Lc 10,1-12.17-20
Sólo él puede
liberarte de la muerte del cuerpo, él que murió en el cuerpo por ti (San
Agustín. Serm. 26,9).
Jesús el Maestro, ha presentado su Mesianismo
profético como alternativa a la comunidad de creyentes, quien ha de estar al
lado de los pobres y necesitados, su mesianismo es la irrupción del reinado de
Dios, como alternativa de paz y de seguimiento, el seguidor es quien está
dispuesto a vivir en la novedad e imprevisibilidad de Dios como el Maestro que
no tiene donde recostar la cabeza (Cfr. Lc 9, 58) La comunidad de discípulos renuncia a los apegos personales e intereses
particulares, solo se debe a Dios en la libertad de los hijos (Crf. Lc 9,60) Por
lo tanto, no queda en ritualismos pasado o mirando atrás, La comunidad del
reino es la que acepta el llamado a seguir al Maestro y es enviada (Cfr. Lc
9,62).
Ahora bien, este seguimiento es exigente: Es un
llamado y un envió, el Llamado a que estén continuamente con Él (Mc 3, 14) para
enviarlos a predicar, dándoles poder para echar espíritus inmundos (Mc 3,15)
con esto comienza el discipulado como un proceso siempre en marchas. Es llevar la
propuesta del reino de Dios: “Digan a su
gente: El reino de Dios ha venido a ustedes” (Lc 10,9) ahora los discípulos
son ciudadanos del reino.
Estos discípulos anunciadores del reino son
enviados a un pueblo ávido de Dios, donde “la mies es mucha y los obreros pocos”
(Cfr. 10,2) Ellos solo van delante del Maestro, ellos solo van preparando el
camino del Maestro, sin un lugar donde reclinar la cabeza, renunciando a los
apegos sentimentales-enfermizos y a las cosas materiales y vivir en la libertad
del que coloca la mano en el arado sin mirar atrás, sabiendo que las
tentaciones son muchas, predicarse así mismo, quedarse aferrados a estructuras
del pasado, estar entusiasmados por las adulaciones, viviendo bajo sus propios
intereses olvidándose de predicar el reino: “Vayan,
pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero,
ni bolso, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos” (Lc 10,3-4).
El envío es
disponibilidad total al reino, en la provincialidad de Dios (Cfr. Mt 7,25-34) Esto
es la Buena Nueva que se anuncia: el Reino de Dios ha llegado. Pero cuando
dejamos que las tentaciones desvíen el mensaje y no sea la Buena Nueva,
incurrimos en la desobediencia del mandato recibido, no se ha asumido, sino que se ha dilatado en nuestro
caminar por no cumplir el mandato del Señor. Cambiamos la palabra de Dios por
prácticas mal concebidas de piedad popular, el facilismo hace inculcar y
fortalecer grupos de índole pietistas que desarrollan actividades carentes de
liturgia y de formación en la Palabra, ahogando la riqueza de la simbología
litúrgica dentro de la comunidad eclesial (Cfr. Directorio de Piedad Popular.
No. 47-48)[1].
Presentar el reinado de Dios es
vivir desde la experiencia de la resurrección, “Jesús
habla del reinado como una realidad nueva, que distingue todo lo que está
empezando a acontecer en torno a su movimiento de lo que existía antes (Q 7,28;
16,16) Pero también, como algo por lo que es necesario luchar o esforzarse,
cuya plenitud no se ha alcanzado todavía (Q, 13,28-29; 16,16)”[2]. El
reino de Dios es una realidad predicada por Jesús, no es algo etéreo, sino
constitutivo en la vida de la comunidad de creyentes. La predicación de Jesús
empieza con esta realidad porque el tiempo de espera está cumplido: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
ha llegado” (Mc 1,15; Cfr. Mt 3,2; 4,17; Lc 17,21) es una actitud de
corazón que afecta todo el ser y transforma: “Conviértanse y crean en la Buena nueva” (Mc 1,15) [3].
Por lo tanto, la presencia del reino es una actitud
personal y comunitaria, es vivir en el anuncio Kerygmático de Dios:
“Es necesario, pues, redescubrir cada vez más
la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de
Dios, predicado por Cristo mismo. Renovamos en este sentido la conciencia, tan
familiar a los Padres de la Iglesia, de que el anuncio de la Palabra tiene como
contenido el reino de Dios (Cfr. Mc 1,14-15), que es la persona misma de Jesús
(la Autobasileia), como recuerda sugestivamente Orígenes. El Señor ofrece la
salvación a los hombres de toda la época. Todos nos damos cuenta de la
necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la
familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros
sectores de la vida social. No se trata de anunciar una palabra solo de
consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el
encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva” (VD 93).
A modo de conclusión: Según el Padre
José Antonio Pagola:
·
Lucas recoge en su evangelio un importante discurso
de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los
que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las
palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus
seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora.
·
Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de
replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras
adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres.
·
Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos
y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta
es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana
la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable.
·
Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a
esta casa. La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto
total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error
pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es
antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro
mensaje[4].
Ahora cuando reciban la comunión,
reciban el misterio de su comunión en el amor. Siendo muchos, son un solo
cuerpo... Por eso, son lo que vean y reciban lo que son (San Agustín. Serm.
272).
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