domingo, mayo 19, 2013

PENTECOSTES III: LA PAZ CON USTEDES

 
Jn 20,19-23 

Afronta el mundo igual que afrontas el mar en tempestad y cuando tu corazón esté agitado por la concupiscencia, pide ayuda y despierta a Cristo que duerme en tu corazón (San Agustín Serm. 76,9) 

La comunidad de creyente ha crecido en  su fe, se congrega para trasmitir el mensaje de salvación Kerygmático-Pascual en el AHORA de Dios haciéndose realidad la promesa anunciada por Jesús: “Ahora voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre” (Lc 24,49) Es la presencia del Espíritu en impulsándolos para que salgan a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblo predicando en nombre de Cristo: “Debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados… Invitándolas a que se conviertan” (Lc 24,47) todos los pueblos: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16).

La presencia del Espíritu es la fuerza dinamizadora que la comunidad recibe en forma de lenguas de fuego: “Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Entonces quedaron todos llenos de Espíritu santo” (Hec. 2,3-4) Este Espíriutu Jesús lo había recibió después de ser bautizado en forma corpórea: “Bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal” (Lc 3,22; Cfr. Mc 1,9-11; Mt 3,13-17) Y en el AHORA de la resurrección la comunidad recibe por parte del Padre y del Hijo como el cumplimiento de la promesa dada (Cfr. Jn 14,15-17: 16, 13.26-27; 20,22)  La comunidad pascualizada- resucitada- recibe esta fuerza  que ha enviado el Padre y el Hijo: “Jesús les dijo otra vez: “La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los envío. Dicho esto soplo y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22). 

Desde esta perspectiva, la resurrección de Jesús es el camino a la conversión, es el camino del Espíritu, en la comunidad pascualizada. Es el camino de fe en la caminada de los testigos de la Resurrección: “¿Qué hacen mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al cielo, así mismo vendará como lo han visto ir al cielo” (Hec 1,11)[1].

Por esta razón, se recrea en el Evangelio de Juan el acontecimiento de pentecostés como  envío. Este envío es precedido en el llamado a la paz: “¡Paz a ustedes! Dicho esto les mostró las manos y el costado” (Jn 20,19-20) los ratifica en este llamado para enviarlos: “Luego Jesús les dijo otra vez: _ ¡Paz a ustedes! Como el Padre me envío a mí, así yo los envío a ustedes” (Jn 20,21) La paz es un saludo de bienvenida y de despedida muy frecuente entre los judíos. Jesús lo da a los suyos como bienes que deja para todos los enviados  y no es una paz común, es la paz del resucitado que recoge toda una tradición bíblica (Nm 6,26; Sal 29,11; Is 9,6-7; 57,19; Lc 2,14; Jn 16,33; 20,19.21.26; Rm 5,1;Ef 2,14) Es la paz que llevan los discípulos a donde son enviado (Mt 10,13) Es la paz de la presencia del Espíritu, que nos enseñará todo (Jn 14,25-26) consagrándonos a Dios: “Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí entre los que son del mundo, también yo los envío a ellos entre los que son del mundo” (Jn 17,17-18; Cfr. Jn 15,3) Esta consagración es pertenecer completamente a Dios, quedando comprometido con Él (Ex 13,2; 28,41; Jn 10,21)[2]. El Espíritu entregado por el Resucitado (Cfr. Jn 14,15-29; 15,26-27; 16,7-15) Es el Espíritu del cual manarán ríos de aguas vivas (Jn 7,37-39).
Y por esto, el soplo dado por Jesús es la presencia del Espíritu que da vida, que hace resurgir de la tumba juntando los huesos secos de aquellos que han muerto por la incertidumbre del fracaso, es quien devuelve la alegría: “La alegría de Yavé es nuestro festejo” (Ne 8,10) Es el Espíritu quien anima el anuncio Kerygmático-Pascual: ¡Jesús ha Resucitado! Nuestro corazón arde con el Espíritu del Señor (Cfr. Lc 24,32)[3].

A modo de conclusión

·         Vivir desde el espíritu: Es  Ser de Cristo, y así poder  “crucificar la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gal 5,24) Porque quien sigue al Espíritu multiplica sus frutos en la comunidad: “Los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad (castidad), modestia, dominio de sí” (Gal 5,22-23) Estos frutos, son recreados en la acción participativa del amor del Padre y del Hijo y del Espíritu en la comunidad, y nosotros lo asimilamos, lo vivimos y lo incrustamos en un corazón puro; en la recta conciencia de una fe sin fingimiento, es vivir en coherencia el amor de Dios que Cristo nos ha revelado. Desde esta convicción en la rectitud de nuestra conciencia y en la pureza de nuestro corazón, nos alejamos de todo intento de división y discordia para vivir desde el mandato del Señor: “Que se amen los unos a los otros. Así como yo los  amo a ustedes” (Jn 13,34; Cfr. Jn 15,12.27; 1Jn 2,8: 3,23; 2Jn 5)[4].

·         En el Evangelio de Juan, Jesús el Hijo de Dios es quien ha resucitado, por lo tanto, según el texto de Juan 20, resurrección, ascensión  y el envío del Espíritu Santo se da el mismo día: “el primer día de la semana” (Jn 20,1) “Al llegar la noche de aquel mismo día, el primer día de la semana” (Jn 20, 19; Cfr. Mt 28,1; Mc 16,2.9). En Mateo y Marcos no encontramos referencia al acontecimiento de pentecostés. Lucas lo plantea en tiempos distintos, de esta manera, en la despedida, Lucas habla de lo que les prometió, y se presenta como una promesa que es Ya: “Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió” (Lc 28, 48; Cfr.  Hec 1,4; 2,33; Jn 14,16-17.26; 16,7; 20,21-22) En Lucas Pentecostés (Hec 2,1) se da precedido de la Resurrección y la Ascensión (Hec 1,1-11)[5].

·         Se alegraron, pues, los discípulos, visto el Señor. Les dijo, pues, de nuevo: «Paz a vosotros». La repetición es confirmación; en efecto, ese mismo da la paz sobre paz, prometida mediante un profeta. Como me envió el Padre, afirma, también yo los envío. Sabemos que el Hijo es igual al Padre, pero aquí reconocemos las palabras del Mediador, pues se muestra a sí mismo como intermediario, diciendo: «Él a mí, también yo a vosotros». Tras haber dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid Espíritu Santo». Soplando ha indicado que el Espíritu Santo es el Espíritu no del Padre solo, sino también suyo[6]. 

     “Quien abandona la fe se ha extraviado del camino” (San Agustín. Ser. 301,1)


[1] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 20,19-31. Bogotá Mayo 2011
[2] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 20,19-23. Bogotá. Mayo de 2011.
[3] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 20,19-31. Medellin. Abril 15 de 2012.
[4] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 15,26-27; 16,12-15. Medellin. Mayo 27 de 2012.
[5] CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 20,19-23. Bogotá. Mayo de 2011.
[6] San Agustín. Comentario. a Jn 20,10-29

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