domingo, enero 27, 2013

EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ



Lc 1,1-4; 4,14-21 

Tú, oh Verdad, me has acompañado en mi camino, enseñándome lo que debo evitar y lo que debo desear. (San  Agustín. Conf.  10,40). 

En la reflexión del domingo anterior se planteó la ruptura que hizo Jesús con los ritos muertos que mantenían los judíos representado en las seis tinajas de piedra vacías (Según el Evangelio de Juan las tinajas vacías simbolizaban los ritos muertos de purificación usados por los judíos). Que muchas veces, nosotros somos practicantes  de ritos muertos dentro de la liturgia, porque hemos caído en la rutina al mantener tradiciones que se quedaron en rituales muertos, sin sentido, que no responden a la época en que vivimos.

Los ritos son esenciales en la liturgia y no podemos sacarlos de su contexto, sino darle sentido como hizo Jesús al convertir el agua en vino, de la esterilidad ritual pasó a la dinamicidad del culto salido de su Sangre derramada en la Cruz (Jn 19,34). Esto es lo que el profeta de Nazaret marca con énfasis en su misión. 

Desde esta perspectiva al acercarnos al evangelio de Lucas se manifiesta el interés del autor de dejar su propuesta de fe en claro desde el principio: Jesús es la novedad pascual que ilumina todo el evangelio y en Él se cumple el designio de Dios, Él pertenece a la línea de los profetas, pero es algo más que un profeta, por esta razón, ha escrudiñado escritos anteriores, relatos orales basados en las enseñanzas de Jesús dejadas por otros testigos presenciales (Cfr. Lc 1,1) Por esto el evangelista investiga todo desde un principio (Cfr. Lc 1,3) lo que había comenzado Galilea (Hc 10, 37). 

La misión de Jesús enfatiza Lucas, es la de un profeta: Lleva la Buena Nueva a los pobres, anuncia la libertad a los presos, da vista a los ciegos, pone en libertad a los oprimidos y anuncia el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19; Cfr. Is 42,7; 49,9; 58,6) Pero Él es más que un profeta del Viejo Testamento, porque todo esto se cumple en Él; en él se cumple lo anunciado y Él le da sentido y plenitud.

La presencia del profeta de Nazaret en su tierra es la gratuidad del Padre revelada y reveladora que hace posible que todo sea nuevo en medio de la rigidez de los que han aniquilado su vida ritualizando la religión y el culto e incluso la misma Palabra de Dios: "El hombre cuando pierde su ilusión se anquilosa en sí mismo, volviéndose un dictador de sus propias costumbres"; estas lo vuelven tirano de sus hermanos, por esto se debe la reacción de los jefes de la sinagoga que despreciaron a Jesús,  para no perder la estabilidad que le proporcionaba el aferrarse a la tradición mayestática,  que les impedía ver la Buena Nueva y el año de gracia del Señor anunciado por Jesús.

La presencia de Jesús es la renovación de la creación, de la vida sin sentido, del culto, de la Palabra y hoy de la liturgia. Él le da sentido a la vida eclesial si se deja renovar;  porque hoy tenemos dos maneras de ser en la  Iglesia de Jesucristo y de asumir el cristianismo: cristianos ausentes  y  cristianos presentes:

1)      Los cristianos ausentes: son los que lo rechazan, no asumen la fe desde Jesucristo, sino desde fantasmas de fe, aferrados a normas y tradiciones que no han evolucionado con la historia, manteniéndose estáticos, anquilosados. Son pertenecientes a grupos fundamentalistas; estrictamente basan su creencia en las apariciones de la virgen, en el infierno y en el demonio y todo esto camuflado bajo la defensa de la sana doctrina. Estos tipos de cristianos que todo es demoniaco e infernal, tergiversan la Palabra de Dios y las enseñanzas del magisterio eclesial a su acomodo. Al igual que los judíos viven lejos de Cristo. Son cristianos que han perdido la ilusión de vivir en la novedad del Evangelio.
2)      Los cristianos presentes: Son los que desde la Palabra de Dios profesan su fe centrados en Jesucristo, viven convencidos de la verdad que Él ha revelado. Por esta razón los cristianos presentes asumen los mandatos y las tradiciones desde la novedad del Evangelio, novedad del año de gracia del Señor, novedad del que es curado de la ceguera, de la mudez, de la sordera, de la invalidez de su vida y escucha la voz de su Señor, es quien vive la novedad de la creación; la novedad del Nuevo Testamento como  alianza definitiva  sellada con precio de sangre ya anunciada en el Viejo Testamento. 

La novedad traída por Jesús es el anuncio de la Buena Nueva, y del año de gracia del Señor a los cristianos presentes, quienes viven desde la  fe en Jesús como la novedad pascual del Padre, a los que se les cumple hoy mismo el tiempo de la salvación que Jesús trae a la humanidad (Cfr. Heb 3,7-4,13) porque lo que acaban de oír se ha cumplido en él (Lc 4,21).

A modo de conclusión

Del evangelio de Lucas presentamos algunos rasgos de Jesús como profeta y novedad pascual del Padre: 

1)      Lleva la Buena Nueva a los Pobres (Lc 4, 18).
2)      Anuncia la libertad a los presos y oprimidos (Lc 4,18).
3)      Devuelve la vista a los ciegos (Lc 4,18).
4)      Instruye a los discípulos para que preparen la Pascua (Lc 22,12).
5)      Profetiza que esta es la pascua definitiva que celebra con ellos (Lc 22,16.18).
6)      Predice la negación de Pedro (Lc 22,34).
7)      Les anuncia a los discípulos la persecución por anunciar su nombre (Lc 22, 35-37).
8)      El sufrirá los padecimientos de los profetas (Lc 9,51-62).
9)      Como profeta no debe morir fuera de Jerusalén (Lc 13,31-33).
10)  Él es ungido por el Espíritu Santo (Lc 3,22; 4,18).
11)  La oración es fundamental en la acción de Jesús: Él es el gran orante (Lc 3,1; 9,16; 11,5-8.9; 18,1-8.9-14;  22, 17.19.41-44).
12)  Su oración va dirigida al Padre (Lc 10,2; 21,36). 

Invocas a Dios cuando lo llamas a ti, cuando le invitas a entrar en la casa de tu corazón (In Ps 30,3,4).

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