Jn 2,1-11
Señor mi
Dios, escucha mi oración. Considera piadosamente mi deseo, que no me toca sólo
a mí mismo, sino también al bien del prójimo (San Agustín. Conf. 11,2)
Dios se ha recreado en la humanidad en la pascua
del nacimiento de su Hijo, en la pascua de la manifestación gloriosa de los
pastores y de los hombres venidos de oriente, en la pascua de su bautismo,
estos acontecimientos hacen revivir la esperanza de fe del pueblo de Dios que
ya no está abandonado, sino que es el pueblo favorecido por el amor de Dios y
ya no sentirá el silencio de Dios: "Por
amor a ti, Sión, no me quedaré callado; por amor a ti Jerusalén, no descansaré
hasta que tu victoria brille con el amanecer y tu salvación como una antorcha
encendida” (Is 62,1).
Por su pueblo Dios ha manifestado su gloria en el
Hijo, que ha hecho brillar la estrella para que sean glorificado los pueblos en
él, esta glorificación del Hijo es la salvación de aquellos que estaban en las
tinieblas y ahora gozan de la generosidad de la nueva creación que Juan
manifiesta como signos en los cuales el Hijo de Dios Resucitado está presento a
las necesidades de los desposeídos para sacarlos de la angustia, del llanto, del
sufrimiento, de la indignidad, con sus signos le devuelve la esperanza, los
saca de la angustia, los alimenta, los cura, les devuelve la vida; este es el gran
milagro de Dios a la humanidad.
Con el acontecimiento de la presencia del Hijo de
Dios resucitado abre para la humanidad la gran alegría de vivir desde el camino
de la resurrección, recreación de Dios en la historia y desde allí podemos
comprender el don de la fe que hemos recibido (Cfr. 1Co 12,4-11) creyendo en él
(Cfr. Jn 2,11).
Desde esta perspectiva, reflexionamos el texto de la conversión del
agua en vino. Este signo que se recrea en contexto del evangelio de Juan: 1) De su costado ha salido sangre y
agua (Jn 19,34); 2) A Él va los que
tienen sed de agua viva: “Si alguien
tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura,
del interior de aquél correrán ríos de agua viva” (Jn 7,37-38; Is 55,1); 3) Porque quien beba de esta agua
creerá y no tendrá sed de su palabra: “Pero
el que beba del agua que yo le dará, nunca volverá a tener sed. Porque el agua
que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua que brotará dándole
vida eterna” (Jn 4,14; Cfr. 6,35).
Por lo tanto, al convertir el agua de las seis tinajas en vino, se
cambia el signo de la purificación ritual Judía (seis tinajas vacías,
representan la caducidad de la ley y del ritualismo religioso) por la
purificación definitiva en la glorificación de la cruz, en la que somos lavados
con la sangre y el agua salidos de su costado abierto por la lanza. Por esta razón,
es la expresión del mayordomo que representa la ritualidad de actos sin
sentido: “Todo el mundo sirve primero el
mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el
vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora” (Jn 2,10).
Dejar el mejor vino hasta el final, es el cumplimiento de la donación
de los bienes mesiánicos, que se dan en plenamente en la Cruz, el rito judío de
la purificación en agua ha sido
sustituido por Jesús en la Cruz, allí se da la perfección se rebosa la séptima
tinaja, con su sangre derramada en la cruz, es la glorificación definitiva para
que todos los creyentes hagan lo que él les dice: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2,5; Gn 41,55).
A modo de conclusión
1. En
el Antiguo Testamento, la fiesta de las bodas era un símbolo del amor de Dios
hacia su pueblo. Era lo que todos esperaban en el futuro (Os 2,21-22; Is
62,4-5). Y precisamente en una fiesta de bodas, junto a una familia y una
comunidad, Jesús cumple su “primer signo” (Jn 2,11).
2. Obrando
así, Jesús enseña cómo se pasa del Viejo al Nuevo Testamento. La hora
de Jesús, en la que se hará el paso del Viejo al Nuevo Testamento, es su
pasión, muerte y resurrección. El cambio del agua al vino es la indicación anticipada
del Nuevo, que nacerá a partir de la muerte y de la resurrección de Jesús.
3. Las
tinajas de la purificación están vacías. Se trata de un pequeño
detalle, muy significativo. Las tinajas solían estar siempre llenas, sobre todo
durante una fiesta. ¡Aquí están vacías! ¿Por qué? La observancia de la ley de
la pureza, simbolizada en las seis tinajas, ha agotado todas sus posibilidades.
La antigua ley ha conseguido ya preparar a la gente a poder estar en unión de
gracia y de justificación delante de Dios. ¡Las tinajas, la antigua alianza,
están vacías! Ya no pueden generar una vida nueva.
4. Este
es el primer signo. En el Cuarto Evangelio, el primer signo sucede para ayudar
en la reconstrucción de la familia, de la comunidad, para resanar las
relaciones de base entre las personas. Seguirán otros signos. Juan no usa la
palabra milagro, sino la palabra signo.
La palabra signo indica que las acciones de
Jesús en favor de las personas tienen un valor profundo, que sólo se descubre
con la fe. La pequeña comunidad que se ha formado en torno a Jesús aquella
semana, viendo el signo, estaba ya en grado de percibir el significado más
profundo y “creyó en Él”[1].
“Señor,
enséñame lo que tengo que enseñar, enséñame lo que aún tengo que aprender.
Enséñame el conocimiento de tu voluntad y la sabiduría para ponerla en práctica”
(San Agustín. Conf. 13,1)
[1] http://www.ocarm.org/es/content/lectio/lectio-2-domingo-tiempo-ordinario-c
[1] http://www.ocarm.org/es/content/lectio/lectio-2-domingo-tiempo-ordinario-c
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