domingo, noviembre 04, 2012

"AMRÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO" II

Mc 12,28b-34
 

“Los perseguidores no hicieron pedazos la túnica; los cristianos, en cambios, hacen pedazos la Iglesia” (San Agustín. In Jo 13,13.15.17)
 

Cuando dedicamos nuestra vida a cumplir lo más fácil: preceptos y prohibiciones, colocamos los intereses personales por encima de la fe, actuando de esta manera nos alejamos del mandato principal que Jesús nos ha legado y por el que nos identificarán como discípulos (Jn 13,34-35) y como Iglesia en la que profesamos nuestra fe[1] 

Por esta razón, nuestra fe ha de ser coherente con la vocación recibida: “Los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.  Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos” (Ef 4,1-6).
Desde esta perspectiva, la iglesia de Jesucristo es la iglesia de hermanos que se aman cumpliendo el mandato del Señor, por esta razón: “No se puede perder la noción que nace del corazón, que Dios es amor y Él es la fuente de donde proviene el amor. “Todo el que ama ha nacido de Dios” (1 Juan 4,7). Dios nos amó primero y saber que Él nos ama, transforma nuestras vidas. No podemos decir que amamos a Dios si odiamos a nuestros hermanos, pues aquél que “no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4,20-21)[2].
Ahora bien, tampoco, “Podemos caer en la tentación de los fariseos que tenían 248 preceptos y 365 prohibiciones, un total de 613 condicionamientos a la interpretación de la Torá que  era necesario saberlos y practicarlos. En cambio, Jesús plantea, que la vocación recibida, es la relación de amor que se debe tener con el Padre, coherencia e identificación con el proyecto del reino, que es solidaridad de Dios  con su pueblo al ver su aflicción (Ex 3,7.17) y con todos los que eran considerados como menos en el pueblo (Lc 14,12-14; Rm 11,5-13; Is 4,3; Ab 11,17), ya que al ser criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) participamos de la misma dignidad en el amor”[3].
Por esta razón, se puede entender la pregunta del maestro de la ley: “La pregunta se explica porque los fariseos contaban 613 preceptos en la ley. Había que saberlo y practicarlos todos. Jesús responde combinando Dt 6,5 con Lv 19,18. Para Jesús, el fundamento de la relación con Dios y con el prójimo es el amor solidario. La integración de los dos amores, de Dios y del prójimo, es su enseñanza fundamental. La Ley y los Profetas son toda la Escritura (Mt 7,12), pues bien: el amor es la clave de la Escritura, el indispensable principio unificador que elimina toda posible dispersión y el criterio básico de discernimiento. No se puede observar de verdad la Ley si falta el amor (Rm 13,9; Gal 5,14; St 2,8) Desde una perspectiva cristiana, sin amor al prójimo no hay amor a Dios, no hay verdadero cumplimiento de la voluntad de Dios, ni se alcanza esa justicia superior que preconiza el sermón del monte (Mt 5,20) El amor al prójimo no sustituye el amor de Dios ni se identifica con él, pero es tan importante como amar a Dios (Cfr. 1Jn 4,20). Al colocar estos dos  mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y a la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda vida religiosa”[4]. 

No practicar el mandato del amor, es despedazar la Iglesia, ya San Agustín intuía: “Se dividieron entre ellos mis vestidos y sobre mis vestiduras echaron suerte. Esposa eres tú; reconoce, pues, la vestidura de tu esposo. ¿Y sobre que vestiduras echaron suerte? Pregunta el Evangelio, mira qué te dice en la pasión del Señor: Había allí una túnica. Veamos su estructura: Estaba tejida toda desde arriba. ¿Qué significa la túnica toda tejida desde arriba sino la caridad? ¿Qué significa la túnica tejida toda desde arriba sino la unidad? Mira con atención esta túnica, que ni los perseguidores de Cristo se atrevieron a dividir. El evangelio lo dice: Dijeron entre sí: no la dividamos, sino sorteémosla. Miren lo que han oído del salmo. Los perseguidores no hicieron pedazos la túnica; los cristianos, en cambios, hacen pedazos la Iglesia” (San Agustín. In Jo 13,13.15.17). 

A modo conclusión

·         Como cristianos, no podemos seguir ausentando a Jesucristo de nuestra vida, haciéndonos  sus oponentes: “Quien obra de esta manera es opuesto a Cristo, quiere usurpar su lugar, por eso vendrán muchos que se opongan a Cristo, son los que se han separado de la comunidad por sus doctrinas y prácticas: “Hijitos, (…) Ustedes han oído que viene el anticristo (...) Ellos salieron de entre nosotros; pero en realidad no eran de los nuestros, porque si lo hubieran sido se habrían quedado con nosotros” (1Jn 2,18-22; Cfr. 2Jn 7; Mt, 24,23-25; Mc 13,21-23; 2Tes 2,3-12; Ap 13; 16,12-16; 17; 19,19-21; 1Jn 4,1-3; Mt 7,15)”[5]. 
·         Nuestra misión, es seguir a Jesucristo. No podemos seguir haciendo lo que  no corresponde a los santos del Señor, sino hacer lo que es propio de los santos (Cfr. Ef 4,1-5,20) evitando de esta manera hacer pedazos la unidad de la Iglesia. Porque es la Iglesia de la misericordia que vive el mandato principal (Mc 12,28b-34; Cfr. Mt 25, 31-46).
·         Busquemos enderezar el camino amando a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, donde un niño no levante la mano para mendigar pan, donde un anciano no sea abandonado, donde un enfermo no muera por negligencia, donde un preso no quede condenado injustamente, donde todos puedan tener vivienda digna, trabajo sostenible e igualdad de condiciones, donde exista “Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”[6]
 

“Todo el que ama ha nacido de Dios” (1 Juan 4,7)


1) Cuarto artículo del Credo NICENOCONSTANTINOPOLITANO. Cfr. CIC. N. 748-870.
2) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN  Mt 22,34-40. Medellín.  Octubre  23 de 2011
3) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER. REFLEXIÓN  Mt 22,34-40. Medellín.  Octubre 23 de  20114)
4) Luis Alonso Schökel. La biblia de nuestro Pueblo. Biblia para América Latina. Comentario a Mt 22,34-40.
5) CASALINS, G. OTRO TEXTO PARA NO LEER: REFLEXIÓN Mc 10,46-52. Octubre 28 de 2012.
6) GARCIA,  MÁRQUEZ. G. Discurso. Estocolmo. 1982.

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