lunes, febrero 04, 2013

NINGÚN PROFETA ES BIEN RECIBIDO EN SU TIERRA

Lc 4,21-30

¿Quieres ser grande? Comienza por lo que es pequeño. ¿Proyectas construir un gran edificio? Piensa primero en las bases de la humildad  (San Agustín. Serm. 69,2).

 

Se plantea que la estabilidad que crea un culto muerto ritualizado,  es práctico, se mantiene por sí mismo, no forma, no crea cambios, no es dinámico, es limitado al cumplimiento de rúbricas. La liturgia mantenida así, es propicia para los cristianos ausentes, de fe fantasmagórica y sin responsabilidad. Porque piensan que el cambio, salir del ritualismo es pecaminoso y todo tipo de pecado se atribuye a fuerzas externas con lo cual se puede dar un culto soterrado de prevención y temor. 

De esta manera, el mal interior se asocia con tentación provocado el maligno y las consecuencias  se presentan como condena de un juicio infernal. En consecuencia esta mentalidad ha sido la causa de mantener una fe enfermiza e infantil.

Esto es lo que Jesús en la novedad de su profetismo denuncia como contrario al querer de Dios. Él como pascua del Padre es  Alianza sacrificial y definitiva que se selló con su sangre derramada en la Cruz, Cristo es propuesta de redención, es culto nuevo, alejado de todo tipo de ritualismo aniquilador, estático condenatorio: Los rasgos de su profetismo, “son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta, donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en presencia alternativa que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio[1]”.
 
Por esta razón, el mensaje profético de Jesús (Lc 4,18-21) es rechazado por sus propios vecinos, que son incrédulos y lo echan fuera del pueblo porque sus palabras rompían con sus esquemas inquebrantables: “Al oir esto, todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el pueblo estaba construido, para arrojarlo debajo de allí” (Lc 4,28-30). 

La Iglesia al asumir el profetismo de Jesús, es comunidad pascual que rompe con todo estatismo; pero muchos de nosotros no hemos podido entender la dinámica de Dios en la historia truncando de esta manera, el camino de la alianza que trae la novedad del evangelio anunciado a los pobres y la novedad del año de gracia del Señor, que el profeta de Nazaret ha traído, prefiriendo el mantenimiento de una religión ritualizada dentro de la Iglesia de Jesucristo:  

“Cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injustas y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que solo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva, pues invita a pensar en futuro desde la libertad y el amor de Dios”[2]. 

A pesar de esto, la mayoría insistimos en que es mejor dejar la religión así, lo que implica poco esfuerzo, mantener lo establecido, ser practicantes de grupos fundamentalistas, que distraen la fe en Jesucristo con otras prácticas piadosas, sin formación bíblica, pastoral y litúrgica que sólo sirven para mantener a comunidades dormidas, enfermizas y temerosas del fin, gastando su energía en estas prácticas que hasta el momento no han conducido a la búsqueda de fe madura que cree en Jesucristo Resucitado. 

Por otra parte, las prácticas de piedad bien enfocadas evangelizan y crean comunidades centradas, que viven la fe desde Jesucristo muerto y resucitado anuncio Kerygmático del Kairos  de Dios en la pascua del Hijo, alianza definitiva de la comunidad creyente en búsqueda del Reinado de Dios en la historia de la humanidad. Pero como proyectamos hoy, estas prácticas de piedad en vez de evangelizar y liberar, manipulan y oprimen a sus seguidores. 

Jesús no rechaza el culto, Él mismo es el culto el Padre, nosotros como cristianos presentes tampoco rechazamos el culto dado, lo que se cuestiona es su práctica porque no han conducido al pueblo a que se concientice como el pueblo de Dios. Jesús es rechazado no por el anuncio de la Palabra frente a sus hermanos, al contrario es admirado por esto. Él es rechazado por presentar a un Dios cercano con el pueblo, un Dios al lado de los pobres y despreciados por las autoridades judías en nombre de la misma a Palabra. 

Dios se ha hecho marginal, esto es lo que molesta a los que en no nombre de Dios han ostentado y ostentan el poder religioso. El rechazo a Jesús en definitiva es porque  ha roto con esquemas cultuales, porque ha presentado a un Dios Padre al lado de los marginados. Por sus denuncias contra la situación de injusticia que viven sus hermanos. 

A modo de conclusión: 

·         Los cristianos decimos cosas tan admirables de Jesús que a veces olvidamos su dimensión de profeta…A Jesús, profeta de Dios, le dejamos penetrar en nuestra vida cuando acogemos su palabra, nos dejamos trasformar por su verdad y seguimos su estilo de vida[3].
·         Una Iglesia sin profetas corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y al cambio. Un cristianismo sin espíritu profético tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad[4]
 

No te hagas llamar ¨maestro¨. Uno sólo es tu maestro, Cristo. Por eso, deja que él te hable interiormente, en aquella parte de tu corazón donde nadie puede entrar (San Agustín. Coment.1Juan 13,3).


[1] PAGOLA, J.A. El camino abierto por Jesús. Lucas. Bogotá. 2012. Ed PPC. P.82
[2] Ibidem. P 82.
[3] Ibidem. P 81.
[4] Ibidem. P 83.

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