domingo, mayo 05, 2013

EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA, Y MI PADRE LO AMARÁ

 
Jn 14,23-29

¿Quiénes son los soberbios? Aquellos que, mientras atribuyen a Dios el bien que hacen, son intolerantes con los que no lo hacen y se creen superiores a ellos. (San Agustín Enar. salmo 93,15). 

La reflexión Kerygmática de nuestra fe pascualizada, es acontecimiento de salvación, es acontecimiento de profesión de fe, profesión de amor que como comunidad de discípulos seguidores hacemos, viviendo para mirar que todo es nuevo: “Mira, yo hago nueva todas las cosas” (Ap 21,5) Esta profesión de amor es el camino para dejar la imperfección en la creación antigua, que se corrompió por el pecado  para vivir en la nueva creación del resucitado, que es la Palabra que estaba en el principio con Dios y ha puesto su morada entre nosotros haciendo todo nuevo, porque es el cumplimiento de la palabra, como profesión de amor para dejarse habitar por Dios: “_Si alguien me ama cumplirá mi Palabra, mi Padre lo amará, y vendremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23). 

Esta es la creación pascualizada, en la que recreamos la vida en Dios y Él se revela en nosotros. Pero si rechazamos la oferta de amor, la palabra no habitará en nosotros y formamos parte de la comunidad que vive en la oscuridad (Cfr. Jn 1,4-5), de aquellos que prefirieron vivir en el desamor y despreciaron el amor, despreciaron el amor del gran amante, que ama al amado y es amado en el amor: “Uno que ama Él, que es de sí mismo, y aquel que ama Aquel de quien es, y es amor de sí mismo”[1]. El que no entra en la luz de esta verdad vive en la oscuridad: “Quién no me ama no cumple mis Palabras, y las Palabras que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió” (Jn 14,24). 

La profesión de amor es creación pascualizada, es tiempo de pascualizar la comunidad por el Espíritu dado en la Resurrección, en la Oración y en la Palabra de Dios:
1)      Resurrección de Jesús, es el acontecimiento que celebramos, lo vivimos como una pascua eterna, es la pascua de Dios que proclamamos por medio del anuncio Kerygmático-Pascual: Jesús, el Hijo de Dios ha Resucitado y lo estamos celebrando en la fracción del pan (Eucaristía), esta es la celebración de la vida (Lc 24, 30-31), es lo que creemos, es lo que profesamos y es lo que anunciamos. Jesús ha resucitado, está vivo y lo hemos reconocido. Lo reconocemos a Él y al Padre por mediación del Espíritu para que seamos hijos en el Hijo (Rm 8,14.15.16-17).
2)      La oración, es el camino que como hijos debemos recorrer a diario para llegar al Padre, el camino debe ser para la comunidad pascualizada un continuo dialogo entre dos amores: el amor de Dios comunidad y el de la comunidad pascualizada para fortalecer la debilidad que deja la inclinación hacia el pecado  (Rm 8, 26-27).  
3)      La Palabra, centro y fundamento de nuestra vida, “Si ustedes permanecen unidos a mí, y sí permanecen files a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará” (Jn 15,7) La palabra es la fuerza que garantiza nuestro actuar en Dios y nuestro caminar, sin ella no podemos llegar al conocimiento de Dios (Jn 17, 4) En ese sentido, nuestra vida es una contradicción porque decimos que creemos en Jesús, que creemos en Dios y que creemos en el Espíritu  pero no conocemos la Palabra, no la amamos, vivimos en la oscuridad[2].
El amor es el camino de los que sacan adelante la comunidad que cree y profesa la fe y hace su profesión de amor porque Dios es amor y se recrea en la comunidad y la comunidad se recrea en la resurrección del Hijo, porque sin amor no hay comunidad pascualizada: “Queridos, amémonos  unos a otros porque el amor viene de Dios; todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor. Dios ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados” (1Jn 4,7-10). 

A modo de conclusión 

·         La comunidad libre de pecado, es la comunidad de creyentes que se aman unos a otros, porque se vive el amor de Dios y se profesa el amor en Dios. He aquí el principio de salvación de la comunidad porque se vive en el amor: “Queridos, si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. Reconocemos que está con nosotros y nosotros con Él porque nos ha hecho participar de su Espíritu. Nosotros lo hemos contemplado y atestiguamos que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo” (1Jn 4,11-14).
·         “Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?
·         El Padre os enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden huérfanos... El Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá de riesgo de desviarse de él. El Espíritu lesenseñará a comprender mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les recordará lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.
·         Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador? Después de veinte siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús.
·         Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos"[3]. 

¿Quieres ser grande? Comienza por lo que es pequeño: ¿Proyectas construir un gran edificio? Piensa primero en las bases de la humildad” (San Agustín. Serm. 69,2).


[1] San Agustín. De Trinitate, L.VI, 5,7
[2] CASALINS, G. Otro texto para no leer: Reflexión Jn 14,15-21. Bogotá. Mayo  29 de 2011.

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