Lc 4,21-30
¿Quieres ser grande? Comienza por lo que es
pequeño. ¿Proyectas construir un gran edificio? Piensa primero en las bases de
la humildad (San Agustín. Serm. 69,2).
Se plantea que la
estabilidad que crea un culto muerto ritualizado, es práctico, se mantiene por sí mismo, no
forma, no crea cambios, no es dinámico, es limitado al cumplimiento de
rúbricas. La liturgia mantenida así, es propicia para los cristianos ausentes, de
fe fantasmagórica y sin responsabilidad. Porque piensan que el cambio, salir
del ritualismo es pecaminoso y todo tipo de pecado se atribuye a fuerzas
externas con lo cual se puede dar un culto soterrado de prevención y temor.
De esta manera, el
mal interior se asocia con tentación provocado el maligno y las consecuencias se presentan como condena de un juicio infernal.
En consecuencia esta mentalidad ha sido la causa de mantener una fe enfermiza e
infantil.
Esto es lo que Jesús
en la novedad de su profetismo denuncia como contrario al querer de Dios. Él
como pascua del Padre es Alianza sacrificial
y definitiva que se selló con su sangre derramada en la Cruz, Cristo es
propuesta de redención, es culto nuevo, alejado de todo tipo de ritualismo
aniquilador, estático condenatorio: Los
rasgos de su profetismo, “son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta,
donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que
lloran, el profeta se atreve a vivir la realidad desde la compasión de Dios por
los últimos. Su vida entera se convierte en presencia alternativa que critica
las injusticias y llama a la conversión y el cambio[1]”.
Por esta razón, el
mensaje profético de Jesús (Lc 4,18-21) es rechazado por sus propios vecinos,
que son incrédulos y lo echan fuera del pueblo porque sus palabras rompían con
sus esquemas inquebrantables: “Al oir
esto, todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. Se levantaron y
echaron del pueblo a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el
pueblo estaba construido, para arrojarlo debajo de allí” (Lc 4,28-30).
La Iglesia al
asumir el profetismo de Jesús, es comunidad pascual que rompe con todo
estatismo; pero muchos de nosotros no hemos podido entender la dinámica de Dios
en la historia truncando de esta manera, el camino de la alianza que trae la
novedad del evangelio anunciado a los pobres y la novedad del año de gracia del
Señor, que el profeta de Nazaret ha traído, prefiriendo el mantenimiento de una
religión ritualizada dentro de la Iglesia de Jesucristo:
“Cuando la misma
religión se acomoda a un orden de cosas injustas y sus intereses ya no
responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño,
critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y
recuerda a todos que solo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza
nueva, pues invita a pensar en futuro desde la libertad y el amor de Dios”[2].
A pesar de esto,
la mayoría insistimos en que es mejor dejar la religión así, lo que implica
poco esfuerzo, mantener lo establecido, ser practicantes de grupos
fundamentalistas, que distraen la fe en Jesucristo con otras prácticas
piadosas, sin formación bíblica, pastoral y litúrgica que sólo sirven para
mantener a comunidades dormidas, enfermizas y temerosas del fin, gastando su
energía en estas prácticas que hasta el momento no han conducido a la búsqueda
de fe madura que cree en Jesucristo Resucitado.
Por otra parte, las
prácticas de piedad bien enfocadas evangelizan y crean comunidades centradas,
que viven la fe desde Jesucristo muerto y resucitado anuncio Kerygmático del
Kairos de Dios en la pascua del Hijo,
alianza definitiva de la comunidad creyente en búsqueda del Reinado de Dios en
la historia de la humanidad. Pero como proyectamos hoy, estas prácticas de
piedad en vez de evangelizar y liberar, manipulan y oprimen a sus seguidores.
Jesús no rechaza
el culto, Él mismo es el culto el Padre, nosotros como cristianos presentes
tampoco rechazamos el culto dado, lo que se cuestiona es su práctica porque no
han conducido al pueblo a que se concientice como el pueblo de Dios. Jesús es
rechazado no por el anuncio de la Palabra frente a sus hermanos, al contrario
es admirado por esto. Él es rechazado por presentar a un Dios cercano con el
pueblo, un Dios al lado de los pobres y despreciados por las autoridades judías
en nombre de la misma a Palabra.
Dios se ha hecho
marginal, esto es lo que molesta a los que en no nombre de Dios han ostentado y
ostentan el poder religioso. El rechazo a Jesús en definitiva es porque ha roto con esquemas cultuales, porque ha
presentado a un Dios Padre al lado de los marginados. Por sus denuncias contra
la situación de injusticia que viven sus hermanos.
A modo de conclusión:
·
Los cristianos decimos cosas tan admirables de Jesús que a veces
olvidamos su dimensión de profeta…A Jesús, profeta de Dios, le dejamos penetrar
en nuestra vida cuando acogemos su palabra, nos dejamos trasformar por su verdad
y seguimos su estilo de vida[3].
·
Una Iglesia sin profetas corre el riesgo de caminar sorda a las
llamadas de Dios a la conversión y al cambio. Un cristianismo sin espíritu
profético tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el
miedo a la novedad[4].
No te hagas llamar ¨maestro¨. Uno sólo es tu
maestro, Cristo. Por eso, deja que él te hable interiormente, en aquella parte
de tu corazón donde nadie puede entrar (San Agustín. Coment.1Juan 13,3).
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