Lc 9,28b-36
Orar extensamente no significa, como piensan
algunos, orar con muchas palabras. Un deseo continuo no equivale a muchas
palabras. (San Agustín. Carta 130, 19).
La transfiguración en los evangelios sinópticos
tiene un itinerario pedagógico hacia la cruz, es la aceptación del Viejo
Testamento que presenta al elegido de Dios: “Este
es mi siervo, a quien yo sostengo, ni elegido en quien me complazco” (Is 42,1)
y recreado en el Nuevo Testamento: Este es mi Hijo, mi elegido” (Lc 9,35) esta
continuidad testamentaria tiene su culmen en la exaltación del Ungido en la
cruz como la glorificación del Hijo amado (Cfr. Lc 9, 43-45; 23,46; 24,5).
Para comprender este itinerario pedagógico de la
cruz en la cuaresma es necesario buscar alternativas definitivas de conversión,
sin tentaciones y sin maquinaciones del mal en nuestro interior, no podemos
desde este aspecto seguir instrumentalizando a Dios. Porque nosotros no podemos
seguir viviendo desde los bajos deseos que llevamos adentro, en nuestras
entrañas, son engendradores de pecado y muerte: “La ambición, entendida como el ansia
de tener más y más o la frustración correspondiente del que no tiene nada o
tiene muy poco, es el origen del pecado” (Cfr. St 4,1-3; 5,1-6)[1].
En este el sentido, el Papa Benedicto XVI recalca:
Jesús tiene bien claro que no es el poder mundano lo que salva al
mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor (cfr. Lc.4,5-8). En
la tercera tentación, el diablo propone a Jesús que se arroje del alero del
templo de Jerusalén y que haga que le salve Dios mediante sus ángeles, o sea,
que realice algo sensacional para poner a prueba a Dios mismo; pero la
respuesta es que Dios no es un objeto al que se le impone nuestras condiciones:
es el Señor de todo (cf. Lc 4,9-12). ¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones
que sufre Jesús? Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para
los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto,
en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios, suprimiéndole de la
propia existencia y haciéndole parecer superfluo. Cada uno debería preguntarse:
¿qué puesto tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o lo soy yo?[2].
Por eso, este itinerario de los
cristianos desde la cruz, lejos de las tentaciones, es ser trasfigurados en el
Señor y no vivir desde la desfiguración del pecado, esta es la transformación de
vida que lleva al Señor, con la fuerza de la Oración (Cfr. Lc 22, 46) y la
Palabra: “La Palabra creadora y salvadora de Dios transforma al hombre
convirtiéndolo en primicia de las criaturas. La escucha activa de esta Palabra
de Dios revela al hombre su identidad más profunda y constituye el camino de la
auténtica felicidad” (Cfr. St 1,18.25; 1P 1,23)[3].
En este itinerario de la Cruz, la Palabra es Oración y la Oración es Palabra
(Cfr. Mt 6,7-15).
En el texto de
la transfiguración de Lucas, al igual que en Marcos y Mateo, está ligado al
acontecimiento de la Cruz y del Bautismo de Jesús. Pero Lucas enfatiza en el
texto que Jesús es el Elegido -Ungido- (Lc 9,35; Cfr. Is 42,1) Sin estos
referentes nos quedamos en los ropajes sentimentalistas de fe -en simple
teofanías- que desfiguran el texto: Las nubes, el rostro resplandeciente, las
vestiduras, Moisés y Elías y las chozas y allí muere el espíritu del mensaje.
Al igual que
en Marcos y Mateo, se relaciona la experiencia teológica del desierto y la
montaña del Viejo Testamento con la experiencia del desierto y la montaña en el
Nuevo Testamento. En el viejo Testamento: Moisés recibe las prescripciones de
las leyes de convivencia (Ex 24,12-18) Elías experimenta la presencia de Dios
(1R 19,8) Ellos tuvieron en el desierto y la montaña encuentros con Dios: a) Moisés entra en las nubes mientras subía al
monte para escuchar la voz de Dios; b) Elías sale y se queda en el monte, vive su
encuentro con Dios, no en el viento fuerte, no en el terremoto, ni en el fuego,
sino en el murmullo de una suave brisa (1R 19,11-14). En el Nuevo
Testamento Jesús recibe en el desierto por medio de la oración y la Palabra fortaleza
para vencer al mal (Lc 4,1-13) y en la montaña es anunciado como el Predilecto,
el Ungido, el Elegido de Dios (Lc 9,28b-36) de esta manera, se integra el
acontecimiento de la Cruz, con el bautismo y la trasfiguración.
La Cruz es el culmen de la humanización frente a la deshumanización en que hemos convertido el cristianismo: Seguimos desconociendo a Jesús, hemos perdido el horizonte y estamos timoratos como los discípulos: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Lc 9,33;Mc 9,5; Mt 17,4) Ellos al igual que nosotros, nos quedamos fuera, esto se da por la tensión que existe entre pasar de la pedagogía del pasado, es decir, en el simple cumplimiento de la ley; anquilosamiento en los fantasmas de la fe, sin compromiso, con dudas (Mc 4,40; 6,6.52; 8,15-21; 9,32; Mt 14,30) O seguir a Jesucristo desde la pedagogía de la Cruz[4].
A
modo de conclusión:
“En estos cuarenta días que nos conducirán a
la pascua de Resurrección podemos encontrar nuevo valor para aceptar con
paciencia y con fe todas las situaciones de dificultad, de aflicción y de
prueba, conscientes de que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día.
Y si permanecemos fieles a Jesús, siguiendo por el camino de la cruz, se nos
dará de nuevo el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la
alegría: será el alba nueva creada por Dios mismo”[5].
“Es
un médico cruel el que, por agradar al enfermo, perdona su herida y deja seguir
su curso a la gangrena (San Agustín. In Ps. 33, 2,20).
[1] JOSÉ Cervantes Gabarrón.
Santiago, La carta de la autenticidad en la vida Cristiana. RESEÑA BIBLICA.
Carta a Santiago. Estella Navarra. Verbo Divino Otoño de 2012. P. 9-10.
[2] BENEDICTO XVI. AUDIENCIA.
Miércoles de Ceniza. Auditorio Paulo VI. ROMA. FEB 13 DE 2013.
[3]
JOSÉ Cervantes Gabarrón. Santiago, La carta de la autenticidad en la vida
Cristiana. RESEÑA BIBLICA. Carta a Santiago. Estella Navarra. Verbo Divino
Otoño de 2012. P. 9-10.
[4]
CASALINS, G. Otro texto para no leer: Este es mi Hijo Amado escúchenle II.
Medellín. Marzo 4 de 2012.
[5]
Benedicto XVI. Audiencia General. Ciudad del Vaticano. Febrero 22 de 2012.
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