Mc 12,38-44
Por eso al verme enfermo y débil para
encontrar la verdad basada en la razón pura, y al tener necesidad, por lo
dicho, de la autoridad de las Sagradas Escrituras, comenzaba a penetrarme la
convicción de que Tú no le habrías dado tal prestigio y competencia a aquellas
Escrituras, a lo largo y a lo ancho del mundo si no hubieras querido que
creyéramos en Ti y te buscáremos por medio de ellas. (San Agustín. Conf. L. VI.
5,8).
La rectitud o justicia del creyente en Jesucristo
Resucitado se centra en la fe: “Se trata de
la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que
creen” (Rom 3,22) y en el amor que nos coloca en el mismo amor de Dios: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es
único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos” (Mc 12,29-31).
Este mandato es central en la experiencia
espiritual de los cristianos creyentes en el discipulado, alejando de ellos
todo intento de concentración de poder y de privilegios siguiendo el ejemplo del
Maestro que vino al mundo como siervo:
“Que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar
la su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 45; Fil 2,5-8).
Por esto Jesús llama a sus discípulos que se
aparten de toda ostentación de poder, de privilegios y entreguen todo (Cfr. Lc
14,33) Para no ser como los escribas: “que
les gustan pasear con amplios ropajes, ser saludados en la plaza, ocupar los
primero asientos en la sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que
devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones” (Mc 10, 38-40)
De esta manera el verdadero discípulo es
quien lo da todo incluso lo que
tiene para vivir, y no da de lo sobra: “Les
digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el
arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobra; ésta, en cambio, ha
echado, de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir”
(Mc 10,43-44).
El discípulo, escucha la voz del Maestro: “Entonces llamó a sus discípulos, les dijo”
(Mc 10,43) “Vengan bendito de mi
Padre, reciban la herencia del reino preparado para ustedes desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de
beber, era forastero y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, enfermo y me
visitaste, en la cárcel y acudiste a mí. Entonces los justos le responderán:
Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sedientos y te dimos
de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá:
Les aseguro que cuánto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo hiciste” (Mt 25,34-40).
Por esta razón, debemos ser perfectos en la justicia
de Dios, estando atentos a los signos de los tiempos (Cfr. Lc 21,28; Rm 8,23)
viviendo en estado permanente de misericordia (Cfr. St 2,1-23) Si no actuamos
con misericordia caemos en la displicencia de practicas de piedad idolátricas
creyendo que todo nos conduce al Padre. Pero actuando sin misericordia vamos al
camino de la perdición porque no todo el que diga Señor, Señor se salvará: “No todo el que me diga Señor, Señor
entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que
está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: Señor, ¿No profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Pero entonces les declararé: ¡Jamás los conocí; apártense de mí,
malhechores! (Mt 7, 21-22) Si nuestra fe esta alejada de la misericordia
seremos juzgados no por nuestros actos de piedad idolátricos, sino por no haber
obrado con misericordia (Is 58,7; Eclo
7,32).
El Señor nos invita a vivir en la espiritualidad de
la misericordia: “Porque yo quiero amor, no sacrificios, conocimiento de Dios mejor que
holocausto” (Os 6,6; Cfr. Mt 12, 7) Por esta razón, es necesario buscar el
Reino de Dios y su Justicia (Mt 6,33; Cfr. Mt 5,6.10.20; 21,32; Sal 37,4) Ser
consecuentes con esta justicia, es lo que pide Jesús a los discípulos que vean
en la viuda que ha dado lo que tenía para vivir como concretización de la
espiritualidad cristiana: “¿Por qué los
primeros han de recibir el reino? “Tuve hambre y me dieron de comer”. ¿Por qué
han de ir los segundos al fuego eterno? “Tuve hambre y no me dieron de comer” (…)
Respecto a los que han de recibir el reino, bien veo que le dieron al no
despreciar, como buenos fieles cristianos, las palabras del Señor y al esperar
con confianza sus promesas (…) Y, a su vez, a los otros: Vayan el fuego eterno
(…) “Por qué tuve hambre y no me dieron de comer” (San Agustín. Ser.389, 4-5).
A modo de conclusión
La responsabilidad adquirida en la escuela del
discipulado evidencia la espiritualidad de la resiliencia cristiana frente a la
adversidad, como camino para llegar al banquete del reinado de Dios, alejados
de todo tipo de espiritualismo idolátrico (Lc 19,1-10):
· Idolatría del Dinero mal habido
(Fácil) (Lc 19,2; Cfr. Mt 5,46)
· Idolatría del Ego: Fe fantasmagórica (Lc 19,4)
· Idolatría del poder (Lc 19,2)
Porque en la espiritualidad cristiana del reino
dejar la idolatría es dejarse convertir por la Palabra de Dios:
· Bajarse al conocer al Señor (Lc
19,5)
·
Compartir el dinero a los pobres
(Lc 19,8)
· Entregar lo robado (Lc 19,8)
Esta
espiritualidad cristiana se mide según los criterios de pobreza y servicio
interhumanos. Fuerza que nos hace dar razón de nuestra esperanza (Cfr. 1P 3,15)
como fidelidad al proyecto de Dios en el que entregamos lo único que teníamos
para vivir, sin estos criterios de donación no llegaremos a la perfección para
ser “santos como nuestro Padre celestial
es Santo” (Mt 5,47-48; Lv 11,44; 19,2; Dt 18,3; 1P 1,16; St 1,4)[1]
“Pasa
a la caridad de la vida en común, para vivir en la sociedad de aquellos que
tienen sola alma y un solo corazón hacia Dios, de nada que nadie llama propio a
nada, sino que todas las cosas les son comunes” (San Agustín. De tratado a los
Monjes. Cap. 25, 32-33).
1) CASALINS, G. Otro texto para no leer: Reflexión Mt 25,31-46. Medellín Nov 20 de 2011
1) CASALINS, G. Otro texto para no leer: Reflexión Mt 25,31-46. Medellín Nov 20 de 2011
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