Lc 7,36-8,3
Te deseo, oh justicia e inocencia hermosa
y agradable, con claridad luminosa y satisfacción inextinguible: contigo hay
descaso perfecto y vida serena. Todos los que entran en ti, entran en el
gozo (San Agustín. Conf. 2,10)
Hemos planteado que seguir a Jesucristo, es
el camino de fortalecimiento de la comunidad pascualizada, que vive, celebra y
práctica la caridad: "Vayan
y anuncien que el Reino de Dios está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos limpien
leprosos y echen los espíritus inmundos. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo
sin cobrar. No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. Nada de provisiones
para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el
que trabaja se merece el alimento. En todo pueblo o aldea en que entren,
busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se vayan. Al
entrar en la casa, deséenle la paz. Si esta familia la merece, recibirá la paz;
y si no la merece, la bendición volverá a ustedes. Y si en algún lugar no los
reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad,
sacudiendo el polvo de los pies (...) Miren que los envío como ovejas en medio
de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la
paloma" (Mateo 10, 7-16).
Esta obra evangelizadora, vivida, celebrada, por la
iglesia de la caridad, se vive en la comunidad familia, se celebra allí y se
practica desde ella que tiene la
"misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos
los pueblos y constituye en la tierra el germen y la semilla de ese Reino"
(LG 5) A esta práctica es necesario ponerle un ingrediente clave en la
celebración y en la caridad, el perdón, que se celebra en el templo y se
practica con los hermanos: “Es imposible que no haya escándalos y caídas, pero ¡pobre del
que hace caer a los demás! Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra
de molino atada al cuello, antes que hacer caer a uno de estos pequeños.
Cuídense ustedes mismos. Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se
arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces al día y otras tantas vuelve
arrepentido y te dice: Lo siento, perdónalo” Lc 17,1-5; Cfr. Mt 18,15-17):
“En la enseñanza de Jesús
corrección, perdón y reconciliación son algo más que hechos morales. Son hechos
religiosos y pertenecen al ejercicio de las virtudes teologales y al ejercicio
de la virtud de la religión. Su meta no es la perfección moral del individuo
sino la preservación del amor. En la vida y enseñanza de Jesús y sus
discípulos, la corrección fraterna está al servicio de la salvaguarda de las
relaciones de amistad entre las personas del Nosotros divino-humano en el que
consiste la comunión entre el Padre y entre Él y sus hermanos. La fractura de
esta amistad y comunión puede venir de la ruptura o debilitamiento de
cualquiera de los vínculos por ofensa entre las personas. Jesús expone tres
casos de los que se deduce un cuarto: 1)
Que mi hermano ofenda a Dios [relación filial-paterna]: en ese caso corresponde
corregir. 2) Que mi hermano
me ofenda a mí [relación interfraterna]: aquí lo que corresponde es perdonar,
pues Dios se hace cargo de mí y de mi causa. 3) Que yo ofenda a mi hermano y él esté teniendo algo contra
mí: en este caso lo que debo hacer es pedir perdón, reconciliarme, tomando la
iniciativa de ir hacia el hermano ofendido, porque Dios se hace cargo de mi
hermano y de su causa. 4) Que
la ofensa al hermano encierra una ofensa a Dios, o que la lesión de cualquier
relación dentro del nosotros, las lesiona a todas, de modo que el que hiere un
miembro los toca a todos, de manera especial a la cabeza del Nosotros”[1].
La
comunidad familia no puede ser excluyente, como lo planteaba Simón: “Si éste
fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: Una pecadora”
(Lc 7,39), sino incluyente como nos lo plantea Jesús en la pedagogía del
perdón que utiliza con la mujer que se le acerca, el perdón es dado al que
mucho ama: “Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, ya
que siente tanto amor” (Lc 7,47). El perdón es la inclusión de la persona
que recobra su dignidad en la comunidad familia (Cfr. Mc 3,31-35) es llevar a
la persona al camino de la salvación, es el retorno a la casa paterna, es
volver a estar en paz consigo mismo y con Dios: “Tu fe te ha salvado, vete
en Paz” (Lc 7,50; Cfr. Jn 8; 12, 1-8, Mc 14,3-9; Mt 26,6-13).
Desde este horizonte, la
pedagogía del perdón practicada por Jesús, exige conversión. Esta conversión es
volver la mirada contemplativa a Dios, esta es la mirada amorosa del maestro al
que se acerca a Él. La conversión es un modo de ser, es dejar de ser hijos del
sistema pecaminoso, para ser hijos de Dios: “Amar las cosas externas es
‘alienarse’ (vivir de lo ajeno) (San Agustín. De trin.11, 5,9) Es estar
convertido de una vez y nunca convertidos del todo, para Agustín la meta
siempre está en el horizonte esperanzador y el hombre jamás debe rendirse en su
búsqueda: “Por muy lejos que hayas llegado la meta siempre está más allá”
(San Agustín. In Ps 38,14). Es a la vez éxodo y contemplación: “Dentro
del corazón soy lo que soy” (San Agustín. Conf. 10,3) Es decir, es apertura
fundamental al proyecto de Dios, el Reino[2].
A modo de conclusión:
1. En la comunidad familia del reino todos
debemos tener conciencia que somos deudores ante Dios, debemos tener igual
misericordia con nuestros hermanos, deudores como yo: El perdón no tiene
límite: “Si tu hermano peca, repréndelo;
pero si cambia de actitud, perdónalo. Aunque peque contra ti siete veces en un
día, si siete veces viene a decirte: No lo volveré hacer, debes perdonarlo” (Lc
17,3-4; Cfr. Lv 19,17).
2.
“Corregir
por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr
su enmienda. Si así lo hacemos,
cumpliremos muy bien el precepto: "si tu hermano pecare contra ti,
repréndelo estando a solas con él" ¿Por qué lo corriges? ¿Porque te apena
haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada
haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente. Las mismas palabras
enseñan el amor que debe moverte, si el tuyo o el suyo: "si te oyere
-dice- habrás ganado a tu hermano" Luego has de obrar para ganarle a él”
(San Agustín. Ser. 2, 4).
3.
“Solo forman
comunidad los que avivan el amor para hacerse unos. Los que no aman de verdad,
aunque habiten juntos, odian, molestan y atormentan a los demás. Con su mal
humor perturban al resto y andan a la caza de alimentos para su murmuración.
Les acontece como al caballo inquieto uncido al carro: además de no tirar de él,
trata de romperlo a coces” (San Agustín.
In. ps. 132,12).
4. “Quien tiene en ruina la propia casa se aleja
de ella para no ser víctima de su posible derrumbe. Quien se ve perseguido en
su interior por una mala conciencia, se tiene miedo así mismo y se aleja de sí.
Con el deseo del alma se dedica a andar
por fuera tratando de deleitarse y descansar en frivolidades. ¿Por qué intenta
distraerse fuera? Porque no encuentra dentro la paz y el solaz de su conciencia
(San Agustín. In.ps. 100,4).
“A un tonto agrada quien así mismo se agrada” (S.
Agustín. Serm. 47,13)
[1] BOJORGE, Horacio. SJ. La enseñanza de Jesús sobre la corrección fraterna, el Perdón
y la reconciliación, a la luz del Evangelio
según San Mateo. (http://www.horaciobojorge.org/bcorrecccionfraterna.html).
[2] CASALINS, G. Otro texto para no leer: Reflexión Mt
18,15-20. Medellín. Sep. 4/2011.
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