Lc 2, 41-52
"Nadie
debe estar tan embebido en las cosas de Dios que se olvide de los hombres, sus
hermanos. Ni tan inmerso en las cosas de los hombres que se olvide de las cosas
de Dios. El amor de la verdad requiere un ocio santo. La necesidad del amor
exige un negocio/trabajo justo..." (San Agustín. Civ Dei 19,19)
En el acontecimiento pascual que se ha celebrado en
este tiempo de adviento y navidad, se ha tenido la oportunidad de conmemorar la
alegría del nacimiento de Jesús en los corazones de Buena Voluntad que recibieron
la paz de Dios. La navidad es acontecimiento en la liturgia de la vida de la
comunidad eclesial familia privilegiada de Dios.
Retomar el sentido fundamental de familia, no desde
perspectivas de consanguinidad como tradicionalmente se ha planteado dentro de
la Iglesia, debemos ser conscientes que este modelo de familia ha fracasado en
el intento de identificarse como único y exclusivo en la sociedad actual, es
necesario volver a la fuente de los evangelios para desarrollar el verdadero
sentido de familia que Jesús planteo y fue recreado en la familia de Nazaret.
En la comunidad-familia se proyecta
como una acción pastoral de encuentro y de formación para el desarrollo de la
fe, debe constituirse en las escuelas de catequesis permanentes de educación en
la fe e incidir en la formación pastoral
de las familias-comunidades. En estas comunidades-familias se desarrollarán las
herramientas y opciones catequéticas para hacer posible el camino donde
resurjan y se dinamice la celebración litúrgica sacramental de la Iglesia.
A imagen de esta comunidad-familia de Nazaret, la Iglesia se fortalece
constantemente escuela de fe que acoge a niños, jóvenes, adultos: padres,
abuelos, tíos, padrinos, es decir a la familia en general. En estas
comunidades-familias se deben operar los cambios que lleven a la comunidad
eclesial a procurar la renovación de los ritos en la liturgia como ejercicio
del sacerdocio de Jesucristo: “la liturgia es el ejercicio del sacerdocio de
Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada una a su manera,
realiza la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es
decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro”[1].
Por esta razón se debe operar un nuevo concepto de familia, no marcado según la relacionalidad que dan los lazos de consanguinidad, es decir, concepción de una familia piramidal: Padre, Madre e Hijos. Sino de la familia que nace y se relaciona desde la fraternidad en la que se han creado nuevos lazos a través de la Palabra, como nos lo plantea en el evangelio de Marcos en 3, 31-35: Lazos de fraternidad que se dan por la adhesión a Jesús, al escuchar su Palabra: Es la nueva concepción de familia desde el evangelio que: busca a Jesús (V.31); que motiva la búsqueda (V.32); que escucha la Palabra que cuestiona (V. 33); que crea expectativas (V.34), que crea nuevas relaciones (V.34). Es la familia que nace del vínculo de la Palabra y que hace la voluntad de Dios (V 35). (Cfr. Mt 12,49-50; Lc 8,21).
Esta comunidad-familia entendida así[2],
es la que desde una pastoral evangelizadora en la Iglesia se ve como una
comunidad compuesta de hombres y mujeres débiles que suplican: “Perdónanos
nuestras ofensas”[3].
Que vive inserta en la Iglesia y que no se verá libre de la fragilidad humana[4],
por esta razón, es una comunidad dinámica en permanente conversión, necesitada
de reforma al igual que la Iglesia peregrina de Jesucristo[5].
Esta comunidad-familia se caracteriza por ser
fraternidad, por ser comunidad de pobres, por encarnarse en las realidades
humanas, por ser lugar de encuentro, de acogida y de diálogo, por ser regazo de
los desheredados y ser casa de amistad, de unidad, de concordia, de esperanza y
por ser casa festiva. Nuestras comunidades-familias deben conservar estas características
en el quehacer pastoral, si se quiere en verdad ser un centro de propagación de
comunidades-familias y de evangelización. Por medio de ellas, es necesario
cambiar la concepción de Iglesia que muchos tienen, porque se concebiría: que
la Iglesia es más que una asamblea que enseña en el orden estricto de la doctrina,
sino que ella es una asamblea en la cual impera el servicio en la amistad y la fraternidad, al lado del
necesitado, y dispuesta siempre a vivir el ideal de la comunidad - familia[6].
A modo de conclusión
1. La familia no es para Jesús algo absoluto e intocable.
Más aún. Lo decisivo no es la familia de sangre, sino esa gran familia que
hemos de ir construyendo los humanos escuchando el deseo del único Padre de
todos. Incluso sus padres lo tendrán que aprender, no sin problemas y
conflictos.
2.
No
podemos celebrar responsablemente la fiesta de hoy sin escuchar el reto de
nuestra fe. ¿Cómo son nuestras familias? ¿Viven comprometidas en una sociedad
mejor y más humana, o encerradas exclusivamente en sus propios intereses?
¿Educan para la solidaridad, la búsqueda de paz, la sensibilidad hacia los
necesitados, la compasión, o enseñan a vivir para el bienestar insaciable, el
máximo lucro y el olvido de los demás?[7]
“Oh
manjar y pan de ángeles, los ángeles se sacian de ti. Están satisfechos de ti
pero nunca se cansan de ti” (San Agustín. Serm 196,13)
[1] SC 7.
[2]
“La familia (…) Ella ha sido y es espacio y
escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida
humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Para que la familia sea
“escuela de la fe” y pueda ayudar a los
padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, la pastoral familiar debe
ofrecer espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos,
que le permitan cumplir su misión educativa” (DA 302).
[3] San Agustín, Retractaciones 11,18.
[4] San Agustín, Serm. 88,21.
[6] Cfr. DA 13. 365. 366.
[7] PAGOLA José Antonio.
Homilia, Dic 30 de 2012. Sagrada Familia
No hay comentarios:
Publicar un comentario