domingo, enero 13, 2013

BAUTIZADOS EN EL SEÑOR


Lc 3,15-16.21-22
 
Dame, Señor la fuerza de buscarte ya que me hiciste capaz de encontrarte y me has dado la esperanza de encontrarte siempre más. (San Agustín De Trinitate 15,51) 

En la reflexión del Domingo de Epifanía manifestábamos que: La realidad de la navidad es el encuentro en el corazón con el Dios de Jesucristo, pero nosotros la Navidad la hemos convertido en vanidad, perdiendo el horizonte de nuestros corazones. Los tipos simbólicos de las escrituras son realidades reveladas, que han sido sacadas de contexto creando de esta manera situaciones mágicas, legendaria que desenfocan la fe. La fe se concibe dentro de la comunidad eclesial como algo ya existente, es decir, reflexiones pertenecientes al fundamentalismo religioso[1]. 

En contraste a esta realidad, hoy celebramos el acontecimiento pascual del Bautismo de Jesús, en el que todos somos bautizados. El  bautismo es el testimonio pascual de Dios en la experiencia religiosa de la comunidad, que en su compromiso vive la propuesta del Dios de la vida que ha venido a colocar su vivienda entre nosotros (Jn 1,14) realizando su proyecto en los pueblos que han visto la estrella del Mesías (Cfr. Mt 2,1-12) para recrearse en la esperanza del Dios revelado: “Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel (Lc 2,29-32). 

Este acontecimiento pascual del bautismo es opción cristiana de comunidad creyente, que sigue en la caminada el proyecto del Padre. El Hijo es bautizado en la complacencia del Padre: “Tú eres mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Lc 3,22) El bautismo es el anuncio kerygmático de un Dios que es bautismo, bautizándonos en el Hijo en el camino por el desierto donde dejamos nuestros pecados y vamos hacia el rio salvífico en el que asumimos el compromiso profético: Encarnados en la Palabra, para el servicio de la Palabra dentro de la comunidad eclesial. Encarnados como reyes: Servidores del Señor, a la manera de Jesús que no vino a ser servido sino a servir. Encarnados como sacerdotes, colocando los corazones orientados hacia Dios en función de santificar y de santificarse. 

Esta pascua bautismal es conversión, es dinamismo en la comunidad que necesita un cambio profundo en su accionar: 

La pastoral ha de estar orientada a la conversión, convertirnos es volver nuestros corazones, nuestros pensamientos, al amor primero que nace del amor del Padre que ha sido revelado por el Hijo y comunicado por el Espíritu Santo, es volver a retomar la armonía de una comunidad eclesial que vive su fe desde la presencia de la Trinidad.  La pastoral estará entonces, orientada al esfuerzo de dinamizar la comunidad: “Nos interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento a los fieles para ayudarles a valorar el sentido: de la vida sacramental, de la participación comunitaria y del compromiso ciudadano (…) Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana; un desafío que debemos afrontar con decisión, con valentía y creatividad (…) O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no cumplimos nuestra misión evangelizadora (…) Así asumimos el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente convocados”(DA 285-287)[2].
A modo de conclusión

El sacramento del bautismo vivencia el crecimiento de fe en la comunidad de creyentes, nos lleva al compromiso de fe, como miembros de una Iglesia viva, en la cual nos expresemos frente a Dios y nuestros hermanos creyentes como lo plantea Leonardo Bofff: El sacramento posee un momento sim-bólico: el de unir, recordar, hacer presente.

En primer lugar, el sacramento supone la fe y sin ella no habla nada de nada (...) Sólo para quien tiene fe, los ritos sagrados, los momentos fuertes de la vida, se tornan en vehículos misteriosos de la presencia de dar gracia divina. Caso contrario, transformándose en meras ceremonias vacías y mecánicas, se hacen ridículas. En segundo lugar, el sacramento expresa la fe. Fe que no reside fundamentalmente en una adhesión a un credo de verdades teóricas sobre Dios, el hombre, y el mundo y la salvación, sino ante todo en una actitud fundamental, imposible de reducir a ninguna otra más profunda, y por la cual el hombre se abre y acoge un Trascendente que se anuncia dentro del mundo. Es el hombre quien por el sacramento y en él, se expresa frente a Dios, lo venera, lo glorifica, le suplica vida y perdón. Es Dios quien por el sacramento y en el sacramento expresa al hombre cariño, vida, perdón. Si el sacramento no es expresión de fe, degenera en magia o en ritualismo, se vacía de su dimensión sim-bólica. En tercer lugar, el sacramento no sólo supone y expresa la fe, sino que también la alimenta. El hombre al expresarse se modifica a sí mismo y modifica el mundo. Al salirse de sí  y objetivarse, elabora a aquellos gestos y aquellas palabras que alimentan su fe y su religión (…) la religión constituye un complejo simbólico que expresa y alimenta permanentemente la fe. El sacramento es su corazón, la gracia su dinamismo. En cuarto lugar, el sacramento concretiza la Iglesia Universal en una determinada situación crucial de la vida (...) Por eso no tiene mucho sentido concebir un sacramento de la Iglesia para quien no tiene alguna relación o adhesión efectiva con ella. La vivencia del sacramento particular, concretizado del sacramento universal de la Iglesia, exige una adecuada vivencia de este sacramento universal. Solo así, el sacramento deja de ser magia y asume su verdadera función sim-bólica[3].

¡Muchos se dicen cristianos, pero en realidad no lo son! No son lo que la palabra significa: no lo son en la vida, en las costumbres, en la fe, en la esperanza y mucho menos en la caridad.(San Agustín, Comen la 1 carta de S. Juan 4,4)


[1] CASALINS,G. Otro texto para no leer. Reflexión Mt 2,1-12. Valledupar. Enero 6 de 2013.
[2] CASALINS, Guillermo. Celebración de los símbolos en los Sacramentos de iniciación cristiana Bautismo y Confirmación. Bogotá 2010.
[3] BOFF, Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos, 66-67.

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