sábado, junio 08, 2013

UN GRAN PROFETA HA SURGIDO ENTRE NOSOTROS


Lc 7,11-17

Orar extensamente no significa, como piensan algunos, orar con muchas palabras. Un deseo continuo no equivale a muchas palabras (San Agustín. Carta 130, 19).

El acontecimiento pascual celebrado en comunidad, sigue siendo un llamado a evangelizar, a compartir desde la pobreza, en solidaridad, desde la festividad, desde la novedad y no desde el luto porque es Dios quien se revela en la historia:
El misterio de la encarnación nos manifiesta, por una parte, que Dios se comunica siempre en una historia concreta, asumiendo las claves culturales inscritas en ella, pero, por otra parte, la misma palabra puede y tiene que transmitirse en culturas diferentes, transfigurándolas desde dentro, mediante lo que el Papa Pablo VI llamó la evangelización de las culturas...” (VD 114). 

La evangelización es potenciar la creación, el crecimiento y el fortalecimiento de las comunidades. En estas comunidades se debe propiciar estos espacios de formación catequética, litúrgica y  celebrativa, entorno a la lectura y reflexión de la Palabra, que se vive en la casa, se celebra en los templos saliendo a practicar la caridad: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de Comer” (Mt 25, 35; Cfr. St 2,14-16). 

Esta acción de la comunidad se proyecta como encuentro y formación para el desarrollo de la fe. Que se gesta y nace en la formación de la comunidad, que procura la renovación de los ritos en la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Jesucristo: “la liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada una a su manera, realiza la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro” (SC 7).
La comunidad que celebra el acontecimiento pascual: en la casa, en el templo y practica la caridad con la gente, esto es: espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Para que la familia sea “escuela de la fe” y  pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, la pastoral familiar debe ofrecer espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa” (DA 302), es la que desde una pastoral evangelizadora en la Iglesia se ve como una comunidad compuesta de hombres y mujeres débiles:
·         Que suplican: “Perdónanos nuestras ofensas” (San Agustín Retractaciones 11,19).
·         Que vive inserta en la Iglesia y que no se verá libre de la fragilidad humana (Cfr. San Agustín Serm. 88,21).
·         Que es comunidad dinámica en permanente conversión, necesitada de reforma al igual que la Iglesia peregrina de Jesucristo (San Agustín, Serm. 341,12; 181,7; Carta 185,9, 39).

Esta comunidad pascualizada, se caracteriza por ser fraternidad, por ser comunidad de pobres, por encarnarse en las realidades humanas, por ser lugar de encuentro, de acogida y de diálogo, por ser regazo de los desheredados y ser casa de amistad, de unidad, de concordia, de esperanza y por ser casa festiva. Por medio de ellas, es necesario cambiar la concepción de Iglesia que muchos tienen, porque se concebiría: que la Iglesia es más que una asamblea que enseña en el orden estricto de la doctrina, sino que ella es una asamblea en la cual impera el deseo de servicio en la  amistad y la fraternidad, al lado del necesitado, y dispuesta siempre a vivir en pascua de resurrección.

Desde esta perspectiva, Lucas recrea en el evangelio la misericordia de Dios que bajó, para acercarse a los pobres y excluidos:

Las viudas, según la tradición bíblica, eran vulnerables, y más aún si no tenían un hijo varón que les garantizara seguridad y dignidad. Sólo el hombre garantizaba para ellas un status dentro de la sociedad, pues eran consideradas objetos de propiedad, primero del padre y luego de su marido. Eran valoradas especialmente por su condición de procreadoras. Por esta razón la viuda de Naín, cae en desgracia: La pérdida de su hijo suponía también la pérdida de dignidad y consideración en la sociedad donde vivía, máxime cuando ya había sufrido la pérdida de su marido, que le aseguraba estabilidad y respeto. El llanto de la viuda es el grito silencioso de una mujer que siente no sólo pérdida de su hijo sino también su destino de vulnerabilidad, exclusión y desigualdad. Jesús se conmueve por la suerte de esta mujer, se solidariza, la mira y la toma en cuenta, le pide que no llore, se acerca al féretro... y ordena al muchacho difunto que se levante. Jesús coloca al muchacho con vida en brazos de su madre. Jesús transgrede de nuevo las reglas excluyentes de aquella sociedad, devolviendo la vida y la dignidad a la mujer. El milagro es inclusión en la sociedad del excluido, es protección al vulnerable, social, cultural, religiosamente y sobre todo frente a una ley que pretendía ser justa”[1].

A modo de conclusión
·         “Seguir a los ídolos del poder, del beneficio, del dinero, por encima del valor de la persona, se ha convertido en una norma fundamental de funcionamiento y en criterio decisivo de organización. Nos hemos olvidado y nos olvidamos todavía que, por encima de los negocios, de la lógica y de los parámetros de mercado, está el ser humano y que hay algo que se le debe en cuanto persona, en virtud de su dignidad profunda: darle la posibilidad de vivir dignamente y de participar en el bien común.” (Papa Francisco. Ciudad del Vaticano, 25 de mayo 2013).
·          La fascinación por lo provisional, la sensación de ser dueños del tiempo, y la cultura del bienestar a toda costa, a menudo impide a la gente de hoy en día seguir a Jesús de cerca. Las riquezas,  son un impedimento, algo que no hace que sea fácil en el camino hacia el reino de Dios. Cada uno de nosotros tiene sus riquezas, pero a menudo son riquezas que impiden acercarse a Jesús" y que a veces incluso llevan "tristeza".  Se trata de riquezas que provienen de nuestra cultura. "El bienestar. La cultura del bienestar que nos hace poco valientes, nos hace perezosos, nos hace egoístas”. La riqueza "que fascina a la gente de hoy, es convertirse en dueños de tiempo: hacemos corto el tiempo al momento". (Papa Francisco, Mayo 27 de 2013). 

“Es tal la perversidad de los hombres que el mal se convierte, a veces, en norma de moralidad pública. Con ello, los más débiles sienten vergüenza de ser buenos” (San Agustín. Serm. 9, 9,12).


No hay comentarios: