Jn 20,19-23
Afronta el mundo igual que afrontas
el mar en tempestad y cuando tu corazón esté agitado por la concupiscencia,
pide ayuda y despierta a Cristo que duerme en tu corazón (San Agustín Serm.
76,9)
La comunidad de creyente ha crecido en su fe, se congrega para trasmitir el mensaje
de salvación Kerygmático-Pascual en el AHORA de Dios haciéndose realidad la
promesa anunciada por Jesús: “Ahora voy a enviar sobre ustedes la promesa de
mi Padre” (Lc 24,49) Es la presencia del Espíritu en impulsándolos para que
salgan a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblo predicando en
nombre de Cristo: “Debe
proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados…
Invitándolas a que se conviertan” (Lc 24,47) todos los pueblos: “Vayan por todo el mundo y proclamen la
Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que
no crea, se condenará” (Mc 16,15-16).
La presencia del Espíritu es la fuerza dinamizadora
que la comunidad recibe en forma de lenguas de fuego: “Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos. Entonces quedaron todos llenos de Espíritu
santo” (Hec. 2,3-4) Este Espíriutu Jesús lo había recibió después de ser
bautizado en forma corpórea: “Bajó sobre
Él el Espíritu Santo en forma corporal” (Lc 3,22; Cfr. Mc 1,9-11; Mt 3,13-17) Y
en el AHORA de la resurrección la comunidad recibe por parte del Padre y del
Hijo como el cumplimiento de la promesa dada (Cfr. Jn 14,15-17: 16, 13.26-27;
20,22) La comunidad pascualizada-
resucitada- recibe esta fuerza que ha
enviado el Padre y el Hijo: “Jesús les
dijo otra vez: “La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los
envío. Dicho esto soplo y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20, 21-22).
Desde esta
perspectiva, la resurrección de Jesús es el camino a la conversión, es el
camino del Espíritu, en la comunidad pascualizada. Es el camino de fe en la
caminada de los testigos de la Resurrección: “¿Qué hacen mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al
cielo, así mismo vendará como lo han visto ir al cielo” (Hec 1,11)[1].
Por esta razón, se recrea en el Evangelio
de Juan el acontecimiento de pentecostés como
envío. Este envío es precedido en el llamado a la paz: “¡Paz a ustedes! Dicho esto les mostró las
manos y el costado” (Jn 20,19-20) los ratifica en este llamado para
enviarlos: “Luego Jesús les dijo otra
vez: _ ¡Paz a ustedes! Como el Padre me envío a mí, así yo los envío a ustedes”
(Jn 20,21) La paz es un saludo de bienvenida y de despedida muy frecuente
entre los judíos. Jesús lo da a los suyos como bienes que deja para todos los
enviados y no es una paz común, es la
paz del resucitado que recoge toda una tradición bíblica (Nm 6,26; Sal 29,11;
Is 9,6-7; 57,19; Lc 2,14; Jn 16,33; 20,19.21.26; Rm 5,1;Ef 2,14) Es la paz que
llevan los discípulos a donde son enviado (Mt 10,13) Es la paz de la presencia
del Espíritu, que nos enseñará todo (Jn 14,25-26) consagrándonos a Dios: “Conságralos a ti mismo por medio de la
verdad; tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí entre los que son del
mundo, también yo los envío a ellos entre los que son del mundo” (Jn 17,17-18;
Cfr. Jn 15,3) Esta consagración es pertenecer completamente a Dios,
quedando comprometido con Él (Ex 13,2; 28,41; Jn 10,21)[2].
El Espíritu entregado por el
Resucitado (Cfr. Jn 14,15-29; 15,26-27; 16,7-15) Es el Espíritu del cual
manarán ríos de aguas vivas (Jn 7,37-39).
Y por esto, el
soplo dado por Jesús es la presencia del Espíritu que da vida, que hace
resurgir de la tumba juntando los huesos secos de aquellos que han muerto por
la incertidumbre del fracaso, es quien devuelve la alegría: “La alegría de Yavé es nuestro festejo”
(Ne 8,10) Es el Espíritu quien anima el anuncio Kerygmático-Pascual: ¡Jesús ha
Resucitado! Nuestro corazón arde con el Espíritu del Señor (Cfr. Lc 24,32)[3].
A modo de conclusión
·
Vivir
desde el espíritu: Es Ser de Cristo, y
así poder “crucificar la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gal 5,24)
Porque quien sigue al Espíritu multiplica sus frutos en la comunidad: “Los frutos del Espíritu son amor, alegría,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad (castidad), modestia, dominio de
sí” (Gal 5,22-23) Estos frutos,
son recreados en la acción participativa del amor del Padre y del Hijo y del
Espíritu en la comunidad, y nosotros lo asimilamos, lo vivimos y lo incrustamos
en un corazón puro; en la recta conciencia de una fe sin fingimiento, es vivir
en coherencia el amor de Dios que Cristo nos ha revelado. Desde esta convicción
en la rectitud de nuestra conciencia y en la pureza de nuestro corazón, nos
alejamos de todo intento de división y discordia para vivir desde el mandato
del Señor: “Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes” (Jn 13,34; Cfr. Jn 15,12.27;
1Jn 2,8: 3,23; 2Jn 5)[4].
·
En
el Evangelio de Juan, Jesús el Hijo de Dios es quien ha resucitado, por lo
tanto, según el texto de Juan 20, resurrección, ascensión y el envío del Espíritu Santo se da el mismo
día: “el primer día de la semana” (Jn
20,1) “Al llegar la noche de aquel mismo día, el primer día de la semana” (Jn
20, 19; Cfr. Mt 28,1; Mc 16,2.9). En Mateo y Marcos no encontramos
referencia al acontecimiento de pentecostés. Lucas lo plantea en tiempos
distintos, de esta manera, en la despedida, Lucas habla de lo que les prometió,
y se presenta como una promesa que es Ya: “Y
yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió” (Lc 28, 48; Cfr. Hec 1,4; 2,33; Jn 14,16-17.26; 16,7;
20,21-22) En Lucas Pentecostés (Hec 2,1) se da precedido de la Resurrección
y la Ascensión (Hec 1,1-11)[5].
·
Se alegraron, pues, los discípulos, visto el
Señor. Les dijo, pues, de nuevo: «Paz a vosotros». La repetición es confirmación; en
efecto, ese mismo da la paz sobre paz,
prometida mediante un profeta. Como me
envió el Padre, afirma, también
yo los envío. Sabemos que el Hijo es igual al Padre, pero aquí
reconocemos las palabras del Mediador, pues se muestra a sí mismo como
intermediario, diciendo: «Él a mí,
también yo a vosotros». Tras
haber dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid Espíritu Santo». Soplando
ha indicado que el Espíritu Santo es el Espíritu no del Padre solo, sino
también suyo[6].
“Quien
abandona la fe se ha extraviado del camino” (San Agustín. Ser. 301,1)
[1] CASALINS, G. Otro Texto
para no leer: Reflexión Jn 20,19-31. Bogotá Mayo 2011
[2] CASALINS, G. Otro Texto
para no leer: Reflexión Jn 20,19-23. Bogotá. Mayo de 2011.
[3] CASALINS, G. Otro Texto
para no leer: Reflexión Jn 20,19-31. Medellin. Abril 15 de 2012.
[4]
CASALINS, G. Otro Texto para no leer: Reflexión Jn 15,26-27; 16,12-15.
Medellin. Mayo 27 de 2012.
[5] CASALINS, G. Otro Texto
para no leer: Reflexión Jn 20,19-23. Bogotá. Mayo de 2011.
[6] San Agustín. Comentario. a
Jn 20,10-29
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