sábado, diciembre 08, 2012

UNA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO PARA PREPARAR EL CAMIINO DEL SEÑOR II



Lc 3,1-6 

“Un año más ha brillado para nosotros –Y hemos de celebrarlo- El nacimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo; en Él la verdad ha brotado de la tierra; Él día del día ha venido a nuestro día: Alegrémonos y regocijémonos en Él” (San Agustín. Ser 181,1).

En la reflexión del domingo I de adviento,  se planteaba que en “la acción de Jesús es donde se propicia la reconciliación de Dios con la humanidad. Él es quien media entre la antigua creación y la nueva creación (Cfr. Gn 1-3; Rm 5,12- 21) Él borró el pecado de la antigua creación con su Muerte y con su Resurrección abriendo la esperanza de la nueva creación: “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1) Esta es la esperanza que nace del corazón, allí  germina el árbol de la vida (Cfr. Ap 22,1-5; Zc 14,11) que rompe la maldición del pecado (Cfr. Ap 5,3) con la creación de la Resurrección: “Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: Aquí está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará todas lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Ap 20,3-4; 22,1-5)[1]. 

Esta nueva creación es la instauración de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 P 3,13; Ap 21,1; Cfr. Is 66,22) Un cielo más justo y una tierra más humana, donde se anuncie la gloria del Señor: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria…Y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor, traerán a todos sus hermanos” (Is 66,18.19-20) Así, surgirá la nueva generación de creyentes que vive desde la espiritualidad cristiana su pertenencia al discipulado del Señor en la Iglesia de los bautizados, que rinden nuevo culto al Dios de la Vida en “Espíritu y Verdad” (Jn 4,23-24) para que crezcan como el árbol de la nueva vida (Ap 22,1-5) que con sus frutos abre el camino de una Iglesia espiritual que celebra su liturgia desde los siete símbolos de vida (Sacramentos) porque cada celebración litúrgica sacramental es un nuevo nacimiento.
 
Este es el sentido vigilante que encontramos en Lucas, este estar vigilante es un despertar en la fe: “Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor. Enderecen sus senderos. Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal entonces verá la salvación” (Lc 3,4-6). Este es el camino histórico de salvación preparado por el Señor para un pueblo bien dispuesto (Lc 3,1-2):“Mira envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos” (Mc 1,3; Is 40,3-5) Todo esto ha de desarrollarse en el culto bautismal de conversión y perdón (Lc 3, 3) Este es el culto orientado a la oración al Padre y la justicia a los hombres en la Palabra; porque sin el concurso de la Palabra toda oración al Padre, se convierte en ritos muertos - les falta Cristo- “Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2Cro 7,14).

Este es el anuncio del que busca el camino del Señor a través de la Palabra que llevan los mensajeros: “¡Que hermoso son sobre los montes los  pies del heraldo que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sion: Ya reina tu Dios!” (Is 52,7; Cfr. Rom 10,15) Esta es la fe proclamada, en la confesión de fe en Jesús Resucitado, en la oración, en la comunión, en el perdón- reconciliación, en la salud y en la misión del que anuncia que el Señor ya viene con autoridad, bautizando con Espíritu Santo (Cfr. Mc 1,7-8)[2]. 

A modo de conclusión 

1.      Se explicita el proyecto de Dios: El adviento, entonces, viene a recordarnos - con la riqueza de sus lecturas (…) - cuál es el proyecto de Dios, cuál es su historia de salvación a la cual tenemos que orientar las fuerzas reivindicadoras, las liberaciones (…) El tiempo de los hombres. Ese es el inicio de la historia de la salvación: la promesa y la iniciativa de Dios que en la historia se vale de un hijo de un rey para hacerlo redentor de los hombres (...): "Verán al Hijo del Hombre que viene con gran poder y majestad".
2.      Juan Bautista signo de los hombres que Dios necesita: El segundo y el tercer domingo de Adviento -o sea, este de hoy y el que viene nos van a presentar, en el símbolo de Juan El Precursor (...) Este domingo y el otro domingo serán las condiciones que Dios pide a los hombres para incorporarlos en la historia de la salvación.
3.      Preparativos inmediatos para el nacimiento de Dios en la Historia: Y el cuarto domingo, ya en las vísperas de la Navidad, nos presentara los preparativos inmediatos en que María tiene un papel tan preponderante para que ese Rey de la gloria, Señor de la eternidad, se venga a hacer, también, Señor de la historia; nazca en Belén para nuestra historia[3].
4.      “En los evangelios no aprendemos doctrinas académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivida realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: El estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús si.
 
5.    La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una fe nueva, no por via de "adoctrinamiento" o de "aprendizaje teórico", sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús”[4].

“El hombre es de Dios. Es en Dios. Y es para Dios” (San Agustín. De ag. Christ. 14,16).


[1] CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: Lc 21,25-28.34-36) Medellín. Dic 2 de 2012.
[2] CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: Mc 1,1-8 Medellín. Dic 4 de 2011.
[4] José Antonio Pagola: Lucas 3,1-6.

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