Mc 12,28b-34
“Los
perseguidores no hicieron pedazos la túnica; los cristianos, en cambios, hacen
pedazos la Iglesia” (San Agustín. In Jo 13,13.15.17)
Cuando dedicamos nuestra vida a cumplir lo más fácil:
preceptos y prohibiciones, colocamos los intereses personales por encima de la
fe, actuando de esta manera nos alejamos del mandato principal que Jesús nos ha
legado y por el que nos identificarán como discípulos (Jn 13,34-35) y como Iglesia
en la que profesamos nuestra fe[1].
Por esta razón, nuestra fe ha de ser coherente con
la vocación recibida: “Los exhorto a
comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha
humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de
conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo
Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes
han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una
sola fe, un solo bautismo. Hay un solo
Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos”
(Ef 4,1-6).
Desde esta
perspectiva, la iglesia de Jesucristo es la iglesia de hermanos que se aman
cumpliendo el mandato del Señor, por esta razón: “No se puede perder la noción que nace del corazón, que Dios es amor y
Él es la fuente de donde proviene el amor. “Todo el que ama ha nacido de Dios”
(1 Juan 4,7). Dios nos amó primero y saber que Él nos ama, transforma nuestras
vidas. No podemos decir que amamos a Dios si odiamos a nuestros hermanos, pues
aquél que “no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no
ve. El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4,20-21)[2].
Ahora bien, tampoco, “Podemos caer en la tentación de los fariseos que tenían 248 preceptos
y 365 prohibiciones, un total de 613 condicionamientos a la interpretación de
la Torá que era necesario saberlos y
practicarlos. En cambio, Jesús plantea, que la vocación recibida, es la
relación de amor que se debe tener con el Padre, coherencia e identificación
con el proyecto del reino, que es solidaridad de Dios con su pueblo al ver su aflicción (Ex 3,7.17)
y con todos los que eran considerados como menos en el pueblo (Lc 14,12-14; Rm 11,5-13;
Is 4,3; Ab 11,17), ya que al ser criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios
(Gn 1,26) participamos de la misma dignidad en el amor”[3].
Por esta razón, se puede entender la pregunta del maestro de la ley: “La pregunta se explica porque los fariseos
contaban 613 preceptos en la ley. Había que saberlo y practicarlos todos. Jesús
responde combinando Dt 6,5 con Lv 19,18. Para Jesús, el fundamento de la
relación con Dios y con el prójimo es el amor solidario. La integración de los
dos amores, de Dios y del prójimo, es su enseñanza fundamental. La Ley y los
Profetas son toda la Escritura (Mt 7,12), pues bien: el amor es la clave de la
Escritura, el indispensable principio unificador que elimina toda posible dispersión
y el criterio básico de discernimiento. No se puede observar de verdad la Ley
si falta el amor (Rm 13,9; Gal 5,14; St 2,8) Desde una perspectiva cristiana,
sin amor al prójimo no hay amor a Dios, no hay verdadero cumplimiento de la
voluntad de Dios, ni se alcanza esa justicia superior que preconiza el sermón
del monte (Mt 5,20) El amor al prójimo no sustituye el amor de Dios ni se
identifica con él, pero es tan importante como amar a Dios (Cfr. 1Jn 4,20). Al
colocar estos dos mandamientos como el
eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con
respecto a Dios y a la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda
vida religiosa”[4].
No practicar el mandato del amor, es despedazar la
Iglesia, ya San Agustín intuía: “Se dividieron entre ellos mis vestidos y sobre
mis vestiduras echaron suerte. Esposa eres tú; reconoce, pues, la vestidura de
tu esposo. ¿Y sobre que vestiduras echaron suerte? Pregunta el Evangelio, mira
qué te dice en la pasión del Señor: Había allí una túnica. Veamos su
estructura: Estaba tejida toda desde arriba. ¿Qué significa la túnica toda
tejida desde arriba sino la caridad? ¿Qué significa la túnica tejida toda desde
arriba sino la unidad? Mira con atención esta túnica, que ni los perseguidores
de Cristo se atrevieron a dividir. El evangelio lo dice: Dijeron entre sí: no
la dividamos, sino sorteémosla. Miren lo que han oído del salmo. Los
perseguidores no hicieron pedazos la túnica; los cristianos, en cambios, hacen
pedazos la Iglesia” (San Agustín. In Jo 13,13.15.17).
A modo conclusión
·
Como cristianos, no podemos seguir
ausentando a Jesucristo de nuestra vida, haciéndonos sus oponentes: “Quien obra de esta manera es
opuesto a Cristo, quiere usurpar su lugar, por eso vendrán muchos que se
opongan a Cristo, son los que se han separado de la comunidad por sus doctrinas
y prácticas: “Hijitos, (…) Ustedes han
oído que viene el anticristo (...) Ellos salieron de entre nosotros; pero en
realidad no eran de los nuestros, porque si lo hubieran sido se habrían quedado
con nosotros” (1Jn 2,18-22; Cfr. 2Jn 7; Mt, 24,23-25; Mc 13,21-23; 2Tes 2,3-12;
Ap 13; 16,12-16; 17; 19,19-21; 1Jn 4,1-3; Mt 7,15)”[5].
·
Nuestra misión, es seguir a
Jesucristo. No podemos seguir haciendo lo que no corresponde a los santos del Señor, sino
hacer lo que es propio de los santos (Cfr. Ef 4,1-5,20) evitando de esta manera
hacer pedazos la unidad de la Iglesia. Porque es la Iglesia de la misericordia que
vive el mandato principal (Mc 12,28b-34; Cfr. Mt 25, 31-46).
·
Busquemos enderezar el camino
amando a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, donde un niño no levante la
mano para mendigar pan, donde un anciano no sea abandonado, donde un enfermo no
muera por negligencia, donde un preso no quede condenado injustamente, donde
todos puedan tener vivienda digna, trabajo sostenible e igualdad de
condiciones, donde exista “Una
nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta
la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la
felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por
fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”[6]
“Todo el
que ama ha nacido de Dios” (1 Juan 4,7)
1) Cuarto artículo del Credo NICENOCONSTANTINOPOLITANO. Cfr. CIC. N. 748-870.
2) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN
Mt 22,34-40. Medellín.
Octubre 23 de 2011
3) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN
Mt 22,34-40. Medellín. Octubre 23
de 20114)
4) Luis Alonso Schökel. La biblia de nuestro Pueblo. Biblia para América Latina.
Comentario a Mt 22,34-40.
5) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: REFLEXIÓN Mc 10,46-52. Octubre 28 de
2012.
6) GARCIA, MÁRQUEZ. G. Discurso. Estocolmo.
1982.
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