Lc 1,1-4; 4,14-21
Tú, oh Verdad, me has acompañado en mi camino, enseñándome
lo que debo evitar y lo que debo desear. (San
Agustín. Conf. 10,40).
En
la reflexión del domingo anterior se planteó la ruptura que hizo Jesús con los
ritos muertos que mantenían los judíos representado en las seis tinajas de
piedra vacías (Según el Evangelio de Juan las tinajas vacías simbolizaban los ritos muertos de
purificación usados por los judíos). Que muchas veces,
nosotros somos practicantes de ritos
muertos dentro de la liturgia, porque hemos caído en la rutina al mantener
tradiciones que se quedaron en rituales muertos, sin sentido, que no responden
a la época en que vivimos.
Los
ritos son esenciales en la liturgia y no podemos sacarlos de su contexto, sino
darle sentido como hizo Jesús al convertir el agua en vino, de la esterilidad
ritual pasó a la dinamicidad del culto salido de su Sangre derramada en la Cruz
(Jn 19,34). Esto es lo que el profeta de Nazaret marca con énfasis en su
misión.
Desde
esta perspectiva al acercarnos al evangelio de Lucas se manifiesta el interés
del autor de dejar su propuesta de fe en claro desde el principio: Jesús es la
novedad pascual que ilumina todo el evangelio y en Él se cumple el designio de
Dios, Él pertenece a la línea de los profetas, pero es algo más que un profeta,
por esta razón, ha escrudiñado escritos anteriores, relatos orales basados en
las enseñanzas de Jesús dejadas por otros testigos presenciales (Cfr. Lc 1,1) Por
esto el evangelista investiga todo desde un principio (Cfr. Lc 1,3) lo que
había comenzado Galilea (Hc 10, 37).
La
misión de Jesús enfatiza Lucas, es la de un profeta: Lleva la Buena Nueva a los
pobres, anuncia la libertad a los presos, da vista a los ciegos, pone en
libertad a los oprimidos y anuncia el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19; Cfr.
Is 42,7; 49,9; 58,6) Pero Él es más que un profeta del Viejo Testamento, porque
todo esto se cumple en Él; en él se cumple lo anunciado y Él le da sentido y plenitud.
La
presencia del profeta de Nazaret en su tierra es la gratuidad del Padre
revelada y reveladora que hace posible que todo sea nuevo en medio de la
rigidez de los que han aniquilado su vida ritualizando la religión y el culto e
incluso la misma Palabra de Dios: "El
hombre cuando pierde su ilusión se anquilosa en sí mismo, volviéndose un
dictador de sus propias costumbres"; estas lo vuelven tirano de sus
hermanos, por esto se debe la reacción de los jefes de la sinagoga que
despreciaron a Jesús, para no perder la
estabilidad que le proporcionaba el aferrarse a la tradición mayestática, que les impedía ver la Buena Nueva y el año de
gracia del Señor anunciado por Jesús.
La
presencia de Jesús es la renovación de la creación, de la vida sin sentido, del
culto, de la Palabra y hoy de la liturgia. Él le da sentido a la vida eclesial
si se deja renovar; porque hoy tenemos
dos maneras de ser en la Iglesia de
Jesucristo y de asumir el cristianismo: cristianos ausentes y cristianos
presentes:
1)
Los
cristianos ausentes: son los que lo rechazan, no asumen la fe desde Jesucristo,
sino desde fantasmas de fe, aferrados a normas y tradiciones que no han
evolucionado con la historia, manteniéndose estáticos, anquilosados. Son
pertenecientes a grupos fundamentalistas; estrictamente basan su creencia en
las apariciones de la virgen, en el infierno y en el demonio y todo esto
camuflado bajo la defensa de la sana doctrina. Estos tipos de cristianos que
todo es demoniaco e infernal, tergiversan la Palabra de Dios y las enseñanzas
del magisterio eclesial a su acomodo. Al igual que los judíos viven lejos de
Cristo. Son cristianos que han perdido la ilusión de vivir en la novedad del Evangelio.
2)
Los
cristianos presentes: Son los que desde la Palabra de Dios profesan su fe
centrados en Jesucristo, viven convencidos de la verdad que Él ha revelado. Por
esta razón los cristianos presentes asumen los mandatos y las tradiciones desde
la novedad del Evangelio, novedad del año de gracia del Señor, novedad del que
es curado de la ceguera, de la mudez, de la sordera, de la invalidez de su vida
y escucha la voz de su Señor, es quien vive la novedad de la creación; la
novedad del Nuevo Testamento como alianza
definitiva sellada con precio de sangre
ya anunciada en el Viejo Testamento.
La
novedad traída por Jesús es el anuncio de la Buena Nueva, y del año de gracia del
Señor a los cristianos presentes, quienes viven desde la fe en Jesús como la novedad pascual del
Padre, a los que se les cumple hoy mismo el tiempo de la salvación que Jesús
trae a la humanidad (Cfr. Heb 3,7-4,13) porque lo que acaban de oír se ha
cumplido en él (Lc 4,21).
A modo de conclusión
Del
evangelio de Lucas presentamos algunos rasgos de Jesús como profeta y novedad
pascual del Padre:
1)
Lleva
la Buena Nueva a los Pobres (Lc 4, 18).
2)
Anuncia
la libertad a los presos y oprimidos (Lc 4,18).
3)
Devuelve
la vista a los ciegos (Lc 4,18).
4)
Instruye
a los discípulos para que preparen la Pascua (Lc 22,12).
5)
Profetiza
que esta es la pascua definitiva que celebra con ellos (Lc 22,16.18).
6)
Predice
la negación de Pedro (Lc 22,34).
7)
Les
anuncia a los discípulos la persecución por anunciar su nombre (Lc 22, 35-37).
8)
El
sufrirá los padecimientos de los profetas (Lc 9,51-62).
9)
Como
profeta no debe morir fuera de Jerusalén (Lc 13,31-33).
10) Él es ungido por
el Espíritu Santo (Lc 3,22; 4,18).
11) La oración es
fundamental en la acción de Jesús: Él es el gran orante (Lc 3,1; 9,16;
11,5-8.9; 18,1-8.9-14; 22, 17.19.41-44).
12) Su oración va
dirigida al Padre (Lc 10,2; 21,36).
Invocas a Dios
cuando lo llamas a ti, cuando le invitas a entrar en la casa de tu corazón (In
Ps 30,3,4).
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