Lc 3,10-18
“Afronta el mundo
igual que afrontas el mar en tempestad y cundo tu corazón esté agitado por la
concupiscencia, pide ayuda y despierta a Cristo que duerme en tu corazón” (San
Agustín. Ser 76,9)
La reflexión de adviento es tiempo
de allanar el camino del Señor y de preparación para recibir al Señor en el
corazón, esto es celebrar la fiesta de Navidad,
como vivencia del amor de Dios en el nacimiento del Hijo en la historia de la
humanidad: Este es el sentido vigilante, este estar vigilante es un
despertar en la fe: “Oigan ese grito en
el desierto: Preparen el camino del Señor. Enderecen sus senderos. Las
quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será
enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal
entonces verá la salvación” (Lc 3,4-6).
Con este anuncio irrumpe Juan en
Israel, inquietando a las autoridades religiosas judías, por la expectativa que
ellos tenían a cerca de la venida del Mesías desarrollada en el exilio por el
pueblo de Israel (Cfr. 2Sm 7,12-16; Is 7,13-14) que al estar sin tierra, sin
templo, sin culto y sin rey, se sentían sin Dios (Jr 14,17-21) sin esperanzas:
¿Y cómo íbamos a cantar un canto al Señor en suelo extranjero? (Sal 137,3); por
esta razón, el pueblo esperaba al Mesías.
Al surgir la predicación de Juan van
donde él a cerciorarse sobre su procedencia, Juan da razón de lo que él no es,
porque él solo es la voz en el desierto que prepara el camino del que está
entre todos y Bautizara en “Espíritu Santo
y el fuego” (Mt 3,11; Lc 3,16) Con este llamado, Juan señala el camino a
seguir: “Juan empezó a recorrer toda la
región del rio Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón
de los pecados” (Lc 3,3) produciendo “los
frutos de una sincera conversión” (Lc 3,8) que nos lleva a vivir la
verdadera justicia cristiana (Rm 3,20-23), obrando con misericordia, como
prójimos (Lc 10,25-37): “El que tenga dos
capas, que dé una al que no tiene, el que tenga de comer haga lo mismo” (Lc
3,11; Cfr Mt 25; St 2,14-18).
Obrando de esta manera, lo hacemos
desde los fundamentos de la justicia cristiana, fortalecemos la fe,
alimentándonos de la Palabra de Dios: “Queridos
hermanos, construyan su vida sobre los fundamentos de su santísima fe, oren en
el Espíritu Santo y manténganse en el amor de Dios, aguardando la misericordia
de Jesucristo nuestro Señor, que los llevara a la vida eterna” (Jd 20-21).
El testimonio de Juan el bautista, es
de gran valor en la tradición cristiana;
Jesús afirma de él, que es el nuevo Elías: “Elías viene primero y deja todo reordenado” (Mc 9,12), pero que
hicieron con él lo que quisieron, no le escucharon ni enderezaron el camino (cfr.
Mc 9, 13; Mt 21,13-27; Ml 3,23-24) Juan el Bautista representa el camino de las
promesas hecha por Dios: “El período de
las promesas abarcó desde el tiempo de los profetas hasta Juan Bautista; desde
éste hasta el fin es el tiempo del cumplimiento” (San Agustín. In Ps 109,1-3). Juan es el mayor entre los nacidos de mujer
alguna (Mt 11,11; Lc 7,28); él es el que da testimonio de la luz (Cfr. Jn 1,7)
Señala al Señor como el Cordero de Dios (Jn 1,35-36) Juan es quien le coloca
corazón a la presencia de Jesús “Por eso
me alegro sin reservas. Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,27-36).
A
modo de conclusión
REPARTIR CON EL QUE NO TIENE
La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna. Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?[1].
Haciendo
eco a la justicia es importante tener en cuenta que:
“Cuando
desempaque tus regalos,
Niño
de lujas vecindad,
Piensa
en tantos niños
Que no
saben para qué es la navidad...
(Piensa
en el niño que mendiga pan)
Que su
noche buena pasará en una banqueta dura y fría
Del
atrio de la catedral…
Hoy
necesitamos más educación,
Son
más importante cien maestros que el blindado batallón…
Tiene
que venir pronto ese día,
Cuando
no sea la Navidad, solo el privilegio
De
unos pocos, sino de la humanidad…
Entonces
cantaremos:
FELIZ
NAVIDAD EN JUSTICIA Y LIBERTAD,
FELIZ
NAVIDAD UN MUNDO MEJOR
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