Lc 10,25-37
"No
fue otra la causa de venir el Señor sino la salvación de los pecadores. Quita
las enfermedades, suprime las heridas, y no hay razón alguna para la medicina.
Si del cielo vino el gran Médico, es porque yacía en todo el mundo el gran
enfermo. El enfermo es el género humano” (S. Agustín, Serm. 175,1).
El discípulo seguidor, está convencido de su seguimiento,
sigue las enseñanzas y el camino del Maestro colocándose en lugar del prójimo,
es quien no da rodeo ante el dolor del herido, se detiene y venda las heridas
del que ha sido desechado en el camino, es quien asume responsabilidades al
lado del pobre, de quien vive en estado vulnerable, que es presa de la
injusticia. Todo lo contrario a al reino de Dios.
El amor al prójimo es consecuencia del amor a Dios, quien
ama a Dios ama al prójimo como plante San Agustín: "No te falten los dos
pies, no quieras ser cojo. ¿Cuáles son los dos pies? Los dos preceptos de la
caridad: el amor a Dios y al prójimo" (San Agustín. Enr. Iin ps. 33, S.2, 10)
"Amando
al prójimo, a quien ves, limpias los ojos para ver a Dios, a quien no
ves" (San Agustín. In Ioan. 17)[1]. Sin esta realidad del amor a Dios y al Prójimo, no hay posibilidad de la irrupción del reinado de Dios.
La
realidad del reinado de Dios, es posibilidad de amor, la imagen del buen
samaritanos es camino de redención de los hombres, es el mismo salvador que
cura las heridas de quien está caído y herido, el Señor mismo se ocupará de su
recuperación: “Buscaré a la que esté perdida, volveré a traer a la que está
extraviada, curaré a la que esté herida, reanimaré a la que esté enferma, velaré
por la que esté sana; las cuidaré con justicia” (Ex 34,16).
Este es el sentido de la parábola, estar al lado de hombres
y mujeres que han sido asaltado, apaleado y que han quedado en el camino
heridos y medios muertos: este es el papel del discípulo seguidor que se
convierte en prójimo, es quien tiene misericordia: “Así pues, el hombre descendió y cayó en manos de los ladrones, porque
todos somos tirados al camino. Pasó el sacerdote, y no hizo caso; pasó el
levita, y no hizo caso, porque la ley no puede curar. Pasando el samaritano, no
nos menospreció: nos curó, nos cargó en sí mismo, en su carne nos llevó al
hostal, es decir, a la Iglesia, y entregó al hostelero dos denarios: la caridad
de Dios y el amor al prójimo” (S. Agustín, Epist. 155,28; PL 33, 218).
Por lo tanto, la Iglesia de Jesucristo, es quien no pasa de largo, se
solidariza con el herido y venda sus heridas, lo cura con aceite y vino: “Pasando el buen Samaritano por allí, se
compadeció, nos curó las heridas, nos levantó y sentó en su carne; y después
nos llevó al mesón de la Iglesia, poniéndonos al cuidado del hostelero” (S.
Agustín, Enar. In Ps., 125,15).
“Vete y haz lo mismo”: Hoy como
Iglesia no podemos ser ajenos a este llamado-mandato, y no podemos seguir los
pasos de los dos representantes del cumplimiento de la ley judía: Sacerdote y Levita,
dan rodeo por miedo a contaminarse y de esta manera no violar los preceptos o
incurrir en la violación de unas de las prohibiciones. Sino asumir la actitud
del samaritano que obró con misericordia como prójimo. Prójimo no es el que
está al lado de, eso sería próximo, sino el que venda las heridas y acoge
montándolo “sobre el animal que traía” (Lc
10, 34) Es quien obra con
misericordia practicando el amor:
Con este amor nos amamos
unos a otros y amamos a Dios, porque nuestro amor mutuo no sería verdadero sin
el amor de Dios. Se ama al prójimo como así mismo si se ama a Dios, porque el
que no ama a Dios, tampoco se ama así mismo (…) Y, en verdad, ¿Quién puede
tener gozo si no ama el bien del cual se
goza? ¿Quién puede tener verdadera paz si no la tiene con aquel a quien ama de
verdad? ¿Quién puede tener firmeza de ánimo para permanecer en el bien si no es
por el amor? ¿De qué provecho puede ser la fe que no obra por la caridad? ¿Qué
utilidad puede haber en la mansedumbre si no es gobernada por el amor? ¿Quién
huye de lo que puede mancharle si no ama lo que le hace casto?[2].
De esta manera, el imperativo que Jesús plantea: “Vete
y haz lo mismo” es consecuencia de la vocación recibida, es la relación
de amor que se debe tener con el Padre y como prójimo, coherencia e
identificación con el proyecto del reino, que es solidaridad de Dios con su pueblo al ver su aflicción (Ex 3,7.17)
y con todos los que eran considerados como menos en el pueblo (Lc 14,12-14; Rm
11,5-13; Is 4,3; Ab 11,17) Por esta razón: “Vete y haz lo mismo”: es
la participación de la misma dignidad en el amor”[3].
“Vete y haz lo mismo”: Es ir a hacer misericordia, ir por la oveja
perdida, cuando los cristianos asumamos el papel del Buen Samaritanos,
estaremos haciendo el trabajo del Señor, iremos tras la oveja perdida: “Y cuando la encuentra se la carga muy feliz
sobre los hombros” (Lc 15,5) curemos las heridas con aceite y vino,
vendándolas. Recogeremos en el camino al que ha caído en desgracia y lo
rescataremos, al obrar así obraremos como la Iglesia de la Misericordia.
A modo de conclusión
1.
Lucas
enfatiza sobre la misericordia de Dios y del prójimo como expresión del amor
desarrollado en obras concretas. El Buen Samaritano, no es el que está al lado
del prójimo, sino que es prójimo, es el que está al lado del otro, del que ha
sido abandonado pobre y mal herido en el camino, del que sufre. El prójimo es
quien tiene misericordia.
2. Todos los aferrados a las leyes humanas, dan
rodeo frente al mal herido; pero el que se coloca en el lugar del abandonado,
de quien está en estado vulnerable, no le importa hacerse impuro dejando a un
lado preceptos y mandatos, porque el amor y la misericordia están por encima de
toda ley. Lo que importa es la persona aunque haya que limpiar sangre, curar
heridas, vendar y “llevar sobre el animal
que traía” (Lc 10, 34).
Permanece fiel al Señor con amor, para que tu vida
pueda crecer en los últimos días. Manténte apegado a las fieles, grandes,
seguras y eternas promesas de Dios y al indestructible e inefable don de su
misericordia (San Agustín. Carta 24,1).
[1][1]
Podemos profundizar estas reflexiones del amor al prójimo en: Otro texto para
no leer: Reflexión Mt 22,34-40. Medellín. Oct 23 de 2011 y Mc 12,28b-34.
Medellín. Noviembre 4 de 2012.
[2] San Agustín. In Jo 87,1.
[3] CASALINS, G. Otro texto
para no leer: Reflexión Mt 22,34-40.
Medellín. Octubre 23 de 2011.
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