lunes, diciembre 17, 2012

¿QUÉ PODEMOS HACER?


 
Lc 3,10-18
“Afronta el mundo igual que afrontas el mar en tempestad y cundo tu corazón esté agitado por la concupiscencia, pide ayuda y despierta a Cristo que duerme en tu corazón” (San Agustín. Ser 76,9)

La reflexión de adviento es tiempo de allanar el camino del Señor y de preparación para recibir al Señor en el corazón, esto es celebrar  la fiesta de Navidad, como vivencia del amor de Dios en el nacimiento del Hijo en la historia de la humanidad: Este es el sentido vigilante, este estar vigilante es un despertar en la fe: “Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor. Enderecen sus senderos. Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal entonces verá la salvación” (Lc 3,4-6).
Con este anuncio irrumpe Juan en Israel, inquietando a las autoridades religiosas judías, por la expectativa que ellos tenían a cerca de la venida del Mesías desarrollada en el exilio por el pueblo de Israel (Cfr. 2Sm 7,12-16; Is 7,13-14) que al estar sin tierra, sin templo, sin culto y sin rey, se sentían sin Dios (Jr 14,17-21) sin esperanzas: ¿Y cómo íbamos a cantar un canto al Señor en suelo extranjero? (Sal 137,3); por esta razón, el pueblo esperaba al Mesías.
Al surgir la predicación de Juan van donde él a cerciorarse sobre su procedencia, Juan da razón de lo que él no es, porque él solo es la voz en el desierto que prepara el camino del que está entre todos y Bautizara en “Espíritu Santo y el fuego” (Mt 3,11; Lc 3,16) Con este llamado, Juan señala el camino a seguir: “Juan empezó a recorrer toda la región del rio Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados” (Lc 3,3) produciendo “los frutos de una sincera conversión” (Lc 3,8) que nos lleva a vivir la verdadera justicia cristiana (Rm 3,20-23), obrando con misericordia, como prójimos (Lc 10,25-37): “El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, el que tenga de comer haga lo mismo” (Lc 3,11; Cfr Mt 25; St 2,14-18).
Obrando de esta manera, lo hacemos desde los fundamentos de la justicia cristiana, fortalecemos la fe, alimentándonos de la Palabra de Dios: “Queridos hermanos, construyan su vida sobre los fundamentos de su santísima fe, oren en el Espíritu Santo y manténganse en el amor de Dios, aguardando la misericordia de Jesucristo nuestro Señor, que los llevara a la vida eterna” (Jd 20-21).
El testimonio de Juan el bautista, es de gran valor en la tradición cristiana;  Jesús afirma de él, que es el nuevo Elías: “Elías viene primero y deja todo reordenado” (Mc 9,12), pero que hicieron con él lo que quisieron, no le escucharon ni enderezaron el camino (cfr. Mc 9, 13; Mt 21,13-27; Ml 3,23-24) Juan el Bautista representa el camino de las promesas hecha por Dios: “El período de las promesas abarcó desde el tiempo de los profetas hasta Juan Bautista; desde éste hasta el fin es el tiempo del cumplimiento” (San Agustín. In Ps 109,1-3).  Juan es el mayor entre los nacidos de mujer alguna (Mt 11,11; Lc 7,28); él es el que da testimonio de la luz (Cfr. Jn 1,7) Señala al Señor como el Cordero de Dios (Jn 1,35-36) Juan es quien le coloca corazón a la presencia de Jesús “Por eso me alegro sin reservas. Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn  3,27-36).
 

A modo de conclusión 

REPARTIR CON EL QUE NO TIENE

La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna. Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?[1].
 

Haciendo eco a la justicia es importante tener en cuenta que: 

“Cuando desempaque tus regalos,
Niño de lujas vecindad,
Piensa en tantos niños
Que no saben para qué es la navidad...
(Piensa en el niño que mendiga pan)
Que su noche buena pasará en una banqueta dura y fría
Del atrio de la catedral… 

Hoy necesitamos más educación,
Son más importante cien maestros que el blindado batallón…

Tiene que venir pronto ese día,
Cuando no sea la Navidad, solo el privilegio
De unos pocos, sino de la humanidad… 

Entonces cantaremos:
FELIZ NAVIDAD EN JUSTICIA Y LIBERTAD,
FELIZ NAVIDAD UN MUNDO MEJOR
SIN MISERIA Y OPRESIÓN…”.[2]


[1] Pagola J.A  http:// www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php.
[2] Adaptación de la canción de Carlos Mejía Godoy:  “Navidad en Justicia y libertad”

No hay comentarios: