Lc 9,18-24
“Derramará un Espíritu de compunción y de pedir perdón al
mirarme traspasado (…) Aquel día se alumbrará un manantial contra los pecados e
impurezas” (Zc 12, 10; 13,1).
La comunidad pascualizada, familia asume su fe en
el resucitado que ha sido recreado por Él en la comunidad de creyentes. Jesús
es el Mesías, el Hijo de Dios vivo y quién profese la fe en Él, asume su
compromiso de salir a predicar el reino de Dios. El reino de Dios no es algo
teórico, es estar siempre en disposición de escucha: “Escucha, Israel el Señor, nuestro Dios, es solo uno. Amarás al Señor,
tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las
palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos
y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado;
las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las
escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales” (Dt 6,4-9).
Llevar estas enseñanzas en la mente, en el corazón
y pronunciarla con la boca es la proclamación de fe en el Dios revelado en la
caminada histórica de la comunidad que anuncia a Jesús como el Dios resucitado,
el Mesías, el ungido del Padre que pascualiza a la comunidad familia para que
sea testigo del proyecto de salvación. Este proyecto reconoce al Cristo de Dios
como el Mesías (Cfr. Mc 8,29; Jn 6,68-69), como el Hijo del Dios viviente (Cfr.
Mt 16,16) La profesión de fe se inserta en el mensaje Kerygmático- pascual: _ ¿Quién dice la gente que es el Hijo del
Hombre?... _ Y ustedes, ¿quién dicen que
soy? (Mt 16,12-14). De acuerdo como hayamos asumido el proyecto cristiano y
la relación con el Resucitado, se da la respuesta como experiencia personal, no desde el parecer de otros, sino desde una
verdadera confesión de fe, revelada por la Palabra de Dios y no por palabra de
hombres (Cfr. Mt 11,25-27; Lc 10,21-22) Es la respuesta que nace de la Palabra
revelada: _ “¡En verdad tú eres el Hijo
de Dios!” (Mt 14,33) _Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios
viviente” (Mt 16,16).
Si esta
profesión no nace de la Palabra revelada, cae en el sin sentido de tradiciones
intrascendente, de grupos de piedad popular
fundamentalistas que han opacado a Jesús como Mesías, resaltando otras
figuras de valor histórico en la revelación salvífica, cayendo en el sectarismo
fundamentalistas, defensores y creadores: 1) De un culto propio; 2) De un seguimiento propio; 3) De una religiosidad propia; 4) De una misa propia; 5) De una espiritualidad propia; 6) De una liturgia propia[1].
Esto lo
evitaríamos si desmitologizando la fe y cumpliéramos el principio fundamental
de la espiritualidad cristiana: “Ante
todo, ámense ardientemente unos a otros, pues el amor alcanza el perdón de todos
los pecados. Practiquen de todo corazón la hospitalidad unos con otros. Que
cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido como
corresponde a buenos administradores de los distintos carismas de Dios; el que
tenga el don de la palabra, que use de él como el que comunica palabra de Dios”
(1P 4, 8-11), esto se logra al recuperar los deberes cristianos (Cfr. 1P
3,8-12; Ef 4,2-7.20-32; Rm 13,8-10) como elementos que enriquecen el desarrollo
de la pedagogía de la fe.
Romper con todo
tipo de ideología así sea de tipo religioso es purificar nuestra fe y colocar
en Jesús el Mesías nuestra esperanza, sería un cambio estructural de
mentalidad, es salir de nuestro mutismo para darle inicio a una fe que se
desarrolla en la comunidad: “Sentimos la urgencia de
desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida
cristiana que comience por el Kerygma, guiado por la Palabra de Dios, que
conduzca a un encuentro personal, cada vez
mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre” (DA 289).
Salir a anunciar nuestra fe es saldar
nuestras deudas con los hermanos, sin justificar nuestra actitud idolátrica
fundamentalista de vida, en el culto, frente al comportamiento de fe que
debemos asumir en la relación con el Padre y con nuestros hermanos en estados
vulnerables desde la presencia del reinado de Dios, que ha de asumirse en el
respeto del amor mutuo: “Que la única deuda
que tengan con los demás sea la del amor mutuo. Porque el que ama al
prójimo ya cumplió toda la ley. De hecho, los mandamientos: no cometerás
adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro precepto, se
resume en éste: Amarás al prójimo como a
ti mismo. Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento
pleno de la ley” (Rom. 13,8-10).
A modo de conclusión
El amor a Dios y al prójimo nace de
la recta obediencia a la Palabra, por esto, se da razón de la esperanza en la
confesión de fe que Pedro hace suya en nombre de la comunidad. Profesión de fe
que nace de lo más profundo del corazón,
porque no se ha revelado por la “carne o
la sangre” (Mt 16,17) Esta confesión de fe es abierta, socializa la
pedagogía de la cruz (Cfr. Lc 9,22) desde el itinerario de fe:
1.
Fe, con duda: Todavía tienen embolatada sus
mentes, que les produce el miedo a salir de la oscuridad: ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste? (Mt 16,31) Frente a esta
duda Jesús se acerca, y ellos al reconocerlo creen: “¡En verdad tu eres el Hijo de Dios!” (Mc 14,33; Cfr. Mt 14,22-33).
2.
Fe de iniciado: Es el proceso en la caminada de ser
transformado por la Palabra: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel” (Jn 2,49;
11,27).
3. Fe del camino: Fe de quien asume la cruz como pedagogía de salvación: “Si alguno quiere ser discípulo mío olvídese
de sí mismo, cargue con su Cruz y sígame” (Mc 8,34). (Mt 8,29) Es escuchar
al que tiene palabras de vida: “¿Señor a
quien vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69; Cfr. Mc 8, 29; Mt 14, 33;
16,16; Lc 9,20). Fe del corazón: “Tu
eres el Cristo” (Mc 8,29).
4. Fe pascual: Fe pascualizada, fe cristificada, Fe de los dichosos que han creído y
van a creer, Fe de comunidad, que cree en la pascua del Padre, acción
resucitadora de Cristo: “Dichosos los que
no han visto y han creído” (Jn 20,28-29) [2].
Este
itinerario de fe es la pascualización y cristificación de la comunidad que
cree, que rompe la sordera y destraba la lengua para anunciar el acontecimiento
-Kerygmático – Pascua- : ¡Que Cristo nuestro Señor ha Resucitado![3].
“Conque
hagámoslo ahora, sigamos al Señor: desatemos aquellas ataduras ataduras que nos
impiden seguirle” (San Agustín. Tratado 34,8-9).
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