielo que lo confortaba” (Lc. 22,43).
PADRE NUESTRO
A) Oración
filial: “Padre
Santificado sea tu Nombre”. B) Oración de obediencia: “Perdónanos
nuestros pecados porque también nosotros
perdonamos a todos el que nos debe”. C) Oración de esperanza: “Venga tu reino” D) Plena confianza en el Padre y la
certeza de ser escuchado: “Danos cada día nuestro pan cotidiano... y
no nos dejes caer en tentación”
Desde esta perspectiva, la oración debe alcanzar sus frutos cuando parte de
la pedagogía de la Cruz, porque nuestro seguimiento está ligado al destino de
la Cruz, en este sentido la oración tiene un carácter eficaz de escucha: “Pidan y se les dará, busquen y hallarán,
llamen y se les abrirá” (Lc. 11, 9-13). Esta eficacia es propio del que
pide al Padre con fe con humildad y sencillez (Lc 11,5-8) sin arrogancia, de
quien se presenta al Padre despojado de todo, estás condiciones también son
necesarias para llegar al Padre. Pero el discípulo no puede estar revestido de
una actitud prepotente, orgullosa, el seguidor ha de presentar una actitud humilde,
para reconocerse pecador frente al Padre y así ser justificado delante de él (Cfr.
Lc. 18,1-14).
La recompensa del que sigue a Jesús perseverando en la oración será la
participación en la vida eterna (Cfr. Lc. 18,29), su desprendimiento y
abandono, de toda actitudes que atenten contra Dios y sus hermanos, han de ser
diluidas por su compromiso de fe y de oración. Este perfil del discípulo que
pide ser enseñado a orar, tiene su culmen en la oración del huerto. El
discípulo ha de seguir en todo a su maestro, incluso hasta el encuentro con la Cruz
y permanecer siempre fieles en oración para no caer en tentación (Cfr. Lc 11, 4;
Lc 22, 46).
A modo de
conclusión
Jesús sostiene con su oración a
los discípulos:
1. Jesús ora también por la
comunidad de discípulos para que esta permanezca fiel y unida “No te ruego solo por estos, sino también
por aquellos, que por medio de su palabra creerán en mí” (Jn. 17,20). La
comunidad reunida es garantía de la presencia de Jesús en medio de ella: “Porque
donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”
(Mt. 18,20) Jesús con su presencia sigue fortaleciendo y animando a la
comunidad para que su fe no desfallezca,
sino que se mantenga firme y perseverante dando razón de su esperanza (Cfr. 1P.
3,15): “Pero yo he rogado por ti, para
que tu fe no desfallezca” (Lc. 22, 32) Y así pueda cumplir la misión encomendada “Y tu cuando hayas vuelto confirma a tus hermanos” (Lc. 22,32).
2. La oración de los discípulos
adquiere un carácter comunitario, antes de pascua Jesús situaba a los
discípulos frente a Dios y él también se situaba con ellos frente a Dios.
Después de la pascua los discípulos ya no tienen a Jesús en medio de ellos y su
oración cambia de horizonte. Mientras estaba Jesús con ellos no se le dirigía
la oración a él, después de la Resurrección él se convierte en el Señor. Ellos oran a Jesús para escoger al sucesor de
Judas (Cfr. Hec 1,24-26), también para instituir a los siete que se dedicarán a
la atención de las viudas (Cfr. Hec 6,6). La comunidad ora para perseverar en
la unidad. Invocan al Padre por medio de Jesús, oran en la persecución (Cfr.
Hec 4,24-31).
3. La comunidad asume el mismo
comportamiento de su Maestro, al igual que Jesús que se mantenía en oración la
comunidad asume esta característica: “Se
mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, con la
fracción del pan y en las oraciones” (Hec. 2,42. Cfr. 2,46-47), oraban en
nombre de Jesús por los que aceptaban la
palabra de Dios y oraban para que recibieran el Espíritu Santo (Cfr. Hec. 8,15)
La comunidad se ha ido caracterizando por su espíritu de oración siguiendo las
enseñanzas de su maestro y se proyecta a los demás como una comunidad orante
por excelencia al Dios de la vida por medio de Jesús.
Señor, todo lo que soy, lo soy
gracias a tu misericordia. (San Agustín. Serm. 16A,6)
[1] HAMMAN, Adalberto. Compendio de la oración Cristiana. Edicep. Mexino.
D.F. 1990. Pág. 33
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