sábado, junio 29, 2013

EL HIJO DEL HOMBRE NO TIENE DONDE RECOSTAR LA CABEZA

Lc 9,51-62


Señor, enséñame lo que debo enseñar. Enséñame sobre todo lo que debo conocer y contemplar. (San Agustín. Carta 166,10) 

La comunidad ha hecho su profesión de fe, ha caminado con el Maestro, lo ha reconocido como el Hijo de Dios-el Mesías. Ahora la comunidad se dispone a continuar el itinerario de Jesús que sigue la caminada hacia el Padre: “Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor la subida a Jerusalén” (Lc 9,51) Jesús es consciente de su predicación y que ésta es causa, entre otras, de su destino-muerte en la cruz.

Jesús ha roto con todo tipo de ideología social, cultural, religiosa, rigorista y  trató de purificar la fe del pueblo centrando su atención en la acción salvífica del Padre. Los discípulos poco a poco van entendiendo este proceder de Jesús, han recibido la enseñanza de la realidad mesiánica anunciada por Jesús: “El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará” (Lc 9,21.44; Cfr. Mc 8,30-9,1.30-32; Mt 16,20-28; 17,22-23).

La enseñanza de Jesús va directamente unida con la fe que se pascualiza en la Cruz, extraña manera de enseñar, pero es el itinerario pedagógico empleado por Jesús para indicar que su mesianismo no es de tipo político-caudillista; no es de tipo religioso-endiosamiento, ni de tipo socio-cultural; sino su mesianismo es profético, ligado al anuncio del Reinado de Dios que es presentado como servicio y promoción humana al excluido, al que vive en estado de vulnerabilidad, para devolverle su dignidad de Hijo de Dios en la comunidad del Reino.

Por otra parte, la enseñanza de Jesús, direcciona a la comunidad del reino que camine por senderos de paz, apartándose de todo acto de violencia (Cfr. Lc 9,54-55) Esta enseñanza de Jesús novedosa frente a la ley del talión, es la apuesta hacia una cultura de paz , que  para desarrollarla hoy, es necesario  que la comunidad del reino sea propiciadora de la cultura de  paz, desde una pedagogía pastoral acorde al evangelio (Cfr. DA 289) desde una nueva imagen de Iglesia[1], Iglesia de la misericordia,  Iglesia que su ser es la comunidad: La Iglesia es fraternidad, es comunidad de pobres[2], es encarnada en las realidades humanas, lugar de encuentro, de acogida y de diálogo, regazo de los desheredados y casa de amistad y concordia. Por esta razón, más que una cultura en el orden estricto de la imposición religiosa debe imperar el deseo de servicio en comunión y amistad, donde se vivencie las buenas relaciones de la comunidad del Reino.
Un elemento fundamental para tener en cuenta en la iglesia, es que debe partir de la realidad en que se desenvuelve. Conocer y amar a los que viven en estado vulnerable destinatarios de la evangelización: “No debe darse a todos la misma medicina, aunque a todos haya que darle el mismo amor. A unos hay que amarlos con gentileza, a otros con severidad[3]”. La evangelización es un acompañamiento personal y grupal: acompañar en la pedagogía agustiniana es oferta de amistad gratuita, reciprocidad, búsqueda en común. “Enséñame, Señor, lo que tengo que enseñar, enséñame lo que tengo que aprender[4]”.
A este itinerario pedagógico de Jesús en la comunidad, se le enmarca en el seguimiento. Seguimiento es la disposición de desprendimiento, es colocarse al lado de los desheredados, de los no pueblos, para llevarlo a la dignidad de Hijo, a la dignidad de Pueblo de Dios. Es estar dispuestos a vivir y seguir el caminar del Maestro; es no tener donde reposar la cabeza, es seguir fielmente el mandato del Señor (Cfr. Lc 9,58) El seguidor no antepone las cosas humana a las realidades divinas. Es no detenerse en el camino, sino dejar todo atrás: el pasado que nos impide vivir en la libertad de los Hijos de Dios: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (Lc 9,60) Es decir, estar dispuestos a escuchar el llamado y asumirlo.
Desde esta perspectiva, el seguimiento exige de nosotros renuncia y entrega, no es de “ya voy”- de esperar. El Seguimiento es de respuestas inmediatas, es comulgar con la propuesta de Jesús, es retomar el amor primero (Cfr. Dt 6,4-9) Es dejarnos enamorar de la Palabra, es dejar el arado que hemos hecho sin dirección, que nos interrumpe el camino: “El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios” (Lc 9,62; Cfr. Fil 3,13; Heb 12,1-2) Quien vive mirando hacia atrás no puede trazar surcos rectos en su caminar.

A MODO DE CONCLUSIÓN 

1.      El texto de este domingo se encuentra al principio de la nueva fase de las actividades de Jesús. Los frecuentes conflictos de mentalidad con el pueblo y con las autoridades religiosas (Lc 4,28; 5,21.30; 6,2.7; 7,19.23.33-34.39) confirmaron a Jesús a lo largo del camino como el Mesías Siervo, previsto por Isaías (Is 50, 4-9; 53,12) y asumido por Él desde el comienzo de su actividad apostólica (Lc 4,18) A partir de esto, Jesús empieza a anunciar su pasión y muerte (Lc 9,22.43-44) y decide ir a Jerusalén (Lc 9,51).
2.      La respuesta de Jesús es muy clara y sin tapujos. No deja dudas: el discípulo que quiere seguir a Jesús debe imprimir en la mente y en el corazón lo siguiente: Jesús no tiene nada, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza. Las zorras y los pájaros le llevan en esto ventaja, porque por lo menos tienen guaridas y nidos.
3.      “¡Sígueme!” Esta misma palabra les fue dirigida a los primeros discípulos: “¡Sígueme!” (Mc 1,17.20; 2,14). La reacción de la persona llamada es positiva. Está dispuesta a seguir a Jesús. Aquel que se dispone a seguir a Jesús debe dejar todo detrás de sí. Es como si muriese a todo lo que posee y resucitase a otra vida[5].  

Ofreced a la comunidad lo que queráis; ofreced según vuestra benevolencia. Los bienes comunes se distribuirán a cada uno según la necesidad (San Agustín. Sermón 356, 13).


[1] Iglesia es la comunidad de bautizados convocados para ser testigos de Dios en medio del Corazón del mundo en el anuncio del Reino de Dios y su justicia.
[2] Agustín en tiempos de crisis económica de sus hermanos vendió los vasos sagrados de Hipona para remediar algunas necesidades de sus feligreses.
[3] San Agustín, Catequesis de los principiantes 15,23.
[4] San Agustín, Confesiones XIII, 1.

 

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