Jn 21,1-19
Dame, Señor, la fuerza de buscarte ya que me
hiciste capaz de encontrarte y me has dado la esperanza de encontrarte siempre
más (San Agustín. Trinidad 15,51).
En la región de Galilea al norte de Israel
surgió un profeta posiblemente carpintero o artesano en el siglo uno de nuestra
era. Él empezó a recorrer la orilla del lago de galilea predicando que el reino
de Dios estaba cerca, se rodeó de pescadores, mujeres, publicanos,
endemoniados, paralíticos, ciegos, mudos, mancos. Es posible que estuviera mal
vestido, andaba en sandalias o descalzo, desgreñado por el viento del desierto,
poco aseado, mal oliente por el sudor de las jornadas y sin embargo atraía y
decía que Dios era su Padre y Padre de todos, que perdonaba los pecados e
incorporaba a las personas a la comunidad, porque Dios ama a los pobres y
marginados. Este hombre transformó a la
humanidad con un grupo de pescadores y pecadores:
Una mañana,
cerca del mar apareció un joven Galileo, nadie podía imaginar que otro pudiese
amar así como Él amaba. Era sencillo al conversar, llegaba al corazón de quien
lo escuchaba y su nombre era Jesús de Nazaret y su fama se esparció, todos querían ver al profeta que tenía tanto
amor y amaba al pecador (...) Un cierto día, al tribunal alguien llevó al joven
galileo, nadie sabía cuál era el mal, ¿Qué crimen cometió, cuál era su pecado?
Su claridad al denunciar, minó la posición de los privilegiados. Y mataron a
Jesús de Nazareth y en medio de ladrones Él murió en la cruz. Pero el mundo aún
no conoce a ese Jesús que amaba al pecador[1].
Y los que siguieron al profeta de Nazareth,
cuando predicaba a orilla del lago, los discípulos y algunas mujeres,
trasformaron su vida, los pescadores se hicieron pescadores de hombres y las
mujeres se hicieron testigos de la Resurrección. Y lo que comenzó en Galilea
ahora es una realidad pascual. Los que lo estigmatizaron: el poder religioso
judíos y las autoridades civiles se quedaron en la orilla, recreándose en su
pecado, por no saber comprender a quien amaba al pecador. Y lo condenaron a la
muerte y crucificándolo en un madero
ratificaron su pecado. Pero Dios hizo justicia y lo resucitó, sacándolo del
dominio de la muerte.
Tanto fue el impacto de este acontecimiento que quienes lo vieron y
creyeron fueron los pescadores mal olientes y mal vestidos que le siguieron y
las mujeres que mal vista fueron testigo de lo que comenzó en Galilea, ellos anunciaron
y narraron su muerte y Resurrección como el acontecimiento pascual del profeta que era Hijo de Dios (Mc
15,39) Estos testigos, se alegraron al verlo nuevamente a la orilla del lago de
Galilea. Ellos han vuelto a tirar las redes y la comunidad viene con ellos,
ahora todos arrastran las redes porque el Galileo ha vuelto, de esta manera el
evangelio de Juan recrea el acontecimiento del encuentro como al inicio del
evangelio con Simón, Andrés, Felipe, Natanael, Tomas, los Zebedeos y otros
discípulos (Cfr. Jn 1,35-50; 21,1-5) que siguieron al Cordero que quita el
pecado porque ya llega la Hora, está con ellos, el Kairós de Dios es con la
fuerza de su espíritu atrayendo hacia sí (Cfr. Jn 3,15; 8,28; 12,32) a la
multitud de multitudes simbolizado por los peces.
Esta es la pedagogía del seguimiento,
reconocer a Jesús como el que vive. El seguimiento es la recuperación de la
memoria histórica de fe, no como dato de comprobación de una verdad histórica,
sino como verdad sucedida porque la muerte y la resurrección de Jesús es
narración histórica de fe y la narración es Kerygma, es seguimiento porque es
memorial reflexionado que anuncia una verdad revelada. Además, es conmemoración
de esta verdad sucedida que se perpetúa en la caminada.
Esto es lo acontecido en la comunidad que
cree y lee el acontecimiento muerte y resurrección de Jesús como realidad Pasada-Muerte; como realidad Presente-Resurrección;
y realidad Por Venir- Salvación. Es la
comunidad que ha hecho memorial el Kerygma: Cristo Jesús permanece Hoy
como Ayer y por la Eternidad (Heb 13,8): Cristo permanece en la comunidad como
el que vive: Hoy: Resucitado; Ayer: Muerto; Por la Eternidad: Salvación.
Y la salvación es la promoción de la persona
que ama Cristo y que ella a su vez, ama al Señor: “Por eso te digo que sus
pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha
manifestado” (Lc 7,47; Cfr. Jn 8). Quién se reconoce pecador es justificado
ante Dios: “Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a
levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: -Dios mío,
ten piedad de mí, que soy un pecador” (Lc 18,13; Cfr. Lc 5,8).
Reconocerse pecador es dejar entrar la
salvación en nuestro corazón: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa…El
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc
19,9.10) La salvación es volver a la casa paterna (Cfr. Lc 15, 11-32) y
dejar la vida pasada y seguir como testigo de la resurrección: “Jesús
resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a
María Magdalena, de la que había echado siete espíritus inmundos” (Mc 16,9;
Cfr. Lc 8, 2) Reconocerse pecador es el camino pedagógico del seguimiento: “Señor,
apártate de mí, que soy un hombre pecador” (Cfr. Lc 5,8) y es acogido por
Jesús para que sea pescador de hombres (Cfr. Lc 5,9) y pueda apacentar el
rebaño del Señor, quienes son los felices porque creen y van a creer (Cfr. Jn
20,29).
Apacentar
las ovejas es signo del amor que le profesamos a Dios y qué Él profesa por el
pecador:
1. Es confesar que soy pecador: “Sí Señor, Tú sabes que te quiero” (Jn
21,15).
2. Es profesar el amor del convertido- del nuevo creyente: “Sí Señor,
Tú sabes que te quiero” (Jn 21,16).
3.
Es profesar el amor del
Salvado: “Tú sabes que te quiero” (Jn 21,17).
La profesión
de fe va encomendada al cuidado del pueblo de Dios:
1.
Es ir al encuentro de
los pecadores: “Apacienta mis corderos” (Jn 21,15).
2. Es caminar con los convertidos
como un convertido más: “Cuida de mis ovejas” (Jn 21,16).
3.
Es sentirse salvado por
el Señor: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21,17).
Esta es la tarea del seguidor, no mirar a
tras: “Pedro miró atrás y vio que lo seguía el discípulo al que Jesús
amaba…Al verlo, Pedro preguntó a Jesús: ¿Y qué va a ser de éste?... Jesús le
contestó:..¿A ti que te importa? Tú sígueme” (JN 21,20.21.22).
A modo de conclusión:
La fe es el camino de quien ha seguido al profeta de
Nazareth a quien Dios resucitó:
“Dicen
que soy un ser para la muerte, dicen que voy al frío y a la nada…Pero mi fe
tiene una razón: Creo que Jesús murió y resucitó.
Dicen
que soy un barco a la deriva, dicen que voy a tientas por la vida…Pero mi fe
tiene una razón: Creo que Jesús murió y resucitó.
Dicen
que soy un ansia sin sentido, dicen que voy al mundo del olvido…Pero mi fe
tiene una razón: Creo que Jesús murió y resucitó.
Dicen
que soy un pájaro perdido, dicen que estoy profundamente herido…Pero mi fe
tiene una razón: Creo que Jesús murió y resucitó.
¡Lleno
de amor, murió crucificado, quiso tomar mi muerte y mi pecado y en la cruz
clavado los dejó!: Creo que Jesús murió y resucitó[2].
Apacienta mis ovejas, no las tuyas
1.
Pero primeramente
pregunta el Señor y no una vez, sino de
nuevo y la tercera vez,
lo que sabía —si Pedro le quiere—, y otras tantas veces oye a Pedro no otra
cosa sino que éste le quiere, y otras tantas encomienda a Pedro no otra cosa
que apacentar sus ovejas. Se
responde a negación triple confesión, para que la lengua sirva al amor no menos
que al temor, y no parezca que la muerte inminente ha arrancado más palabras
que la Vida presente. Sea
oficio del amor apacentar el rebaño del Señor, si fue indicio de temor negar al
Pastor. Quienes por afán de jactarse o dominar o enriquecerse, no por la
caridad de obedecer y ayudar y agradar a Dios, apacientan las ovejas de Cristo
con esta intención, la de querer que sean suyas, no de Cristo, quedan convictos
de amarse a sí mismos, no a Cristo. Frente a éstos, pues, respecto a los que el
Apóstol se queja de que buscan lo de
ellos, no lo de Jesucristo.
2.
Efectivamente, «¿Me quieres? Apacienta mis ovejas»,
¿qué otra cosa significa que si dijera: «Si me quieres, no pienses en apacentarte, sino apacienta mis ovejas como mías, no como tuyas; en ellas busca mi gloria, no la tuya; mi dominio, no
el tuyo; mis ganancias, no las
tuyas, para que no estés en la sociedad de esos que, amantes de sí mismos y de lo demás que se vincula con este
inicio «de los males», pertenecen a los
tiempos peligrosos?» En efecto, el Apóstol, tras haber dicho: «Pues los hombres serán amantes de sí mismos»,
a continuación ha añadido: Amadores
del dinero, altaneros, soberbios, blasfemos, no obedientes a los progenitores,
ingratos, criminales, irreligiosos, desamorados, detractores, incontinentes,
inclementes, sin benignidad, traidores, procaces, ofuscados, amadores de los
placeres más que de Dios, que tienen apariencia de piedad y, en cambio, rehúsan
su eficacia. Porque puso primeramente «amantes de sí mismos», todos estos males manan de esa fuente,
por así llamarla. Con razón se dice a
Pedro: «¿Me quieres?», y responde: «Te amo» y se le replica: «Apacienta
mis corderos», y esto por segunda
vez, esto la tercera vez,
en razón de lo cual, porque incluso el Señor pregunta la última vez no «¿me quieres?», sino «¿me amas?», se muestra que amor y
dilección son una sola e idéntica cosa. No nos amemos, pues, a nosotros mismos,
sino a él y, al apacentar sus ovejas, busquemos lo que es de él, no lo que
es nuestro.
3.
Por cierto, no sé de
qué modo inexplicable, cualquiera que se ama a sí mismo, no a Dios, no se ama
y, cualquiera que ama a Dios, no a sí mismo, precisamente ése se ama. En
efecto, quien no puede vivir por sí, muere, evidentemente, amándose; no se ama,
pues, quien se ama de forma que no viva. Cuando, en cambio, uno quiere a ese
debido al cual vive, no queriéndose se quiere, más bien, quien no se quiere
precisamente para querer a ese debido al cual vive.
4.
Para que, pues,
quienes apacientan las ovejas de Cristo las apacienten no cual de ellos, sino
cual de él, no sean amantes de sí
mismos ni, como amadores del
dinero, a costa de ellas busquen sus ganancias ni las dominen como altaneros ni como soberbios
se gloríen de los honores que de ellas admiten, ni como blasfemos lleguen al punto de hacer herejías, ni como no obedientes a los progenitores
sustituyan a los santos Padres, ni como ingratos
devuelvan males por bienes a
esos que, porque no quieren que
perezcan, quieren corregirlos, ni como criminales maten las almas suyas y ajenas, ni como irreligiosos destrocen las maternales
vísceras de la Iglesia; de los débiles no se compadezcan como desamorados; no intenten manchar como
detractores la fama de los
santos; no dejen de refrenar como incontinentes
las pasiones pésimas; como inclementes
no se dediquen a pleitos; no sean, como sin
benignidad, incapaces de ayudar; como traidores no notifiquen a los enemigos de los piadosos lo que
saben que ha de ocultarse; con acoso
inverecundo (desvergonzado) no perturben como procaces la humana verecundia
- (vergüenza, timidez, poquedad)- ; al revés que los ofuscados procuren entender las cosas
de que hablan y acerca de las que
hacen afirmaciones; no antepongan a los gozos espirituales las alegrías
carnales, como amadores de los
placeres más que de Dios. Por cierto, estos vicios y otros de esta laya,
ora acaezcan todos a un único hombre, ora unos dominen a éstos y otros a
aquéllos, se propagan desde esa raíz: cuando los hombres son amantes
de sí mismos.
5.
Este vicio han de
evitar máxime quienes apacientan las ovejas de Cristo, no sea que busquen lo suyo, no lo que es de Jesucristo,
y para provecho de sus pasiones se sirvan de esos por quienes ha sido derramada
la sangre de Cristo. El amor
hacia éste debe crecer, en el que apacienta sus ovejas, hasta un ardor
espiritual tan grande que venza incluso el natural temor a la muerte, en virtud
del cual no queremos morir ni aun cuando queremos vivir con Cristo. Efectivamente, incluso el apóstol Pablo dice que
tiene ansia de disolverse y estar con
Cristo; sin embargo, gime agobiado y quiere ser no desvestido, sino
revestido, para que lo mortal sea absorbido por la vida[3].
Cuerpo de Cristo, santa Iglesia, haz que todos tus
miembros digan: ¨¿quién es como tú, Señor?¨ (San Agustín. Enar.salmos 34,14).
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