Lc 4,1-13; (Cfr. Dt 6,16)
Tú que aún no ves a Dios, amando al prójimo podrás
verlo. Amando a tu prójimo purificas tus ojos y así podrás ver a Dios. Ama a tu
prójimo y mira dentro de ti la fuente de este amor. Ahí tú verás a Dios (San
Agustín. Coment. Evang.S.Juan 17,8).
Las tentaciones hechas a Jesús tienen connotación
humana: Por el Bautismo Él es ungido por el Padre y después conducido al
desierto. Él vive desde allí la consagración bautismal y rechaza el mal. Al ser
tentación humana, somos vulnerables a las tentaciones y para vencer las
inclinaciones al mal es necesario asumir radicalmente la consagración bautismal
y lo que implican los retos del anuncio Kerygmático para evitar hacer el mal
que no queremos (Cfr. Rm 7,18-20).
Las tentaciones implican:
1. Remplazo
de Dios: Queremos que Dios supla nuestras necesidades, que
se rinda a nuestros intereses e incluso pretendemos que Él se responsabilice de
lo que no somos capaces de hacer: "Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes"(Mt 4,3)
Pedimos que Dios haga lo que no hacemos, ni por nosotros, ni por los demás. De
tal manera, la postura que asume Jesús ha de ser la nuestra: "Está escrito: "No sólo de pan
vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."(Mt 4,4
Cfr Dt 8,3).
2. Tentar a Dios: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo,
porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te
sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras" (Mt
4,6; Cfr. Sal 91, 11-12) Esta tentación quiere que nos acojamos a una alternativa
distinta a la de Jesús. Se busca que Dios haga por nosotros la tarea de
construir un frente de solidaridad con los más necesitados, mientras buscamos
privilegios, construimos caminos de injusticias y de explotación, sometemos a
los demás desde una fe irresponsable, queremos ser dios. Frente a esto Jesús da una respuesta
concreta: Jesús le dijo: "También
está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios” (Mt 4,7; Cfr. Dt 6,16).
3. Ambición: En nuestra condición
humana la idolatría del poder corrompe y es un camino contrario al querer de
Dios, la ambición daña el corazón humano: "Todo
esto te daré, si te postras y me adoras" (Mt 4,8) Frente a este deseo
ambicioso, la respuesta de Jesús es clara: "Vete,
Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo
darás culto”(Mt 4,10,Cfr. Dt 6,13)[1].
El mal es derrotado con la Palabra pronunciada
de la boca de Dios, por esta razón se pierden los argumentos del adversario: “Cuando ya el diablo no encontró otra
forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de Él por algún tiempo” (Lc 4,11)
Este tiempo de espera del tentador para Lucas llega antes de la pasión del
Señor y lo plantea en dos momentos: 1) Cuando entra en Judas (Lc 22,3)
quien lo traicionó. 2) Y posiblemente en el huerto, donde se plantea muy sutilmente
que Jesús es otra vez tentado: “Padre, si
quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la
tuya” (Lc 22,42) Nuevamente con la Palabra y la Oración, Jesús sale airoso
de la prueba (Cfr. Lc 22,43-44).
De esta manera, un camino sin tentación hay que recorrer,
para que el cristianismo, dentro de la Iglesia Católica, no se quede en solo
formalismo; esto es en el fondo lo que hemos hecho a lo largo de nuestra vida,
por no asumir la responsabilidad que nos corresponde desde el seguimiento de
Jesús. No podemos descuidarnos en esto, porque es responsabilidad de todo
cristiano vencer el mal a la manera de Jesús, quien vivió predicando la
misericordia de Dios por encima de los
sacrificios y purificaciones que mandaba la ley judía: “Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la
misericordia más que las ofrendas” (Mt 12,6; 19,13; Os 6,6).
En este sentido, las tentaciones de Jesús se ubican
en el desierto, porque el desierto se
recrea como lugar de formación espiritual del pueblo o del individuo, el
desierto era considerado el lugar de encuentro de la divinidad con el pueblo o
el individuo: “Yo te conocí en el
desierto, en la tierra ardiente” (Os 13,5) El desierto es considerado como
el silencio interior requerido para resistir y purificar las tentaciones allí
se expían los pecados (Lv 16,5-10).
Por esto, para los evangelios sinópticos el
desierto y los cuarenta días de Jesús, son presentados como periodo de
experiencia particular y decisiva que alude muchas veces a la historia del
pueblo de Israel (Ex 24,18; 34,28; Dt 8,2-4; Nm 14,33-34; 32,13; 1R 19,8): “La presencia de Jesús en el desierto
durante cuarenta días, sin comer, y las pruebas a que es sometido, recuerdan la
experiencia del pueblo de Israel en el desierto, cuando salió de Egipto, aunque
muchas veces el pueblo se sintió vencido en las pruebas, Jesús se mantuvo fiel
a ellas (Cfr. Heb 2,18; 4,15)”[2].
A
modo de conclusión
1. Jesús es puesto a prueba por el
tentador, espíritu del mal (Cfr. Jb 1,6; 1Cro 21,1) que trata de obstaculizar
la obra de Dios (Mt 13,39; Jn 8,44; 13,2; Hec 10,38; Ef 6,11; 1Jn 3,8).
2. Jesús no cayó en el pecado (Heb 4,15) al derrotar el mal que
pretendía hacerlo cautivo de su tiranía (Mt 8,29; Gal 4,3; Col 2,8).
3. Jesús derrota al adversario, su
victoria en la cruz es la victoria de Dios sobre el mal (Mt 25,41; Heb 2,14; Ap
12, 9.12: 20,2.10) allí redime y salva del mal (Mt 20,28; Rm 3,24-25; 6,15-19;
Col 1,13-14; 2,15-23; Ef 2,1-6; 6,12-20; Jn 3,35-36; 1Jn 2,14-17; Ap 13,1-18;
19,19-21)[3].
4.
Jesús trae consigo la promesa de
la paz como irrupción del reino de Dios (Am 9,13-14; Os 2,20.23-24; Is 9,6; 32,17; 60,17-18; So 3,13; Zac 3,10; Jl
4,17; Zac 9, 8-10; Sal 72, 3-7) desarmando los odios (Is
2,4; 9,4; Miq 4,3-4; 5,9-10; Zac 9,10) con la nueva alianza (Ez 34,25; 37, 26)[4].
¡Malos tiempos! ¡Tiempos difíciles! Esto es lo que dice la gente. Haz
que nuestras vidas sean buenas, y nuestros tiempos serán también buenos (San
Agustín. Serm. 30,8).
[1] CASALINS, G. Otro texto para no leer: Un camino sin tentación I. Domingo I de Cuaresma Bogotá 2011.
[1] CASALINS, G. Otro texto para no leer: Un camino sin tentación I. Domingo I de Cuaresma Bogotá 2011.
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