Recuerda,
hay uno que te escucha, no dudes en rogarle. Él está dentro de ti. Sólo tienes
que purificar los más secretos rincones de tu corazón. Él es el Señor nuestro
Dios (San Agustín. Coment. Ev.Sn Juan, 10,1).
Entramos en el itinerario
de la Pedagogía de la Cruz, pedagogía Kerygmática de salvación, que recorremos
año tras año: con ayuno, penitencia, oración y limosna, volvemos a la barca a
echar las redes:
“Estar en la barca con el Señor, es
estar en su Iglesia, es seguirle para echar las redes en lo profundo del
corazón humano, trasformar nuestra vida, reconociéndonos pecadores y dejar todo
por el Señor. Como cristianos desde esta perspectiva, se ha perdido el
horizonte, nos hemos quedado en la orilla viendo como el Señor pesca por
nosotros. No se ha asumido el reto de bogar mar adentro, porque hemos puesto la
fe en cosas efímeras y no en el Señor que echa las redes con nosotros. La fe es
en Jesucristo, Él trasforma corazones, no estómagos, la fe no debe colocarse en
cosas efímeras, sino que esta nace del corazón, la fe no pretende que los demás
cambien, sino que es una responsabilidad personal”[1].
Y es allí, que
las festividades del Triduo Pascual van encontrando un camino de credibilidad
en este tiempo en el que somos llamados para creer:
1.
Libres de toda tentación (Cfr. Lc
4,1-13).
2.
Subiendo a la montaña a orar y
escuchar la voz del Hijo (Lc 9,28b-36).
3.
Viviendo la conversión de corazón
hacia la cruz (Cfr. Lc 13,1-9).
4.
Siendo acogidos por la
misericordia del Padre, que nos abre los brazos, nos viste nuevamente, nos
coloca el anillo de la alianza y nos calza los pies porque hemos vueltos a la
casa del Padre de donde no hemos debido salir al reconocernos pecadores (Cfr.
Lc 15, 1-3.11-32).
JUEVES SANTO
Jn 13,1-15
“Pues si yo,
siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben
lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como
he hecho yo” (Jn 13,14-15)
El
camino Kerygmático pascual es la pedagogía de predicar a Jesús Muerto y Resucitado
"Porque si no proclamamos a Jesucristo la Iglesia será una ONG
piadosa" (Papa Francisco). La proclamación de Jesucristo Muerto y Resucitado
es el camino de una iglesia pobre y para los pobres y es el ejemplo que recibimos
de Jesús, quien al quitarse el manto (Cfr. Jn 13,4) se despojó de sí mismo,
ofreciéndose como Servidor de la comunidad (Cfr. Jn 13,14) culmen del amor
entregado como víctima inmolada en la cruz. La cruz es la razón de ser de la
Iglesia, la Iglesia sin cruz es una asociación de piadosos que se reúnen para
desarrollar un acto de piedad o una obra de caridad, pero no para vivir la fe
en el Resucitado.
El
acontecimiento pascual que celebramos,
es conmemoración de la salvación de Dios a su pueblo que es celebrado
como liturgia y es pascua de la liberación (Ex 12,1-13,16; Cfr. Lv 23,5-8; Nm
28,16-25; Dt 16,1-8) En este contexto pascual se celebra la cena del Señor: “La
pascua judía preparaba así la fiesta cristiana: Cristo, cordero de Dios, es
inmolado (en la cruz) y comido (en la cena) en el marco de la pascua judía.
Trae así la salvación al mundo y la renovación mística de este acto de
redención viene a ser el centro de la liturgia cristiana, que se organiza
alrededor de la Misa, sacrificio y banquete”[2].
Este
acontecimiento conlleva a la consagración, a la solidaridad y al servicio del
pueblo de Dios en:
1.
El Sacerdocio se da por asociación con el sacerdocio de Cristo, quien
fue ungido en la Cruz y allí entrega su sangre y su cuerpo al pueblo. Este
sacerdocio con el pasar de los años es
asumido como institución divina por la comunidad que lo trasmite a hombres que
quieren ser consagrados para el servicio del culto a Dios. Esta consagración se
hace por medio de la imposición de manos que se utilizaba para el envío a una
misión invocando la presencia del Espíritu.
2.
La Eucaristía, nace de la tradición en que Cristo se ofrece a sus
discípulos como el pan de vida entregado
y su sangre como la nueva Alianza para el perdón de los pecados y se hace en memoria de Cristo (Mc 14, 22.25;
Mt 26,2629; Lc 22,14-20; Jn 6, 51-59; Cfr. 1Cor 11,23-26) Este acontecimiento
hunde sus raíces en la pascua judía y luego con el cristianismo asume su
carácter participativo en la fracción del pan, con la novedad que quien es ofrecido es el mismo
Cristo-Resucitado.
3.
El Servicio: Mandamiento del Amor, se desprende de la disponibilidad
de Jesús de hacer la voluntad del Padre y así como Él siendo el maestro lo
hace, también nosotros lo hagamos (Jn 13,1-15) ya que él no ha venido a ser
servido sino a servir: “Porque el Hijo
del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar la vida como rescate por
muchos”. (Mc 10,45)[3].
Esta
es la tradición que hemos recibido para la posteridad de la comunidad, es la
celebración en el contexto de la comunión y la caridad (Jn 13,1-15) Es el
anuncio de la muerte del Señor, este es el mandato recibido para celebrarlo en
comunidad (1Cor 11,23-26) Es la Eucaristía del Señor. Es al partir el pan la conmemoración
del sacrificio en la Cruz.
Este
sentido eucarístico que celebramos hoy es conmemorar a Cristo como Cuerpo
simbolizado en el Pan, hostia viva ofrecida a Dios y a su pueblo. Es cristo
hecho sangre en el vino que se entrega a la comunidad para que todo el que beba
no tenga sed (Jn 4,14) es acción de gracia derramada a la comunidad, alimentos
dados para fortalecer la fe en él: “Mi
alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar acabo su obra” (Jn
4,34).
VIERNES SANTOS
Jn 18,1-19,42
Despreciado por
los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento,
uno de aquellos a los que se le vuelva la cara, no contaba para nada y no hemos
hecho caso de él…El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos
sido sanados” (Is 53,3.5b).
La
pedagogía de la cruz es el camino para llegar a Cristo como ya se ha planteado
en otras reflexiones. Nosotros como cristianos al no asumir este camino
perdemos el horizonte fundamental de nuestra fe. Nuestra predicación es Cristo,
nuestra salvación es Cristo, peregrinemos con Cristo. Pero la cruz queda vacía
al colocar la fe en acciones fantasmagóricas de la religiosidad populista,
actos que se han vivido sin fundamentación bíblica, sin Cristo, sin Cruz: El
que no escucha mi palabra y no hace la voluntad de mi Padre yo no lo juzgo, lo
hace la palabra por no haber creído (Cfr. Jn 5-12).
La
incredulidad es el silencio del viernes de pasión, allí se ha condenado la vida
a estar sin luz y sin esperanza en el sacrificio cruento de la Cruz, allí Jesús
ha sido tratado como un ladrón,
sortearon su destino, lo trataron como un rebelde en contra de la religión
judía, se le acusó de blasfemo, y fue crucificado entre bandido: “Detenido, sin defensor y sin juicio, ¿quién
se ocupó de su generación? Fue arrancado de la tierra de los vivos, herido por
las rebeldías de su pueblo; pusieron su tumba entre malvados, su sepultura
entre malhechores. Por más que no cometió atropellos ni hubo nunca mentiras en
su boca” (Is 53,8-9).
En la cruz el creyente mirará el
nuevo rostro del Hijo, el rostro de aquel que lo ha dado todo y del cual se
desprende todo, porque nada se hizo sin Él (Jn 1,3) y nada se volverá hacer sin
Él. Esta es la vida (Jn 1,4) que brota de su costado abierto (Jn 19, 34) para
que al mirarlo veamos al traspasado: “Miraran
al que traspasaron” (Jn 19,37; Cfr. Zac 12,10) de donde brotó sangre y agua[4],
aquí brota la vida de la Iglesia, la vida sacramental animada por el Espíritu
Santo[5].
Por defender el derecho a la igualdad social y religiosa de los pobres y presentar a Dios como Padre y amor, Jesús se ve enfrentado a su destino final, la Cruz. Árbol símbolo de muerte; pero que para nosotros los cristianos se ha convertido en árbol de la Vida, donde se fundamenta nuestra fe. En la Cruz Cristo atrae a los pobres hacia sí, dándole plena confianza a los que creen que se realizarán las esperanzas de los Bienaventurados.
En la Cruz, Dios pregunta: “¿Pueblo
mío que te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respóndeme. Pues yo te saqué del
país de Egipto, te rescaté de la esclavitud” (Mq 6,3-4) “Y tú hiciste una cruz
para tu salvador. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hice? ¿En qué te he ofendido?
¡Respóndeme! Yo te levanté con gran poder; tú me colgaste del patíbulo de la
cruz. ¡Pueblo mío! ¿Qué te hice? ¿En qué te he ofendido?
¡Respóndeme!” (Improperios).
Este
clamor sigue latente en el Grito de Dios en la Cruz, es el grito de un Dios
crucificado por nuestros pecados. Es el lamento de un Dios que espera a que el
pueblo se convierta y crea en Él. Para que prediquemos a Cristo, que creamos en
Él y que salgamos a peregrinar con Cristo, dándole sentido al calvario de la
Cruz, que es el ahora del Padre en el Hijo, es el Kairós de Dios en nuestro
Historia de fe:
¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia
el Calvario, hacia la Cruz y la Resurrección? Significa salir de nosotros
mismos para ir al encuentro de los demás, a la periferia de la existencia, a
los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo y
ayuda. Vivir este tiempo significa también entrar cada vez más en la lógica de
Dios, de la Cruz y del Evangelio. Es seguir y acompañar a Cristo, lo cual exige
“salir”: Él ha salido de sí mismo para venir a nuestro encuentro, ha colocado su
tienda entre nosotros para traer la misericordia que salva y da esperanza. Es
un tiempo de gracia que el Señor nos ofrece para abrir las puertas del corazón,
de la vida, de las parroquias y movimientos, saliendo al encuentro de los demás
y brindando la luz y el gozo de nuestra fe. Salir siempre con el amor y la
ternura de Dios, en el respeto y la paciencia, sabiendo que nosotros ponemos
las manos, los pies, el corazón, pero es Dios quien guía y hace fecundas
nuestras acciones[6].
SÁBADO SANTO-DOMINGO
DE RESURRECCIÓN-PASCUA
Lc 24, 1-12
¿Por qué buscan
entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó” (Lc 24,5-6).
¡HA RESUCITADO EL SEÑOR Y ESTAMOS ALEGRES!
Las lecturas hacen un recorrido por el camino de la pascua vivido por el pueblo, que ha salido a pie en junto por el desierto atravesando el mar, hacia la tierra que mana leche y miel. Pueblo que endureció su corazón y no confió, sin embargo, Dios no perdió la confianza en el pueblo, entonces: ¿Cómo explicar la fidelidad de Dios frente a un pueblo terco y de dura cerviz, que no lo escuchó? Difícil tarea si no nos metemos en el corazón de Dios, pero para esto es necesario entrar en el corazón de la Palabra y es allí donde no se ha irrumpido porque se ha corrompido nuestro corazón, nos hemos prostituido al adorar otros dioses, hemos roto el mandato del Señor al hacernos adúlteros, su palabra ha corrido paralela frente a una piedad impopular, manipuladora de la conciencia de los pueblos.
La
dimensión profética de la Iglesia de Jesucristo no puede ni debe reducirse a
simple actos de piedad, es la Iglesia de la misericordia, es la Iglesia que le
dice al paralítico toma tu camilla y anda, es la misma Iglesia que venda las
heridas del caído en desgracia, es la iglesia que no condena, es la iglesia
prójimo, esta es la iglesia que hoy se levanta en la cruz: “A ti te digo
levántate” “y anda” (Cfr. Mc 4,41; Jn 5,8).
Una
Iglesia entendida de esta manera, es evangelizadora y salva promoviendo a las personas caídas en
desgracia, a los desfavorecidos por un sistema gubernamental que ha diseñado
una sociedad de hambre y miseria. Entendida así la pastoral en la Iglesia, se
dará paso a la Iglesia que Jesucristo
fundó, lejos del poder, lejos de estar
aliada con los que esclavizan las conciencias del pueblo de Dios, bajo un
régimen espiritualista pietista desconociendo la promoción humana en los que
tienen ansia de Dios.
Comprendiendo
la Resurrección como acción salvífica, seremos evangelizadores del pueblo de
Dios, de la religión, de la cultura, de la política, de las costumbres, seremos la iglesia que
trasformada transforma, la misma Iglesia que hace leer al pueblo la historia de
salvación como historia de fe.
La Cruz no es simple espectáculo piadoso, es pasión por la palabra pronunciada por Jesús, es camino de salvación, es el rompimiento de la idolatría por una fe madura que se regocija en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Es esta la complacencia de Dios en la historia de la humanidad, presencia viva y eficaz de la humanidad en el corazón de Dios.
Si no formamos la conciencia dormida del pueblo no hay esperanza de evangelización y de comunidad, solo mantendremos una pastoral estacionaria y dormida en simple doctrina casuística, pero no desde la cruz del resucitado, sino desde una esperanza desesperanzada en la pastoral sincretista dentro de la misma iglesia. Nuestra predicación es la Cruz, Cruz como salvación-promoción humana-, Cruz como esperanza, Cruz como cambio, como vida, como lo realiza el Señor:
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
2la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
3El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
4Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
5Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.
6Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. (Sal 125)
Porque si el
Señor no actúa en esta noche despertando a la humanidad del horror, para dar el
paso de la muerte a la vida, en la luz gozosa de la Resurrección, vana sería
nuestra fe, porque la muerte ha sido
vencida definitivamente en el árbol de la Cruz.
¿Dónde está, oh
muerte, tu victoria? (1Cor 15,55; Cfr. Is 25,8; Os 13,14; Ap 20,14):
“Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten
las jerarquías del cielo, y por la victoria del Rey tan poderoso que las
trompetas anuncien la salvación. Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola
el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Ésta es
la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los
hiciste pasar a pie el mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado. Ésta es la noche en que, por toda la
tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del
mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados
a los santos. Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo
asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no
hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al
Hijo! Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal
Redentor!”[7].
La resurrección de Cristo es el
triunfo de la pedagogía de Dios en la historia, como cumplimiento de la
Escrituras, es la victoria del siervo de Dios sobre la muerte, es el día en que
el Señor lo restablece todo (Os 6,2) Se abre el camino de la Luz porque el que
había muerto en la Cruz ya no está en el lugar donde lo habían colocado, el
sepulcro está abierto ha penetrado la luz
de la vida, Dios lo ha resucitado: “No
tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha
resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto” (Mc 16,6)… “Es verdad el
Señor ha resucitado” (Lc 24,34).
A modo de conclusión
“Con San Agustín proclamamos: “La
resurrección de Cristo es nuestra esperanza” y nuestro futuro”,… “en la resurrección de Cristo se funda nuestra
sólida esperanza y ésta ilumina nuestra peregrinación terrenal que incluye el
enigma humano del dolor y la muerte. La fe en Cristo crucificado y resucitado
es el corazón de todo el mensaje evangélico, el núcleo central de nuestro Credo
(…) En el misterio pascual se cumplen las palabras de la Escritura (…) o sea,
es un acontecimiento que encierra (…) una lógica: la muerte de Cristo atestigua
que la Palabra de Dios se hizo hasta el final “carne”, “historia”, humana”[8].
"No es grande cosa creer que
Cristo muriese; porque esto también lo creen los paganos y judíos y todos los
inicuos: todo creen que murió. La fe de los cristianos es la Resurrección de
Cristo; esto es los que tenemos por cosa grande el creer que resucitó"
(San Agustín, IN PS 120).
[1] Casalins, G. Otro texto para no
leer: El ayuno que a mí me agrada III. Feb 13 de 2013
[2] DDB. Biblia de Jerusalén.
Comentario a Ex 12,1-13,16.
[3] Casalins, Guillermo. Otro Texto
para no leer: Triduo Pascual I. Bogotá 2011.
[4] El sentido de este hecho lo
precisarán dos textos de la Escritura. La sangre (Lv 1,5; Ex 24,8) atestiguan
la realidad del sacrificio del cordero ofrecido por la salvación del mundo (Jn
6,51) Y el agua, símbolo del Espíritu, atestigua su fecundidad espiritual.
Muchos padres de la Iglesia han visto, y no sin fundamento, en el agua el
símbolo del bautismo, en la sangre el de la Eucaristía y en estos dos
sacramentos, el signo de la iglesia, nueva Eva que nace del nuevo Adán (Ef
5,23-32) (DDB. Biblia de Jerusalén. Comentario a Jn 19,34).
[5] Casalins, G. Otro Texto para no
leer: Triduo pascual II. Abril de 2012.
[6]
PAPA FRANCISCO. Audiencia
general. Plaza de San Pedro. Roma 27 de
Marzo de 2013.
[7] Sábado Santo. Pregón Pascual.
[8]BENEDICTO XVI. PLAZA SAN PEDRO
ROMA ABRIL 15 DE 2009.
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